En estas semanas hay más mujeres muertas a manos de… no sé cómo decirlo, porque los compañeros, los verdaderos compañeros sentimentales no pueden matar. Oí decir el otro día a una mujer: «Nos están matando, nos están matando a todas». ¿Los hombres matando a las mujeres? Imposible; esto no puede ser verdad. No debe serlo, […]
En estas semanas hay más mujeres muertas a manos de… no sé cómo decirlo, porque los compañeros, los verdaderos compañeros sentimentales no pueden matar. Oí decir el otro día a una mujer: «Nos están matando, nos están matando a todas». ¿Los hombres matando a las mujeres? Imposible; esto no puede ser verdad. No debe serlo, y lo insólito es que nos estamos habituando a ello, que nos parece inevitable, fruto de la cotidianidad.
La comisión investigadora del 11-M discute con furor el terrible problema de la culpa. Se la lanzan los unos a los otros como los lanzadores de cuchillos los arrojan sobre su víctima. ¿Aciertan? ¿Se equivocan? En cualquier caso nos tienen ya acostumbrados a las batallas de salón. Lo insólito esta vez ha sido positivo, una mujer dolida y serena por la pérdida de su hijo el día del terror se manifiesta con dignidad y con dulce energía para puntualizar todo aquello que la ciudadanía, al menos una parte de la ciudadanía, queríamos decir o escuchar. Desde estas páginas doy las gracias a Pilar Manjón.
En una democracia los partidos suben y bajan como las norias en los parques de atracciones. Unos llegan a la meta y otros pierden la carrera, como los corredores en las olimpiadas. Es difícil ganar y es difícil perder. Es posible comprender que al PP le duela tanto haber perdido. Lo insólito es que no lo disimule. A eso se le llama impudor.
Seguimos con Moratinos. No me sorprenden los insultos que se le dirigen, acostumbrada como estoy al lenguaje soez de algunos políticos y de algunos medios de comunicación. Lo insólito es que se discuta tanto si debió decir lo que dijo y no si fue verdad: el recipiente importa más que los contenidos.
La visita de Chávez a nuestro país ha destapado la caja de Pandora. No consigo entenderlo, pero con este motivo me entero de lo insólito: Que «el premio Rey Juan Carlos de periodismo» se ha otorgado al reportaje La masacre del centro de Caracas, firmado por un periodista del Canal Venevisión, cuyo contenido ha sido desmentido por los propios tribunales de injusticia.
Acabo de regresar de Berlín, y me he llevado alguna sorpresa. Sin duda esperaba que Berlín Oriental se hubiera occidentalizado. Lo insólito ha sido contemplar grandes escaparates donde se celebraba el 45 aniversario de la Barbie. ¡Qué dolor!
Cuando cayó el muro de Berlín se dijo que terminada la guerra fría no volvería a haber más guerra «caliente». Sin embargo en este momento las guerras proliferan, bien entre pueblos pobres, desorientados y sin apoyos, o bien de pueblos ricos contra pueblos pobres, basándose en mentiras para acaparar su petróleo. Lo insólito es que en las calles de Berlín, en puestos callejeros, se vendan pequeños trozos de muro como quien vende objetos mágicos que proporcionan la paz y la fortuna.
El petróleo se dispara. La economía mundial parece sufrir las consecuencias. Echamos la culpa a los países árabes, pero el petróleo lo acapara occidente. Pobres pueblos los que dispongan de yacimientos; rodarán sus cabezas. Porque lo insólito es que haga falta la guerra para obtener el petróleo con el que especular.