Parecen serios y compungidos. Pero han sido comparsas de una casta política agonizante.
Son aquellos que se reunieron e hicieron un llamado a conformar una “Lista única” para las elecciones de constituyentes convencionales. Con estertores patéticos llaman a propagandear su propuesta como si fuera un llamado a la sensatez política, y no como lo que realmente es: un lamento impúdico de su entreguismo, pues fueron también directa o indirectamente, tácita o explícitamente los firmantes del ignominioso “Acuerdo Por la Paz Social y una Nueva Constitución” del 15 de noviembre 2019. Cómplices sin lugar a dudas, pues se callaron durante más de un año.
La mayoría de estos personajes de la vieja política que se reunieron en el ex Congreso Nacional no son “representantes de la sociedad”: son, en su mayoría, militantes en ejercicio de los partidos de la vieja Concertación, de la Nueva Mayoría o del Frente Amplio que hoy se reagrupan con nombres diversos para camuflar su irresponsabilidad política: 1. la de haber sido incapaces de abrir un proceso constituyente democrático cuando fueron gobierno y, 2. haber claudicado en su deber de oposición democrática al no haber impedido y denunciado la firma del funesto Acuerdo con la derecha oligarca a su debido tiempo. Pacto y hecho consumado a la vez, puesto que el 15 de noviembre del 2019 se les concedía, de espaldas al pueblo, un poder desmedido a los representantes de la oligarquía empresarial en el poder: el infame 2/3 de quórum para aprobar los artículos de una eventual “nueva constitución política”. Así pues, cada uno de esos “representantes de la sociedad” lleva cargado en su mochila un partido (que les dicta qué hacer y cómo pensar) que ha estado en el gobierno o que es parte de coaliciones, o a un Frente Amplio, hoy dislocado por conflictos internos, pues no estuvo a la altura de las promesas hechas a una ciudadanía popular que depositó enormes expectativas en él.
Como si lo anterior fuera poco, después que la Rebelión Social de carácter democrático del 18/O remeciera todo el andamiaje institucional heredado de la dictadura, y que el coraje ciudadano de los millones de manifestantes, junto con levantar ellos mismos sus propias demandas ante el planeta entero, le refregó en la cara a la casta política parlamentaria de oposición (salvo a honrosas excepciones) su pusilanimidad, su espíritu de burbuja y su ineptitud para ejercer el trabajo de “representantes” en el Congreso de un pueblo que despertaba y asumía su dignidad.
Y aún así no se dan por aludidos. Sólo hoy atinan los firmantes del llamado a lista única, algo pasmados por cierto, a referirse con respeto al pueblo como actor principal de las multiformes y creativas jornadas de lucha del 18/O que abrió un “proceso constituyente”, pero con la venia y por obra y gracia de la misma casta, bajo control y reglamentado por los viejos poderes constituidos. Colmo de la incoherencia: en los propios partidos de estos individuos provenientes de la esfera político senatorial, del mundo de la educación, de la cultura, de la academia, de las organizaciones sociales (todos y todas militantes de las viejas orgánicas concertacionistas) hay dirigentes políticos, verdaderos operadores de los intereses oligárquicos, que dirigen esas orgánicas y que niegan la existencia de nuestros presos políticos bajo Piñera. Y en tiempos de la democracia representativa y liberal en crisis. Nos referimos a políticos como Insulza (PS), Harboe y Quintana (PPDs), prototipos del político de una “centro izquierda” superada por el movimiento popular.
¡Hoy los hidalgos de siempre sacan a relucir “cuentas matemáticas” para llamar a una lista única contra la derecha oligarca, ella sin problemas de unidad pues defienden el mismo Régimen político neoliberal sin problemas… (con la ayuda de la casta política de oposición por supuesto, la mal llamada “centro-izquierda” si nos gustan los conceptos para nombrar lo real) después de haberles regalado un pacto y una ley que consagra su poder! Recién ahora se pegan la palmada. ¿Ingenuos? ¿Manipuladores de la consciencia ciudadana?
