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Lo esencial y lo formal en las clases sociales en el capitalismo

Fuentes: Rebelión

Escrito para una prisionera vasca

1.- SOCIOLOGÍA O MARXISMO

2.- PRIMERA FASE HISTÓRICA

3.- SEGUNDA FASE HISTORICA

4.- TERCERA FASE HISTÓRICA

5.- ALGUNOS DATOS ACTUALES

6.- CUATRO ATAQUES BURGUESES

7.- NECESIDAD DE LA TEORÍA

1.- SOCIOLOGÍA O MARXISMO:

  1. Las clases sociales no son cosas estáticas, quietas, dadas para siempre. Son realidades móviles, que cambian y se transforman según las transformaciones impuestas por la lucha de clases. Más aún, no se puede hablar de una clase, por ejemplo, del proletariado, sin hablar a la vez de la burguesía, ya que ambas forman una unidad de contrarios irreconciliables en lucha permanente. Del mismo modo, no se puede hablar de la pequeña burguesía nueva o vieja, de las denominadas «clases medias», etc., sin hablar a la vez de los cambios socioeconómicos que determinan los cambios en estas «clases intermedias» y sin hablar tampoco de la situación de las capas mejor pagadas del proletariado, algunas de las cuales pueden intentar «ascender» a pequeños empresarios, autónomos con empresas familiares autoexplotadas, profesiones liberales, etc.; y de los apuros de las fracciones viejas de la mediana y pequeña burguesía que corren claro riesgo de proletarización, o que se proletarizan sus hijos y sus nietos al desaparecer la industria familiar creada por el abuelo, etc.

  2. Nunca podemos analizar cada clase social en aislado, separada de su opuesta, porque la lucha de clases es a la vez efecto y causa, causa y efecto, del choque permanente entre ellas y por eso, de sus adecuaciones y cambios siempre durante esa misma lucha, nunca fuera de ella, nunca antes o después de ella. La lucha de clases es un proceso total, que abarca, integra y subsume a toda la sociedad en su conjunto y a todas sus partes. No existe nada que esté al margen de la lucha de clases, libre de sus efectos y tampoco sin influencias sobre esa lucha, aunque tanto unos, los efectos, como las otras, las influencias, sean indirectas, lejanas e imperceptibles a primera vista. Las clases sociales son unas relaciones en movimiento porque la lucha de clases es el movimiento de las contradicciones estructurales del sistema.

  3. Ahora bien, pese a sus transformaciones y adaptaciones, cambios y formas nuevas, pese a esto, las clases sociales mantienen permanentemente una esencia básica que no desaparece en lo elemental mientras perdure el modo de producción capitalista. Al margen de que en una fase precisa del capitalismo, la burguesía fuera mayormente mercantil y comercial, obteniendo buena parte de su beneficios de la piratería y de la trata de esclavos, al margen de eso, en lo esencial era la misma clase burguesa que la actual, aunque explotase a muchos menos trabajadores urbanos y artesanos desposeídos de sus medios de producción. Del mismo modo, estos trabajadores urbanos asalariados se diferenciaban mucho de los actuales, entre otras cosas en que seguían teniendo ciertos lazos familiares con el campesinado y hasta con artesanos aún independientes, lo que les garantizaba cierta ayuda económica, alguna forma de vida al margen del trabajo asalariado, pudiendo así ausentarse de éste, vivir un tiempo sin trabajar o trabajando muy poco. Pero, al final, cuando esas ayudas se agotaban, las masas urbanas hambrientas tenían que encontrar rápidamente un trabajo asalariado.

  4. La esencia –concepto básico en todo pensamiento científico-crítico– de las dos clases fundamentales, el proletariado y la burguesía, radica en que el primero carece de todo excepto de su fuerza de trabajo, o si tiene algunos ahorrillos o dispone de familiares y amigos que pueden ayudarse en un momento preciso, incluso así, esta ayuda termina agotándosele y entonces aparece la cruda realidad tal cual es: solamente un salario puede garantizar la satisfacción de las necesidades básicas. Por su parte, el burgués, puede mantener durante un tiempo dando altos sueldos a sus trabajadores, relajando la disciplina, despreocupándose por los beneficios, reduciendo las inversiones en nuevas tecnologías, etc., y puede hacerlo porque tiene capitales ahorrados que le garantizan un tiempo de despreocupación, pero esos ahorros se le terminarán, otros empresarios ganarán más que él, bajarán sus ventas porque han perdido calidad, se han encarecido o por otras razones, y no podrá mantener la competencia, etc., entonces, ante la posibilidad de quiebra y de ruina, el burgués no tiene otra opción que endurecer la explotación de sus trabajadores, reducirles sueldos, echar al paro a muchos de ellos y precarizar a los restantes… El burgués tiene que tomar estas medidas si quiere seguir siendo burgués, si no quiere «bajar en la escala social» a mediano o pequeño burgués, o peor.

  5. Por tanto, el proletariado sólo tiene su fuerza de trabajo y el empresario tiene su capital y la explotación que le es inherente. Esta es la esencia de cada clase básica del capitalismo: la mayoría aplastante de la población vive gracias a que directamente vende su fuerza de trabajo, o ayuda a reponer la fuerza de trabajo de su marido asalariado o de su padre, o es hijo e hija de padres y abuelos obreros, etc. La minoría dominante, la propietaria de las fuerzas productivas, de las fábricas, bancos, transportes, grandes almacenes, etc., la burguesía, vive gracias a que explota a la clase trabajadora, que apropia del trabajo sobrante, del plusproducto y tras convertirlo en plusvalía da el siguiente paso transformando parte de la plusvalía en beneficio. Al margen de los cambios externos que ambas clases han sufrido desde el origen del capitalismo en el siglo XVII, su esencia sigue inalterable; más todavía, se amplia la asalarización y se concentra y centraliza, es decir, se reduce, el capital.

  6. Un problema que dificulta mucho la comprensión de la dialéctica entre la esencia permanente de las clases y las formas externas que adquieren, o sea, la dialéctica entre el contenido y el continente, el fondo y la superficie, este problema es el de los altibajos en las luchas obreras y populares, los vaivenes en los movimientos de resistencia a la explotación, los períodos de aparente «paz social», de «aburguesamiento» del proletariado e incluso de aparente «desaparición de las clases» porque apenas se producen protestas y luchas sociales y sindicales. Por un lado, existe una masiva propaganda burguesa en contra de la realidad de lucha cotidiana, silenciándola, ocultándola, tergiversándola; por otro lado, esta propaganda ataca con especial obsesión a la teoría marxista a la vez que refuerza con todos sus medios la ideología burguesa del interclasismo; y, por último, el reformismo tiene una necesidad ciega en demostrar que tuvo razón al aceptar incondicionalmente las restricciones burguesas, por lo que presiona y chantajea para acabar con toda lucha que pueda ir más allá de lo admitido por la clase burguesa.

  7. Pero además de estas tres razones que dificultan sobremanera la comprensión teórica de los cambios en las clases sociales, existen otras dos incluso más profundas que debemos indicar, y que actúan reforzándose mutuamente. Una es la propia naturaleza del pensamiento burgués, de su definición ontológica de la realidad, de cómo estudia esa realidad previamente designada, o sea de su epistemología, y de su axiología, o sea, de cómo valora y normativiza todo lo anterior. Semejante sistema excluye y niega el vital concepto de explotación, lo que hace que su contabilidad, la entera economía política, la sociología en cuanto única «ciencia social» admitida por la burguesía, no sólo no sean neutrales, sino que actúan directamente para negar el proceso objetivo de la extracción de plusvalor, y sin este concepto básico es imposible elaborar una teoría científico-crítica de las clases sociales. Por tanto, el andamiaje y los pilares de la «ciencia social» burguesa dificultan sobremanera el estudio crítico de las clases sociales y de sus transformaciones, aunque esto no quiere que no tengamos que recurrir a uso, pero con precauciones críticas.

  8. La otra razón es el efecto especialmente demoledor y disolvente de la capacidad de pensamiento racional, crítico y autocrítico que tiene en la especie humana la fetichización mercantil. Recordemos que ésta consiste, básicamente, en invertir la realidad, en romper la dialéctica entre causa y efecto y, en esa quietud, tomar el efecto por la causa y viceversa, hacer de las personas cosas y de las cosas, personas. En el tema que tocamos, las clases sociales, el fetichismo logra que la gente crea que el trabajo lo aporta el empresario –«voy a buscar trabajo», dice el obrero alienado por la fetichización– cuando en realidad el explotador compra fuerza de trabajo, la pone a funcionar y se apropia del sobretrabajo, del trabajo sobrante, excedente, del plusproducto. Es la obrera la que va buscando un comprador para su fuerza de trabajo, y la que cree erróneamente que lo que realiza en casa no es «trabajo» en el sentido científico-crítico, sino simples «tareas del hogar», por ejemplo. El fetichismo está enraizado en la sociología, en la economía política, en la filosofía, etc., y logra que el empresario, la burguesía como clase social, no aparezca como explotador sino benefactor al «dar trabajo» y con su correspondiente salario al «empleado», que debe estar agradecido por semejante magnanimidad altruista. A la inversa, el fetichismo logra que la sociedad burguesa vea en cada trabajador, y en la clase obrera en su conjunto, un vago, un pedigüeño que deambula «pidiendo trabajo».

  9. De esta forma, tanto por la acción alienante profunda que ejercen el fetichismo y la estructura ideológica burguesa –«pensamiento», le llaman–, ambas intrínsecamente unidas en su desenvolvimiento, como por las tres primeras razones más superficiales arriba expuestas, queda muy reducida la capacidad de estudio de los cambios en las formas de las clases sociales porque antes ha quedado muy mermado el estudio de esas clases. Dicho de otro modo, si el capital no es visto como una relación social en permanente contradicción consigo misma, en su interior genético-estructural, porque es interpretado a la inversa de lo que es, como mero efecto de las «virtudes emprendedoras» de una minoría, los que «ofrecen trabajo», si partimos de esta visión invertida y aparente, no conoceremos apenas nada, y eso es lo que ocurre.

  10. Un ejemplo de todo lo que estamos diciendo lo tenemos en las crecientes críticas y denuncias que se están haciendo al método de elaboración del PIB en todas sus formas de aplicación, desde la elaboración del Producto Interior Bruto en una pequeña comunidad hasta el PIB mundial. Admitiendo la razón de casi todas las críticas al método oficial, esta cuestión es sólo la punta del iceberg por decisivo que sea el PIB para la contabilidad de la economía en general. Y es la punta del iceberg porque la profundidad, el grueso del problema no es otro que la realidad de la explotación de la fuerza de trabajo y la reducción de la naturaleza a simple mercancía. ¿Cómo se valora todo esto si no es recurriendo a la teoría marxista, la única que los tiene en cuenta? Muchas de las justas críticas al PIB oficial se acercan bastante al problema clave, por ejemplo, críticas feministas y ecologistas, críticas de consumidores populares, críticas al concepto burgués de «calidad de vida», etc., pero no terminan de comprender el papel central de la teoría de la plusvalía. Otro ejemplo: ¿cómo se valora la pobreza? ¿y el empobrecimiento absoluto y el relativo si las definiciones oficiales de pobreza y del PIB no son fiables?

