La situación que vivimos estos días en Euskal Herria se caracteriza por la confusión y la ambigüedad. En ese sentido, el llamado de Rafa Diez a superar las ambigüedades es una de las voces más sensatas que hemos oído últimamente. Días de plomo y represión, pero también de esperanza. Días con acciones y declaraciones que, […]
La situación que vivimos estos días en Euskal Herria se caracteriza por la confusión y la ambigüedad. En ese sentido, el llamado de Rafa Diez a superar las ambigüedades es una de las voces más sensatas que hemos oído últimamente. Días de plomo y represión, pero también de esperanza. Días con acciones y declaraciones que, en algunos casos nos encaminan hacia la reconstrucción del proceso paz, y en otros, nos alejan de esa posibilidad, y, al hacerlo, nos llevan a un camino que no quisiéramos recorrer de nuevo. Acciones negativas como la decisión del Tribunal Supremo que enmienda la plana ni más ni menos que a un tribunal creado especialmente para combatir el terrorismo, como es la Audiencia Nacional. Una decisión según la cual es terrorista, no quien tiene una actuación terrorista, (a los condenados no se les imputan acciones concretas sino pertenecer a una organización política) sino cualquiera que coincida con los fines de los terroristas o no condene las acciones terroristas, o cualquiera sabe que, porque, cuando se abre la puerta de la persecución política, se cierra la de las garantías democráticas.
Esta decisión, además de confirmar una vez más la falacia de la separación de poderes, nos retrotrae a los tiempos más duros de la caza de brujas (nunca definitivamente terminados) creando un precedente jurídico de extrema gravedad. Mala para el proceso es también la ambigüedad del comunicado de ETA, que no nos aclara si estamos en tregua o no, por lo menos así se desprende de una lectura objetiva del comunicado. Mala, por supuesto, la actitud del Partido Popular pidiendo la ilegalización de EHAK y el encarcelamiento de todo María Santísima. Negativa también la actitud del sector más conservador del PNV, con el señor Urkoreka a la cabeza, que pone sus intereses de partido (la alianza con el PSOE) por encima de la consecución de la paz. O la del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, con su delirante decisión de encausar al Lehendakari. Irresponsable y negativa la actitud de Felipe González (y del sector del PSOE al que representa) criticando la actuación de Zapatero por el supuesto fracaso de un proceso al que se empeñaron en poner todos los obstáculos posibles. O la falta de valentía del propio Zapatero a la hora de dar pasos hacia la democracia en el País Vasco antes del desastre. Malo, en fin, el atentado de Barajas, que recurre, una vez más, a la lógica militar por encima de la política y la movilización civil.
Ante semejante desastre, las actuaciones honradas, valientes y positivas para el proceso se nos antojan insuficientes, pero, haberlas, «haylas». Positiva la actitud valiente de las mujeres de Ahotsak, especialmente la de Gema Zabaleta, insobornable como siempre. La de Fermín Muguruza, y los de Milakabilaka, rechazando desde el corazón y actuando con la cabeza, aunque la impotencia les hiele la sangre. La de Otegi y Rafa Diez (entre otros líderes de la Izquierda Abertzale), a pesar de quienes les piden lo imposible; aunque algún irresponsable nacionalista de derechas diga que una escisión en ETA o en la Izquierda Abertzale sería positiva. O la de los movimientos sociales que, desde Cataluña, y otras partes del estado español, siguen apostando por el diálogo político y el proceso de paz. También la dignidad de las asociaciones de emigrantes de Navarra, pidiendo que no se politice la tragedia de Barajas, aunque UPN no les haga caso. Incluso, desde otros parámetros, la de Ibarretxe, a pesar de su debilidad política, o la de Zapatero a pesar de los pesares y a riesgo de pecar de ingenuo. La verdad es que, en estos días confusos, me fío más de quien expresa dudas y emociones, de aquellos a quienes se les crispa el rostro y se les pierde la mirada, que de los que lanzan discursos redondos y cerrados, propios de aprendices de generales y dictadorzuelos varios. Porque dudas tenemos todos y todas en estos días confusos. Y si bien los que ponen obstáculos a la paz tienen mucho poder (incluso El Poder) las personas que apostamos por la paz y el diálogo somos muchos más. Somos más tanto en Euskadi como en España. Esa puede ser una de las pocas bases que nos queda para la esperanza. Si somos capaces de organizarnos, de hacernos escuchar, de decir bien alto que esto tiene arreglo y exigir que se solucione.