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Lo privado, lo urbano, lo público y lo comunal

Fuentes: Rebelión

Todas estas cosas
había una vez,
cuando yo soñaba
un mundo al revés.

(José Agustín Goytisolo)

Hoy en día es indispensable plantear conceptos tan determinantes y necesarios de considerar como los de “lo privado”, “lo urbano”, “lo público” y lo “comunal”. Además, hay quién trata de defender los “comunes urbanos”. Que también yo los defendería si lo viera viable, pero en este sentido, lamentándolo mucho (ojalá me equivocara) soy bastante pesimista. No puedo evitar ver eso de los “comunes urbanos” casi como un oxímoron. En efecto: lo “común” significa de todos y lo “urbano” significa la privatización. Pues sucede que en las metrópolis sólo existen los territorios públicos y privados. Es un hecho que todas las casas de las ciudades, al menos en el mundo occidental, son compradas o alquiladas por un comprador, es decir casi todas son de propiedad privada. Puede que se de algún caso edificios de propiedad pública, pero al fin y al cabo de propiedad, no de propiedad comunal.

Lo que sí que eran bienes comunes eran las casas y las tierras de las “comunas aldeanas”, de las que nos habla Kropotkin, en su interesantísimo libro “El apoyo mutuo” [1], muy recomendable. Propiedades comunales que fueron arrebatadas, con malas artes, por los feudales primero y por los burgueses después. Y es que sólo quedaron ciudades privadas, que hoy además de privadas son neoliberales, es decir el mayor crisol del consumismo-productivismo.  En las ciudades todo es privado, todo se paga, la luz, el agua, el gas, los transportes urbanos, etc. A mi me gustaría mucho poder defender lo urbano, pero defender esto hoy en día, teniendo el colapso ecológico ya encima de los hombros no es posible. Hasta las aceras e incluso los huecos de la calzada para aparcamiento junto a la acera, que antes en su totalidad eran públicas, hoy en gran parte han sido compradas (privatizadas) mediante la contribución municipal al sector público para organizar terrazas de la hostelería privada. Por otra parte, estas metrópolis, muchas veces tan admiradas, no son más que un infierno, y más aún en un mundo totalmente globalizado, como es en el que vivimos hoy. No se puede tomar la parte (lo urbano) por el todo (la biosfera), como con demasiada frecuencia y simplicidad suele suceder.

Además, en las urbes se encuentran refugiados: Los absentistas de antaño; los antiguos desertores del arado, atraídos por el falso escaparate de la ciudad y por el intenso abandono por parte de los gobiernos de lo rural; los terroristas financieros; las grandes corporaciones que se cuelan para vender cualquier cosa en los domicilios privados vía Internet.

Asimismo los especuladores de urbanismo, tanto el de las ciudades como en el destrozo turístico del litoral, que va dejar, en breves lustros, las costas mediterráneas convertidas en un cinturón de cemento deshabitado, porque el mediterráneo está derivando vertiginosamente hacia una cloaca infinita; etc.

Hoy la metrópoli (o megaciudad) es un parasito del exterior (del resto de la biosfera) del cual necesita la totalidad de sus imputs; y, por el contrario, genera una desorbitada cantidad de residuos y de contaminaciones, al ser el crisol del consumismo. Los “súper respetables ciudadanos” gente sistemáticamente excluyente de los rurales, la palabra ciudadano, automáticamente, deja excluido al rural haciéndole absolutamente invisible.

Pero es que además estos “caballeros ciudadanos” no son tan privilegiados como parece, pues padecen una pandemia de la que no se habla, porque no le interesa que se hable de ello a los intereses comerciales de los oligárquicos neoliberales globales. Se trata de la pandemia denominada por las autoridades médicas: “síndrome de déficit de naturaleza”; uno de sus síntomas, reflejados en estos “caballeros” que se encuentran tan mal en las mega-ciudades que se pasan todos los fines de semana embotellados en gigantescas autopistas, intentando huir del infierno insalubre que es la metrópoli.

En los últimos decenios, los neoliberales globales están produciendo un nuevo fenómeno de empobrecimiento de la diversidad y de la hegemonía local, se trata del fenómeno de la gentrificación, que consiste en un empobrecimiento vestido de enriquecimiento, que está  potenciado por el Pensamiento Único global, que todo lo homogeniza, reduciendo a la diversidad cultural y la biodiversidad.