2.- PRIMERA FASE HISTÓRICA:

  1. Era imprescindible dejar esto previamente sentado, aclarado, para evitar equívocos posteriores ya que tratamos de una cuestión decisiva: el contenido sociopolítico directo del debate sobre los cambios en las clases sociales. No es un debate neutral y academicista, apolítico, sino que concierne a la evolución de la lucha de clases en su conjunto. Lucha de clases entendida como choque irreconciliable entre el capital y la humanidad trabajadora, entre la minoría propietaria de las fuerzas productivas y la mayoría expropiada de todo excepto de su fuerza de trabajo. Basándonos en estos criterios podemos delimitar a grandes rasgos varias fases de transformaciones y de estabilidad en las formas de las clases sociales a lo largo de la historia capitalista. No podemos extendernos aquí en análisis más detenidos sobre las causas de tránsito de una fase a otra, sobre sus duraciones respectivas y las intensidades de las violencias y represiones que inevitablemente acompañan a cada cambio de fase y de adaptación de la dialéctica entre la esencia interna de las clases y sus formas externas de expresión. Sólo podemos decir ahora que en esos cambios ha estado y está siempre activa la lucha de clases entre el capital y el trabajo.

  2. Un período anterior a la formación histórica del capitalismo y por tanto de las clases en su pleno sentido, es el transcurrido entre los siglos XIII y XVI/XVII, según los lugares de Europa. El concepto de «proletariado» nace de la raíz latina ‘proles’ que se refiere a descendencia, linaje, familia amplia, etc., es decir, son en su inmensa mayoría personas empobrecidas, sin apenas recursos de subsistencia y menos de existencia independiente, los que deben proletarizarse. Quiere esto decir que la cultura común del norte de Italia, de Barcelona y de zonas de los Países Bajos y del Estado francés, básicamente, certificaba una línea de continuidad entre las familias pobres del pasado y las personas que en aquellos siglos XIII e incluso XII en algunos sitios, tenían que proletarizarse, vender su fuerza de trabajo a las clases ricas para poder vivir. Por el lado contrario, burguesía viene de ‘burgo’, de ciudad relativa o talmente independizada del poder feudal, papal e imperial, con sus leyes mercantiles en proceso de asentamiento, con sus libertades propias y con su democracia burguesa inicial, dotada de sus instrumentos de defensa o «milicia urbana» o «milicia burguesa».

  3. Por regla general, sólo quienes ya disponían de algunos recursos económicos propios, familiares o de otro origen como el bandolerismo, la usura o el comercio, podían abandonar las poblaciones campesinas, vigiladas y controladas por el feudalismo y la Iglesia, con sus múltiples leyes coercitivas e impuestos de todas clases, y marcharse a la ciudad para empezar en ella una nueva vida; mientras que la mayoría del nuevo proletariado debía huir clandestinamente la mayor parte de las veces, arriesgarse a ser atrapados o devueltos por la ciudad si ésta cedía a las presiones de los señores feudales. La suerte de que esto sucediera dependía de varios factores, decidiendo entre ellos la potencia económica de la ciudad, el espíritu de sus clases burguesas y las alianzas establecidas con los gremios de artesanos.

  4. La huida a las ciudades se presentaba como una alternativa de mejora de vida ya que, por lo general, las condiciones de vida urbana eran menos malas que las campesinas, con algunas libertades imposibles en el campo. La naciente burguesía, por otra parte, necesitaba según ciertos acuerdos con los trabajadores libres, no asociados en gremios artesanales, para poder hacer presión contra estos por la gran fuerza que llegaron a tener los gremios. Además, en estos siglos las relaciones salariales y el conjunto de la economía comercial y mercantil estaba aún muy lastrada por toda serie de reglamentos feudales y papales, y la división social en estamentos era todavía tanto o más fuerte que la división social en nuevas clases burguesas y proletarias. Existían empresas que ya adelantaban lo que sería el capitalismo tiempo después, pero eran archipiélagos en un océano feudal.

  5. La primera fase de formación del capital y por tanto de la unidad de contrarios irreconciliables que son la burguesía y el proletariado, se inició en el siglo XVI y tomó fuerza gracias, fundamentalmente, al proceso de acumulación originaria de capital. Sobre la base de las riquezas anteriormente acumuladas, pero especialmente gracias a un endurecimiento atroz de la explotación, del comercio, del saqueo generalizado y de la masiva trata de millones de esclavos, la burguesía se constituyó como clase social sentada sobre la nueva esclavización del proletariado. Tuvo decisiva importancia la expulsión masiva de campesinos de sus tierras, la privatización de comunales, el ataque a los gremios artesanos y la ruina de los artesanos independientes, la lucha estatal contra las masas de vagabundos, pobres, enfermos, parados y bandidos, que actuaban a veces como contrapoderes regionales, etc. Mucho peor lo pasaron los pueblos y las naciones invadidas desde finales del siglo XV en adelante, masacras y expropiadas, cuando no exterminadas. No hace falta decir que en todas partes las mujeres y la infancia fueron blancos especiales del ataque capitalista.

  6. Muy significativamente, ya en esta primera fase de la formación de las clases sociales básicas, asistimos a tres grandes estrategias aplicadas destinadas a moldear la formación del proletariado como clase pasiva y obediente. Las tres se repetirán en lo básico en todas las grandes transformaciones posteriores, con añadidos nuevos causados por las nuevas necesidades pero sin cambiar en el modo alguno el fondo de la estrategia burguesa contra el proletariado. Las tres estrategias corresponde a tres objetivos vitales para garantizar la explotación social. Veremos cómo se repiten en lo esencial en cada fase de transformación de las clases sociales.

  7. Uno era el de romper la independencia de vida de las masas, destruir todos los lazos materiales, económicos, sociales, culturales y psicológicos que le unían con sus entornos anteriores y que podían ayudarle a sobrevivir en momentos de lucha, en huelgas, cuando no cobraba salarios, o cuando pese a cobrarlos muy pequeños no necesitaba trabajar más horas porque tenía recursos propios, una huerta, una familia, un pequeño taller artesanal, etc., con el que obtener unas ganancias extras en un trabajo agradable o menos brutal. La burguesía necesitaba destruir la independencia y hasta la autonomía material de las masas para que no tuvieran otra opción que dejarse explotar pasivamente para poder comer algo.

  8. Otro era el de destruir también el saber popular existente, las costumbres, memorias, tradiciones y conciencias de lucha, el utopismo de las masas campesinas en defensa de sus tierras comunales y colectivas. Borrar la memoria colectiva, hacerles creer que nunca habían sido libres y que nunca habían luchado. A la vez que se les desarraigaba de su entorno material y se les expropiaba de sus medios de subsistencia, se les destruían sus tradiciones populares, sus lenguas y sus culturas, sus lazos de identidad y sus referentes colectivos, sus imaginarios sociales, para hacer de ellos objetos que existían pasivamente, dejándose explotar. El capitalismo no necesitaba ni necesita sujetos que vivan conscientemente sino objetos que existan pasivamente.

  9. El tercero era el expropiar a las masas trabajadoras de su saber productivo, de sus conocimientos artesanales, campesinos, productivos y creativos para, por un lado, integrarlos en la producción capitalista y, por otro y a la vez, convertir a esas masas en unas ignorantes, incapaces de dirigir ellas la producción individual y colectivamente. La expropiación del saber productivo, que iba unida a la expropiación material y cultural-identitaria, permitía al capitalismo aplicar esos conocimientos en su exclusivo beneficio privado. Hasta el surgimiento de la planificación científico-industrial de forma ascendente en el siglo XIX y sobre todo en el XX, hasta entonces la inmensa mayoría de los avances técnicos en la producción provenían de tradiciones, ideas e inventos realizados por los trabajadores y expropiados por los patrones que los aplicaban quedándose ellos con los beneficios.

  10. Las tres estrategias permitieron a la burguesía contar con una gran cantidad de mano de obra hambrienta, desarraigada, desunida e indefensa en todos los sentidos. En muy poco tiempo surgió la división y especialización del trabajo ejercitado en talleres insalubres y pestilentes, en donde se apiñaban durante agotadoras jornadas hombres, mujeres y niños vigilados muy de cerca por capataces que aplicaban métodos duros y violentos. Mientras que el campesinado y el artesano conocían todo el proceso productivo que ellos practicaban, y tenían ellos mismos sus medios de producción, ahora debían limitarse a hacer muy pocos movimientos y gestos, siempre los mismos y con los instrumentos del patrón y en sus instalaciones. Mientras que antes campesinos y artesanos se regían por un autocontrol de su tiempo y de sus urgencias, incluso trabajando toda la familia pequeña o grande, ahora los ritmos y el tiempo lo imponía el empresario. Si bien al principio los burgueses permitían que sus empleados trabajasen en sus casas, toda la familia, se dieron cuenta que concentrándolos en talleres, dividiéndolos y vigilándolos de cerca aumentaba la producción y disminuían los costos, multiplicando los beneficios. Surgieron los talleres medianos y grandes, antesala de las fábricas industriales que se desarrollarían desde finales del siglo XVIII.

  11. Este joven proletariado vivía pese a todo en un contexto mayormente campesino, con una economía con muy pocos bienes de consumo, con muy poco o nulo ajuar doméstico, en muy duras condiciones de higiene, y frecuentemente cambiando de sitio y hasta de región, por lo que la burguesía aumentó los controles y las leyes que frenaban esas migraciones que permitían, por otra parte, la circulación de noticias e idas, el contraste de experiencias de lucha. En aquellas condiciones, las luchas obreras tendían a expresarse en forma religiosa y utópica, sentando las bases de lo que sería el socialismo utópico hasta bien entrado el siglo XIX.

  12. A este joven proletariado le correspondía como enemiga y explotadora una burguesía por lo general optimista y hasta revolucionaria en algunos casos, ilustrada y con fe en las potencialidades de una «filosofía» materialista y mecanicista. Una burguesía que sentía un profundo desprecio hacia la «clase bajas», que las trataba a patadas, haciendo intervenir el ejército para reprimir a tiro limpio o a bayonetazos todas las luchas. Era la burguesía heredera de las grandes revoluciones de los Países Bajos e inglesa, y que se preparaba para las revoluciones norteamericana y francesa, pero que había sufrido fuertes derrotas infringidas por el feudalismo en Italia, Estado español, Rusia, Polonia y otros países.

