No está escrito negro sobre blanco en los medios, pero las entrevistas y reportajes lo susurran a martillazo limpio. La doctrina neoliberal es y será la ideología que determinará el comportamiento de la elite dominante en este modelo de capitalismo de mercado. A ésta le queda cuerda para mucho. Fuertes en sus bastiones de poder […]
No está escrito negro sobre blanco en los medios, pero las entrevistas y reportajes lo susurran a martillazo limpio. La doctrina neoliberal es y será la ideología que determinará el comportamiento de la elite dominante en este modelo de capitalismo de mercado. A ésta le queda cuerda para mucho. Fuertes en sus bastiones de poder y redes de influencia, empresarios y políticos neoliberales se preparan para dar la pelea por sus ideas e intereses en el terreno de las políticas. A la vez que utilizan su poder mediático para agitar sus soluciones.
Vivimos en las turbulencias de la crisis capitalista mundial del 2008 y en la era Trump de reorganización del capitalismo de los EE.UU. De arremetidas capitalistas nacionalistas a veces, globalistas otras, pero neoliberales.
¿Y cómo responderles? Las organizaciones sociales y sindicales que componen el movimiento NO+AFP lo están haciendo. Convocan a una marcha gigantesca para el 26 de marzo . Para en la práctica impugnar el neoliberalismo y decirle a la oligarquía propietaria del país que la dignidad sigue en pie de lucha por pensiones dignas.
Basta con leer las páginas que La Tercera y El Mercurio le dedicaron este fin de semana (06.03.17) a los temas económicos para corroborar varios supuestos. Los empresarios quieren mayor crecimiento, dicen. Más del 2%. La solución para lograrlo, según ellos, es bajar sus impuestos, congelar salarios y despedir gente. Esto último no lo verbalizan, pero lo sugieren entre líneas en la forma de la amenaza y el chantaje.
Imagínese un Gobierno de izquierdas que inicie reformas estructurales. Es posible. Pero sólo considerando la oposición que tendría en todos los nudos y dispositivos de poder dominantes los golpes vendrían de muchos frentes; del interior y del exterior. No por eso hay que amilanarse sino prepararse con el rigor que exige la lucha social y política. Con algunas hipótesis estratégicas en la mano. Imagínese las campañas mediáticas orquestadas que harían los enemigos y adversarios de los cambios. Tantas veces ha ocurrido que la opción de gobiernos inmaduros es la de rendirse y traicionar la confianza del pueblo ciudadano.
La violencia simbólica está tan presente que nos acostumbramos a ella. Como en el patriarcado que garantiza el poder masculino. El capital financiero global y su operador ideológico que es el neoliberalismo la practican blandiendo las llamadas notas de calidad crediticia que dan las agencias financieras como Moody’s y Fitch a los países. Lea las páginas de cuanto medio se las dé de serio y actualizado en la materia.
Miembros de la casta, en la ocurrencia Alfredo Moreno, el «boss» de la CPC, ex ministro de Piñera, llama en El Mercurio del domingo a un «cambio de cultura de la elite empresarial», pero cuando aterriza solo atina a expresar que está de acuerdo con el «periodista» que le propone «rectificaciones profundas en lo tributario y lo laboral». Deshacer lo que se ha hecho mal en este gobierno para rehacerlo peor y según los intereses empresariales. El diario de Agustín va directo al grano. Para eso no sueltan a un corrupto como Piñera, el candidato de Moody’s.
Otro ex ministro -del que lidera las preferencias en las encuestas presidenciales -, Juan A. Fontaine, va al hueso y plantea lo mismo en La Tercera, es decir la necesidad de disminuir la carga tributaria para los empresarios. Para aumentar el crecimiento y la inversión dice. Sin probar la relación de lo primero con lo segundo. El dogma neoliberal no necesita explicar. Es así y hay que creerles. Hacer creer lo mismo es la función del ministro de Hacienda Rodrigo Valdés.
Andrónico Luksic, el tuitero, dueño del 13, empresario minero y banquero prestamista del hijo de la Presidenta en Caval, no se queda atrás y escribe que «las AFP trajeron el crecimiento a Chile».
Un cambio de «cultura» o comportamiento de la oligarquía empresarial es imposible. Lo sabemos.
