En la huelga indefinida protagonizada por los trabajadores y trabajadoras de las empresas concesionarias de la limpieza del Metro de Madrid hay un elemento singular y específico que hace que trascienda a una huelga ‘normal’ por la escasez del salario o la falta de un plus por las características concretas en que se desarrolla la […]
En la huelga indefinida protagonizada por los trabajadores y trabajadoras de las empresas concesionarias de la limpieza del Metro de Madrid hay un elemento singular y específico que hace que trascienda a una huelga ‘normal’ por la escasez del salario o la falta de un plus por las características concretas en que se desarrolla la actividad laboral, penosidad, horario, etc.
Lo relevante, desde el punto de vista de un observador interesado, es que una situación ‘normal’ estructural de bajos salarios y condiciones laborales deterioradas, se ve agravada por las dispares remuneraciones, jornada, etc., de unos trabajadores de unas contratas frente a otras y ese es el catalizador que logra la radicalidad necesaria para, en estos tiempos prosaicos de pérdida de rentas de los trabajadores frente a una inflación no recogida por los IPC oficiales y de porcentaje en la distribución de la renta global, reclamar una mínima compostura, percibir lo mismo, por el mismo trabajo. Un abc de justicia de clase.
En nuestro país frente a los fenómenos de externalización, planteados en un afán de reducir las prestaciones económicas y sociales de la empresa matriz con respecto a los trabajadores de las empresas que realizan actividades productivas a cuenta de ella, cuya forma extrema sería la mercantilización de la relación laboral, con esos falsos autónomos o la precaria del trabajo negro y becario, se han dado puntualmente pasos en sentido contrario: la lucha por la igualación de las relaciones económicas y sociales entre los trabajadores que realizan trabajo igual o equivalente.
En primer lugar, se logró revertir al cabo de casi una década, parcialmente, un cáncer proveniente de la reforma laboral de 1994, realizada por el último Gobierno socialista de Felipe González. En ella se legalizaron las Empresas de Trabajo Temporal (ETT), sin que éstas tuvieran límites inferiores en las condiciones laborales para contratar, a cuenta de la empresa contratista, excepto, discutiblemente, el convenio provincial o estatal. Frente a estos atropellos, por lo menos, posteriormente, se logró la equiparación salarial entre el trabajador de la ETT y los trabajadores de la empresa usuaria de los servicios de la ETT, sustituidora de la actividad que debería haber desarrollado el antiguo INEM.
La crisis económica de los noventa abrió en los convenios de grandes empresas la espita de la doble escala salarial que a trompicones y judicialmente, ante el obstruccionismo empresarial y el seguidismo de fidelidad a unos pactos obsoletos propiciados por una cierta esclerosis sindical, se están taponando.
Después ha habido dos casos emblemáticos que han ido en esta tendencia, contrarios a la externalización a la baja de las actividades productivas. Nos referimos a la huelga de los trabajadores de las subcontratas asturianas de metal, que compartían el mismo espacio fabril, hacían las mismas funciones, etc., que el de las empresas matrices, pero en condiciones significativamente inferiores1. Esta huelga convocada en esta ocasión unitariamente por CCOO, UGT y USO, logró un calendario de equiparación salarial que ha marcado el camino. Y, el segundo, a la labor de controlar y delimitar (ampliando) responsabilidades en la subcontratación laboral, homogeneizando las condiciones de seguridad e higiene.
En este caso, la labor pionera organizada corrió a cargo de la Federación de Construcción de CCOO con su Iniciativa Legislativa Popular, inicialmente derrotada en tiempos de Gobierno del PP, y que después, gracias singularmente a la tragedia de la refinería de Puertollano, con varios trabajadores de subcontratas muertos, ha logrado convertirse en ley.
Por todo esto, la huelga de los trabajadores y trabajadoras de limpieza de las diferentes contratas en el Metro, ante la cerrazón empresarial y la política de concursos públicos o privados de dividir la misma tarea, en este caso la limpieza, entre diferentes empresas con cálculos de beneficios basados en la búsqueda de una mayor explotación laboral, tiene una gran importancia para el conjunto de los trabajadores, sean del sector y empresa de la que sean. Es un ejemplo paradigmático de por donde se deslizan los comportamientos empresariales, amparados por el diseño de la contratación concursal pública o privada, y la valiente respuesta de los trabajadores y de los sindicatos que les acompañan.
Hay rasgos estructurales específicos de este sector, la precariedad salarial y de seguridad e higiene, el perfil buscado empresarialmente de rotatividad y temporalidad, cualificación, género y aumento del trabajador o trabajadora migrante. En algún caso estos factores hacían difícil que se diera esta respuesta y que se pudiera prolongar más del testimonialmente habitual de un paro de una jornada. Ha habido cálculos sindicales, de aparato, constreñidos a establecer como prioritario en el tiempo una crítica mejora de un convenio provincial, que tuviera una insuficiente cláusula de revisión salarial, para ‘mantener energía’ y después ir a esta confrontación. Con ellos contaba la patronal, que está en el sector de limpieza del Metro y en el provincial. La desbordada indignación de los trabajadores, ante su situación presente, ha sido defendida por los sindicatos presentes en el Comité de Huelga, CGT, CNT, SUT, UGT y USO que saben que hay mucho en juego. La patronal y los medios de comunicación a su alcance, también.
Es significativo que los medios de comunicación resalten los efectos de esta huelga, la suciedad originada por la falta de limpieza (¡) y la limitada capacidad de espacio de las papeleras, y eviten el significado de la fijación de los servicios mínimos, que superan el 50 por ciento suavizando y medio eliminando la huelga, que no entren en las condiciones laborales estructurales de los trabajadores y trabajadoras -por lo que tienen motivos suficientes para ir a la huelga ante la inflexibilidad patronal- y sobretodo en el paradigma empresarial y concursal de remunerar de forma diferente, por el mismo trabajo, a los trabajadores y trabajadoras, en línea con el discurso neoliberal de ir hacia la individualización de las relaciones laborales.
La resistencia por parte de los trabajadores es limitada. Eso hace necesario que el recurso a la huelga sea muy ponderado ante los agravios de la patronal. El momento de convocarla, el disponer de instrumentos previos defensivos, como la Caja de Resistencia que dispone la USO, y contar con la solidaridad de otros trabajadores y usuarios de las actividades de los convocantes a la huelga, sin contar con las amenazas patronales de despidos o contratación ilegal de otros trabajadores para suplir a los huelguistas, podrá facilitar el éxito o no de la huelga.
Los poderes públicos deben cambiar de estrategia, a corto plazo cambiando la parálisis empresarial, y a medio plazo modificando los pliegos de condiciones o alternativamente, incluyendo en la legislación laboral, la igualdad salarial y social por el mismo trabajo. Sería extender esta obligación a las empresas que ganen concursos a la ya existente de hacerse responsables de las plantillas y sus condiciones laborales de las empresas concesionarias cuyo periodo de actuación haya vencido.
Ahora estamos en un momento de rubicón del conflicto. Los trabajadores y trabajadoras de limpieza del Metro están concienciados, sus sindicatos les arropan. Falta un movimiento mayor de solidaridad de otros trabajadores y de los ciudadanos, en su inmensa mayoría trabajadores e hijos de éstos, que deben conocer la justeza y trascendencia de la lucha de los trabajadores de limpieza.
* Santiago González Vallejo es economista y trabaja en la Secretaría de Igualdad de la Unión Sindical Obrera
Nota:
1 Mundo Obrero, septiembre 2003, también accesible en http://www.rebelion.org/economia/030919mobrero.htm