En otoño de 2021 se desató un devastador incendio en Sierra Bermeja que calcinó miles de hectáreas y que se calificó como el primero de Sexta Generación de España. Las circunstancias eran las más adecuadas, tanto las meteorológicas (más de 30 grados de temperatura, menos de un 30% de humedad y vientos de más de 30 kilómetros por hora) como las topográficas (elevadas pendientes, una roca oscura que eleva la temperatura local y una extensa masa de arbolado resinoso denso y continuo). Al año siguiente, en 2022, se repitió el incendio en las zonas no quemadas.
Todo incendio es una catástrofe, pero en el mundo mediterráneo las especies han sabido adaptarse bien, y más aún en un enclave como Sierra Bermeja. En efecto, esta sierra está esculpida con fuego, porque ha sido un elemento recurrente durante siglos. Es, además, una sierra muy singular, con una roca, la peridotita, bastante rara en el planeta, es uno de los mayores afloramientos que existen en el mundo, lo que ha permitido que la Evolución le otorgara multitud de especies endémicas, actualmente amenazadas, algunas En Peligro Crítico de Extinción y, por ello, ha sido propuesta como Parque Nacional, aunque el vecino Parque Nacional de Sierra de las Nieves se ha apropiado de parte de sus terrenos para presentar un proyecto de mínimos, excluyendo todo lo demás.
Sierra Bermeja es un terreno agreste, duro y difícil, y por su roca inestable y tóxica no se puede cultivar, ni construir, ni vivir. Tratada como un terreno improductivo, sólo ha estado sometida a los caprichos de los ingenieros de montes, que tienen poco aprecio por las pequeñas plantas, que son el verdadero ecosistema de Sierra Bermeja, muchas veces eliminadas por densas repoblaciones forestales bajo las que no llega la luz del sol. Sólo recientemente está siendo invadida por urbanizaciones en la parte de Benahavís, uno de los municipios con la mayor renta de España. Así, sólo los más ricos han podido mancillar el suelo de esta parte de la sierra, para la que han vuelto la cara todos, desde el Parque Nacional de Sierra de las Nieves, hasta la propuesta de Parque Nacional de Sierra Bermeja. Así es, esta sierra siempre se ha protegido sola, y el ser humano la ha agredido lo poco que ha podido.
Por eso, la catástrofe que supuso el incendio de Sierra Bermeja no representa una agresión de la que no pueda recuperarse. Al contrario, todos los expertos coinciden en que la recuperación está siendo todo un éxito, desde la administración hasta los académicos. No obstante, desde el primer momento, hubo intenciones de reforestar la sierra, algo no sólo innecesario sino improcedente, puesto que las zonas incendiadas no se deben reforestar ya que dañan la regeneración de la vegetación, que es capaz de recuperarse por sí sola. Sólo si transcurrido un tiempo adecuado y el ecosistema no se ha recuperado debería intervenirse y siempre con un estudio apropiado realizado por profesionales expertos en la materia. No hay que olvidar que el ecosistema de Sierra Bermeja es único y singular, donde abunda multitud de especies endémicas, amenazadas y protegidas.
Sin embargo, esta cautela no se ha tenido en cuenta y multitud de actores, todos foráneos, se han lanzado a la reforestación innecesaria de Sierra Bermeja, y en contra de todos los criterios técnicos y científicos, y también de la opinión de las personas y colectivos que llevan años defendiendo y protegiendo este espacio natural, en todo un alarde de oportunismo político y poco interés democrático. ¿Qué sentido puede tener realizar una acción innecesaria o que, incluso, puede dañar el ecosistema? Sólo hay una razón: greenwashing o propaganda medioambiental. Y es que estos actores que vienen a pisar las cenizas de la Sierra Bermeja no son otros que las grandes multinacionales: Ikea, Repsol, Telefónica, Amazon, han mostrado, como poco, algún interés en estas actuaciones. Y es que sin conocer la realidad del territorio se puede pensar que esta actuación es bienintencionada, aprovechándose para ello de la buena voluntad de voluntarios sin formación ni conocimiento de la realidad en la que intervienen.