3.- SEGUNDA FASE HISTORICA:

  1. La segunda fase de cambios en el proletariado y en la burguesía se produjo desde finales del siglo XVIII empezando en Gran Bretaña con la industrialización y el paso a la fábrica mecanizada. El primer proletariado no valía para esta nueva forma de explotación que multiplicaba exponencialmente los beneficios capitalistas, y con ellos el paro y la miseria. El proletariado manufacturero, ya obsoleto para la burguesía, respondió a los cambios industriales desde la desesperación que produce saber que no son cambios fortuitos, asépticos e indoloros, sino que eran un verdadero ataque contra la línea de flotación del «viejo» proletariado. Prácticamente desde la instalación de las primeras máquinas surgieron las protestas obreras y populares contra los efectos de la industrialización.

  2. En muchas zonas británicas, a finales del siglo XVIII, los empresarios tenían que cambiar la ubicación de sus nuevas fábricas ante los boicots y ataques de las masas populares, trasladándose a regiones menos combativas, con peores salarios y dispuestas a aceptar cualquier forma de explotación. Quiere esto decir que las tan cacareadas «deslocalizaciones» actuales de empresas son tan viejas como la historia del capitalismo y no sólo industrial sino también manufacturero, pues ya hay datos de cambios de talleres de una ciudad a otra para evitar protestas, abaratar costos, aumentar ganancias, etc., en áreas como el norte de Italia. Bien pronto también, la burguesía aprendió a mover esquiroles en masa de una zona a otra para derrotar huelgas, y otros métodos que ahora consideramos actuales pero que nacieron con el capitalismo manufacturero e industrial.

  3. Una de las luchas más tenaces y heroicas, más silenciadas y despreciadas por la historiografía burguesa, fue la del ludismo que se inició en 1811 en Gran Bretaña y que se extendió por toda Europa en la década siguiente. Consistía en el ataque a las instalaciones y máquinas, destruyéndolas. Fue reprimido muy duramente por los ejércitos, gracias, entre otras cosas, a la muy escasa experiencia organizativa clandestina del proletariado inexperto aún, y que copiaba los métodos conspirativos de las sectas medievales y de los clubes burgueses, pero sin los conocimientos ni la centralidad de esas clases.

  4. El «nuevo» proletariado industrial se formó mediante la aplicación en el contexto de finales del s. XVIII y comienzos del XIX de los tres métodos aplicados para crear el «viejo» proletariado manufacturero previa destrucción del artesanado: arrasar los talleres e introducir a los obreros y obreras en fábricas más controladas, con turnos más rigurosos, etc.; prohibición de todas las costumbres asociativas y de defensa, así como de los sindicatos, creación de las fábricas en lugares relativamente tranquilos con la aparición de barriadas industriales infectas y pestilentes, sin contacto apenas con los viejos espacios de convivencia alrededor de los talleres manufactureros anteriores, buscando con ello romper toda continuidad entre el saber popular viejo y el industrial que se estaba formando; y, por último, creación de nuevas especializaciones técnicas para las nuevas máquinas de vapor, lo que aniquilaba el saber productivo y la centralidad manufacturera que el viejo proletariado había recompuesto mal que bien en sus luchas de resistencia anteriores.

  5. Sin embargo y a diferencia de la fase anterior, la nueva forma de explotación industrial en su conjunto era tan salvaje y destructora a primera instancia que bien pronto surgieron problemas nuevos desconocidos en los siglos XIII-XVI/XVII. La intelectualidad burguesa, las corrientes cristianas y el nuevo socialismo utópico llamaron a estos problemas como «cuestión social». La burguesía se dividió en dos sectores: los reformistas, que propugnaban introducir algunas mejoras para garantizar una mejor y más productiva explotación y evitar estallidos sociales, y la tradicional que insistía en el látigo y en la represión salvaje. El cristianismo se dividió también en dos sectores parecidos, mientras que el socialismo utópico se dividió, como mínimo, en tres sectores: los pacifistas pero que no querían ningún apoyo del poder, los pacifistas que querían el apoyo del poder y de la banca para sus experimentos reformistas, y los revolucionarios. De entre estos surgiría luego el socialismo científico, el marxismo, que era muy minoritario.

  6. El proletariado industrial ha sufrido ataques sucesivos contra su centralidad de clase, contra el saber obrero que iba construyendo en medio de las luchas, contra sus derechos sindicales y contra las formas políticas de organización y lucha basadas en su autoorganización, en el consejismo y en el sovietismo. La tendencia a la autoorganización estaba también presente en el primer proletariado, en el manufacturero pero no tan desarrollado. Con el proletariado industrial dichas tendencias se han hecho constantes y esenciales, y son, como veremos, uno de los objetivos a destruir que obsesiona a la burguesía en los momentos actuales.

  7. Los ataques que ha sufrido el proletariado industrial han provenido de dos frentes que han actuado unidos en los momentos decisivos, y con cierta autonomía en los períodos «normales». Por un lado, «externamente», la burguesía no ha dudado en recurrir a la represión militar, nazi-fascista, bonapartista y presidencialista para aplastar sin piedad los procesos revolucionarios. Por otra parte, «internamente», la patronal ha usado las innovaciones basadas en la electricidad, en la máquina de explosión interna, en la informática y en la electrónica, etc., para remodelar buena parte de los niveles y status laborales de las clases trabajadoras, añadiendo nuevas escalas técnicas, profesionales, salariales y de capataces. Además, introdujo más adelante la cadena de producción en serie, el fordismo, creando grandes y hasta gigantescas empresas que reunían todos o casi todos los recursos necesarios para centralizar lo más posible la producción en una zona.

  8. Junto con esto, fue creciendo la fracción trabajadora dedicada a todos los servicios cada vez más imprescindibles para facilitar la administración, el almacenaje, el transporte, la exposición y venta de las mercancías. Conforme aumentaba la productividad del trabajo aumentaba exponencialmente las mercancías producidas y las expectativas de ganancia, pero también los peligros de la producción excedentaria, de los almacenes llenos, de la complejidad administrativa, etc., y desatascar esos embudos cada vez más estrechos exigía dedicar más y más trabajadores a esas tareas de servicios. Pero también aumentaban las necesidades financieras, de préstamos para los empresarios y para los consumidores, adelantando capitales para facilitar el ciclo productivo entero y para que la clase trabajadora pudiera seguir comprando cuando se le acabase el salario. Todo esto exigían más trabajadores en el sector financiero, en banca y ahorro. La burguesía comprendió que el préstamo para el consumo era una cadena de oro que ataba muy efectivamente a las clases explotadas, y la potenció todo lo que pudo. Marx ya lo había advertido.

  9. Las presiones del proletariado industrial en los capitalismos desarrollados hicieron que los Estados dedicasen partes de los presupuestos a los gastos sociales, a los salarios indirectos, a las ayudas públicas. La sanidad, la educación, las pensiones, el transporte, las infraestructuras básicas, etc., fueron administradas con presupuestos y administración pública, más o menos según las relaciones de fuerza de clase en cada país. Se fue creando un ideología reformista, socialdemócrata, retomada en parte de la que había existido a finales del siglo XIX y comienzos del XX en algunos Estados, que justificaba toda una forma sociopolítica, económica y cultural de administración interclasista en la que ambas clases cedían parte de sus reivindicaciones a la administración del Estado que, sin embargo, seguía garantizando fielmente la seguridad y continuidad de la propiedad privada burguesa y de la acumulación de capital.

  10. Se trataba de lo que se ha denominado como sistema taylor-fordista en el marco del «Estado del bienestar», «regulador e intervencionista», en un contexto de expansión consumista e imperialista que permitía tanto las relativas cesiones burguesas como el acomodamiento del proletariado industrial en el centro imperialista, aunque partes de esta clase iniciasen una radicalización desde finales de los ’60 en adelante. Hay que insistir en que este sistema fue excepcional y muy reducido geográficamente en la historia del capitalismo, en que no abolió las diferencias de clases ni propició la «desaparición del proletariado», en que tuvo uno de sus grandes valedores en los intereses de casta de la burocracia rusa, en que la sobreganancias imperialistas facilitaron el apaciguamiento del proletariado y la corrupción e integración en el sistema de los «comunistas» que devinieron en eurocomunistas, etc.

  11. Reafirmando esto, hay que decir también que las luchas del proletariado industrial fueron tremendas y heroicas, con grandes logros y varias revoluciones en su haber, así como con su cualitativa intervención pese a su reducido tamaño en sangrientas y largas guerras de liberación nacional. Comparando históricamente los muy reducidos logros de la burguesía en su la larga, cobarde e insegura trayectoria revolucionaria entre los siglos XIII y XIX, con los del proletariado industrial en su corta, vibrante y heroica lucha entre la mitad del siglo XIX y finales del XX, comparando estas dos experiencias, triunfa aplastantemente el proletariado sobre la burguesía.

  12. Como hemos visto arriba, la burguesía ha utilizado todos los recursos disponibles para derrotar al proletariado industrial cuya presencia amenazante aparece siempre, de una forma u otra, detrás de las grandes guerras iniciadas por el capitalismo, detrás de todas sus medidas socioeconómicas, políticas y culturales. Incluso allí donde el proletariado era cuantitativamente reducido, como en China, Vietnam y otros muchos pueblos, incluso allí jugó el papel cualitativo de iniciador de las luchas y de referentes cimentador de los objetivos estratégicos a pesar de su reducida cuantía frente al campesinado. Sobre todo, fue la oleada revolucionaria iniciada a finales de los ’60 del siglo XX y sostenida en muchas partes del globo hasta mediados de los ’80, oleada producida tras la larga expansión de los «30 gloriosos», de mediados de los ’40 a mediados de los ’70, la que desató la última y desesperada contraofensiva del capitalismo para vencer en la lucha de clases mundial en un contexto de crisis estructural.

  13. La burguesía industrial se diferenciaba de la manufacturera en que había perdido aquella fe en el progreso capitalista, en su civilización. La burguesía industrial abandonó bien pronto aquellos ideales girando a la reacción más pesimista e irracional en muchas cuestiones, optando, como hemos dicho, por los regímenes más atroces cuando veía amenazada su propiedad. Comprendió bien pronto el peligro mortal que suponía y supone el proletariado que ella misma ha creado, y lo que es peor, comprendió que además de a su proletariado también debía temer a los pueblos trabajadores colonizados, saqueados económicamente por el imperialismo y aplastados por burguesía colaboracionistas y clientelistas. A diferencia de las burguesías mercantil y manufacturera, la industrial se sentó de inmediato sobre el barril de trilita que es la gran fábrica mecanizada con su proletariado centralizado y disciplinado, con los barrios obreros y populares cercanos a las fábricas o pegados a ellas, y con el peligro real de devastadores incendios sociales que prenden en las fábricas, se expanden por las barriadas populares y avanzan hasta quemar los centros burgueses de las ciudades. Lo comprendió de inmediato, y por eso enseguida tomó medidas para cambiarlo todo, hasta el diseño urbanístico buscando la máxima efectividad de las armas represivas, de los cañones y ametralladoras.

