La visita del papa Benedicto XVI a España ha reverdecido la polémica sobre el papel de la Iglesia española en la Guerra Civil. El 18 de julio se cumplen 70 años del inicio de lo que Franco denominó La Cruzada, apoyada por la jerarquía católica. La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), […]
La visita del papa Benedicto XVI a España ha reverdecido la polémica sobre el papel de la Iglesia española en la Guerra Civil. El 18 de julio se cumplen 70 años del inicio de lo que Franco denominó La Cruzada, apoyada por la jerarquía católica. La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que agrupa a familiares de represaliados por el franquismo, ha enviado una carta a todos los obispos reclamándoles que aprovechen la visita de Ratzinger para retirar todas las placas falangistas de «caídos por Dios y por España» que aún resisten en centenares de iglesias y pedir perdón por su papel en la guerra.
El trabajo de la retirada de símbolos franquistas no cesa. La presión de familias de represaliados va logrando poco a poco que se retiren monumentos -ya sólo quedan estatuas de Franco en Santander, Melilla y la academia militar de Zaragoza- y se cambien calles.
Los políticos son sensibles a la insistencia de asociaciones con repercusión en los medios. Pero hay algo que nadie ha logrado: convencer a la jerarquía eclesial, que no se somete a ningún escrutinio público, para que retire las placas falangistas de las paredes de las iglesias.
Centenares de templos y varias catedrales -Ávila, Burgos, Granada, Cáceres o Santiago, entre ellas- conservan una placa o grabado en piedra que se instaló en los años 40 para recordar la victoria: «Caídos por Dios y por España», es el encabezamiento, seguido de una lista presidida por José Antonio Primo de Rivera, gran líder y mártir de la Falange, fusilado por los republicanos en plena Guerra Civil, cuyo cuerpo yace junto al de Franco en el Valle de los Caídos. Después de él suelen constar los nombres de los vecinos del pueblo que murieron en la guerra en el bando nacional. La lista concluye con un «¡Presentes!».
En el lateral de la catedral de Ávila, la ciudad históricamente gobernada por el PP, a la placa le acompaña un yugo con unas flechas, símbolo de la Falange. Allí sigue, 30 años después de la muerte de Franco y 28 de la aprobación de la Constitución.
En todas las paredes
Nadie ha hecho un recuento detallado, pero en una página de Internet vinculada al PCE que fotografía restos del franquismo (http://www.nodo50.org/foroporlamemoria/simbolos_franquistas.htm) se pueden ver decenas.
Según explica el profesor de la UNED, Jesús de Andrés, un especialista en símbolos franquistas, estas placas se instalaron en los años 40 en la práctica totalidad de las paredes de las iglesias españolas. Hubo una ley muy estricta para regular quién podía aparecer en esas listas (sólo los fallecidos en el frente) porque implicaba privilegios para la familia. De Andrés dice que se han retirado algunas de ellas aprovechando trabajos de reparación en las iglesias, pero la mayoría permanecen, sobre todo por el empeño de los propios curas en conservarlas. Sólo en algunas zonas como el País Vasco o Cataluña han desaparecido.
La Conferencia Episcopal ha esquivado esa reclamación con la idea de que la Iglesia también tiene sus mártires porque hubo más de 7.000 religiosos asesinados por los republicanos.
La ARMH reclama en su comunicado, que, «en su próxima visita, el papa Benedicto XVI realice algún gesto simbólico en el que perdone y pida perdón por la colaboración que tuvo la Iglesia con la dictadura franquista. De ese modo, la Iglesia puede dar reconocimiento a sus miembros que padecieron persecuciones y fueron asesinados por sus creencias, y tendría la dignidad de pedir perdón a los miles de familias a los que en muchos casos los propios curas negaron la posibilidad de que fueran enterrados en un cementerio». La ARMH recuerda el viaje de Ratzinger a Auschwitz y le pide que se comporte igual en España
.El vicepresidente de la asociación, Santiago Macías, califica de «escándalo» la presencia de las placas, sobre todo porque, según dice, muchos de los represaliados y sus familias eran y son católicos y esos recordatorios falangistas «les insultan».