En la etapa de transición, en que nos encontramos, habrá que poner atención simultáneamente a la propiedad pública y a la propiedad comunitaria.

En un principio la propiedad pública necesitará de un mayor volumen que la comunitaria, en terreno y en las estructuras, en dónde sea posible, que se instale la propiedad comunal; por ejemplo, crear la obligación de expropiación de tierras en modo de reformada agraria, establecer infraestructuras que faciliten la agricultura ecológica comunitaria, establecer regadíos mesurados, almacenes, etc. En una palabra realizar una reconstrucción del mundo rural hoy se encuentra convertido en auténticas ruinas, mediante una profunda implantación de servicios públicos-comunes-rurales, como pueden ser, centros de salud y hospitales rurales, colegios y universidades rurales, dar prioridad a una nutrida red de ferrovías rurales, dejando en segundo lugar las carreteras, y sobre todo disminuyendo la anchura de autovías y autopistas. Y muchas más acciones preparatorias, que hagan posible una vida comunitaria, tan compleja y numerosa que no cabe indicar en la reducida extensión de un artículo.

Es indispensable y urgente ante el colapso del capitalismo, que ya tenemos encima, prepararnos para una inevitable resiliencia llevadera únicamente en forma de propiedad comunal y en un ámbito local de autoproducción. Eso sí, una actividad local muy interconectada entre si y en una profusa red de localidad.

Por otro lado, estoy sólo en parte de acuerdo con Antonio Negri en su idea de que: “la fábrica ya no es lo que era, (…) el fordismo y la línea de montaje son el pasado”. Es cierto que ha aparecido el “capitalismo cognitivo” pero aún no está totalmente impuesto (y puede que no lo esté alguna vez) pues la producción en cadena sigue siendo necesaria y no podrá dejar de serlo para la producción de mercancías, materiales manufacturados. Lo que si es cierto es que en éstas cadenas ya están empezando a sustituir trabajadores humanos por robots. Hace pocos años saltó la noticia de una entrevista que se hizo a un alto ejecutivo de la mega multinacional china Iphone [2], el cual presumía muy orgulloso de que en sólo un año en su empresa sustituirían a un millón de trabajadores en cadena por un millón de robots en cadena. Y es que el sueño dorado de todo neoliberal global, del capitalismo cognitivo, es conseguir mega-empresas en las que no exista ni un sólo trabajador humano y que todos sean sustituidos por robots. Pero entonces podemos preguntarnos ¿y a quién se va a vender esas altas producciones realizadas por los “neoliberales cognitivos”? ¿A los robots?

Y es que este neoliberalismo global es un absoluto absurdo cortoplacista, sin pies ni cabeza. Así que este sistema no tardará mucho en desplomarse, (como le pasó a la ciudad norteamericana de Detroit) tal vez en menos de un par de lustros. Por todo esto, no se si merece la pena de preocuparse mucho por las ciudades neoliberales.

De lo que si tenemos que preocuparnos y ocuparnos, es de ir preparándonos en el ya indispensable salto hacia el mundo rural, el mundo de la resiliencia austera y del apoyo mutuo. Y también tendremos que rechazar de forma absoluta el intento de que quieran llenarnos la España vaciada a base de macrogranjas, de minas a cielo abierto, de mono cultivos (de monopolios) infinitos, implantados por la agroindustria de la agricultura de agro-tóxicos, productores de comida basura destrozadora de la salud de los seres vivos y aniquiladora del territorio.

Pero todo esto no se va a conseguir superar con más crecimiento como nos propone las macroempresas privadas, sólo se podrá solucionar practicando universalmente la propiedad comunal y la descentralización de la actividad económica y social.

Notas:

[1] Pior Kropotkin, “El apoyo mutuo” Editorial Dharana, 2012

[2] Se trata de una entrevista que le hizo EFE, en el diario La Vanguardia, a un alto directivo de la empresa IPhone: http://www.lavanguardia.com/economia/20161229/412969934235/foxconn-robots-apple-china-iphone.html

Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.