El pathos y ethos (maneras de sentir y actuar) capitalista determinan el sometimiento completo de cada empresario, como actor individual, a la lógica de la acumulación de su propio capital y al enriquecimiento a corto plazo (maximizar las ganancias). Parece lógico. Pero el empresario considerado individualmente actúa sin pensar en el funcionamiento del sistema de competición capitalista en su conjunto, en su impacto social y político y, por ende, en la actividad depredadora de la producción capitalista sobre la naturaleza. Es cosa de ver las inversiones mineras y energéticas. Y de ahí vienen las crisis y las bajas de la tasa de ganancias recurrentes junto con la atracción por la especulación financiera global, como lo vimos el 2008.
En aquella crisis global que comenzó en EE.UU. los bancos fueron salvados por los Estados. El sector público salvó a los privados y la deuda que quedó la pagan los que trabajan. Y más encima se recortan los planes sociales. Austeridad y despidos para los trabajadores; ganancias para los ricos. Es lo que sucede en Europa y en parte en EE.UU.
Piñera, investigado e imputado por sus negociados ilícitos es el caso típico del individuo que concentra todas las taras del empresariado chileno. Es un prototipo. No se le ocurre con su inmenso capital generar empleos en territorio chileno. Solo en maximizar ganancias. Es un mal «patriota» dicen los amantes de las gestas bélicas (hablémosle al pueblo mapuche de las virtudes de la «Patria» chilena o de la phatrie-la hermandad guerrera a las mujeres). Piñera es un buen capitalista y un político bufón. Por lo mismo, intentar darle lecciones de moral a Piñera es tiempo perdido y no analizarlo según la lógica del funcionamiento del capitalismo empresarial es querer defender la idea que en Chile pueden haber mercados y empresarios que no son capitalistas. Lo que es una aberración desde el punto de vista del rigor en ciencias sociales.
Cuando hablamos de trabajadores estamos diciendo que a estos individuos que somos mayoría abrumadora no nos queda otra. Estamos obligados a vender la fuerza de trabajo por un salario (suena feo, pasado de moda, «testimonial», de trinchera y hasta miserabilista para los «aspiracionales» y opinólogos).
Los trabajadores que constituyen la gran masa laboral chilena (que incluye también a las llamadas «capas aspiracionales») bien sabemos no son «libres» de ataduras. Menos cuando son oprimidos (no es lo mismo que ser explotado) por el crédito bancario para que consuman, se endeuden y generen ganancias al «retail» y a los bancos que reciben los dineros de las AFP para prestárselos a las «empresas medianas y pequeñas», pero que ¡Oh sorpresa! también pertenecen a los grandes grupos económicos. ¡Qué manera de dejarse engrupir con eso de la mediana empresa!
Y si a lo anterior le agregamos la parte del salario con el que se quedan las AFP, constatamos que en Chile la tasa de explotación de los trabajadores-asalariados es altísima. Y si se calcula el costo de los bienes y servicios, el costo de la vida es enorme para los trabajadores y trabajadoras chilenos. Por supuesto, es el lado oscuro de la modernización capitalista que tiene -según Carlos Peña- sus héroes en Lagos y Piñera.
El sistema social hegemónico con sus medios tiene el poder de hacer que el funcionamiento de los mecanismos de opresión pasen desapercibidos si todos miramos los mismos «bienes culturales» en Netflix y en el Festival de Viña. Fetiches de consuelo en una sociedad del espectáculo más que post-industrial. El capitalismo necesita vivir del simulacro.
Las relaciones capitalistas de producción son tan obvias que no se evalúan desde el punto de vista democrático. El liberalismo las ignora. Es normal para la ideología del capital que las relaciones de poder en la empresa sean jerárquicas y despóticas. Que favorezcan a los propietarios de los medios de producción. Pero no es un problema de ética sino que de política. De cómo las mayorías sociales y sus organizaciones construyen su hegemonía para imponer sus soluciones y para satisfacer sus necesidades reales.
Para qué hablar de los excluidos del «mercado de trabajo»; los llamados precarios que apenas sobreviven. Que viven la precariedad de la existencia y que constituyen con los inmigrantes un ejército de reserva del capital para ejercer una presión a la baja sobre los salarios reales. Es que las cosas poco han cambiado en lo que respecta a los mecanismos capitalistas desde el siglo XIX.
