Las falsas acusaciones a familiares de dirigentes guerrilleros en Costa Rica, a estas alturas de la Conversaciones de La Habana, no se podrían calificar de contrainsurgencia jurídica mediática; cómo si de contraofensiva ante el Acuerdo sobre Victimas y la Justicia Especial de Paz (JEP) en Colombia. Si el jefe insurgente dice que proviene de una […]
Las falsas acusaciones a familiares de dirigentes guerrilleros en Costa Rica, a estas alturas de la Conversaciones de La Habana, no se podrían calificar de contrainsurgencia jurídica mediática; cómo si de contraofensiva ante el Acuerdo sobre Victimas y la Justicia Especial de Paz (JEP) en Colombia.
Si el jefe insurgente dice que proviene de una familia pobre, la mediática induce en casilla «que hoy son multimillonarios del tráfico de drogas». Si el jefe insurgente considera que la expresión del paramilitarismo hoy (Chocó, Casanare, Nariño) no proviene de política estatal y/o del ejecutivo del Estado; pero si de fichas soleadas de la Fuerza Pública y empresarios; la vocería de derecha replica que eso es lo siempre sostenido, tergiversando la verdad histórica de lo concebido y sucedido con la aplicación del Plan Colombia y su segunda fase el Plan Patriota, durante la negra noche uribeña. «Una noticia divulgada en un informe por la Oficina Antinarcóticos de la Casa Blanca confirma que ese plan fue una fachada para encubrir la presencia militar de Estados Unidos para acabar con la insurgencia y evitar el avance hacia las conversaciones de paz». Los voceros de la derecha asumen en forma irredenta, que lo dicho por ellos es lo que piensan los colombianos: «Los colombianos piensan que…». «Eso para los colombianos es inaceptable…». «Los colombianos rechazan a las…» Sentados en su verdad desconocen hasta a las colombianas en su género.
En momentos en que una salida negociada y civilizada del conflicto armado interno en Colombia se materializa; la sumisión y el entreguismo del gobierno colombiano se imponen, ratificando que la geopolítica y el intervencionismo del imperio estadounidense – junto con la permanencia de las bases militares que mancillan la soberanía del país colombiano – pretenderán permanecerán incólumes a espaldas de la indignación nacional!.
Al parecer, la indulgencia para el bloque de poder continúa siendo «el que todo cambie, para que nada cambie». Para lo cual, políticamente hablando, la Constituyente Nacional deja de ser una consigna y se impone como hoja de ruta para la consecución de la Paz en Colombia.
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