Es una historia que se lee de un tirón. ‘Yo te quiero’, la segunda novela del periodista José Luis Gordillo (Bormujos, Sevilla, 1970) es un efectivo cóctel de glam rock, memoria histórica, corrupción urbanística y personajes sedientos de ganas de amar y ser amados. Una aventura honesta como una letra punk, editada por Alhulia, que […]
Es una historia que se lee de un tirón. ‘Yo te quiero’, la segunda novela del periodista José Luis Gordillo (Bormujos, Sevilla, 1970) es un efectivo cóctel de glam rock, memoria histórica, corrupción urbanística y personajes sedientos de ganas de amar y ser amados. Una aventura honesta como una letra punk, editada por Alhulia, que se adentra por primera vez en el robo de bebés en España. Tras pasar un tiempo en Madrid, trabajando en el Ministerio de Medio Ambiente, Gordillo vive ahora en Sevilla, donde ha conocido de primera mano, en su paso por la Consejería de Obras Públicas, los excesos del ladrillazo andaluz. Con ese bagaje se ha sumergido en el bosque de la literatura para hallar un atajo directo al estómago. Lean, lean.
Tu novela combina diferentes elementos en un cóctel explosivo. ¿De qué trata en el fondo ‘Yo te quiero’?
Vaya, es la pregunta más difícil a la que me enfrento sobre este libro. Sin duda, es una historia de amor extremo y feroz, pero a la vez es literatura social. Unos lectores me han dicho que es una novela política, y otros que de amor. Creo que es las dos cosas. Se trata del choque entre unos personajes que sólo quieren vivir queriéndose y las trabas casi insalvables que encuentran para ello por culpa de su pasado reciente y de la sociedad que les rodea, dominados ambos por la avaricia, el fanatismo, la opresión y el engaño. Por eso, se podría calificar, en todo caso, como una novela política neorromántica.
Corrupción urbanística, inmigración, rock and roll, amistad, sexo… ¿Dónde ha encontrado la inspiración para tantos temas?
En los periódicos fundamentalmente. Todo sale de la lectura de la prensa diaria, que luego me ha llevado a las propias fuentes de esa información, a leer autos judiciales por ejemplo, y de ahí a la proyección mediante la imaginación. Todo ello mezclado, por supuesto, con mi experiencia acumulada desde un punto de vista profesional, especialmente en lo que se refiere a la especulación y la corrupción, que he visto muy de cerca, y me asombra que hoy día en España sigamos obviando las relaciones evidentes entre nuestro sistema financiero y la criminalidad organizada. También, por supuesto, me han inspirado mis vivencias personales. Escribí el libro durante unos años muy convulsos, vital y sentimentalmente, y eso también se refleja ahí.
La memoria histórica y el robo de niños juegan un papel importante. ¿Es un tema que aún no está resuelto en España? ¿Qué le parece el caso Garzón?
No sólo no está resuelto, sino que se quiere tapar. Aquí todo lo que se hable de la guerra civil es admitido bien, porque siempre se le pueden achacar atrocidades al bando contrario. Pero en cuanto dejamos al margen la contienda y queremos hablar de las zonas más siniestras de nuestros cuarenta años de franquismo, ah, no, eso es tabú. Se pretende obviar que el régimen militar duró hasta 1977, y sus derivaciones hasta bien entrada la década de los noventa. Se intenta negar que el franquismo produjo un millón de víctimas, entre personas ejecutadas, exiliados y niños robados. Siguen ocupando muchas esferas del poder los hijos y nietos de dirigentes franquistas, sin renunciar del todo a esa impronta. De ahí la cacería contra Garzón. Y de ahí también las numerosas trabas para investigar el robo de bebés que a finales del franquismo ya no era por motivos políticos, sino puramente económicos, delictivos. Eso se intenta reflejar en esta novela, los autos de Garzón han sido una fuente de inspiración fundamental. A ninguna sociedad le puede salir gratis padecer la dictadura de corte fascista más longeva de la historia de la humanidad.
Esta es segunda novela. ¿Qué diferencias encontró a la hora de enfrentarte a la página en blanco por segunda vez respecto a la primera?
Confieso que tengo un problema al escribir literatura de ficción: la urgencia. No acabo de acostumbrarme a la pausa y el reposo, a la maduración. Llevo toda mi vida profesional escribiendo con inmediatez, para que se publique en los periódicos al día siguiente o para que los políticos a los que he asesorado desgranen sus discursos incluso cinco minutos después de haberlos terminado yo. En mi primera novela, Afrodisia, traté de moderar un poco ese ímpetu, lo cual creo que conseguí un tanto al tardar unos tres años en terminarla. Esta segunda, en cambio, la he escrito en año y medio, y aunque en ese tiempo podía haberla atemperado, no he querido, me he abandonado a la escritura urgente y al vértigo. Mis novelas no aspiran a la perfección estilística, sino a la eficacia, y para eso lo mismo utilizo el verso, el verbo florido o la prosa seca y cortante. Depende. Mi literatura trata de remover conciencias. El estilo está en función de eso.
¿Qué quiere decir al titularla ‘Yo te quiero’?
Es el estribillo de una canción de Falso Cabaret, tal como sale en el libro. Esa canción, que se llama en realidad Aunque me maldigas, me inspiró parte de la trama. Trata sobre un hombre que sigue amando a una mujer a sabiendas de que nunca será correspondido, ya que la historia se terminó definitivamente. Me pareció una forma muy pura de amor, porque no espera nada a cambio, aunque también pudiera parecer enfermiza. Este título es un grito de rebeldía, de apelación a los sentimientos puros frente a las ruindades que nos rodean a diario.