  14. Pero además, desde comienzos del siglo XX, la burguesía industrial buscó primero la alianza con la pujante burguesía financiera, luego buscó su protección y por fin se fusionó con ella en buena medida. Semejante cambio respondió tanto a la urgencia por obtener adelantos y préstamos financieros con los que continuar la expansión, como a la urgencia por acelerar el armamentismo imperialista y, como resumen, a la urgencia por soldar una unión burguesa contra el ascenso imparable del socialismo desde finales del siglo XIX. Una manera de lograr esto último era integrando y degenerando a los partidos obreros mayoritarios, a la socialdemocracia especialmente, para lo cual fue decisiva la alianza financiero-industrial. Vemos así como la interacción de contradicciones estrictamente económicas con las presiones sociopolíticas provenientes de otras potencias imperialistas y la lucha socialista, todo esto, se fusiona en la lucha de clases a escala global obligando a una correspondiente reestructuración de la burguesía, que no sólo del proletariado.

  15. Simultáneamente, también la pequeña y mediana burguesía se adaptaban, cambiaban y tomaban rumbos apenas imaginados antes. Fue sobre todo tras el final de la guerra de 1914-18 cuando la pequeña burguesía comenzó la travesía política que le llevó en muchos casos al fascismo y a regímenes similares, y en muy contados casos a apoyar procesos revolucionarios. Tras 1945, la pequeña burguesía optó por no arriesgarse en aventuras fascistas en Europa y se limitó a vivir. Por su parte, el campesinado de los países imperialistas pudo resistir mal que bien en su permanente retroceso cuantitativo hasta que en los «treinta gloriosos» obtuvo ingentes subvenciones públicas para garantizar la paz social en esos países céntricos azotados por la pasada guerra mundial. Fuera de los Estados imperialistas, la burguesía también abandonó su anterior nacionalismo y se convirtió en un fiel peón del imperialismo. El campesinado mundial, por último, fue girando hacia la izquierda y hacia los procesos de liberación nacional, sabiendo de que no tenía otra salida para sobrevivir frente al imperialismo.

4.- TERCERA FASE HISTÓRICA:

  1. Este era, a grandes rasgos, el contexto dominante cuando desde inicios de los ’70 la burguesía comenzó su gran contraofensiva, en la que el neoliberalismo jugó un papel importante en el plano ideológico. Limitándonos a lo que concierne a las transformaciones en las clases sociales como efecto de la contraofensiva citada, podemos decir lo siguiente: debido a la creciente importancia del capital financiero y en especial de la especulación, debido a las ganancias extraordinarias generadas por los nuevos negocios de las NTC, debido a las ingentes desregulaciones y privatizaciones de lo público y su transferencia a lo privado y debido a la liquidación de obsoletas industrias incapaces de resistir la mundialización económica, por estas razones básicas, surgió desde finales de los ’80 una «nueva» fracción burguesa, mucho más rica que las anteriores, que desplazó a las fracciones industriales y de servicios clásicas, que absorbió buena parte de la burguesía financiera a raíz de las crisis bancarias de estos años, que se relacionó muy estrechamente con la producción de alta tecnología científico-militar e industrial.

  2. Estos cambios son obligados en la historia de las clases sociales, y en la de la burguesía podemos apreciar cómo se producen en cada oleada de intensa transformación: la burguesía comercial incipiente fue barrida por la burguesía manufacturera, que no pudo resistir a la irrupción de la burguesía industrial que a su vez, como hemos visto, tuvo que aliarse con la financiera, dicho en lo esencial. Otro tanto sucedió con el proletariado en estos mismo períodos de tránsito. Desde finales de los ’80 del siglo XX, se asiste a otra profunda remodelación entre las fracciones burguesas por las razones que hemos visto. Una cuestión central en este cambio ha sido el papel jugado por el Estado capitalista al servicio de esas fracciones en ascenso y en detrimento relativo de las fracciones en retroceso, pero siempre en defensa de la propiedad privada. Semejante papel también fue cumplido por los Estados burgueses en las transformaciones anteriores, por ejemplo, por el Estado y el parlamento holandés en el siglo XVII, sin hablar del papel del Estado en las disputas internas entre burguesías comerciales en Venecia, Florencia, Génova, etc., en los siglos XIII-XVI.

  3. Queremos decir con esto que el papel del Estado es crucial en las transformaciones de las clases sociales, que no sólo en la economía y en la represión. Ello es así porque se trata de una totalidad en la que las transformaciones de las clases son inseparables de las económicas, represivas, políticas, culturales, etc. En la medida en que ascendía esta «nueva» fracción burguesa también se transformaba el Estado, privatizaba áreas públicas, desregulaba los mercados financieros y suprimía controles bancarios permitiendo crear nuevos mercados bursátiles en los que la «nueva» burguesía podía aplicar su ingeniería financiera sin apenas restricciones. A la vez, como efecto de la ley de concentración y centralización de capitales, se avanzaba en la Unión Europea, en el mercado asiático controlado por Japón y los «dragones asiáticos», en las propuestas yanquis de TLC contra las Américas, etc. Son transformaciones simultáneas que reflejan el cambio de una fase histórica capitalista a otra dentro de su naturaleza imperialista esencial y permanente. El hundimiento de la URSS aceleró y fortaleció esta dinámica.

  4. Esta «nueva» burguesía no surge sólo de la expansión financiera en todas sus formas, sino también de la mundialización de las grandes transnacionales y de los monopolios capitalistas, que han procedido a reducir sus plantas gigantescas ubicadas en el centro imperialista y las han multidividido en pequeñas o medianas empresas repartidas por muchos países, con una estricta y efectiva división de tareas en base al control directo realizado en tiempo real, aprovechándose de las enormes diferencias salariales, legales y democráticas. Al ramificar sus empresas, las transnacionales han tenido que crear nuevos técnicos y ejecutivos muy bien pagados, generalmente jóvenes ambiciosos e implacables, fieles a la empresa hasta la muerte; además, han tenido que contactar con burguesías locales, funcionarios y especialistas, contratarlos o sobornarlos, acelerando la creación de correspondientes «nuevas» burguesías delegadas en esos países. En realidad este es un proceso que ya se inició con el colonialismo y se aceleró con el imperialismo en su primera expansión, pero ahora, con la mundialización de la ley del valor, con la liberalización de los mercados y de las finanzas, y con los nuevos transportes y telecomunicaciones en tiempo real, se está soldando muy rápidamente los lazos que unen a la «nueva» burguesía imperialista con las «nuevas» burguesías delegadas que genera en los países sometidos.

  5. Sin embargo, tales cambios generaban tensiones intraburguesas que no podemos detallar aquí excepto en dos aspecto importantes: uno, las resistencias de fracciones industriales clásicas, metalurgia, automoción, transporte, química, energéticas, etc., que eran conscientes de la capacidad de producción excedentaria que se iba acumulando en todo el capitalismo eurocéntrico y que exigían, y lograban, un endurecimiento de los controles a las importaciones, presionando para que volviera cierto proteccionismo tan denostado por el capital financiero. Otro, las advertencias crecientes de sectores tecnócratas y ejecutivos sobre el imparable descontrol del «milagro financiero», sobre el aumento exponencial del «dinero negro» y «sucio», de la «economía criminal» y «subterránea», de las «áreas grises y alegales» que permiten toda serie de trampas y juegos malabares con el dinero ficticio, electrónico, pero sin valor real en última instancia.

  6. Para comienzos del siglo XXI de la cronología occidental estas y otras fricciones intraburguesas eran apreciables para quien quisiera bucear un poco en el problema, pero todavía seguía dominando la «nueva» burguesía. Solamente desde verano de 2007 en adelante, una vez que la denominada «crisis de la deuda» ha sacado a la luz de manera innegable la extrema gravedad de la situación económica, sólo entonces y a regañadientes la «nueva» burguesía se ha resignado a una revisión de sus postulados. Cierto es que ya antes se habían producido depuraciones y hasta «castigos» contra determinadas grandes corporaciones y transnacionales –Enrom, etc.– por sus abusos e ilegalidades, pero no porque las habían cometido sino porque las habían hecho mal, aumentando los riesgos para la burguesía en su conjunto. Tampoco es la primera vez, ni será la última, en la historia del capitalismo en que la burguesía aplica dosis de su justicia de clase a sectores empresariales que se han excedido en su celo por la máxima ganancia en el menor tiempo posible sin reparar en las consecuencias para el resto de la burguesía como clase. Una vez más, el Estado juega aquí un papel central siempre que se trate de un capitalismo fuerte y de su correspondiente Estado.

  7. Lo cierto es que actualmente la clase burguesa mundial, con sus diferencias internas, está procediendo a replantearse algunos de los esquemas aplicados en las dos últimas décadas para salvar el sistema de la crisis tremenda iniciada a finales de los ’60. Los «treinta gloriosos» fueron únicos, pero estas medidas posteriores lograron prolongar algunas de aquellas glorias durante otros veinte años más pero con unos costos globales para la humanidad insoportables a corto plazo, por no decir catastróficos. La pequeña lucha fratricida que se libra ahora mismo dentro de la burguesía mundial no responde a la preocupación por el destino de la humanidad de un sector burgués, arrepentido por el monstruo que ha desatado y que no puede controlar, sino a su fría y egoísta conciencia de clase de que debe remodelar sus mecanismos de explotación, y si para ello debe sacrificar a las fracciones más irresponsables y timoratas, lo hace. Insistimos en que esta autodepuración no es nada nueva en la historia del capital, sino que es recurrente y periódica, más aún, es consustancial a cada una de sus grandes crisis, y a corta escala en las pequeñas. E insistimos en que el Estado vuelve a jugar el papel clave en ella.

