· Las guerras, incluso las de liberación, no se pelean ya en los campos de batalla sino en las pantallas. · Desde hace un año, el conflicto colombiano ha sido reducido mediáticamente al destino de media docena de rehenes, o de retenidos, como gustan llamarlos las FARC. · Hasta los palos del monte tienen su […]
· Las guerras, incluso las de liberación, no se pelean ya en los campos de batalla sino en las pantallas.
· Desde hace un año, el conflicto colombiano ha sido reducido mediáticamente al destino de media docena de rehenes, o de retenidos, como gustan llamarlos las FARC.
· Hasta los palos del monte tienen su separación. Incide el sensacionalismo mediático sobre mujeres con figuración política, que preferiblemente hayan estado casadas con un francés. Sobre el medio millar de secuestrados en las prisiones políticas del gobierno, ni palabra.
· La jerga mediática se apodera de los políticos, que se expresan como anclas de show bussines: el ministro de la Defensa Juan Manuel Santos habla de «un rescate de película»; el presidente Uribe pregunta a uno de los militares cómo resumiría la operación en un titular de prensa.
· Así, el rescate de Ingrid Betancourt, de tres invasores estadounidenses y de una decena de soldados ha sido mediáticamente presentado como aniquilación de las FARC, las cuales según el ministro del Interior Fabrio Valencia quedan «sin ninguna acción militar ni ninguna posibilidad política».
· En realidad, las FARC dominan más de un tercio del territorio de la Hermana República; operan en toda ella, gobiernan y administran las zonas liberadas; combaten para expandir su influencia, mantienen vastas operaciones de intendencia y de captación militante e ideológica, y sólo capturan incidentalmente para canjearlos por secuestrados, como gustan llamar a los encerrados en las prisiones políticas del gobierno.
· Las FARC podrían perder todos sus rehenes o liberarlos unilateralmente sin sufrir la más mínima disminución de sus capacidades operativas ni de su influencia en la población colombiana.
· El sensacionalismo mediático no puede hacer olvidar los 3.720.428 desplazados de manera forzosa entre 1985 y 2005 por operaciones del ejército que registra la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, ni subsana la extrema desigualdad de la propiedad de la tierra y la riqueza que son las bases del conflicto colombiano.
· Los medios tampoco pueden disimular que todos los intentos de vuelta a la vida legal de organizaciones insurgentes colombianas han sido contestados con el exterminio masivo, y las tentativas de liberar rehenes humanitariamente, con golpes de mano.
· Ni el conflicto colombiano ni el latinoamericano ni el mundial se resolverán por decreto mediático, sino por el triunfo de los explotados.
· Contrasta el énfasis mediático en la figura de Betancourt, en su elaborado peinado nada campestre, en su atuendo militar, en su arenga militarista de apoyo al presidente Uribe al cual antes condenaba por vínculos paramilitares, en la obsesión del ministro Santos de figurar con ella o antes que ella como si el liberado fuera él, con el apagón mediático sobre la operación que motiva tal puesta en escena, apagón que desapareció los videos sobre el tema en You Tube.
· La información que no informa es la madre de la especulación. Reconstruyamos lo que los medios callan, valiéndonos de fuentes documentales innegables.
· En enero de 2007 Vozlatina.es difunde declaraciones de Piedad Córdoba según las cuales las FARC liberarán de forma «inminente» a Ingrid Betancourt, Clara Rojas y el hijo de ésta como «un gesto de buena voluntad».
· El 7 de marzo de 2008 Colombiablog.com y Fiscalia.com, órgano del Fiscal de Colombia, informan que el ministro de Seguridad de Ecuador, Gustavo Larrea, afirmó que Ingrid Betancourt será liberada «en próximas horas» por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), declaración que Raúl Correa matizó luego señalando que el hecho no ocurriría tan pronto.
· Que el avance de negociaciones para la liberación de Betancourt y otros rehenes era conocido por el gobierno colombiano lo revela el diario El País de España al informar el primero de julio que: ‘Bogotá ha autorizado la reunión de dos negociadores europeos para discutir las condiciones para futuros encuentros para discutir el futuro de los secuestrados por las FARC, según han informado los medios colombianos. El antiguo cónsul francés en Bogotá, Noél Sáenz y el diplomático suizo Jean-Pierre Gontard partieron a comienzos del pasado fin de semana hacia un punto de
encuentro en las montañas que el gobierno no ha facilitado y podrían haberse reunido ya con miembros del secretariado de la guerrilla, el principal órgano directivo, e incluso con el nuevo líder de las FARC».
