El continente ha producido hombres y mujeres de letras de exquisita sensibilidad y en muchas ocasiones de comprometimiento con su pueblo. Algunos son conocidos en el resto de los continentes, otros solo en su país natal y en la metrópoli que lo dominó. El desconocimiento de las culturas africanas llega al punto que el diccionario […]
El continente ha producido hombres y mujeres de letras de exquisita sensibilidad y en muchas ocasiones de comprometimiento con su pueblo. Algunos son conocidos en el resto de los continentes, otros solo en su país natal y en la metrópoli que lo dominó.
El desconocimiento de las culturas africanas llega al punto que el diccionario francés-español, español-francés, de Emilio Martínez Amador, de la editorial Sopena de Barcelona -edición de 1991- en su página 412 se traduce griot como hechicero, brujo. Cuando en realidad el griot en Africa occidental es en el sentido tradicional el cantor de una genealogía, una biblioteca viviente de la saga de su pueblo.
Este criterio discriminatorio se remonta a otros pensadores. Hegel diría que «África no es una parte histórica del mundo (…) ella no tiene un desarrollo que mostrar ni movimientos históricos»; por su parte Pierre Gaxotte, periodista francés subió de tono el tema al decir: «Los pueblos africanos no han dado nada a la humanidad (…) ellos no han producido nada, ni Euclides, ni Aristóteles, ni Lavoisier, ni Paster. Sus epopeyas no han sido cantadas por Homero alguno».
África ha dado, desde la antigüedad, nombres excepcionales en el campo de la cultura. El sabio Immhotep del Egipto antiguo, Boss, el filosofo negro que es la fuente de donde abrevaron fabulistas como La Fontaine y Mademoiselle De Stuart, Bilali, el almuecín negro, Sory Kandja Kouyaté.
El libro, Los Tassili [1] de Ajjer, de la argelina Malika Hachid [2], etnohistoriadora especialista en prehistoria, nos habla de una extraordinaria civilización negro-africana anterior en cinco mil años a la construcción de las pirámides de Egipto. Gracias a sus estudios del arte rupestre y de la lingüística histórica, pudo determinar que los primeros habitantes del Sahara, antes de la desertificación, eran negros, refiriéndose a los que han sido denominados cabezas redondas. El segundo grupo poblacional correspondería a los peules o fulas actuales y por último llegaron los protobereberes. Hachid resume que el Sahara antes de la desertificación fue lo que Don Fernando Ortiz denominaría un «ajiaco» de pueblos. Las primeras pinturas rupestres fueron realizadas hace más de doce mil años por los cabezas redondas a 300 kilómetros de Argel, en la región del Atlas. Malika Hachid escribe en su libro: «en una pared grabada se ven dos personas, una negra y otra blanca. De ahí mi hipótesis de el poblamiento negro (…) en la prehistoria». En el museo de Bardó en Argel entre otras figuras en tierra cocida nos encontramos un bóvido en estado de reposo.
El hecho de atribuir a una civilización negro-africana el rol de civilizadores del Magreb ha encontrado resistencia, pero la comunidad científica ha apoyado totalmente esta tesis.
Hoy la tradición cultural africana continúa y restituye los valores de la africanidad.
Ahmadou Kourouma
De etnia malinké (mandinga), que se extiende por Senegal, Guinea, Sierra Leona, Malí, Costa de Marfil y Gambia, Kourouma es de madre guineana y padre marfileño, nacido en 1927, en Costa de Marfil.
Kourouma ha publicado dos novelas, ambas de gran impacto. Su primera obra, que data de 1970, Los soles de la independencia, evoca la decepción que muchos tuvieron con las independencias neocolonizadas de principios de los años sesenta del pasado siglo. Con Monné, ultraje y desafíos [3] , publicada en 1990, se remonta al tiempo en que llegaron los colonizadores a su país mandinga.
En el año de 1998 publica su tercera novela En espera del voto de las bestias salvajes, reconocido con varios premios importantes de la critica, entre ellos el Prix Tropic 1998, el Prix de la Société des gens de lettres y el Prix du Livre Inter 1999. El libro trata un tema ya tocado por él en sus dos obras anteriores, el de los dictadores africanos, mostrando un cuadro de treinta años de regímenes de dictadores del corte de Bokassa, Mobutu o Idin Amin. El autor ha dicho que lo que plantea en la novela sobre Jean Bedel Bokassa el «emperador» centroafricano no es ficción, sino una terrible realidad. Para este libro profundizó en su conocimiento del continente, pues su trabajo para una compañía de seguros lo había llevado a diferentes países: Camerún, Malí, Argelia y Togo.