5.- ALGUNOS DATOS ACTUALES:

  1. El enriquecimiento gigantesco de la «nueva» fracción burguesa y el enriquecimiento muy apreciable del resto de la clase, ha sido a costa del inevitable empobrecimiento relativo y absoluto de la humanidad trabajadora. El primero, el empobrecimiento o depauperación relativa significa que la renta que reciben los pueblos trabajadores sube proporcionalmente menos en relación a la renta total producida que el aumento de la renta que obtiene el capital. Es decir, que aumentan las distancias en riqueza entre explotados y explotadores aunque los primeros hayan mejorado algo porque los segundos han mejorado mucho más. El segundo, el empobrecimiento o depauperación absoluta quiere decir lo que dice textualmente, que las masas explotadas son objetivamente más pobres hoy que ayer, que a pesar de un aumento de la producción de bienes, las clases y pueblos explotados, las mujeres y personas ancianas, son más pobres en el presente que en el pasado, sufren más hambre y frío, más enfermedades, etc., que en el pasado.

  2. Recordando lo anteriormente dicho sobre las crecientes críticas a los métodos oficiales de medir el PIB, la pobreza, etc., y teniendo en cuenta las dudas muy razonadas que existen sobre los informes del Banco Mundial, del FMI y hasta de la propia ONU, teniendo todo esto muy en cuenta, sabemos que aproximadamente 854 millones de personas sufren hambre en todo el planeta y que esta cantidad no ha pasado de subir desde 2006. Sabemos que ya no se va a cumplir el famoso Objetivo del Milenio consistente en reducir a la mitad el hambre en el mundo entre 1990 y 2015. Mientras que más de 6 millones de niños menores de 5 años mueren cada año por causas relacionadas con el hambre, mientras tanto aumenta el consumo de biocombustibles, multiplicando los precios de la alimentación básica. Según estos objetivos, África podría reducir drásticamente las hambrunas con 25.000 millones de dólares, pero lo que gastan los EEUU en Irak asciende a 180.000 millones de dólares. Por ejemplo, para obtener 50 litros de biocombustible se necesitan 200 kilos de maíz o la comida de una persona durante un año. Según el Banco Mundial, el 19% de la población mundial malvive en la pobreza extrema, y si le sumamos las que malviven con menos de dos dólares diarios, llegamos a la escalofriante cifra del 40%. Pero las mujeres están más empobrecidas que los hombres, que controlan el 98% de la riqueza del planeta, mientras que el 80% de los pobres son mujeres. El 60% de la infancia que no recibe educación básica es femenina y son mujeres el 66% de los 876 millones de analfabetos maduros. ¿Y qué decir de la explotación sexual y de la esclavización de la infancia?

  3. La depauperación absoluta, el hambre creciente, no se expande sólo en el tercer y cuarto mundos, también dentro de los EEUU. El número de personas hambrientas ha aumentado en 390.000 más entre 2005 y 2006, año este en el que 35 millones de los 294 millones de habitantes pasaban hambre. Y por los datos que ya se empiezan a disponer del pasado 2007, el hambre sigue aumentando porque se ha tenido que aumentar en una media del 10% la cantidad de ayuda contra el hambre de octubre’06 a octubre’07, existiendo ciudades industriales clásicas muy severamente azotadas por los cambios que estamos analizando y a los que volveremos luego, donde esas ayudas se han disparado: Detroit, por ejemplo, las ha tenido que aumentar en un 35% en el mismo plazo. En Nueva York 1 de cada 6 habitantes sufre problemas de alimentación, y el 59% de los comedores públicos no tienen recursos suficientes para responder al aumento del hambre lo que les obliga a reducir las raciones y expulsar trabajadores. En esta ciudad, el 32% de los ancianos hispanos tiene «inseguridad alimentaria», eufemismo que oculta la tragedia diaria, y otros informes lo elevan hasta el 33% si se tiene en cuenta a los ancianos y ancianas negras, bajando al 17% entre los blancos. No hace falta, por tanto, reiterar que son las mujeres, la infancia y la vejez, sobre todo de las naciones explotadas, las que sufren las peores consecuencias del enriquecimiento extremo de la burguesía yanqui. Se estima que casi el 20% de la infancia no tiene comida suficiente o si la tuvo, no disfruta de garantías para el futuro inmediato.

  4. Hemos citado algunas pocas estadísticas sobre la realidad del planeta centrándonos en sus extremos, viendo cómo la pobreza absoluta y la explotación en todas sus formas están tanto en el «primer» mundo como en el planeta entero. Pensamos que son suficientes para mostrar las tendencias que se están desarrollando a escala mundial. De hecho, el informe de FMI de octubre de 2007 reconoce que en los últimos 20 años la «globalización» ha ampliado la brecha que separa a los países, ha aumentado las desigualdades en renta entre ellos, agrandado las distancias entre «ricos» y «pobres». De hecho, y si reducimos un poco el área de estudio a la que abarca la OCDE un muy reciente informe de marzo de 2008 reconoce que las pensiones son nada menos que un 25% inferiores a las de hace 1992, retroceso que significa un empeoramiento absoluto de las condiciones de vida de los millones de pensionistas que no tienen otros ingresos, excepto su pensión que va disminuyendo año a año en comparación al aumento del costo de la vida.

  5. En cuanto a la Unión Europea, las estadísticas más fiables reconocen la existencia de un 15% de personas empobrecidas, 72 millones, mientras que otros 32 millones están apenas por encima del nivel oficial de pobreza. Otras estadísticas más recientes hablan de 78 millones de pobres, de los cuales nada menos que 19 millones son niños. Estos datos son coherentes con la tendencia al descenso de los salarios desde 1993, cuando representaban el 68% de la renta total al 64% de 2006, una pérdida de 4 puntos en 13 años. Justo al empobrecimiento obrero y popular se ha producido un enriquecimiento burgués ya que si en 1979 el 1% de las familias más ricas obtenía el 8% de las rentas, en 2004 había subido al 14%, mientras que en las mismas fechas el 20% de las familias más pobres han visto descender su participación en la renta del 7% al 5%. Otras estadísticas muy rigurosas porque usaban datos de la Europa de los 15 en la década de los ’90 y algo después, demuestran que el gasto social, o salario indirecto, descendió del 8,4% en 1991 al 3,2% en 2003, lo que significa un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Estas mismas estadísticas mostraban que en 2003 el 20% de las personas más ricas tenían en 40% de la renta, mientras que el 20% más pobre sólo el 7% de la renta europea.

  6. Si ponemos como punto de referencia cara al futuro a la situación alemana, vemos que en el año 2000 el 62% de la población pertenecía a lo que se denomina «clase media», de la que luego hablaremos, pero en 2007 había descendido al 54% porque se han reducido los salarios reales. A la vez, existen 1.500.000 trabajadores que cobran la miseria de 5 euros por hora de trabajo, menos que el salario mínimo estatal en los EEUU, lo que significa la existencia de un considerable infraproletariado en un capitalismo como el alemán, supuesto modelo de «bienestar». Muy poco por encima de esta franja, están otros millones de trabajadores que cobrando un poco más, sin embargo no llegan al salario de 7,5 euros y mucho menos al de 8,44 euros/hora, salarios reivindicados como el mínimo nacional por diversas plataformas obreras y sindicales. Toda una franja de trabajos-basura como limpieza, telemarketing, hostelería y servicios, peluquería, comercio, logística privada, etc., son los afectados por esta explotación salvaje. Además, el 77% de los trabajadores con salarios mínimos tienen estudios de formación profesional y un 10% tienen estudios universitarios.

  7. No tiene sentido aburrir a las lectoras y lectores con datos que confirman de mil modos estas tendencias, de la misma manera que tampoco tiene sentido ahora repetir los datos que muestran cómo la «crisis de la deuda» conocida en verano de 2007 no hace sino agravar la situación cotidiana de millones de familias, especialmente en los Estados en los que la burbuja financiero-inmobiliaria ha sido uno de los motores decisivos de la expansión económica, como en el Estado español e Irlanda, por poner dos ejemplos llamativos, aunque podríamos citar algunos más. Lo que nos interesa ahora es analizar las transformaciones en la clase trabajadora a raíz de los cambios que hemos visto. Vamos a destacar aspectos como la descentralización, deslocalización, flexibilización, multicontratación y precarización.

6.- CUATRO ATAQUES BURGUESES:

  1. La descentralización de muchas las grandes empresas en otras varias más pequeñas coordinadas en base al mando central patronal, ha multidividido geográfica, cultural y nacionalmente a la clase obrera industrial. Aunque este proceso de parcelación no es total y quedan muchas fábricas medias y grandes sin dividirse, ahora una parte cualitativamente apreciable del «nuevo» proletariado perteneciente a una misma empresa transnacional está esparcido en varios Estados. Se debilita así mucho la unidad de clases, su consciencia y su capacidad de lucha en esas fábricas. Además, su mera existencia sirve para amedrentar a otros trabajadores de empresas que no se han parcializado aún pero que saben que su huelga tiene ahora menos posibilidades de victoria porque otras empresas descentralizadas pueden producir lo que ellos no hacen.

  2. Junto a la descentralización de empresas actúa también la deslocalización, es decir, el traslado de la fábrica entera o de sus partes importantes a otra región o Estado para aumentar los beneficios. La deslocalización es una terrible amenaza para lo clase obrera en su conjunto y una baza terrorista en manos de la burguesía porque paraliza por miedo a la clase obrera, genera tensiones dentro de las empresas y entre ellas mismas. Aunque no se lleva a la práctica la deslocalización, su sola posibilidad actúa como amenaza preventiva. Pero, además, una vez realizada supone la destrucción de todo el tejido urbano, social y vivencial creado colectivamente por la clase obrera en un pueblo o barrio, en una ciudad incluso, como veremos.

  3. La acción simultánea de la descentralización de la gran empresa, de su partición de varias pequeñas empresas trasladadas a otros lugares y la deslocalización de otras empresas en la misma zona industrial, esta acción simultánea, supone la desindustrialización de zonas enteras conlleva la imparable extinción física de la clase obrera que correspondía a las empresas desaparecidas. Se trata del exterminio «biológico» de la clase obrera concreta que vive y lucha en una zona concreta. Hemos citado el caso de la ciudad de Detroit, pues bien, hay muchas más y luego veremos cómo la reordenación del espacio industrial productivo en espacio económico de servicios es una de las bazas del capitalismo para derrotar al proletariado y, a la vez, para abrir nuevas áreas de enriquecimiento.

  4. A la vez, la patronal y el Estado, con la ayuda del reformismo sindical, han introducido en muchas fábricas la flexibilización productiva o toyotismo, que consiste en crear grupos o brigadas de trabajo con tareas y cupos a producir en cuanto unidad, no en cuanto individuos. Mientras que el «viejo» proletariado de antes de los ’80 trabajaba en grandes instalaciones, con ritmos y cupos fijados individualmente, con un control coercitivo directo, ahora estos grupos pueden variar su intensidad y su ritmo con tal de producir lo mandado en el tiempo establecido o incluso en menos tiempo, a destajo. Las nuevas tecnologías les permiten intercambiar sus respectivas tareas en el grupo, pudiendo hacer innovaciones para adelantar el trabajo, vigilándose unos a otros para ser el grupo ganador, y no dudando en delatar al compañero que no rinde para que lo echen del grupo. La patronal impone así una cerrada lucha entre los propios obreros tanto en el interior de sus grupos como entre estos grupos.