Añade Gloria Gaitán, que el proyecto de liberación unilateral avanzaba en colaboración con los delegados internacionales europeos cuando, conforme añade textualmente la televisión francesa: «El Ejército colombiano, utilizando equipos electrónicos y el seguimiento a los dos delegados gubernamentales europeos, el francés Noel Sáez y el suizo Jean Pierre Gontard, que negociaban con el actual máximo líder de las Farc, Alfonso Cano, habría detectado los movimientos y ocupado previamente los dos helicópteros donde se trasladaría a los retenidos».
No inventamos entonces nada Pascual Serrano y yo cuando el jueves 3 de julio simultáneamente planteamos la hipótesis de que no hubo tal «rescate», sino una liberación humanitaria en curso interferida por una operación militar del ejército colombiano.
Y en efecto, relata Ingrid Betancourt que al amanecer del 2 de julio ya sabía que sería liberada, por lo que se dijo, textualmente, «hoy es el día». Y según ella los guerrilleros la condujeron hasta un helicóptero y la entregaron voluntariamente a sus tripulantes en virtud de que éstos portaban uniformes e insignias que los identificaban como miembros de una supuesta comisión humanitaria internacional que venía a recibirla.
También según Betancourt, una vez cumplida la liberación voluntaria y pacífica, los fingidos miembros de la comisión humanitaria se identificaron como efectivos del ejército colombiano disfrazados, que se apoderaron de los rehenes liberados para luego vanagloriarse de haberlos «rescatado».
Esta versión es confirmada por el propio gobierno de Colombia, cuyo comunicado oficial afirma que «Se coordinó para que los secuestrados fueran recogidos en un sitio predeterminado por un helicóptero de una organización ficticia». Luego, los rehenes iban a ser recogidos, no «rescatados», iban a ser consignados en forma voluntaria a una organización, cuyos distintivos usurpó el ejército colombiano al hacerse pasar por ella de manera «ficticia».
El articulo 230 del Reglamento de la Convención de La Haya prohíbe categóricamente el uso indebido de signos protectores, como la Cruz Roja, bandera de parlamento, y otros, lo cual ratifica el artículo 37 del Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, sancionado el 8 de junio de 1977. Dicho artículo asimismo prohíbe matar, herir o capturar valiéndose de medios pérfidos, y define como perfidia los actos que, apelando a la buena fe de un adversario con intención de traicionarla, den a entender a éste que tiene derecho a protección, o que está obligado a concederla, de conformidad con las normas de derecho internacional aplicables en los conflictos armados, como simular la rendición o la intención de negociar, con o sin signo protector.
Si se respetara el Derecho Internacional, todos los involucrados en la operación Jaque estarían en una Corte Internacional repartiéndose condenas, en lugar de ratings en un cotillón mediático.
Ni siquiera los nazis se rebajaron jamás a perseguir objetivos militares escondiendo sus tropas bajo signos protectores de organizaciones humanitarias neutrales y simulando la intención de negociar.
Esta violación del Derecho Internacional al interferir en una liberación unilateral en curso con una operación militar de soldados que usaron indebidamente signos protectores de organizaciones humanitarias es presentada por los medios como golpe exitoso que rehabilitaría el prestigio de Uribe, en terapia intensiva por las investigaciones de la Suprema Corte de Justicia sobre sus vínculos con paramilitares y sobre los parlamentarios sobornados para aprobar su reelección presidencial.
Para obtener la reelección de su partido, difundió Aznar una patraña y perdió las elecciones. Para obtener su reelección, Uribe ha urdido dos que pudieran costarle su carrera política.
Sin embargo, el ministro de la Defensa y magnate de los medios Juan Manuel Santos es quien salta en las pantallas al lado de Ingrid Betancourt y pugna mediáticamente por atribuirse el mérito de la operación anteponiéndose de nuevo a Uribe, como cuando difundió la primicia de la muerte de Marulanda.