Felipe Portales ha escrito al respecto: ¡Qué vergüenza! Algunos de los convocantes hacen este llamado desde el engaño que han cometido desde hace treinta años; y otros sumidos en el autoengaño por tan largo lapso. ¡Cómo se puede negar que ha habido dos derechas desde hace treinta años, en que la derecha concertacionista se ha coludido en TODO lo trascendental con la derecha tradicional! La lista es interminable. Va desde el regalo de la mayoría parlamentaria en 1989 hasta el regalo del quórum de los dos tercios del 15 de noviembre del año pasado. E incluyó el exterminio de la prensa de centroizquierda; EL CORRUPTO IMPEDIMENTO PARA QUE ESTE DIARIO DIGITAL PUDIESE CONVERTIR EN PAPEL; la consolidación de TODAS las “modernizaciones” impuestas por la dictadura; la impunidad de Pinochet, laboriosamente lograda luego de su detención en Europa; el consensual acuerdo de la Constitución de 2005 […].”
Ya lo habíamos señalado: “En los libros de historia quedará escrito algo así: La regla de los 2/3 de los 155 convencionales en ejercicio, para aprobar las normas constitucionales, fue adoptada para aplacar la actitud agresiva de la derecha temerosa de perder el control sobre principios clave de la nueva Constitución existentes en la anterior, la Constitución de Pinochet-Lagos, y así poder defender constitucionalmente el modelo capitalista-neoliberal y las relaciones actuales de propiedad que concentran los recursos del país en manos de un 5%”. A lo que habría que agregar el giro histórico que le da la tesis de Felipe Portales cuando afirma: “En efecto, la derecha tradicional y la concertacionista -para neutralizar la rebelión de octubre del año pasado- diseñaron maquiavélicamente el proceso en boga que se consumará muy probablemente a través del antidemocrático quórum de los dos tercios, que “obligará” (como en 2005) a ambas derechas a consensuar una “nueva” Constitución con el fin de mantener el “modelo chileno”. Lo único que podría frustrar ese funesto diseño, es que los partidos y movimientos genuinamente de centro e izquierda denuncien con fuerza el fraude que se avecina; y llamen a la población a votar por ellos con el fin de obtener más de un tercio de los convencionales y poder así frustrar el nuevo engaño de las dos derechas”.
Y sin embargo, el “centro e izquierda genuinos” de Felipe Portales —pese a su buena intención por darle vida—, son prácticamente una quimera en el ramillete del llamado a “lista única”. No existen en la realidad política de las relaciones de fuerza contingentes; no se proyectan como tal ni programática ni estratégicamente. Vamos viendo: estos militantes de la centro-izquierda llegan siempre tarde a las citas con la historia política y a las coyunturas. El label “centro-izquierda” ha sido una entelequia que sirve para ocultar una realidad sociológica bien real: los sectores de la pequeña burguesía chilena democrática, los mismos del llamado a “lista única”, no han roto ideológicamente (en el plano de las ideas quiere decir) con el esquema de la política que les impuso la vieja guardia concertacionista (*). Han aceptado hacer mutis por el foro una y otra vez ante los pactos consensuados de las direcciones concertacionistas-Nueva Mayoría (Concertación+PC), y ahora del FA, con miras a darle gobernabilidad, bajo dirección de la burguesía oligarca y del Estado en manos de Piñera, al sistema político oligárquico. Más aún, legitiman el neoliberalismo, repiten como papagallos la TINA de Thatcher (There is no alternative = no hay alternativa al neoliberalismo capitalista) tal como lo acaba de expresar la Propuesta Constitucional del PS y el PPD donde han escrito: “Partimos de la base de que el neoliberalismo parece ser difícil de eliminar, analizando la experiencia comparada”. ¿Cantinfleo o imbecilidad crónica de los expertos socio-neoliberales? Recordemos que, a lo sumo, sociólogos mimados como el PS Manuel Garretón, han planteado “corregir el neoliberalismo”. Vergonzoso.
