Los dioses inmortales se entretenían en cualquier cosa con tal de matar el tiempo: hazañas, fiestas, caprichos, amores, desventuras. En la vida de los mortales −individuos o pueblos− es muy importante distinguir lo urgente y lo fundamental.
Lo primero, para resolverlo con premura y poder seguir haciendo lo segundo, de lo que depende lograr crecimiento y prosperidad en el breve espacio de nuestras vidas. Esa relación es la que existe entre la lucha de los cubanos contra la covid-19 y la realización de las reformas para abrir cauces a las fuerzas productivas de la nación.
Por los avatares constantes del proceso revolucionario, el gobierno se ha vuelto especialista en afrontar crisis de diferente tipo (naturales, económicas, políticas). En esos casos siempre el mecanismo de solución es similar: soportar la caída con estoicismo y valor hasta tocar fondo, disponer de las reservas salvadas para aplicarse con disciplina a la reconstrucción y encontrar, a base de entusiasmo y creatividad, nuevas metas para enfocar el esfuerzo colectivo.
Con este protocolo de resiliencia se han superado huracanes, epidemias, políticas de sucesivas administraciones estadounidenses, bloqueos y la desaparición de la URSS y todo el socialismo europeo. La prueba del éxito ha sido la sobrevivencia de un modelo que, al decir de mi abuelo dicharachero: “No lo tumba nadie, pero no lo arregla nadie tampoco”.
Durante estas etapas de crisis y/o alucinaciones colectivas, se adoptaron medidas y modos de hacer que luego se asumieron como normas de actuación sin que nunca hayan demostrado su eficacia a largo plazo. Hace medio siglo, cuando se aspiraba a eliminar el uso del dinero mediante los pagos a conciencia y aumentar los trabajadores agrícolas para hacer grandes zafras, se quitaron los conductores de las guaguas. Así seguimos hasta hoy, con choferes increíbles que simultanean conducción, cobro del pasaje y organización de los pasajeros en ómnibus repletos.
Volviendo a lo actual, los éxitos cubanos en la lucha contra la covid-19 asombran al mundo y a veces pasan inadvertidos ante el seguimiento del más reciente parte diario. Más allá del repunte negativo ocurrido tras la desescalada en La Habana, lo importante es que Cuba no ha tenido que declarar la fase de pandemia a nivel de país, el contagio se ha controlado y el número de muertes en cinco meses no supera la sumatoria de solo cinco días de los fallecidos por influenza y neumonía en 2018: 22 diarios.
Al mismo tiempo, el exitoso accionar de Cuba ha sentado pautas con el pesquisaje casa por casa, el envío de brigadas médicas a más de treinta países y la aprobación de un candidato vacunal contra el virus sars-cov-2, único entre los países pobres. El carácter centralizado del Estado y su poderoso sector público de salud, que une atención primaria de calidad, instituciones científicas de alto nivel e industria farmacéutica desarrollada, ponen de manifiesto los logros del socialismo cubano en esta esfera.
Como parte del manejo de la crisis pandémica, el gobierno dio a conocer una estrategia que incluía el relanzamiento de varias de las transformaciones previstas desde hace una década. Mas, un mes después, lo cierto es que solo se ha aplicado lo urgente (venta de productos imprescindibles en $ para nutrir las exhaustas arcas estatales), mientras que lo fundamental (la reanudación de las reformas) parece haber quedado, una vez más, para las calendas griegas.
Altamente preocupante fue la reciente presentación pública de un grupo de jóvenes economistas que están trabajando en el mal llamado proceso de unificación monetaria. Primero, porque cuando se esperaba que anunciaran el cómo y cuándo ocurriría, se limitaron a explicar por qué es necesario hacerlo. Segundo, porque no dijeron una palabra sobre la dolarización creciente y directa del país en los últimos tiempos, ya sin el tapujo del CUC, y cómo esto sería manejado tras la reunificación −la unificación fue en 1915, cuando surgió el peso cubano.
La batalla urgente contra la covid-19 está ganada, aunque será imprescindible mantener muchas de las limitaciones impuestas hasta que haya vacunas efectivas. Ahora es imprescindible retomar lo fundamental: la marcha de las reformas. De hecho, algunos modos de hacer anti-covid deberían traspasarse al proceso reformatorio en pos de hacerlo más transparente y que pierda el carácter esotérico que se le ha conferido artificialmente.
Propongo que, a partir de las medidas anunciadas por el gobierno, se haga un panel semanal sobre la marcha del proceso de reformas donde se presenten especialistas y funcionarios encargados de aplicarlas y expertos del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la UH y otros tanques pensantes, cubanos e internacionales, que puedan dar a conocer sus criterios, coincidentes o no con los de los funcionarios. Ah, y que el público, debidamente identificado, pueda hacer preguntas y comentarios a los panelistas.
Para ello sería preciso utilizar un lenguaje asequible al cubano promedio, suficientemente instruido y conocedor de su realidad para entender cualquier mensaje divulgativo bien elaborado. Por suerte, muchos economistas, sociólogos y politólogos criollos escriben asiduamente en revistas de divulgación, medios masivos de comunicación y redes sociales, al tiempo que los funcionarios han adquirido experiencia en presentaciones en los medios.
El momento es apropiado para que el pueblo sepa que no solo tenemos brillantes científicos en la esfera de la salud, sino también en las ciencias sociales y económicas, quienes desde hace mucho tiempo han venido repensando a Cuba e investigando cómo reformar el modelo para hacerlo más apropiado para todos. Así, lo urgente y lo fundamental se darían la mano, no solo en bien de la salud de la familia, sino también de la administración de la casa, que no otra cosa significa economía en griego antiguo.