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Matices sobre dudas, razones y certezas. A propósito de una clasificación de Raúl Romeva

Libia y la izquierda

Fuentes: Rebelión

Preámbulo ¿De qué hablamos cuando hablamos de la «intervención» en Libia tras la resolución 1973 del CS de la ONU? Más o menos de lo siguiente: «La guerra es la paz. Ahora los manifestantes están fuera de cámara, ahora se filma la diplomacia de los misiles. Envueltos en la rectitud moral, los Tomahawks, Typhoons, Tornados, […]

Preámbulo

¿De qué hablamos cuando hablamos de la «intervención» en Libia tras la resolución 1973 del CS de la ONU? Más o menos de lo siguiente: «La guerra es la paz. Ahora los manifestantes están fuera de cámara, ahora se filma la diplomacia de los misiles. Envueltos en la rectitud moral, los Tomahawks, Typhoons, Tornados, Rafales, Mirages, B-2 y F-18 -para no mencionar los «sexys» misiles crucero europeos Storm Shadow y posiblemente la estrella visitante, el jet stealth [casi invisible] F-22 Raptor que evita los radares- hablan ahora el lenguaje de la democracia. Esos «recursos militares» que ostentan sus «singulares capacidades», «protegen ahora al pueblo libio»» (Pepe Escobar, «El lenguaje de la democracia de los cazabombarderos de la OTAN» [1]). Tomando pie en Jean Bricmont, cabe pensar que no sería imposible que con Libia haya pasado algo similar a lo que pasó en Kosovo cuando se rechazaron las propuestas serbias. Se querían imponer condiciones que hacían imposible de hecho cualquier negociación. La ocupación de Serbia fue una de ellas. Gadafi aceptó en un determinado momento un alto el fuego y propuso él mismo el envío de observadores internacionales. Se rechazó también por alocada e inútil la propuesta de mediación del presidente Chávez, apoyada ésta por países latinoamericanos y la Organización para la Unidad Africana.

Cambio de tercio. Raúl Romeva i Rueda firmó su artículo de Público [2] del pasado martes 29 de marzo como «Eurodiputado de ICV y vicepresidente del Grupo Verdes/ALE». La segunda parte de la conjunción es verdadera; la primera es inexacta o parcialmente falsa. RRR es eurodiputado por la lista de ICV-EUiA-IU, con numerosos votos de ciudadanos que apoyan electoralmente a IU. No hubiera sido elegido con sólo los votos de ICV. De hecho, muchos votantes de IU no eran conscientes que votaban a una lista cuyo segundo candidato iría a ubicarse tres minutos después de su elección en un grupo de la cámara, distinto del de la Izquierda europea, que defiende y apoya, en ocasiones no infrecuentes, políticas distintas.

Pelillos a la mar. El tema ahora es otro.

RRR escribe sobre Libia y la izquierda. En su opinión sólo hay «tres formas de situarse ante la decisión» del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU. La primera es la de quienes consideran a Gadafi un revolucionario «que representa, junto a sus amigos Ahmadineyad, Chávez, Putin o Hu Jintao, la única esperanza que le queda al mundo para no sucumbir al imperialismo occidental». Sin concretar más ni dar referencias, para RRR, este es un razonamiento -que no es un razonamiento desde luego- que él considera arcaico y que, además, «no comparto ni por asomo». RRR se sitúa personalmente «en las antípodas de esta forma de entender el mundo». Si la salvación de la izquierda, concluye, pasa por seguir la estela de estos jinetes del Apocalipsis, con él que no cuenten.