Es evidente que con la caja de resonancia de los medios tradicionales —propiedad de la oligarquía— el actual proceso constituyente está siendo hegemonizado por sectores que no defienden con claridad los intereses ciudadanos y democráticos (primacía irrestricta de lo público por sobre lo privado en todos los campos) ni menos los de los trabajadores asalariados en su lucha contra el gran capital; y para nada una perspectiva ecológica que cuestione el tipo de crecimiento neoliberal chileno extractivista y depredador del sistema Tierra y de sus frágiles equilibrios ecológicos. Estas problemáticas no están en la cabeza de los partidos de la casta oposicionista ni de sus comparsas.
La tarea básica que estos sectores de la pequeña burguesía democrática colonizada aún por el espíritu concertacionista-NM no asumieron fue denunciar las prácticas de casta de sus propios partidos y cúpulas dirigentes. Y era la que debía encararse para que el momento constituyente construyera una esperanza movilizadora que apasionara multitudes populares y aprovechara la energía de la movilización y los potentes afectos populares que circulaban desde las jornadas de lucha que abrió el 18/O. Haber denunciado ipso facto el “Acuerdo” de entre media noche y gallos del 15 de noviembre del 2019 y haber planteado la necesidad de crear las condiciones para un debate democrático con requisición de medios televisivos y escritos. Junto con presionar al Congreso para que detuviera el descontrol de violencia por parte del Estado neoliberal autoritario. Obvio, la pandemia conspira contra un proceso asambleístico. Pero, el problema, lo vimos, en esencia es otro. Es el carácter de clase del proceso. Es la ausencia del pueblo trabajador organizado o no en los debates; es la hegemonía pequeño burguesa y de los representantes de la gran oligarquía en el proceso.
Propuesta: no hay otra que de aquí a abril construir un gran movimiento social con poder e influencia constituyente destinado a crear un estado de debate nacional popular —contra viento y marea — de movilización social permanente y con presencia de las organizaciones de trabajadores acerca del engendro de Constitución que podría fraguarse en la tal “Convención. Y si es adversa a los intereses populares y democráticos, rechazarla en el plebiscito de salida. Lo que implica interpelar antes y durante a los eventuales delegados convencionales acerca de su postura sobre las cuestiones de la nacionalización de los recursos naturales; mecanismos de decisión popular; condiciones de realización de los derechos sociales y sindicales; democratización real del Régimen Político; intervención, control y revocación de autoridades; función del Banco Central; autonomía de pueblos naciones; implantación de sistema de seguridad social, sistema público educativo y sanitario; política fiscal hacia los ricos y sus empresas constitucionalmente facilitada para gravar ingresos, activos financieros, bienes inmobiliarios, patrimonios desmesurados, fortunas en paraísos fiscales; cuestiones concretas de imperiosa igualdad de género y sobre todo acerca de las medidas urgentes para impedir que el colapso civilizatorio en curso castigue de preferencia al pueblo desprotegido por el neoliberalismo y el mercado. Habrá que difundir todas las intervenciones de los delegados constituyentes convencionales. Denunciar los pactos de pasillos. Interrogar a los supuestos “expertos” y cuestionar sus propuestas formales.
(*) Es el esquema resultado del cambio ideológico en ex izquierdistas (Los Lagos, Tironi, Correa, Eyzaguirre por ejemplo) que Edgardo Boeninguer sistematizó en su libro donde habla de las coincidencias políticas económicas entre la Concertación y los neoliberales de la UDI-RN, que los puso en la misma cancha de Guzmán, con las mismas reglas — “la regla fiscal” por ejemplo, practicada por los economistas neoliberales de centroizquierda —“izquierda” sin pudor y citadas como cantinela sin reflexionar por políticos como Lagos Weber y Girardi.