En sus libros aflora el humor, o más bien una fina ironía. Un critico francés lo ha comparado con Voltaire al decir: «La misma ironía feroz, la misma sátira que se burla del despotismo.»
Korouma rompió con el academicismo de los primeros autores africanos. Hace hablar a sus personajes un francés con lengua propia, utilizan un léxico donde expresan su realidad. «Fue el primero a introducir la subversión en la escritura romance, decidiendo romper el francés y, con la práctica sistemática de un mestizaje lingüístico, deja florecer de una manera muy bien dirigida la palabra malinké en el seno de un discurso de factura occidental.» [4] .
Ahmadou Kourouma dice que su próxima obra versará sobre las guerras tribales que han ensangrentado África en el último decenio y sobre todo el triste destino de los niños soldados; refiriéndose al carácter surrealista de estos conflictos, con historias de horror, magia y brujería.
Kourouma se proclama no creyente, «Pertenezco a una comunidad en que la religión musulmana es esencial. Practico la religión porque quiero ser miembro de la comunidad; porque si yo no fuera musulmán, mi comunidad me rechazaría. De modo que rezo, ayuno, pero no creo.» y añade «Muchos africanos, inclusive cultos, creen en la magia. Creo que eso constituye un pesado handicap para el futuro. En África todos los jefes de Estado tienen marabutos y algunos de ellos les dan responsabilidades a estos marabutos (…) Yo tengo parientes que son próximos al marabuto del difunto Mobutu Sesse Seko y cuando estaba moribundo le hacían creer que viviría.»
Camara Laye
El mayor de los doce hijos de un herrero y orfebre mandinga, nacido el primero de enero de1928 en Kouroussa, región de la Alta Guinea, es uno de los pilares de la literatura africana en lengua francesa. Su deslumbramiento por lo sobrenatural, que lo lleva a describir en sus cuentos lo mágico y maravilloso de África, aprehendido de los griots junto a las hogueras en las noches de las aldeas africanas. Para Camara Laye, la realidad se ancla en las tradiciones inmemoriales, la palabra hierática y el gesto en la narración de los gritos.
Sus primeros estudios los hizo en la escuela coránica y a continuación en las escuelas francesas, de donde pasó a cursar estudios en una escuela técnica en Conakry. Posteriormente continuó en el centro profesional de Argenteuil, Francia.
Camara Laye trabajó de cargador en el mercado de París, pero su vocación eran las letras, convirtiéndose en un lector incansable. En el año de 1953 publica El niño negro, por el que le concedieron el premio Charles-Veillon. La obra es autobiográfica y narra la vida cotidiana de un niño en la selva africana, sus multifacéticas experiencias, su constante enfrentamiento a pruebas que debe superar para lograr el objetivo final: la iniciación en el grupo de edad, o sea, el paso a la adolescencia-madurez.
El novelista camerunés Mongo Beti, refiriéndose a esta obra, plantea que es arte por el arte y que a pesar de estar bien escrita no refleja la impronta del colonialismo en su real dimensión. A lo que respondió Layé que en su obra se reconocen los valores del hombre negro; a su vez, Leopold Sedar Senghor señaló: «La pintura del mundo negro africano con los colores de la infancia constituye la manera más sugestiva de condenar el mundo capitalista de el occidente europeo».
Regresa a Guinea con la independencia y se dedica a la diplomacia. Es de señalar que nunca asumió un comprometimiento en la lucha anticolonialista y esto le fue reprochado por muchos, aunque siempre se admiró y se admira su talento como narrador de historias y como escritor. En 1965 parte al exilio y su novela Dramouss lo hace acreedor de más fama. Se establece en Senegal y comienza a trabajar en el Instituto fundamental de Africa Negra (IFAN).
En 1976 le pronostican una enfermedad renal de carácter grave y se sumerge en la redacción de El maestro de la palabra [5] . Con la colaboración del griot Babor Condé escribió un texto épico de la saga del Imperio de Malí [6], obra que obtuvo el premio de la Academia francesa.
Contra las predicciones de los médicos, que le habían dado un año de vida, sobrevivió cuatro y murió en Dakar, Senegal, el 4 de febrero de 1980.