Por supuesto, esta acción es posible gracias a la colaboración de una administración que busca sacar algún rédito político. Porque quien les ha abierto las puertas de Sierra Bermeja ha sido el ingeniero de montes Antonio Pulido, técnico forestal de la Junta de Andalucía, polémico por su implicación en la destrucción de los ecosistemas fluviales, sea de forma directa o indirecta, pero que no oculta su ignorancia sobre la flora que gestiona.
Y es que la conservación de la biodiversidad en Andalucía está en manos, desde hace mucho tiempo, de un cuerpo de ingenieros de montes, que no conocen la biodiversidad de sus montes, en una suerte de intrusismo laboral que les otorga autoridad administrativa y permite la destrucción medioambiental facilitando los proyectos desarrollistas. En efecto, gozan de más beneficios que los ciudadanos normales, como así lo refleja la Ley 8/2003 de 28 de octubre, de la Flora y Fauna Silvestres en Andalucía que, en su artículo 7.2, establece una serie de prohibiciones respecto a la flora y la fauna silvestres, entre ellas dar muerte a animales y plantas, en la que se añade “sin perjuicio de las previsiones contenidas en el Título II con respecto a la caza, la pesca y otros aprovechamientos, así como en la normativa específica en materia forestal y de pesca marítima en aguas interiores, marisqueo y acuicultura marina”. Es decir, mientras que los ciudadanos normales no podemos eliminar especies de flora o fauna, especialmente la protegida, los ingenieros de montes sí tienen esa licencia para sus trabajos que llaman “forestales”, aunque realmente no sean bosques. Esta intrusión del sector de ingenieros de montes en la conservación de la Naturaleza se evidencia claramente con el que fue hasta hace poco presidente de la Asociación Forestal de Andalucía, Gabriel Gutiérrez Tejada, que compaginaba esa representación con su puesto en la Dirección General de Política Forestal y Biodiversidad de la Junta de Andalucía sin haber supuesto por ello, aparentemente, ningún conflicto de intereses, y que se felicita por la relajación de las políticas proteccionistas y la puesta en rentabilidad económica de los montes andaluces. Claro está, que en el contexto capitalista que domina el mundo global, la escasa explotación forestal que hay de nuestros montes se debe a que no son rentables económicamente.
Hace ya bastante tiempo que se produjo una especie de “selección natural” del sector forestal sobreviviendo únicamente en aquellos enclaves que son verdaderamente rentables, quedando abandonados los que no pueden competir con otros productos que vienen del exterior. En otras palabras, lo que reclama el sector de ingenieros de montes no es otra cosa que subvencionar su actividad con fondos públicos, y así pagar a una empresa forestal para que pueda explotar la madera y hacer con ella poco más que aglomerado(o eximirle de pagar impuestos, que en esencia es lo mismo porque implican menos ingresos públicos). Y así ha sido de forma recurrente en el Parque Natural Montes de Málaga, un espacio forestal en el que, para gestionar el Parque, había que pagar a las empresas para que pudieran explotar la madera, y que ha habido que hacer verdaderos malabarismos para rentabilizar un poco esta actividad. Esta solución de financiar las labores forestales no es en principio mala idea, habida cuenta del coste global que tienen los incendios, siempre que se lleven a cabo con la vigilancia medioambiental de la que suelen carecer. Por supuesto, todas estas medidas intervencionistas contradicen las bases neoliberales de las políticas de la derecha convencional, y se aproximan más al centralismo totalitario de la ultraderecha porque buscan favorecer a una élite, la de los ingenieros de montes, antes que a un colectivo marginado. Así lo evidencia uno de los representantes locales del partido ultraconservador en España(VOX), el también ingeniero de montes José Antonio Gómez Serrano que, pese a criticar abiertamente a los urbanitas, su profesión siempre se ha centrado en la protección del medio urbano y ha participado en algunos de los proyectos más impactantes de la provincia de Málaga, como la urbanización ilegal de Los Merinos de Ronda, las canteras ilegales de Alhaurín de la Torre, o el AVE Córdoba-Málaga que dejó a un pueblo de 5000 habitantes sin agua. Y quizá por ello su testimonio es recogido de forma recurrente en medios con tintes neoliberales como Vocento, en los que llega a culpar a los propios ecologistas de los incendios forestales(como si los ecologistas hubieran tenido algún papel en este país) y sin aportar ningún argumento ni demostración, siguiendo la estela de las falacias y falsedades de las que abusa el partido ultra en España, en un claro ejercicio de desviar la atención de los verdaderos responsables, que son los propios gestores, ingenieros de montes como él. En definitiva, todo esto demuestra un acorazado entramado, tejido por personas vinculadas al sector forestal que ha penetrado en la administración, encargándose de gestionar la biodiversidad sin conocerla, incluso facilitando proyectos destructivos, y llegando a influir incluso en la propia legislación.
