La gente suele preguntar si los Planes de Bolonia son buenos o malos; sin embargo, la pregunta, formulada de este modo, es imposible de contestar. ¿Buenos o malos para quién? Para Emilio Botín, desde luego, son muy buenos. Lo que pasa es que nuestros intereses no coinciden con los de Botín, sino que están objetivamente […]
La gente suele preguntar si los Planes de Bolonia son buenos o malos; sin embargo, la pregunta, formulada de este modo, es imposible de contestar.
¿Buenos o malos para quién? Para Emilio Botín, desde luego, son muy buenos.
Lo que pasa es que nuestros intereses no coinciden con los de Botín, sino que están objetivamente contrapuestos a los suyos.
Es necesario comprender que quienes diseñan estos planes no lo hacen por aburrimiento, ni porque sean tontos; tampoco por haber nacido perversos y malvados; sino para defender un modelo determinado de sociedad, de universidad y unos intereses determinados.
La prensa, por su parte, no informa -o informa mal- porque defiende esos mismos intereses, ya que está en manos de los mismos que gobiernan y reforman la enseñanza.
Por eso todo el mundo cree que la juventud sólo se moviliza para hacer macrobotellonas: la televisión les oculta que este año ha habido, sólo en Sevilla, dos manifestaciones de dos mil personas cada una en defensa de la educación pública.
Y si se defiende la educación pública, es porque está sufriendo un ataque sin precedentes por parte de los Planes de Bolonia, los planes de privatización de la universidad (para ser exactos, se trata de un drástico aumento del grado de privatización, porque la universidad en España ya es semi-privada).
Las consecuencias de Bolonia son fáciles de comprender. Si no tienes dinero, no podrás estudiar. Pero si no curras, no tendrás dinero. Pero al establecerse la asistencia obligatoria, no podrás currar. Ergo estás jodido.
Con las nuevas prácticas en empresas, ¿dónde vas a currar cuando te gradúes? Muchos puestos de trabajo estarán siempre cubiertos por estudiantes en prácticas. ¿Qué empresario va a contratarte si puede disponer de trabajadores gratuitos cada año? Y por tanto, como decíamos antes, ¿qué empresario va a pensar mal de los Planes de Bolonia?
Son preguntas que los estudiantes, a pie de aula, ya comienzan a hacerse.
Los pro-Bolonia, por su parte, no suelen hacer alardes de inteligencia precisamente. Primero intentar colar la milonga de que en realidad «todo seguirá igual». Algo así sólo puede sostenerse desde el más absoluto desconocimiento de la legislación educativa de la última década.
Pero es más: ¿para qué organizan entonces todo este cambio a nivel europeo, costoso, polémico y problemático? ¿Para qué entonces esa obsesión con que todo esto salga adelante, llegando a reprimir, expulsar y judicializar a estudiantes?
Como segundo intento, los pro-Bolonia pasan a negar la veracidad de lo que nosotros decimos. Esto es incurrir en un falso debate. Podemos debatir si nos parece bien o mal que el agua tenga la propiedad de mojar, pero sería ilógico debatir si el agua tiene la propiedad de secar.
La incursión de empresas privadas en la financiación, dirección y gestión de la institución universitaria, a través de los Consejos Sociales y la ANECA, es algo que figura explícitamente en la LOU y el Real Decreto 13/93. ¿Cómo negar la existencia de leyes que son hechos y que han sido publicadas en el BOE?
En un debate con un mínimo de seriedad, los pro-Bolonia tendrían que argumentar por qué para ellos es positivo que los empresarios asuman esas funciones. Negando hechos sólo consiguen hacer el ridículo.