Sony Labou Tansi, novelista congolés contestatario, dramaturgo vanguardista y poeta ocasional; toda su vida fue un desafío. De escritor insolente lo calificaron algunos.
«Estoy contra la censura. La censura está contra mí (…) Desprecio a esos que buscan su plata en el saco del Estado. Porque mis ancestros y yo hemos aprendido a respetar al Pueblo y no a orinarnos sobre su miseria.»
Su padre era originario del Congo Leopoldville y su madre de la otra ribera del río -el Congo Brazaville-. Él desarrolló su actividad política y literaria en la ribera materna.
Entre sus obras más importantes se encuentran: La vida y media, Los ojos del volcán, El Estado de la vergüenza, Las siete soledades de Lorsa López, El paréntesis de sangre y El antipueblo. Escribió una decena de obras de teatro y fue fundador de uno de los grupos de teatro más importante del África subsahariana, que disfritó del raro privilegio de tener audiencia internacional: «Rocado Zulu Théâtre».
Involucrado en la política, llegó a ser el segundo hombre del «Movimiento congolés por la democracia y el desarrollo integral» y ocupó un escaño en el Parlamento. Enemigo declarado del régimen del corrupto Pascal Lissouba, al que comparaba con Idi Amin Dada, no se privaba de blasfemar contra este en cualquier lugar; en represalia le fue retirado su pasaporte diplomático. El gobierno tomó otras represalias contra él, lo que le impidió participar en actividades culturales fuera del Congo, pero el régimen nunca pudo amordazar al intelectual.
Al tener conciencia de estar herido de muerte por el sida, aceptó viajar a Francia en enero de 1995, donde estuvo tres meses, pero prefirió regresar al Congo.
Dejó su tratamiento de AZT, pues decía que era medicina del hombre blanco, y volvió a la medicina tradicional africana. Uno de sus últimos actos fue la presentación de una pieza teatral en la aldea de Foufoundou, ubicada a tres horas de Brazaville, en medio de la densa selva ecuatorial
Sony Labou Tansi murió en junio de 1995, horas después que su esposa, víctima de la misma enfermedad.
Gerald Félix Tchicaya, congolés, nacido en 1931 en el país Vili, fue un prolífico escritor que abarcó la poesía, el teatro y la novela, al que Aimé Césaire calificó como el mejor poeta de su generación. Tchicaya se definió con un término inventado por él, congaulois (congogalo). Fue un escritor universal que rompió con la automarginación de la llamada «negritud» senghoriana [7] . Firmaba U’Tamsi, que quiere decir: la pequeña hoja que habla para su país.
Hijo de un diputado congolés por la región del Congo-Medio a la Asamblea nacional francesa durante la cuarta república, se educó en Francia, aunque no se graduó de bachillerato a causa de la falta de dominio del idioma de Molière.
Tchicaya, hijo de un padre autoritario, se rebeló contra él y fue empleado de correos y telégrafos, mozo de cuadra, criado y cargador en el mercado de París.
Desde muy temprano frecuentó a los poetas franceses que se reunían en el café Radar: Robert Sabatier, Alain Bosquet y Jules Supervielle
De su poesía dijo: «Es como el río Congo que lleva tantos cadáveres como jacintos de agua». Una abierta crítica a las decenas de miles de cadáveres que costó la construcción de la línea férrea Congo-Océano, tendida de Brazaville a Punta Negra, a golpe de látigo de los colonialistas franceses.
Su primer cuaderno de poemas lo publicó en el año 1955: Le mauvais sang, al que siguieron Feu de brousse y A triche cœur. En agosto de 1960 se traslada al antiguo Congo belga y se pone a las órdenes Patricio Lumumba, que le confía la dirección del diario Congo.
Poco después regresa Francia y comienza a trabajar en el departamento de educación de la UNESCO. A partir de ese momento sus escritos van a ser coléricos, sombríos. Escribe Le Ventre una oda violenta, cuyo personaje principal es Patricio Emery Lumumba, y un libro de poemas, quizás el más logrado, Epitomé.
En la década de los setenta del pasado siglo se dedica al teatro, escribe Zulu dedicada al gran Chiaka, y El baile de N’ Dinga, cuya acción se desarrolla en el Congo belga en vísperas de la independencia.