En sus últimos tuiteos Andrónico Luksic defendía a las AFP diciendo que «habían traído crecimiento para Chile». Como vemos es imposible para Luksic decir otra cosa. Se las cree. Y como un misionero del capital esparce la verdad de las AFP. . . La suya y de su clase, «los que vamos ganando la lucha de clases» decía el magnate Warren Buffet. Y si un tuitero lo contradice … ingenuo el pobre tuitero. ¿Cómo podría Luksic decir que las ganancias del crecimiento son para ellos; que el dinero expoliado por las AFP se recicla en sus bancos y que esos capitales se van a los 6 bancos sistémicos mundiales que controlan el flujo monetario? Y cuando Luksic tuitea es noticia en La segunda, La Tercera y El Mercurio. Una vergüenza para el periodismo nacional …
Obvio. Aquello que en el siglo pasado se llamó el «proletariado industrial» cambió. Pero el capitalismo tardío sigue necesitando trabajadores (desorganizados o con burocracias corruptas es lo óptimo para el capital) para mover las empresas y para que los empresarios realicen sus ganancias cuando los productos son vendidos en los mercados de bienes o de servicios. Esta es una ley de hierro.
En efecto, para negociar y ganar los trabajadores siguen necesitando sindicatos y buenas leyes laborales. Tanto mejor si se constituyen en movimiento sindical fuerte para hacerse escuchar en la sociedad y decir que son ellos los que producen la riqueza y los bienes inmateriales como el conocimiento. Y podemos agregar, sin faltar a la verdad, que sin ellos no podrán haber transformaciones profundas.
El grano de los Starbucks no llega solo de los EE.UU. al café de Pedro de Valdivia ni se hace solo. Hay baristas y cajeros. El valor de los bienes no se convierte en dinero para generar ganancias si no hay cajas y cajeras donde pagamos. Y gracias a la lucha de los jóvenes trabajadores de Starbucks Chile es uno de los pocos países donde esta multinacional del café tiene sindicato.
Es cosa de mirar. Las mercancías no se producen, ni se distribuyen, ni se venden solas. Los diarios no se hacen solos ni llegan caminando a los kioscos; el cobre chileno no se va solo a China o a Canadá. Las llamadas de los call center tampoco se hacen solas. Las mercancías de los supermercados de Paulmann, de los Wallmart, los Home Center no tienen vida propia y no se ponen solas en los estantes. Pero tienen un secreto estas mercancías todas: son resultado del trabajo humano y ésta es la única mercancía que crea valor y el valor-trabajo se convierte en capital.
Tanto así que la industria pesquera, cuyos representantes empresariales de Corpesca y Asipes han comprado a parlamentarios de la UDI, la DC y el PS con la complicidad del resto, para hacer la trucha Ley de Pesca, cuenta con trabajadores que podrían, según una categoría sociológica afinada, ser caracterizados como «proletariado industrial pesquero». Si no se los nombra así es una cuestión ideológica. Son estos trabajadores los que transforman el recurso marítimo en mercancía exportable.
Pero las empresas despiden como lo hacen las salmoneras cuando la industria va mal y como lo acaba de hacer la empresa El Mercurio a 120 trabajadores. Por el contrario, los trabajadores de La Escondida han tenido la capacidad y la consciencia para hacer una huelga. Y además exigen la nacionalización de la mina.
No olvidemos las colusiones en el mercado y el poder del sistema bancario así como el rol clave que éste juega en este sistema de apropiación de los salarios de los trabajadores.
Citábamos las quejas de Fontaine en la reciente campaña mediática del duopolio impreso. Es el lamento empresarial de moda; el que el crecimiento de la economía no supere el 2%. Ahora bien, economistas destacados como Thomas Piketty, el autor de «El Capital en el Siglo XXI» han señalado en reiteradas ocasiones que para este siglo el crecimiento promedio será de 2 % en los países capitalistas.
Todo gobierno de izquierdas que quiera transformar el país con un programa de cambios necesarios para satisfacer las demandas sociales será bloqueado o destituido si no cuenta con el apoyo real de una gran coalición de fuerzas y movimientos sociales donde los trabajadores jueguen un lugar más que importante, fundamental. La tarea es ardua. Si se quiere vivir en el mundo de las relaciones sociales y de poder y no en el de la academia, de los foros televisados o de Netflix. De la Nueva Mayoría ni que hablar, pues son también neoliberales. No declarados como los otros, sino embaucadores políticos profesionales.
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