  5. El toyotismo o cualquiera de sus variantes puede aplicarse a una gran gama de trabajos, desde venta y marketing, hasta montaje, construcción, pasando por limpieza, transportes, etc., y también a los trabajos llamados «inmateriales» e «intelectuales», así como a los muy especializados por su alta cualificación tecnocientífica. Una de las bazas del grupo flexible es que difumina el control disciplinario sobre el trabajador al imponer la apariencia de «democracia» y «autogestión» relativas en el grupo, siempre que cumpla sus objetivos. Son los trabajadores los que se vigilan así mismos, aunque siempre existe un jefe y responsable que es el primer interesado en que todo marche bien porque cobra más. En estas condiciones, los derechos sindicales terminan apareciendo como un peligro porque pueden disminuir las «libertades» del grupo para hacer lo que quiera, sobre todo el destajo, para producir más que otros grupos. Sólo los sindicatos corporativos y sectorializados, amarillos, pueden ofrecen alguna garantía a los toyotistas que, por su propio interés, rechazan todo planteamiento colectivo y de clase.

  6. La multicontratación es una técnica destinada a acabar con los contratos colectivos, los convenios y en general con todas las formas contractuales basadas en la unidad de clase de los trabajadores, unidad de clase por encima de sus especializaciones técnicas precisas, que también son tenidas en cuenta pero siempre dentro de la visión colectiva. La patronal busca imponer el individualismo más extremo posible dada la relación de fuerzas en lucha: si consigue imponer diez formas de contratos diferentes mejor que si consigue imponer cinco, pero peor que si consigue imponer quince. A mayor complejidad, diferencia y oposición entre la mayor cantidad posible de formas de contratación, pero para la clase trabajadora y mejor para la burguesía. El sueño de cada patrón es individualizar todos los contratos, impedir que se conozcan entre ellos para impedir toda resistencia colectiva, llegando al máximo de cada trabajador un contrato individual con el patrón.

  7. Cada nuevo adelanto tecnocientífico aplicable a la producción o al trabajo, es una excusa para aumentar la lista de categorías profesionales dividiendo más a los trabajadores. Especialmente, la informática permite inventar tantas categorías y contratos diferentes como necesidades disciplinadotas tiene la patronal. Cada nueva reforma interna o cada nueva fusión, compra o venta con otra empresa, cualquier excusa vale a la patronal para intentar imponer muchas formas diferentes de contratos. La descentralización, la amenaza de deslocalización, el toyotismo en cualquiera de sus formas, son otros tantos argumentos para romper en lo posible la unidad de los trabajadores. Una de las bazas de la multicontratación radica en la ideología individualista que siguen teniendo los trabajadores.

  8. Por último, la precarización consiste en anular toda seguridad en el puesto de trabajo, en que, salvo catástrofe, el puesto de trabajo está asegurado si no para siempre sí durante mucho tiempo. Una vez más, como en el resto de medidas vistas, ésta también busca introducir el miedo, la ansiedad y la inseguridad por el futuro en los trabajadores, para hacerlos más dóciles y serviles, amedrentados, dispuestos a cobrar menos, trabajar más y en peores condiciones con tal de tener un salario, aunque precario pero salario. En sí mismo, todo trabajo asalariado es precario por cuanto depende de la relación de fuerzas entre las clases enfrentadas en todos sus niveles, de modo que si la burguesía tiene más fuerza que el proletariado, también en el plano individual, puede romper el contrato de trabajo incluso asumiendo costos judiciales y legales porque posee medios de sobra para responder a ellos y reiniciar el negocio explotador con otros trabajadores peor pagados. Ocurre lo mismo que cuando le resulta más rentable pagar una multa por contaminación o por seguridad e higiene, etc., que pagar las reformas necesarias según la ley. No ocurre así con el proletariado, que sólo tiene su fuerza de trabajo, su consciencia de lucha y su organización.

  9. La codicia y afán por el máximo beneficio llevan al capitalismo a intentar precarizar todas las formas de trabajo, aunque la propia experiencia ha enseñado a algunas fracciones burguesas que es conveniente tener un número de trabajadores fieles, bien pagados y permanentes porque son los de mayor productividad, pero al resto se les aplican todas las formas de precariedad que acepten y soporten. Se crean así tres niveles de precariedad: En un extremo está el grupo el de los contratados cuasi fijos, los selectos, muy capacitados e incondicionales pero también imprescindibles para empresa…mientras no aparezcan otros mejores o la empresa introduzca otras tecnologías que hagan inservibles a los hasta entonces imprescindibles, como suele ocurrir. En otro extremo está el grupo de los precarizados sin contrato estable, a tiempo parcial, que entran y salen según las necesidades del momento, que dependen de las ETTs, que desesperadamente intentan sumar puntos y méritos a costa de sus compañeros y del servilismo más abyecto. En la mitad está un grupo intermedio de cualificación alta-media, más estables que los terciarizados del todo pero más inseguros que el primer grupo.

  10. Pero en los últimos tiempos está creciendo un cuarto grupo, todavía en peores condiciones que el precarizado, al que algunos investigadores denominan ya como el «cuarterizado» o «infraclase» y que se asemeja mucho al peonazgo y lumpemproletariado del siglo XIX. Son las trabajadores que malviven buscando toda serie de cosas, desde un fugaz puesto de trabajo mísero y de fuerza bruta, hasta reciclando basura, cartones, vidrios, etc., pasando por la caridad y la mendicidad. Casa vez más, se está generalizando lo ya visto en Alemania: que aumentan los trabajadores peor pagados pese a tener estudios profesionales o universitarios que deberían garantizarles mejores salarios. Incluso esto ya ocurre entre los «cuarterizados», en la «nueva mendicidad», en la que caen incluso técnicos y ejecutivos. Ello ocurre por dos razones básicas: una porque el capitalismo tiene demasiada capacidad productiva instalada y al no poder ponerla en pleno rendimiento por miedo a la crisis de superproducción también rechaza ya fuerza de trabajo cualificada, y otra porque, además, el sistema educativo en el centro imperialista está muy atrasado con respecto a las nuevas urgencias productivas impuestas por el desarrollo tecnocientífico, lo que hace que la gran mayoría de universitarios apenas conozcan esos adelantos.

  11. Las cuatro medidas aquí analizadas, que forman parte de un ataque total de la burguesía contra el proletariado, tienen, además de las consecuencias ya vistas, otro efecto global de profundas consecuencias: la destrucción de los espacios vivenciales de la clase obrera, tema que hemos apuntado arriba. A cada gran transformación en las formas de explotación salarial le corresponde su forma de espacio de reproducción social de la clase trabajadora, formas al principio impuestas por el capitalismo porque facilitan esa explotación, porque son funcionales a ella, pero que, con el tiempo, son relativamente conquistadas, reconvertidas y usadas por el pueblo para, mal que bien y en una pugna permanente con la clase dominante, hacerse fuerte en dichos espacios. Un ejemplo son los llamados «cinturones rojos» de las ciudades en donde la clase obrera vota con más o menos continuidad a fuerzas de centro-izquierda, de reformismo duro y hasta revolucionarias; pueblos suburbiales con alcaldías de izquierda, con fuerte implantación generacional de movimientos populares, sindicales y de todo tipo.

  12. La destrucción física por desmantelamiento de las industrias y de las barriadas populares a ellas pegadas, de estos «espacios rojos» e «islotes de socialismo» en el océano capitalista, es una prioridad para la clase burguesa sobre todo cuando necesita salir de una crisis estructural. Si no se puede pueden destruir físicamente esos espacios, y se sabe que no es tan difícil aunque requiere muchos años, sí se puede cambiar tanto un pueblo, un barrio e incluso una ciudad industrial que al cabo de algunos años ya no sea lo que fue. Hay muchas experiencias terribles al respecto en todos los capitalismos desarrollados que no han dudado en imponer drásticas transformaciones en el espacio industrial, cerrando empresas o ayudando a su deslocalización, declarando en ruinas bloques enteros de viviendas, recalificando espacios naturales y públicos para privatizarlos, cambiando los anteriores planes de transporte y ordenación urbana para condenar a la miseria a zonas populares, dejando de invertir en asistencias sociales necesarias a la vez que se permite o se facilita y potencia la aparición del narcotráfico, prostitución, delincuencia, etc., mientras por el lado opuesto se aumenta la represión contra la izquierda, para ir asfixiando la vida pública en esa zona hasta obligar a la juventud a marcharse a otras. Existen muchos métodos a disposición de la burguesía para lograr esos objetivos que tienen, como mínimo, cuatro grandes razones.

  13. Por un lado, debe destrozar la centralidad obrera y popular que se muestra con mucha fuerza en las grandes huelgas industriales que son apoyadas por los vecinos de los barrios, en donde viven esos trabajadores, por sus familias, por otras pequeñas empresas que dependen de las grandes, etc., acabar con estas luchas de masas es una verdadera obsesión que quita el sueño a la clase dominante; además, dentro de este punto, la destrucción del espacio vivencial obrero y popular es imprescindible para acabar con los rebrotes periódicos de formas de resistencia violenta e incluso armada como lo atestigua toda la experiencia al respecto, desde las luchas anarquistas individuales y de las insurrecciones blanquistas en el siglo XIX hasta las recientes luchas armadas en el centro imperialista: se trata de quitar el agua a la pecera en la que se mueven los grupos armados.

  14. Por otro lado, unido a lo anterior, se trata de cortar el cordón umbilical que permite que las nuevas generaciones de la clase obrera aprendan de la memoria de lucha de sus padres y madres, hermanas y hermanos, del pasado, de lo que se luchó, de sus errores y aciertos. Se trata de desarraigar a las nuevas levas de trabajadoras y trabajadores para que no desarrollen su conciencia de serlo, para que no tengan memoria, carezcan de pasado y hasta de referentes simbólicos asentados en la vida colectiva, en la vida de barrio y de pueblo, en donde la memoria y la conciencia colectivas resisten más eficazmente aunque cada determinado tiempo existan altibajos y crisis pasajeras en la fuerza de las organizaciones revolucionarias, sindicatos, movimientos populares y sociales, etc., asentados en el barrio y en el pueblo.