El destino glorioso del mariscal Nikon Nikou, tragicomedia de un dirigente africano que fuera cabo y limpiador de letrinas y se convierte en dictador. Este Nikon Nikou bien pudiera ser el sargento devenido coronel, Jean Bedel Bokaza, que en 1977 se proclamó emperador con el título de Bokasa I en la República Centroafricana, convertida en Imperio Centroafricano por su ubuesca paranoia.
En el campo de la novela es autor de cuatro novelas que reflejan la saga del Congo Brazaville durante más de medio siglo: Les Cancrelats, Les Medusas, Les Paléense y Ces fruits si doux de l’ arbre à pain. En ellas nos habla de los pequeños blancos, los profetas negros, los sindicalistas, los luchadores por la independencia, los políticos y de ese personaje también ubuesco, el abate de las 500 sotanas y pistola al cinto, Fulbert Youlou, primer presidente del Congo Brazaville por obra y gracia de la intrusión neocolonial.
Gerald Félix Tchicaya murió en París el 29 de abril de 1988, en una primavera lluviosa y fría, lejos de la tierra soleada y caliente que lo vio nacer.
Los profetas milenaristas
La literatura de ambas riberas del río Congo está impregnada por la presencia de los profetas milenaristas; aún hoy en día no importa la pertenencia a las milicias Ninjas o Cocuye de Brazaville, los rebeldes del pastor Toumi o anteriormente que se fuera seguidor del abate Youlou o Massemba Debat; casi todas las fuerzas políticas de la región del Pool se proclaman seguidoras de las enseñanzas del profeta libertario «visitado por Dios», muerto en prisión el 3 de enero de 1942.
Al otro lado el río, hoy en día, los seguidores de otro profeta, Simón Kimbangu, practican ritos muy parecidos a los de los matsuanistas.
André Matsoua, profeta del pueblo
André Matsoua nació en 1899 en Mandzakala, en el país Congo-Lari. Fue alumno de la escuela de la misión católica de Brazaville y después ocupó el cargo de funcionario de aduana. Voluntario en el ejército francés, participó en la guerra del Rif y fue ascendido a suboficial condecorado del cuerpo de «tiradores senegaleses». Después se fue a vivir a París, donde trabajó como contador en un hospital. Allí establece contacto con los sindicatos y en 1926 funda una asociación mutualista de los oriundos de África Central. Esta asociación estableció filiales en Brazaville y Punta Negra, en el Congo francés, y en Leopoldville, en el Congo belga. La prédica de Matsoua mezclaba la política con la religión.
En 1928 Matsoua le escribió al presidente de Francia, Poincaré, protestando contra el Código Indígena y el trabajo forzado en la construcción de la vía férrea Congo-Océano. Como consecuencia de sus actividades al año siguiente fue detenido en París y transferido a Brazaville en unión de otros cinco compañeros. El juicio tuvo lugar en 1930 y fue condenado a tres años de prisión y diez de deportación a Chad. Miles de seguidores de Matsoua protestaron en las calles de Brazaville. El gobernador colonial, Félix Èboué [8], calificó a Matsua de hombre muy peligroso.
En 1935 se evade de Chad y llega a Francia vía Nigeria, Senegal y Marruecos, amparado en un nombre falso. En París comienza de nuevo, desde la clandestinidad, a reforzar la asociación de oriundos de África Central. Cuando los hitlerianos invaden a Francia con la complacencia del mariscal Pétain, André Matsoua se une a la resistencia y es herido en el frente de batalla. Ingresado en el hospital de Beaujon, donde es denunciado por uno de sus adjuntos, es detenido y enviado a Brazaville y procesado de nuevo. En 1941, por decisión de Félix Èboué, es sentenciado a prisión perpetua.
Apenas sobrevivió un año en la prisión de Mayama, ya que la herida sin curar, los maltratos de sus carceleros y la disentería pusieron fin a su vida. Fue sepultado de noche clandestinamente, pues se temían motines.
A su muerte, el movimiento matsuanista se extendió por el país Lari. Corrió la leyenda de que no había muerto y que se debían preparar para el regreso inminente del Salvador; durante más de 20 años sus seguidores continuaron practicando el sincretismo religioso matsuanista y el legado político de no pagar impuestos y rechazar los carnés de identidad coloniales, sin dejarse fotografiar.