Y es en este escenario en el que aterrizan las multinacionales en Sierra Bermeja, un escenario de falta de democracia, en el que se anulan a los actores locales representados por los colectivos y personas que llevan tantos años luchando por la defensa de Sierra Bermeja, en todo un derroche de despotismo ilustrado controlado por una élite asentada en la administración que afirma actuar por el medio rural mientras abre las puertas a los agentes foráneos. No falta el oportunismo de políticos locales, ávidos de sacar algún rédito electoral o con visos de algún convenio económico, como el ayuntamiento de Estepona, cuyo alcalde mostró su satisfacción por que no se vieron afectados los campos de golf en el incendio, y que realizó multitud de eventos solidarios, llegando a crear una cuenta bancaria para recaudar fondos.
Los daños medioambientales de este greenwashing perpetrado por las multinacionales en forma de repoblaciones versan sobre la introducción de especies exóticas, la artificialización de un ecosistema natural introduciendo especies ajenas al ecosistema o cambiando las proporciones naturales de las especies ya existentes, eliminando ejemplares de flora o fauna endémica, amenazada o protegida durante los trabajos de reforestación, introduciendo plagas o enfermedades con los ejemplares repoblados, y erosionando la genética de las poblaciones autóctonas por la introducción de ejemplares de la misma especie pero procedentes de otro lugar. Todos estos argumentos se han demostrado que tienen efectos reales en la conservación de la biodiversidad pero son despreciados por este colectivo de ingenieros funcionarios que no se oponen al momento de gloria que les puede brindar la llegada de las multinacionales. Así, una de las intenciones reivindicadas por este colectivo ha sido la introducción del cedro, un árbol exótico con claros indicios de ser invasor.
Pese a que la intención de introducir cedros no prosperó, sí actuaron introduciendo algarrobos en el ecosistema de las peridotitas, un árbol que no deja de ser “autóctono” como especie en la región pero que está ausente de Sierra Bermeja por obvias razones ecológicas. Esta actuación no habría sido posible si no fuera por el oportunismo político del ayuntamiento de Jubrique, que ha encontrado en Ikea una ocasión para promocionarse a expensas de la catástrofe que supuso el incendio. El problema radica en que una especie biológica no es más que un conjunto de poblaciones y lo importante no es que los ejemplares empleados sean especies autóctonas sino que sean plantas autóctonas, es decir, provenientes de la población local, para evitar procesos de erosión genética y la consecuente pérdida de biodiversidad. Sin embargo, el ayuntamiento de Jubrique ha dejado clara su intención de utilizar plantas de algarrobos, pero no salvajes procedentes del entorno más inmediato sino una variedad cultivada, la variedad Sagaloga, la más productiva de todas las variedades de algarrobos. He aquí el peligro destapado por este ayuntamiento de Jubrique porque, cuando en toda España se está produciendo una transformación de secano al regadío empujados por la necesidad de beneficios siempre creciente que impone el sistema capitalista, llegando a la ilegalidad, están faltando, por lo tanto, espacios de secano. No es casualidad que el ayuntamiento de Jubrique apueste por una variedad productiva de algarrobo, asesorados por los ingenieros de montes de la zona, y un gobierno autonómico que quiere sacar el máximo beneficio económico de todos los espacios naturales de Andalucía, puesto que faltan cada vez más espacios de secano, y se apoyan para ello en la propaganda mediática y medioambiental de las multinacionales y en el apoyo ingenuo y bienintencionado de los voluntarios. Y la Ley los ampara porque, a diferencia de cualquier ciudadano, las actuaciones forestales prevalecen frente a la conservación de la biodiversidad como así contempla la Ley de Flora y Fauna. Sin embargo, la puesta en producción de un espacio natural y salvaje y con calidad suficiente para ser Parque Nacional supondría un daño medioambiental devastador, sería algo equivalente a poner en cultivo un Parque Nacional como el de Doñana aunque, ciertamente, eso ya lo están haciendo.
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