  15. Además, una vez logrado este objetivo o mientras se avanza en ello, las nuevas zonas liberadas para el capitalismo son empleadas o bien como espacios en los que se reubica a las masas de emigrantes, de sectores sociales desclasados, de drogadictos sin cura, de delincuencia y mafia no controlable ni manipulable por la policía, etc., de modo que esos espacios son auténticos bantustanes, zoológicos humanos, reservas indias en donde se amontona y se vigila estrechamente todo aquello que la fina y educada burguesía no quiere ver ni oler ni sentir en sus lujosos barrios céntricos, protegidos y mimados por los ayuntamientos y poderes de todo tipo. Es muy importante la previa expulsión del rojerío comunista y revolucionario de esas zonas para evitar que conciencien a sectores de sus nuevos pobladores. A lo sumo que permite la burguesía en ellos es a alguna organización de caridad, a algún «cura obrero» aislado de su propia Iglesia y clamando inútilmente en el infierno del sida, prostitución y delincuencia.

  16. Por último, según las zonas, circunstancias y necesidades, esos espacios son dedicados al negocio de la especulación financiero-inmobiliaria, para zonas residenciales y de lujo, para centros industriales especializados, para grandes superficies, almacenes y zonas de diversión alienada y consumismo compulsivo, o para nuevas viviendas en las que reubicar a la juventud obrera y pequeño burguesa sin recursos que ha sido expulsada de sus antiguos espacios vivenciales, de los destruidos por ser «cinturones rojos». Dependiendo de múltiples factores, la expansión geográfica de capitalismo en el medio urbano y rural circundante crea nuevos espacios urbanos, de servicios e industriales capitalistas, pero siempre dentro de la lucha de clases más o menos latente o pública, sorda o bullente.

  17. Como resultado de estos cambios y luchas se transforma la clase trabajadora en su conjunto, pero manteniendo su esencia genética, el hecho de que al final siempre depende de un salario para poder seguir viviendo. Aquí nos enfrentamos a tres debates clásicos que hay que responder en cada momento, dejando otros sobre la burguesía, etc., a los que ya nos hemos referido arriba. Uno es el de si ha desaparecido o no la clase obrera, si debemos decir o no «adiós al proletariado» y por tanto a la lucha de clases; otro es el de las fracciones internas de la clase obrera; y por último, tenemos también el sempiterno debate sobre la «clase media». Hay que decir que son debates recurrentes, periódicos, que renacen cada determinado tiempo porque atañen al choque frontal entre la ideología burguesa y su método, la sociología, y el marxismo y su teoría de la lucha de clases. Son debates que no pueden concluir definitivamente nunca sino a condición de que antes se haya extinguido el capitalismo. Mientras que exista explotación asalariada, opresión política y dominación cultural, y más aún mientras que éstas sean reforzadas por el sistema patriarcal y por la opresión nacional, existirá lucha de clase y por tanto lucha permanente entre la ideología burguesa y el marxismo.

7.- NECESIDAD DE LA TEORÍA:

  1. A comienzos del siglo XXI de la cronología eurocéntrica la lucha de clases está más activa que a finales del siglo XX, lo que indica que empieza a recomponerse el «nuevo» proletariado mundial tras los duros efectos de la contraofensiva capitalista que estamos analizando, efectos que todavía no se han agotado porque sigue adelante la contraofensiva que los causa. A nivel mundial y de forma determinante, son los pueblos trabajadores oprimidos nacionalmente de forma directa o indirecta, los que están llevando adelante esta lucha implacable. A nivel del capitalismo imperialista, que llaman «desarrollado», «céntrico» o «norte», son los pueblos trabajadores y, en donde hay opresión nacional, que lucha por su liberación como pueblo, los que llevan el peso de esas luchas; y a nivel de los capitalismos imperialistas en los que no están tan agudizadas las oposiciones entre la burguesía y el conjunto del pueblo trabajador, en estos casos, son distintas fracciones de la clase obrera las que llevan el peso.

  2. El concepto de «pueblo trabajador» está presente en el vocabulario científico-crítico marxista desde sus orígenes, y es utilizado para reflejar la existencia de un amplio movimiento de lucha sociopolítica que ha superado la fase inicial de lucha economicista y reformista para avanzar en la aglutinación de todas las fracciones del proletariado, de la clase obrera en su conjunto, sean productoras de valor o trabajen en el sector servicios. Además, este concepto integra en los momentos de ascenso revolucionario a sectores concienciados del campesinado, de autónomos y profesiones liberales radicalizadas así como de pequeño burgueses que han optado por la lucha revolucionaria. Es en las condiciones estructurales de opresión nacional cuando este concepto adquiere todo su pleno potencial teórico, del mismo modo que es en las fases capitalistas en las que aumenta la multidivisión y parcelación de la clase obrera en su conjunto, cuando este concepto adquiere más relevancia por su capacidad integradora e incluyente. Además, permite introducir en la praxis revolucionaria toda la riqueza de las culturas populares no alienadas ni mercantilizadas, todas las memorias de lucha precapitalista que laten en las masas y todas las aspiraciones profundas que las organizaciones tradicionales no tienen en cuenta.

  3. La tesis del aburguesamiento del proletariado es tan vieja como el reformismo, sobre todo desde que éste adquirió impronta teórica a finales del siglo XIX. Desde entonces ha flotado como un corcho en el huracán de las luchas sociales esperando a que este se calmara para rebrotar con toda la fuerza que le pueden darle los medios de prensa burgueses, sus intelectuales y universidades, y el reformismo. Pero tras esos momentos de gloria espuria basta que se reinicie el movimiento revolucionario para que ese mito se esconda otra vez en el puerto de las bibliotecas. No tiene sentido el perder el tiempo ahora en su crítica, como tampoco lo tiene extendernos en la tesis de «adiós al proletariado» que causó furor entre los autoderrotados de los ’70, antiguos estudiantes radicalizados en el mayo’68 y que sintieron vértigo ante la fuerza del proletariado en las luchas posteriores, pero sobre todo sintieron miedo pánico ante la fuerza de la represión burguesa.

  4. Sí tiene sentido extendernos en las «nuevas» fracciones de la clase trabajadora, entendiendo por tal al conjunto de la población que, primero, no tiene otra forma de vida que su salario y que por tanto no vive de explotar a otro y otros trabajadores y trabajadoras; segundo, que no vive sin trabajar y gracias a acciones o a capitales invertidos en bolsa o en títulos del Estado, sino que tiene que trabajar asalariadamente; tercero, que no importa que su trabajo produzca valor o no produzca valor, sea de servicios; cuarto, que aunque no trabaje asalariadamente depende por estructura vital familiar del salario de otros u otras, de su marido, padres, familiares, etc., es decir, el caso de las mujeres de clase trabajadora que sólo realizan trabajo no asalariado, en caso de la juventud obrera, de las personas de tercera edad que fueron asalariados y malviven con pensiones de miseria, o que fueron esposas de asalariados y tras su muerte malviven en la pobreza, etc.; quinto, las personas con salarios altos o medios, con puestos de responsabilidad técnica pero no de vigilancia ni de control de otras trabajadoras y trabajadores, es decir, que no son agentes directos de la opresión y dominación del empresario contra el trabajador; y por último, sexto, asalariados en las nuevas empresas de lo «inmaterial» e «intangible», de eso que llaman «creadores», trabajos en Internet y mediante las nuevas tecnología informáticas, diseñadores de programas, de moda, de prensa, de imagen y un largo etcétera, que se creen con un estatus superior, distinto, pero que son simples, vulgares y normales asalariados frecuentemente sometidos a sobreexplotación y a formas muy específicas de dura precariedad. O sea, estamos hablando de aproximadamente el 80% de la población en el capitalismo imperialista, o más según las características de los países.

  5. De esta clase trabajadora masivamente mayoritaria en el capitalismo imperialista hay que especificar a la fracción obrera, o clase obrera en cuanto tal, compuesta por quienes cobran salarios medios y bajos, en talleres, fábricas, almacenes, distribuidoras, oficinas, banca y ahorro, servicios privatizados, etc. Por ejemplo, una mujer, una anciana, un joven estudiante pertenecen a la clase trabajadora por su ubicación objetiva en la sociedad, por cómo viven, por dónde encuentran y obtienen sus medios de vida, pero no pertenecen a la clase obrera activa porque no han entrado en un trabajo asalariado todavía –la mujer y el joven– o porque ya han salido de él como el caso de los jubilados. Hacer esta matización entre clase trabajadora en su conjunto y clase obrera activa es importante para poder comprender muchas realidades sociales que no interpretamos incorrectamente, sobre todo según los dogmas burgueses.

  6. En el capitalismo imperialista, la fracción industrial y creadora de valor dentro de la clase obrera va en lento retroceso porque, de un lado, el potencial tecnocientífico permite producir más valor, más mercancías, con menos trabajadores y, por otro lado, porque esas máquinas están siendo llevadas como hemos visto a otros países donde el pueblo trabajador, su clase trabajadora y su clase obrera son más fácilmente explotables y producen más con menos costos. En estos países la fracción industrial de la clase obrera, el clásico «trabajador de mono azul», «grasiento», es abrumadoramente mayoritario no sólo porque el grueso de las industrias pesadas, sucias y contaminantes están allí, no sólo porque en sus países el sector servicios está menos desarrollado, sino también porque los llamados «trabajadores de cuello blanco», limpios, técnicamente preparados y que controlan a distancia las sucias fábricas lejanas, están monopolizados en el capitalismo imperialista.

  7. En el capitalismo imperialista está en aumento el trabajador «de cuello blanco» como hemos dicho, entre ordenadores para crear programas muy cualificados, en fábricas y laboratorios de tecnología punta en nuevos materiales, nuevas energías, sanidad, física en todas sus formas, biotecnología y genética, química, etc., muy protegidos por servicios de seguridad privada o estatal, muy fieles a sus empresas, con sueldos especiales y contratos que les obligan al secreto profesional, o directamente militarizados o bajo disciplina estatal. Con esta fracción de asalariados especiales, también está creciendo todos los ayudantes y especialistas necesarios, menos cualificados pero imprescindibles, que trabajan en empresas adjuntas en forma de red y de corporaciones. El imperialismo, sus monopolios y transnacionales vigilan muy atentamente para que las llamadas «potencias emergentes» no tengan acceso a estos conocimientos, no puedan contratar a estos asalariados, tengan que depender de la tecnociencia capitalista. Según avanza la industrialización, estos asalariados especiales se van convirtiendo en trabajadores dependientes como los demás de su salario, muy controlados y vigilados, sobornados con favores, pero explotados como los demás, y empiezan a surgir quejas y protestas en algunos sectores.