Matsoua, al igual que Simón Kimbangu, muy presentes a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte, inspiran a decenas de profetas, farsantes unos, creyentes sinceros otros, que mediante ritos alucinatorios y otras manipulaciones mantienen vivas estas creencias.
Simón Kimbangu
Nacido en 1899 en N’ Kamba, Bajo Congo, no lejos del antiguo Leopoldville, actual Kinshasa. Hijo de campesinos pobres, animistas, a la muerte de su madre alrededor de1900 fue entregado por una tía a unos misioneros baptistas británicos. Con ellos aprendió rudimentos del francés, pero aprendió a leer y escribir en su lengua natal, el kikongo; poco antes se había traducido la Biblia al kikongo.
Sirvió de boy a los religiosos colonialistas y después fue nombrado por estos catequistas en su aldea natal. Para subsistir trabajó en Leopoldville y Matadi, donde sufrió la explotación colonial y la discriminación racial; esto le permitió ir tomando conciencia política al futuro predicador milenarista.
Entre 1914 y 1918 tuvo tres hijos con Marie Mwilu. Ya por esa época había «tenido apariciones» pero fue en marzo de 1918, durante unos funerales, cuando se desmayó y al recuperar el conocimiento dijo que » había sido visitado por el espíritu de N’Zambi a Mmpoungou, y el Dios todopoderoso le había encargado de difundir la palabra del Señor.» Ese mismo año, cuenta la tradición kimbanguista, que en medio de una prédica Kimbangu, colocó su mano sobre la cabeza de una joven muy grave y la curó. Los asistentes asombrados lo proclamaron ngunza (profeta). Es de señalar que entre la etnia bakongo la tradición mesiánica es de larga data.
La noticia del milagro se extendió y millares de personas acudieron para ver y oír al hombre que afirmaba que Dios era negro.
Kimbangu era percibido por los bakongos como el enviado de Dios para los negros, para ellos era como Cristo, Mahoma, Buda o Moisés. Posteriormente, al acercarse los kimbanguistas a las iglesias protestantes, admitieron que Simón Kimbangu no era divino sino humano, pero continuaron expresándose de la siguiente manera: «En el nombre del Padre, el Hijo, del Espíritu Santo por el profeta Simón Kimbangu».
Simon Kimbangu nombró a su aldea «Nuevo Jerusalén» y prohibió los fetiches, el alcohol, el tabaco y el baile que él consideraba obsceno. Las iglesias y templos fueron vaciadas de imágenes, medallas y rosarios, que se quemaron para romper con la religión importada por los blancos.
Los misioneros blancos y las autoridades coloniales se inquietaron por el auge del kimbanguismo, al ver amenazados sus intereses; acusado de racismo antiblanco, de hacer propaganda revolucionaria y atentar contra la seguridad del Estado, fue condenado a muerte por un tribunal militar el 21 de septiembre de 1921. La sentencia fue conmutada por la de cadena perpetua en la prisión de Elisabethville (actual Lubumbashi), donde murió el 4 de octubre de 1951. Posteriormente el cadáver fue llevado a su aldea natal.
No obstante el kimbangusismo siguió desarrollándose. Su hijo Joseph Diangienda, que él había designado como sucesor, y su esposa, continuaron la obra en la semiclandestinidad. Finalmente su iglesia fue reconocida oficialmente por los belgas el 24 de diciembre de 1959, seis meses antes de la independencia. Diez años después, en agosto de 1969, sería admitida en el Consejo ecuménico de las iglesias cristianas con la denominación de «Iglesia de Jesucristo sobre la tierra del profeta Simón Kimbangu».
La liturgia de la iglesia kimbanguista se diferencia de la protestante a pesar de su actual cercanía al protestantismo, en que ha repudiado los estados de trance y éxtasis místicos que lo acercaban a los cultos animistas, considerados paganos por las iglesias protestantes.
Los kimbanguistas practican la comunión, el bautismo, el matrimonio monogámico; el vino es remplazado por una bebida a base de miel no fermentada. En el plano social son muy activos y crean escuelas, dispensarios y talleres de formación profesional. Últimamente se ha producido un cisma en la «Iglesia de Jesucristo sobre la tierra del profeta Simón Kimbangu», fundamentalmente entre los feligreses de etnia baluba de la provincia de Kasai, en protesta por el predominio en la jerarquía eclesiástica de los bakongos.
