Leonardo Padura (1955) acaba de recibir en su país el Premio Nacional de Literatura, máximo galardón destinado a los poetas y narradores cuyas obras contribuyen al enriquecimiento de la literatura cubana. Un premio merecido, porque al cabo de una decena de obras publicadas desde los años 90 en adelante, Padura ha dado muestras de ser […]
Leonardo Padura (1955) acaba de recibir en su país el Premio Nacional de Literatura, máximo galardón destinado a los poetas y narradores cuyas obras contribuyen al enriquecimiento de la literatura cubana. Un premio merecido, porque al cabo de una decena de obras publicadas desde los años 90 en adelante, Padura ha dado muestras de ser un autor de notable ejercicio creativo y un observador atento de la sociedad cubana de las últimas décadas.
Desde hace pocos años la obra de Padura ha trascendido más allá de Cuba, y hoy es un autor ampliamente leído en la mayoría de los países europeos. Ha recibido galardones internacionales como el Premio Dashiell Hammett que se otorga en la Semana Negra de Gijón, y más recientemente el Premio Roger Caillois que entregan la Casa de América Latina en París y el Pen Club francés. Y todo ello, principalmente, utilizando y transgrediendo los códigos de la novela negra y de la mano de Mario Conde, un personaje entrañable que nace como policía en la novela Pasado perfecto , y que años más tarde, cansado de la rutina y las ingratitudes del oficio policial, en la novela La niebla del pasado aparece como un vendedor de libros usados y ocasional investigador privado.
Además de las novelas de Mario Conde, la obra de Padura considera un ensayo sobre la obra de Alejo Carpentier, dos novelas centradas en el mundo de la infancia ( Fiebre de caballos y Según pasan los años ), una novela sobre el poeta José María Heredia, y El hombre que amaba los perros , su más reciente novela, de gran impacto en la crítica internacional.
UN CUBANO QUE AMA Y VIVE CUBA
A Leonardo Padura lo conocí a comienzos de los años 90, en un encuentro de novela policial en Puebla, México. Entonces andábamos con nuestras primeras novelas bajo el brazo, editadas con similar precariedad pero acompañadas por el entusiasmo y una idea común de que era posible dotar al género policial de una calidad que le diera trascendencia, como enseñaban los clásicos Chandler o Hammett, y otros autores más cercanos y que escribían en lengua española, como Manuel Vázquez Montalbán, Rodolfo Walsh y Osvaldo Soriano.
Padura es un escritor hecho a pulso, que ha sorteado dificultades editoriales, y que logró hacerse de un nombre entre los autores cubanos de su generación (a la que presentó en la antología El Submarino Amarillo ), hasta dar un salto consagratorio hacia editoriales de otros países. De origen humilde, en una reciente charla realizada en La Habana, dijo que en la casa de su infancia sólo existían nueve libros: una Biblia y ocho ejemplares de Selecciones del Readers Digest . En esa misma charla recordó que quiso estudiar periodismo, para dedicarse a ser comentarista deportivo específicamente de béisbol, deporte que lo apasiona como a la mayoría de los cubanos. La tentación por la literatura le llegó mientras estudiaba en la universidad, y desde entonces no ha dejado de escribir.
Padura vive en La Habana y habitualmente es animador de encuentros de escritores en Cuba y en países europeos. Ha ejercido el periodismo en medios como El caimán barbudo , Juventud Rebelde y La Gaceta de Cuba . Su oficio literario se afianza en la década de los 90, como lo rescata en su ensayo Escribir en Cuba en el siglo XXI , donde comenta: «La literatura que se comenzó a escribir y publicar en la década de 1990, de la cual yo participé, se propuso indagar en rincones oscuros o inexplorados de la realidad nacional, mirar críticamente el pasado, bajar a los fondos de la sociedad en que vivíamos, encontrar respuestas a preguntas existenciales, sociales y hasta políticas a las circunstancias que habíamos atravesado».
LA HISTORIA DE TROTSKY Y SUS ASESINOS
El hombre que amaba los perros es una novela que por sí sola bastaría para justificar y dignificar el premio que le acaban de conceder. En ella narra tres historias que se entrelazan y complementan. La salida de León Trotsky desde la ex Unión Soviética, perseguido y condenado al exilio por Stalin; la vida de Ramón Mercader, quien luego de ser sometido a un riguroso entrenamiento en Moscú termina por asesinarlo en su casa de Coyoacán, y la historia de un escritor cubano que por casualidad se encuentra con un hombre que pasea a sus perros por alguna playa de La Habana, y que no es otro que el mismo Mercader. Con estas tres historias, perfectamente documentadas y desarrolladas, Padura entrega su reflexión acerca de los años de la instalación del estalinismo y el desarrollo de sus prácticas totalitarias y represivas. Y es, por cierto, también una reflexión acerca de la construcción y caída de esa experiencia de socialismo que se impuso en el siglo XX y que se conoció como «socialismo real».