  8. En el capitalismo imperialista está en aumento el llamado sector servicios, es decir, el creciente número de trabajadores imprescindibles para que al final se puedan vender todas las mercancías que hacen los trabajadores productores de valor, que crean cosas nuevas que no existían antes y que, al venderlas, producen unas ganancias al empresario. Según aumenta la complejidad, diversificación e interconexión de los procesos productivos, según aumentan las formas, colores y diferencias entre las mercancías ya existentes, y según se producen nuevas mercancías que antes no existían, según esto, el capitalismo no tiene más remedio que aumentar el número de trabajadores dedicados a facilitar que todo ello funcione y que al final se vendan las mercancías, de lo contrario sobreviene la crisis. Si antes en el capitalismo imperialista 100 trabajadores industriales producían 100 mercancías y hacía falta 100 trabajadores de servicios para facilitar su venta y cerrar el ciclo completo que acaba aumentando la propiedad privada de la burguesía, ahora, por ejemplo, sólo hacen falta 10 trabajadores industriales que producen 1000 mercancías y 200 trabajadores de servicios para acelerar en lo posible todo el proceso. Lo que sucede es que en el capitalismo mundial, ahora hay miles de trabajadores industriales pero en los países empobrecidos o en eso que llaman «desarrollo», por seguir con este ejemplo.

  9. En el capitalismo imperialista se tiende de manera imparable a la multiplicación, especialización y sobreexplotación de los cada vez más trabajos específicos en el sector servicios. No hay otra alternativa, si se le deja las manos libre a la burguesía, porque cada vez son más las trabas de todo tipo que frenan de mil modos el proceso entero de realización del beneficio, es decir, desde la producción inicial hasta el resultado tangible en la cuenta corriente del empresario. Una respuesta ha sido la de la producción al momento, es decir, intentar que en los almacenes sólo existan las mercancías necesarias para las ventas en un corto período de tiempo, evitando la tendencia ciega a la sobreproducción excedentaria. Para ello es imprescindible disponer de muy eficaces medios de estudio de la demanda efectiva y presente, de las demandas posibles y futuras, de las necesidades del mercado y de los gustos de los consumidores, de cómo se puede manipular todo eso para garantizar las ventas, de cómo se tiene que repartir en poco tiempo lo que está almacenado para que no «envejezca» y pierda valor, de cómo hay que producir inmediatamente las mismas mercancías cuando ya no hay más en el almacén, o producir nuevas mercancías, etc.

  10. Este sistema exige introducir muchas escalas, niveles y especialistas concretos en casa una de ellas, y vigilarlos de cerca con nuevos controles modernos para que no se pierda un solo segundo en todo el proceso, porque si el tiempo es oro en el capitalismo desde su origen, en la fase actual además de oro es diamante y platino. Bajo estas presiones hay que exigir más intensidad en el trabajo y más horas de trabajo, más especialización a unos y más simplicidad mecánica y autómata a otros, y más y más trabajadores de servicios en todos los pasos sucesivos del proceso entero. Desde el diseño inicial de la mercancía, pero también de las máquinas que las hacen, hasta el trabajador precarizado al extremo absoluto que envuelve la mercancía en las fiestas de navidad en la tienda, pasando por los trabajadores de almacén, mantenimiento, transporte y reparto, ordenación en las tiendas, atención al cliente, cobro, seguros y abogacía, bancos y cajas de ahorro, etc., sin tener en cuenta el resto de la sociedad capitalista en su conjunto.

  11. Sería excesivamente largo entrar ahora a explicar cuales de los estos trabajadores son productivos o cuales no, cuales son fijos, fijos discontinuos, contratados a tiempo parcial más o menos largo, precarios de mil formas, etc.; al igual que sería imposible extender este análisis a los recovecos de todo los procesos concretos de producción en todo el capitalismo imperialista, incluyendo la sanidad en los nacimientos hasta la sanidad en las defunciones, pasando por la educación y los espectáculos, por la industria del espectáculo y de la prensa, para terminar en los negocios transnacionales, familiares o del Vaticano. Obviamente, quien después de todo esto siga sosteniendo que la clase obrera ha dejado de existir, y por tanto ha dejado de existir la burguesía, es un ignorante o un reaccionario, o las dos cosas a la vez, que es lo más probable.

  12. Para evitar este ridículo, se inventan la tesis de las «clase medias», diciendo que son una cosa que Marx no entendió, no reconoció. Es mentira porque precisamente fue Marx el que más desarrolló esta teoría en su momento, criticando a los principales teóricos burgueses de su época, sobre todo a Ricardo, el mejor, que no tenía en cuenta la existencia de estas «clases medias». Lo que ocurre es que el concepto marxista es totalmente opuesto al burgués. Las «clases medias», en su forma actual, son como una especie de bolsa que crece y decrece según las alzas o bajas de los salarios especiales, de los trabajadores técnicos, etc., que por sus salarios y condiciones de trabajo, por el trato especial que reciben de los empresarios y de las instituciones, etc., creen que ya no son «obreros» en el sentido antiguo y tradicional. Hemos visto cómo en Alemania, se reconocía que con el descenso de los salarios en los últimos años se ha producido, según la terminología del informe, un descenso de las «clases medias». En realidad es un proceso común a todo el capitalismo imperialista porque al reducirse los salarios, al empeorar las condiciones de trabajo, los controles internos para aumentar la productividad, al aumentar el endeudamiento, etc., en estas condiciones generales muchos trabajadores de salarios superiores a la media también tienen que empezar a apretarse el cinturón.

  13. Peor aún, una parte de lo que se denomina como «nuevo vagabundo» proviene de las «clases medias» caídas en la ruina por diversos factores. Los datos son incuestionables al respecto en todo el capitalismo y muestran que lenta pero imparablemente van integrándose en el «nuevo vagabundo» antiguos técnicos especialistas, con estudios, con un pasado de «clase media», con niveles de vida relativamente altos para las condiciones medias de la clase trabajadora en su conjunto, que de pronto, en muy poco tiempo se ven absorbidos por una espiral de crisis de la que no pueden salir, por incapacidad personal o por lo que fuera, que tienen que dejar sus viviendas, sus lujos medios, su forma de vida y muy frecuentemente, más de lo que sospechamos, hasta sus familias porque se producen divorcios y separaciones. Y caen en la mendicidad, o en trabajos muy precarizados. Aunque la mayoría puede evitar esta catástrofe, muchos de éstos deben reducir drásticamente su forma de vida. Aunque ese golpe no garantiza en modo alguno que tomen conciencia sobre lo que objetivamente son, trabajadores asalariados como el resto, sino que se empecinen en su delirio subjetivo y opten por partidos de extrema derecha, añorantes de los «buenos tiempos pasados», como les suele ocurrir a la mayoría de la pequeña burguesía empobrecida.

  14. En el capitalismo imperialismo, estas «nuevas» condiciones sociales no han logrado derrotar definitivamente a la clase trabajadora. Entrecomillamos lo de «nuevas» condiciones, los tres métodos de destrucción de la centralidad material, cultural y social, los cuatro ataques descritos, la destrucción de los espacios obreros y populares, los cambios internos a la clase trabajadora que hemos analizado, porque todos y cada uno de ellos tienen claros antecedentes en la historia del capitalismo. La parcialización de la empresa con su deslocalización no son nuevas en la historia capitalista sino que, como hemos visto en el caso de la segunda, ya fue aplicada por primera vez, que se tenga constancia, en las luchas sociales en el norte de Italia y sobre todo abiertamente con la irrupción del maquinismo. También la descentralización de las empresas se aplicó en determinados períodos, por ejemplo durante la parte inicial de las manufacturas los centros de trabajo estaban «descentralizados» entre los grupos familiares que trabajaban en sus propias casas recibiendo las materias primas, etc., del empresario que se las llevaba y volvía a ver el resultado. Quiere esto decir que el capitalismo siempre ha recurrido a la movilidad cuando lo ha necesitado.

  15. En esencia, los grupos y el toyotismo no son nuevos en el capitalismo, que existen experiencias anteriores que sin llevar ese nombre sí funcionaban con el mismo método. Por ejemplo, las cuadrillas en el trabajo en el campo, en los estibadores de muelles y en carga y descarga en general, en las grandes obras públicas y de transporte desde mediados del siglo XIX en adelante, etc., en estos y otros trabajos se solían aplicar grupos de trabajo para determinadas tareas, buscando acelerar el ritmo, controlar mejor, dividir a los trabajadores, etc. Otro tanto hay que decir de la multidivisón en los contratos, en los puestos de trabajo, en los salarios. Fueron las luchas sociales las que arrancaron las conquistas de la contratación en grandes grupos laborales. Ha sido la lucha de clases la que ha ido recomponiendo poco a poco, con derrotas y fracasos, todos los destrozos causados por los sucesivos ataques burgueses.

  16. Esto misma se comprueba analizando la capacidad de la clase trabajadora para reconstruir nuevos espacios vivenciales en los que reorganizarse, pensar las nuevas realidades, encontrar nuevas formas de lucha, y mejorarlas. Cada fase de introducción de nuevas formas de explotación, con sus disciplinas, espacios y lugares materiales, mundos simbólicos, etc., ha sido seguida de una inicial pasividad obrera y popular, luego de una lenta recuperación de las luchas y de exploraciones de nuevas formas de resistencia, para terminar tomando la iniciativa en la medida de sus fuerzas.

  17. Actualmente, el capitalismo mundial y especialmente el imperialista, se encuentra en una fase de ascenso de la lucha de clases entre la humanidad trabajadora y el capital. Falta mucho por aprender y por descubrir porque la burguesía ha atacado con armas nuevas y también con viejas armas pero modernizadas. Sin embargo, permanece la esencia del capitalismo, y el primer paso que debemos andar es el de estudiar a fondo qué es el modo de producción capitalista, cómo funciona en su interior y cómo es éste el que determina sus formas externas, superficiales, de reaccionar. La ciencia consiste en la capacidad de ver lo que hay debajo de la superficie, lo que se mueve dentro de lo estático, lo que vive dentro de lo muerto. Tras este primer paso que nos ha llevado a lo interno, a la esencia del problema, a sus contradicciones irreconciliables, podemos ya estudiar la superficie, las formas externas. En este sentido, y como ejemplo, es muy conveniente releer ahora, en 2008, la imprescindible pero interesadamente olvidada «Encuesta obrera» realizada por Marx en 1881, poco antes de su muerte. Su estudio nos enseñará todo lo que ha cambiado el capitalismo pero, especialmente, cómo sigue siendo el mismo monstruo pese a su edad, cómo ya entonces estaban activos en lo básico todos los problemas que aquí hemos analizado, y cómo han surgido otros nuevos. Pero lo fundamental es que aprenderemos que el método usado por Marx sigue siendo válido en la actualidad, el único válido.

Iñaki gil de san vicente

EUSKAL HERRIA 11-IV-2008