No es fácil delimitar qué sectores de la izquierda, por arcaica que ésta sea, consideran a Gadafi, y a los otros cuatro dirigentes citados, revolucionarios antiimperialistas. Puede incluso dudarse de la existencia de esa amistad que RRR afirma. ¿Qué sentido tiene juntar el capítulo LI de El Quijote por el logaritmo neperiano de 1973? ¿A qué viene mezclar Chávez con Putin, Hu Jintao o Ahmadineyad y unirlos con una cuerda rancia y trasnochada a Gadafi? ¿Ha sido tan horrenda, y tan arcaica, la posición de China hasta el momento? ¿La del presidente Chávez también? La salvación de la izquierda no pasa por seguir la estela de nadie y menos la de algún jinete de la Apocalipsis (que por lo que sabemos suele cabalgar más bien bajo las riendas de Cameron, Sarkozy, Berlusconi u Obama), pero ¿de verdad Chávez o Hu Jintao son jinetes del Apocalipsis? ¿A qué catástrofe nos han conducido este último hasta el momento, sin que la duda presuponga identificación con muchos nudos y caras de la China desarrollista actual?

La segunda forma a la que RRR alude en su artículo es la que llama muy generosamente «hipócrita actitud de quienes, habiendo sido durante años los aliados de Gadafi, vendiéndole armas, comprándole petróleo, callando ante las atrocidades que cometía contra su pueblo y recibiéndole con alfombra roja, ahora pretenden liderar la voz crítica con el dictador y aparecer como los ángeles liberadores». Berlusconi, Sarkozy, pero también Zapatero, Ruiz Gallardón y Juan Carlos I están aquí aludidos, sin referencia explícita. ¿Sólo son voces hipócritas? Todavía resuena en la cabeza de RRR, señala, el debate que tuvieron en el Parlamento Europeo a principios de enero sobre el acuerdo marco UE-Libia. El eurodiputado señala que «fuimos los Verdes quienes, casi en solitario, lideramos la oposición a ese acuerdo». Casi en solitario es estrategia verbal para no citar la izquierda europea. Son arcaicos, no son postmodernos.

El tercer grupo, aquí el más importa, es el de los que RRR llama de los «desconcertados, pero sobre todo enojados porque, de nuevo, se nos haya llevado al extremo de tener que afrontar el eterno dilema de cómo, cuándo y dónde usar la fuerza para evitar más sangre, más dolor y más impunidad». Se incluyen en este grupo, aquí es mas explícito el eurodiputado, los que «dadas las circunstancias, conociendo el currículo del personaje, valorando las consecuencias del seguir sin hacer nada, negándonos a asistir pasivos a otra matanza como las de Sarajevo, Srebrenica o Gorazde, hemos optado por apelar a Naciones Unidas para que cumpla con su «Responsabilidad de proteger»». Los Verdes europeos son un ejemplo de ello y la ingenua y parcial referencia a lo sucedido en Yugoslavia, impropia de todo un vicepresidente parlamentario, es marca de la casa verde no vargallosista. Para el dirigente de ICV es una de las pocas veces «que el criterio de legalidad es inobjetable».

Procede decir sin embargo, prosigue, que en este tercer grupo «están también quienes resuelven el dilema oponiéndose a la intervención». No está del todo claro que puedan incluirse en este grupo de forma consistente dadas las características señaladas anteriormente por el propio RRR. Sea como sea, el eurodiputado catalán comprende su argumento -que tampoco es propiamente un argumento- «aunque no lo comparta», eso sí, «siempre que se acepte que esta opción conlleva costes y se asuman moral y éticamente sus consecuencias fatales». «Fatales» enturbia aquí una discusión limpia porque es sabido que los no partidarios de la intervención militar con ojivas nucleares no han aceptado que ello conllevara ninguna pasividad, ningún cruzarse de brazos. Estaban por otras vías, pensaban también en otros escenarios e incluían la posibilidad de mediaciones que ahora parecen inviables.