LAS METAFORAS DE MARIO CONDE
Las novelas -o «metáforas policíacas» como suele llamarlas Leonardo Padura-, protagonizadas por Mario Conde permiten conocer y disfrutar de buenas intrigas criminales y, por sobre todo, dan la oportunidad de adentrarse en la historia y problemáticas de la sociedad cubana. En ellas encontramos críticas contra la marginalidad de los homosexuales, la denuncia de robo de libros y pinturas desde bibliotecas y pinacotecas estatales, el efecto en los jóvenes de la participación cubana en la guerra de Angola, la descripción de periodos especialmente complicados en la política y economía de Cuba, y el retrato apasionado de los espacios urbanos más característicos de La Habana.
Padura no vacila en reflexionar sobre la sociedad en la que vive. Lo siente como una responsabilidad ineludible, tanto como el hecho de extremar en cada novela sus recursos narrativos. También es un escritor que no oculta su apasionada relación con su país y su gente. Sus personajes, como los amigos de Mario Conde, están presentados con cariño, rescatando los aspectos más vitales y humanos de sus existencias, no siempre fáciles ni plácidas. Todo esto se entiende cuando en el ensayo antes mencionado, apunta que: «El escritor cubano que vive en Cuba, y día con día enfrenta la realidad del país con sus cambios, evoluciones, reacciones sociales y sueños personales realizados o frustrados, se ha convertido en uno de los más importantes recolectores de la memoria del presente que tendrá el futuro. Esta responsabilidad, añadida a la propia responsabilidad literaria, confiere al escritor un compromiso civil que le da una dimensión más trascendente a su trabajo».
La saga de Mario Conde incluye a la fecha las novelas Pasado perfecto , Vientos de Cuaresma , Máscaras , Adiós Hemingway , El otoño del pasado y La niebla del ayer . Con estas novelas se inserta de pleno en lo que hoy se conoce como «el neopolicial latinoamericano». En su ensayo Miedo y violencia en la novela policial iberoamericana , Padura explica este fenómeno literario: «Al despuntar la década del 80 y hacerse patente la existencia de una narrativa policial, auténtica y propia, escrita por autores iberoamericanos de diversas latitudes, también se puso de manifiesto la certeza de que se trataba de una propuesta estética que había asumido más que un compromiso formal con las viejas escuelas, un reto ideo-estético, pues se proponía mostrar los lados más oscuros de unas sociedades perdidas en un recodo del camino que va del subdesarrollo a la posmodernidad -o en términos más actuales-, a la globalización».
Respecto a algunas de las novelas protagonizadas por Mario Conde, Máscaras aborda el tema de la homosexualidad en la sociedad cubana, a través de la historia de un travesti -hijo de una autoridad del gobierno cubano-, que es asesinado. En su investigación, Conde registra la marginalidad en la que ésta se desenvuelve. En adiós Hemingway, Mario Conde investiga un asesinato del pasado, ocurrido en la Finca Vigía, del escritor Ernest Hemingway. Aunque el crimen no podrá ser juzgado, Conde se compromete en una pesquisa que lo llevará a conocer aspectos inéditos de la vida del autor de El viejo y el mar en su estancia en La Habana.
En Vientos de Cuaresma , Mario Conde investiga el asesinato de una mujer, el inicio de un camino que lo llevará a descubrir una red de tráfico de drogas en la que interviene el afán de dinero fácil y las influencias que emanan desde poderes políticos aparentemente impunes. Junto con eso, vive un romance que supone definitivo, pero que lo llevará a incorporar un resto más de dolor a su cada vez más descreída y solitaria existencia. También el asesinato detona la trama de su novela Pasado perfecto . Esta vez se trata de la muerte de un ex compañero de la universidad, envuelto en turbios negocios relacionados con obras de arte que se comercializan fuera de Cuba.
Todas estas novelas son de buena ley, y caben perfectamente en la definición de novela policial que intentó Padura en una entrevista que tiempo atrás le hicimos para la revista A tiro limpio : «La novela policial es una historia en la que, al entrar en ella, sabemos poco o nada. En algún momento aprendemos algo, pero no sabemos quién o por qué. Y al final, si es posible, sabemos más. Si todo este proceso se desarrolla con bellas palabras, suele ser una buena novela policial, algo muy difícil de escribir».
Hasta el momento la obra de Leonardo Padura no había tenido en Chile toda la atención que merece, pero eso ha comenzado a cambiar desde la publicación de El hombre que amaba a los perros . Probablemente lo tengamos en Chile durante este año que comienza y entonces, será el momento de conocer de cerca la obra de uno de los autores latinoamericanos más destacados de la actualidad.