He expuesto, en alguna ocasión, que la actitud amenazante del rey el 3 de octubre de 2017, en su discurso contra los cargos elegidos por el pueblo de Catalunya, fue interpretada por el común de la ciudadanía como un apoyo al famoso “a por ellos”. Eso ocurría dos días después de los espeluznantes acontecimientos de Barcelona.
El Molt Honorable Sr. President de la Generalitat de Catalunya tuvo que huir al exilio, al amparo de la justicia europea, a fin de no ser encarcelado, procesado y con toda seguridad condenado por la justicia española. Lamentablemente allí sigue, junto a otros cargos elegidos por el pueblo.
Los demás cargos que participaron en aquella revolución democrática y pacífica, acabaron en la cárcel, procesados, condenados y, también lamentablemente, en ella siguen.
Tal declaración del rey, de impronta absolutista, ha entrado finalmente en explosiva contradicción con la mayoría parlamentaria que sustenta al gobierno. Una mayoría que ha posibilitado la formación de un gobierno de coalición progresista, lo que sin duda constituye un hito histórico cuyo alcance está aún por ver.
La respuesta monárquica, pues monárquicos son los militares de las famosas cartas, no se ha hecho esperar. Han atacado por tierra, mar y aire al Gobierno, al que tachan de social-comunista. Seguramente con la perversa intención de provocar a unas fuerzas armadas educadas en la doctrina del “enemigo interior”, confundiendo a su vez a la opinión pública europea.
La línea divisoria entre monárquicos y republicanos, es decir entre fascistas y demócratas, se hace cada vez más nítida. Poco margen de maniobra queda ya para los adeptos a nadar y guardar la ropa. Es la hora de la verdad. El postureo resultará cada vez menos rentable electoralmente.
Una elemental prospección política pone en evidencia que una parte creciente del electorado se está decantando mayoritariamente por la proclamación de la República, o de varias Repúblicas; algo totalmente legítimo. Y es evidente que sus representantes se verán impelidos a implementar tal mandato. Es algo que sucederá mucho antes de lo que la señora ministra de defensa piensa, pese a los poderosos medios al servicio del establishment, que no fueron capaces de prever ni de impedir la implosión del bipartidismo.
Es necesario, pues, un debate plurinacional que posibilite una salida democrática y progresista a la grave crisis de la monarquía, en el marco político de la Unión Europea.
Sin embargo, nos encontramos con una Constitución monárquica impuesta manu militari en la Transición, que, según la ultraderecha, garantiza la unidad, el orden y la paz.
Una Constitución que se está transformando en una potencial amenaza militar, con la que las fuerzas monárquicas y sus acólitos pretenden mantenernos encadenados. No en vano han firmado, tras las famosas cartas y el chat, un nuevo manifiesto. Un total de 271 mandos retirados de las Fuerzas Armadas, han respaldado el nuevo manifiesto -impulsado por el general retirado Chicharro, presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF)- acusando al Gobierno de suponer un “grave riesgo para la unidad de España y el orden constitucional”.
La agitación incitada por la ultraderecha, furibundamente monárquica, ha envalentonado la mente fascista de algunos exaltados coroneles y generales retirados -hasta hace bien poco altos mandos de militares en activo- que fantasean peligrosamente con sus pulsiones genocidas: «No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta» (sic) ,
La situación exige una respuesta firme por parte de los parlamentarios que sustentan al gobierno de coalición progresista, pues están confluyendo dos tormentas: por un lado, el tradicional problema militar, nunca resuelto y siempre ocultado; por el otro, el irrefrenable ascenso de una ultraderecha belicosa.
El capitalismo, desbocado, espera obtener una tormenta perfecta de la confluencia de ambos fenómenos; quizá con la aviesa intención de hacernos regresar a una España cuartelera, es decir a un inmenso campo de concentración en el que la disciplina militar impere por encima de los derechos humanos. No solo impuesta a golpe de porra a trabajadoras y trabajadores insumisos, sino también a todas aquellas personas que no hayan abandonado la funesta manía de pensar.
Mientras tanto, el rey calla. Es preciso actuar.
Decidme como es un árbol.
Decidme el canto del rio
cuando se cubre de pájaros.
Habladme
del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
(Del poema LA VIDA, prisión de Burgos, 1960)
Marcos Ana
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada (R). Presidente de Unidad Cívica por la República (UCR). Ex miembro de la disuelta Unión Militar Democrática (UMD).