La tesis de RRR es nítida: «presumo que una victoria de Gadafi tendrá consecuencias nefastas a corto, medio y largo plazo. Por eso soy de los que piensan que, ante todo, Gadafi no puede ganar». Esa es, pues, su posición política de fondo: Gadafi no puede ganar; cualquier otro escenario (añado: que respete la resolución 1973. ¿Cómo por otra parte?) es preferible. Incluso, por poner un ejemplo de un escenario no improbable, una victoria de los rebeldes, comandados por ex miembros de la CIA, que cuente con el apoyo de las fuerzas de intervención, la venda nuevamente del país a las potencias colonizadoras y el trato a las fuerzas y grupos sociales leales a Gadafi siguiendo las líneas que este mismo anunció que haría en Bengasi: tomar como modelo la entrada de las tropas franquistas en Madrid.

Esa preferencia, decía, a pesar de las sospechas, aceleradamente crecientes de que «Sarko» Chou Chou haya maniobrado la revuelta libia y las vinculaciones del jefe de protocolo de Gadafi, huido a París en octubre de 2011, con los servicios secretos galos y con un jefe de la aviación militar libia en Bengasi. Y no sólo eso: como decíamos, el Consejo Nacional Libio, el organismo que habla en nombre de las fuerzas rebeldes, ha puesto al mando de las operaciones militares a un veterano colaborador de la CIA. Muy malas compañías.

Fidel Castro Ruz ha hablado de «La Guerra Fascista de la OTAN» [3]. ¿Exagera? ¿Está también el revolucionario cubano entre los activistas que agitan el primer grupo de la clasificación de RRR? Ni siquiera, en opinión del revolucionario antiimperialista cubano, los líderes fascistas de Alemania e Italia fueron tan sumamente descarados en la Guerra Civil Española. Castro apunta que «todos deberíamos ser conscientes del engaño o la colosal ignorancia a la que ha sido arrastrada la humanidad. Cuba», recuerda el amigo de Guevara, expuso en la reunión de Ginebra su posición respecto al problema libio: «defendió sin vacilar la idea de una solución política al conflicto en ese país y se opuso categóricamente a cualquier intervención militar extranjera». Jamás, en opinión de Castro, un país grande o pequeño ha sido «víctima de un ataque tan brutal por la fuerza aérea de una organización belicista que cuenta con miles de cazabombarderos, más de 100 submarinos, portaaviones nucleares, y suficiente arsenal para destruir numerosas veces el planeta». Tal situación, concluye, jamás la conoció la Humanidad «y no existía nada parecido hace 75 años cuando los bombarderos nazis atacaron objetivos en España».

Entrevistado por Grégoire Lalieu, el físico y filósofo belga Jean Bricmont [4], miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, ha apuntado algunas consideraciones complementarias empezando por una interesante definición de lo que llama «imperialismo humanitario»: «Es una ideología que pretende legitimar la injerencia militar contra países soberanos en nombre de la democracia y de los derechos del Hombre. La motivación siempre es la misma: una población es víctima de un dictador y por lo tanto hay que actuar. Entonces nos sacan las referencias a la Segunda Guerra mundial, a la guerra de España y otras. Se trata de hacer aceptable la intervención. Es lo que pasó en Kosovo, Irak o Afganistán».

La diferencia respecto a otras intervenciones: «Hay una diferencia, porque en este caso está autorizada por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas». Pero, remarca el físico belga, «esa resolución ha sido votada en contra de los principios mismos de la Carta de las Naciones Unidas… no veo ninguna amenaza exterior en el conflicto libio». Se ha recurrido a la noción de la «responsabilidad de proteger» a la población quemando un poco las etapas. «Además, no hay pruebas de que Gadafi masacre a la población simplemente con el objetivo de masacrarla. Es algo más complicado: se trata más bien de una insurrección armada y no sé de ningún gobierno que no reprima este tipo de insurrección».

La situación libia no es excepcional por otra parte: «Hay muchos otros en el mundo, ya sea en Gaza, Bahrein o, hace algunos años, en el Congo. En este último caso estábamos ante el cuadro de una agresión exterior por parte de Rwanda y de Burundi. La aplicación del derecho internacional habría permitido salvar millones de vidas pero no se hizo». Además, infiere Bricmont, «si se aplican los principios de injerencia que subyacen en el ataque contra Libia, esto significa que todo el mundo puede intervenir en todas partes».