A la rebatiña por el mérito del rescate se suma el portavoz del Consejo de Seguridad de Estados Unidos Gordon Johndroe, quien afirma que «apoyamos la operación y proporcionamos apoyo específico» que prestaron «el embajador estadounidense en Bogotá, William Brownfield, y el jefe del Comando Sur del Ejército, el almirante James Stavridis». No me ayudes, compadre, debería decirles Uribe.
A la riña por el reconocimiento se lanzan los israelíes, pues, según señala Danielle Bleitrach: «Una cadena de televisión israelí dijo el jueves: ‘La liberación de Ingrid Betancourt es la operación Entebbe de los colombianos’, y señaló que el general en la reserva Israel Ziv, ex miembro del Estado Mayor del ejército, es el principal consejero israelí en Colombia, pero no el único, pues cuenta con la ayuda de otros agentes secretos del Mossad o del Shin Beth con destino permanente en Colombia para dar respaldo al gobierno de Uribe. Varias docenas de oficiales, tres generales y ex agentes del Mossad y del Shin Beth, los servicios secretos israelíes, han participado activamente en la operación. Al parecer, su contrato asciende a diez millones de dólares». (http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=5430&lg=es)
En justicia, el supuesto rescate no debería entonces ser argumento para la reelección de Uribe, sino para la de Brownfield o la de Israel Ziv.
La pugna mediática delata una rivalidad por la presidencia entablada entre Uribe y su ministro de la Defensa, que podría complicarse con un relanzamiento de la candidatura de Betancourt, todos disputándose el «apoyo específico» del Imperio o del Mossad.
Una vez más coincide casualmente el golpe de mano con importantes eventos internacionales; esta vez con la cumbre del Mercosur, con la VII Conferencia de Ministros de Información de los Países No Alineados y con la inminente visita a Colombia del candidato guerrerista McCain.
La feliz coincidencia podría ser utilizada por los lobbys de Washington para instar al Senado a sancionar el Tratado de Libre Comercio con Colombia, demorado por la masiva violación de Derechos Humanos por el gobierno de dicho país.
Las FARC posiblemente reconsiderarán su política de rehenes, en el curso de la cual han liberado unilateralmente sin obtener nada a cambio; intentado la negociación diplomática mientras el gobierno persistía en la violencia y expuesto fatalmente a Raúl Reyes.
El sentimiento humanitario impone acoger con beneplácito la liberación de Betancourt, deplorar que se haya soltado a tres mercenarios estadounidenses reos del crimen de lesa humanidad de invadir un país sin declaratoria de guerra, y hacer votos por la paz en Colombia, el retiro de las tropas de Estados Unidos y la liberación del medio millar de secuestrados políticos que padecen en las cárceles del gobierno de la Hermana República.
En cuanto a Venezuela, debe reevaluar con cautela sus actuaciones en una problemática que el gobierno colombiano ha manejado a su conveniencia y con intenciones nada claras.
Recordemos que Hugo Chávez Frías intercede en el proceso de liberación de rehenes por explícita solicitud de Uribe, quien en el momento en que las negociaciones parecen conducir al éxito le retira infundadamente la mediación.
Cuando a pesar de ello el gobierno venezolano logra la liberación humanitaria incondicional de dos rehenes, Uribe calculadamente intenta opacar el hecho anunciando al mismo tiempo que su gobierno se ha apoderado del niño Emmanuel, quien no estaba en poder de las FARC.
De allí arranca una campaña de agresiones infundadas del presidente colombiano contra Chávez, que comienza con la acusación de financiar a las FARC, escala hasta la amenaza de acusarlo ante un tribunal internacional y culmina con la intrusión de un contingente militar colombiano en territorio venezolano, seguramente desorientado por el intenso olor a petróleo.
La respuesta de Venezuela debe preservar un bajo perfil declarativo y mostrar firmeza en los hechos: control de fronteras para evitar el contrabando de extracción, la infiltración de paramilitares y su instalación en las bases populares; inteligencia fidedigna y actualizada sobre los organismos de seguridad, capitales e intereses colombianos y su influencia en nuestros funcionarios y nuestra administración; desmantelamiento de la red de casinos legitimadora de los capitales del crimen organizado; replanteamiento de una doctrina estratégica y una política de alianzas que considere las variables del Plan Puebla-Panamá y del Plan Colombia y sus secuelas.
Al lado está el Imperio, quien nunca ha sido buen vecino.
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