Resumiendo, diremos que seis meses de prédica y treinta años de prisión, es el balance de la vida de este profeta fundador de la más importante iglesia independiente africana. Cincuenta y cinco años después de la muerte del «Cristo negro», su iglesia tiene más de seis millones de seguidores, la mayor parte en la República Democrática del Congo.
Fily Dabo Sissoko
Nacido en 1898 en Horokoto, Sudán francés -actual Malí-, es una destacada figura intelectual y política del Sudán francés. Alumno de la célebre escuela de hijos de jefes tribales «Ecole Normale William-Ponty», donde también se educaron Mambo Sidibe, Moussa Travélé y el gran Amadou Hampâte Bâ. Ejerció primeramente como maestro en Dori, pero prontamente se involucró en la política. A la muerte de su padre en 1933 le sucedió como jefe –chef– de cantón. La llamada chefferie [9] sólo era una correa de transmisión entre la administración colonial y los autóctonos: chefferie que por lo general se prestaba a los turbios manejos y exacciones de la administración colonial.
Ensayista, poeta y novelista, entre sus obras figuran novelas como Juegos del destino, Golpes de lanza y La sabana roja, su última obra publicada en 1962; y ensayos como Controversia sobre la Unión Francesa. Su poesía se halla dispersa en diferentes publicaciones.
En 1956, durante el Primer congreso de escritores y artistas del mundo negro, Aimé Césaire lo calificaría de «hombre de cultura».
De Sabana roja dice Chevrier: «se puede considerar su obra más lograda; se revela como un memorialista escrupuloso y un observador sin complacencia de una sociedad colonial, donde es actor y testigo privilegiado». Observador objetivo, a la vez que condena los crímenes y las exacciones a que dan lugar las operaciones contra los tuaregs y la complicidad de algunos representantes de la chefferie, por otra parte rinde tributo a figuras ejemplares como el comandante Bouchez o Fernand Froger, profesor separado de la administración colonial, en el que Fily Dabo Sissoko reconoce a su maestro.
Dabo Sissoko pertenece a esa generación de «evolucionados» que desempeñó un importante papel en las independencias africanas. Militante del «Agrupamiento Democrático Africano» (RDA) , es elegido en 1945 diputado de Sudán-Niger a la primera Asamblea constituyente y a partir de entonces está involucrado en todo el combate político que lleva a la evolución de la política africana de Francia; pero esto sería tema para el Dabo Ssissoko político.
Chinua Achebe
«El primer paso de todos los viajes es el de volver a casa», reza un proverbio ibo. Pero esto no ha podido ser cumplido por el máximo exponente de la literatura nigeriana.
Albert Chinualumogo Achebe nació en Ogibi -Nigeria del Este- en 1930. Sus padres de etnia ibo eran de religión protestante. Chinua Achebe se graduó en la universidad de Ibadan en 1953. El tema de los cambios producidos en su entorno entre la fe animista con sus dioses tradicionales y la nueva fe cristiana y los choques producidos por estas dos concepciones está muy presente en él, educado en un medio donde se producían estos choques.
«Para ser humano, se debe tener una historia que contar. Es lo natural del hombre, tener una historia, pero contarla.»
Desde hace más de cuarenta años Chinua Achebe es considerado el padre de la novela moderna africana en lengua inglesa.
El escritor somalí Nuruddin Farah dice que: «Achebe representa el aporte más singular de África a la literatura universal»; por su parte, el profesor de filosofía ghanés de la universidad de Harvard expresa: «Es el padre fundador de la literatura africana moderna en lengua inglesa».
Con su primer libro, El mundo se hunde, publicado 1953, fue uno de los primeros escritores africanos en publicar un best seller. Se han vendido más de ocho millones de ejemplares y se ha traducido a cincuenta idiomas. De difícil lectura pues está redactado en un inglés tal como lo hablan los africanos, es la historia de una pequeña aldea de Nigeria anterior y posterior a su choque con el colonialismo, la historia del colonialismo contada desde el punto de vista africano. La narración se desarrolla en país ibo, en el momento del arribo de los colonialistas europeos que vienen a someter a la población y a imponerle el cristianismo. El choque de estas dos culturas lo analiza Chinua Achebe a través de Okonkwo, el protagonista del relato, que trata en vano de preservar sus valores tradicionales; pero los cambios en la situación social ha producido una nueva escala de valores que la hacen incompatibles con la manera tradicional de vida.