Hay además el «efecto barricada» de la injerencia: «todos los países que están en el punto de mira de los Estados Unidos van a sentirse amenazados y van a intentar reforzar su armamento. Hemos visto lo que pasó con Saddam… Actualmente se reproduce lo mismo con Gadafi y la amenaza que pende sobre muchos Estados puede relanzar la carrera armamentística». La misma Rusia que no es un país desarmado «ya ha anunciado que iba a reforzar sus tropas». Se puede ir incluso más lejos: si Libia hubiera tenido armamento nuclear jamás habría sido atacada. Esta es la razón, añade Bricmont, «por la que no se ataca a Corea del Norte». La izquierda que apoya la intervención en Libia, señala, «debería pues darse cuenta de que la consecuencia de la injerencia humanitaria es el relanzamiento de la carrera armamentística y a largo plazo, la creación de lógicas de guerra».

Tampoco el argumento del mal menor parece sostenible: «Ahora que las fuerzas occidentales están comprometidas es evidente que tendrán que llegar hasta el fin, derrocar a Gadafi e instalar a los rebeldes en el poder. ¿Qué va a pasar entonces? Libia parece dividida. Si hay resistencia en Trípoli ¿Occidente va a ocupar el país y embarcarse en una guerra sin fin como en Irak o Afganistán? Pero, imaginemos que todo va bien: la coalición se deshace de Gadafi en unos cuantos días, los rebeldes toman el poder y el pueblo libio está unido». Para Bricmont es evidente que después de la intervención «el nuevo gobierno libio será prisionero de los intereses occidentales».

En Libia, además, Gadafi había aceptado un cese el fuego y había propuesto el envío de observadores internacionales. Los observadores no fueron enviados. También se rechazó la propuesta de mediación de Chávez. Bricmont reconoce que pierde los nervios cuando oye a gente de izquierda en Europa, «denunciar la horrible Alianza Bolivariana que sostiene al dictador Gadafi. ¡Esta gente no ha comprendido nada! Los dirigentes latinos son personas en el poder con importantes responsabilidades. No son izquierdistas insignificantes que parlotean en su rincón. Y el gran problema de estos dirigentes es la injerencia de los Estados Unidos; cuanto menos puedan los Estados Unidos hacer lo que quieran en cualquier parte del mundo, mejor será para todos los países que intentan emanciparse de su tutela y para todo el mundo». ¿En quiénes estaría pensando Bricmont cuando apuntó esta reflexión?

PS: El corresponsal de Público en París, ha resaltado un fragmento del comunicado conjunto de Londres y París, 12 horas antes de la reunión del llamado grupo de contacto en Londres sobre Libia, uno de los pasajes más extraños del comunicado donde se asegura que «gracias a los bombardeos de la coalición, ‘cientos de miles de personas pudieron así ser salvadas de una catástrofe humanitaria anunciada’. Si bien el carácter dictatorial del régimen de Gadafi no ofrece lugar a dudas, como tampoco hay duda sobre la represión y el uso de medios militares contra la revuelta democrática inicial de los civiles», nadie en opinión de Andrés Pérez ha podido probar hasta la fecha «que hubiera cientos de miles de personas amenazadas en Libia. Tampoco ninguna agencia especializada de la ONU ni ninguna ONG ha hablado de cientos de miles de muertos potenciales».

Notas:

[1] http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MC22Ak02.html

[2] Raúl Romeva i Rueda,.»Dudas, certezas y razones». Público, 29 de marzo de 2011, p. 7.

[3 http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2011/03/29/la-guerra-fascista-de-la-otan (reproducido en rebelión, 29 de marzo de 2011).

[4] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4048

[5] Andrés Pérez, «Sarkozy y Cameron dan un último aviso a los seguidores de Gadafi». Público, 29 de marzo de 2011, p. 10.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.