Intelectual comprometido políticamente, apoyó la secesión de Biafra y recorrió Europa y América del Norte buscando apoyo para esta causa. Al terminar la guerra se quedó en Norteamérica, donde enseñó inglés en la universidad de Massachussets y después en la de Connecticut. Finalmente regresó a Nigeria para ejercer como profesor de inglés. Paralelamente continuó escribiendo novelas y ensayos.
Plantea que la literatura «es más que un simple ornamento creativo (…) considero que la literatura tiene a la vez una importancia social y política».
En 1987 publicó Termiteros de la sabana, donde señala: «Solo el relato trasciende a la guerra y al guerrero, domina el sonido del tam tam y los éxitos de los bravos, señala a todos los escollos de la vida». Otra de sus obras se titula Mujeres en guerra.
Achebe ha escrito en total cinco novelas, cuatro ensayos, selecciones de libros, libros para niños y poemas, a pesar de que se considera un escritor perezoso.
Desde el año de 1990, producto de un accidente automovilístico en Lagos, está en silla de ruedas. Debido a su necesidad de tratamiento médico se estableció con su esposa Christie en Bard College, en el estado New York, donde ella daba clases de psicología. En 1988 había declarado: «Yo sería muy, muy desgraciado si tuviera que vivir en Europa o América (…) Entre yo y la sociedad sobre la que escribo existe una estrecha relación de proximidad, que me es indispensable.» Quizás por eso su pluma ha callado.
Vive en una modesta casa de madera en el campus del Bard College, donde da clases de literatura africana; durante un trimestre se dedicó a una compilación de ensayos titulado Hogar y exilio.
Pero no se desvinculó de la problemática de su país, y en el año de 1995 cuando el régimen de Sani Abacha ahorcó al escritor y militante ogoni [10] Ken Saro Wiwa y a sus ocho compañeros, declaró: «Hemos tocado fondo (con ) ese infame tirano.»
Después del fin de los regímenes militares, tras la muerte del dictador Sani Abacha, que estableció una cleptocracia escandalosa en Nigeria, Chinua Achebe regresó brevemente, durante cinco semanas, a su país natal, pero debido al colapso de la infraestructura sanitaria tras quince años de regímenes militares tuvo que volver al Bard Collage. En una conferencia en esta institución se refirió a las tres etnias principales que pueblan su país: yorubas, haussas e ibos, que permanentemente están en conflicto debidos a problemas étnico-religiosos y temas político-territoriales. Trató de explicar su exilio citando la novela La aventura ambigua del senegalés Cheikh Hamidou Kane. En este relato, un joven aristócrata africano viaja a Paris para estudiar filosofía francesa, pero una vez allí comprende la futilidad de su proyecto. Y añadió Chinua Achebe en su conferencia «Ellos no le dicen: usted no puede quedarse aquí, sino solamente: no hay trabajo para usted. Es terrible para un artista buscar trabajo, tratar desesperadamente de encontrar trabajo, mientras que uno debería encontrarlo fácilmente en su país.»
[1] Quiere decir planicie en lengua berebere.
[2] Fue directora del Parque Nacional de Tassili.
[3] Monné, en lengua malinké quiere decir, humillación.
[4] Ediciones Nathan , colección < 128 > . Jacques Chevrier.
[5] Le maître de la parole.
[6] Fundado por Sundiata -Magan- Keita, era el Estado del oeste africano más extenso y prestigioso antes de la llegada de los colonialistas europeos.
[7] Damas, Césaire y Senghor fueron los que lanzaron la idea de la negritud.
[8] De origen antillano, ejerció altas funciones administrativas en distintas colonias francesa.
[9] Jefe tradicional.
[10] En el país ogoni (Port Harcourt) se encuentra importantes yacimientos petrolíferos que son explotados por compañías extranjeras y han dañado el medio ambiente. Además, el pueblo ogoni no ha recibido beneficio alguno de la explotación petrolera, lo que conllevó a un fuerte movimiento de protesta.
Silvio Castro Fernández es investigador cubano. Ha publicado un libro sobre la epopeya del Almay Samory Toure en el siglo XIX contra el colonialismo francés -mención UNEAC 1981- y otro sobre las clases sociales en África en colaboración con varios africanistas. También ha publicado La masacre de los independientes de color en 1912, Ed. Ciencias Sociales, 2002.
Fuente: http://encontrarte.aporrea.org/creadores/afro/58/a13114.html