El 8 de Junio de 2021,un grupo de 38 constituyentes electos en Chile, representantes de la diversidad étnica, social, política y cultural de ese país lanzaron la Vocería de los Pueblos de la revuelta popular a la constituyente.
En su declaración (ver: https://media.elmostrador.cl/2021/06/Declaracion-punto-de-Prensa-Voceria-de-los-Pueblos.pdf), reivindican el origen de la Convención Constituyente en la revuelta popular de 2019, y recuperan las demandas del movimiento social resumidas en (1) fin a la prisión política en Chile; (2) fin a los pactos de silencio y la total impunidad de responsables de las violacionesa los DDHH; (3) reparación a todas las víctimas; (4) desmilitarización del Wallmapu; (5) fin a las deportaciones de migrantes; y (6) el punto álgido: soberanía de la Convención Constitucional. La Vocería insiste que el proceso para crear una nueva Constitución no puede estar limitado por “reglas inamovibles” pre-establecidas por el legislativo.
En efecto, el Poder Legislativo chileno, cuando lanzó la convocatoria a la Convención Constitucional, diseñó una auténtica camisa de fuerza para evitar que la nueva constituyente recogiera las demandas del pueblo, que dieron origen al proceso de cambio constitucional. En respuesta a los candados impuestos por los beneficiarios del poder, el pueblo de chile votó contundentemente en contra de los partidos políticos, que no los representan. De 155 integrantes de la Convención, apenas 50 son integrantes de los partidos políticos.
Llama poderosamente la atención, que apenas dos días después del lanzamiento de la Vocería de los Pueblos, la centro-izquierda, la socialdemocracia, la pseudo izquierda chilena beneficiaria del presupuesto público, de la constitución pinochetista y del neoliberalismo, desde una supuesta estatura moral que le brinda el ser partidos políticos legales, hace público un manifiesto (impotentes y silentes ante la potencia incontenible de la revuelta popular del 2019, que obligó -a pesar de esa centro-izquierda- a la formación de la Constituyente). Hoy gritan a voz en cuello ―con un lenguaje patriarcal, retardatario y absolutamente discriminatorio racial, social, política y culturalmente― que ellos son los únicos legítimos interlocutores, a pesar de haber perdido legitimidad y votos en la elección de la Constituyente.
De entrada, desconocen la legitimidad de la elección, cuestionando a los firmantes de la Vocería de los Pueblos, sin mencionarlos una sóla vez por su nombre, y afirmando que están “supuestamente investidos de soberanía popular,” cuando no hay una forma más alta de expresar la soberanía popular -prácticamente la única que el neoliberalismo ha permitido- que el voto con que fueron electos los integrantes de la Convención Constituyente.
En forma profusamente despectiva, el manifiesto de la burocracia ejecutiva socialdemócrata, usa un lenguaje absolutamente patriarcal, masculinizando la gramática. Pretende invisibilizar a los pueblos indígenas, las diversidades sexuales, el movimiento social y las organizaciones de la sociedad civil y los reduce a formas organizativas arbitrariamente elegidas (a pesar de que los firmantes de la Vocería de los Pueblos, son Constituyentes legítimamente electos), pretendiendo para sí, la única legitimidad posible, sin tener votos y sin los Constituyentes necesarios para hacer valer sus puntos de vista.
El reclamo se centra en exigir el cumplimiento de los candados legislativos que pretendieron imponer al diseñar la camisa de fuerza a la Convención Constitucional. Defienden lo indefendible, las reglas inamovibles por ellos diseñadas «La Convención no podrá alterar los quórum ni los procedimientos para su funcionamiento y para la adopción de los acuerdos.» Así como “quórum de dos tercios de los miembros de la Convención para los acuerdos que allí se determinen.” Con lo que la derecha y sus aliados de la socialdemocracia garantizan que no habrá acuerdos en la nueva Constitución, pues cada uno debe pasar por el filtro de una mayoría de dos tercios de la Convención. ¿Dónde se ha visto un proceso para crear una nueva Constitución, que nace acotado, e imposibilitado de cambiarlo todo, negando su razón de ser?
La movilización popular de la gran revuelta del 2019 fue producto del hartazgo social, la consigna “no son 30 pesos, fueron 30 años”, referida al detonador, las alzas en el costo del metro, que reconoce que hay mucho más detrás. En esa revuelta el pueblo apostó todo, puso lo mejor de sí y se perdieron vidas. Hoy, los neoliberales socialdemócratas gritan alarmados que “se escucha la amenaza de ´movilización popular´,” (sinónimo de violencia en su texto) como si el origen de la nueva Constitución fuera un presagio ominoso para la sacrosanta patria donde debe “reinar” la cordura.
Cuando Giuseppe Pellizza da Volpedo pintó en 1898 Il cammino dei lavoratori, nunca pensó que su obra sobre los trabajadores que marchan a la huelga se convirtiera en parte fundamental de la iconografía de la izquierda del siglo XX. En su contexto, retrata a los hombres determinados rumbo a la lucha, y una sóla mujer, con un bebé en ristre -literalmente empuñando un hijo, listo para usarlo-, increpando al hombre que marcha al frente, mientras que todos la ignoran. Un himno a la cultura patriarcal excluyente. ¿Viene al caso? ¡Claro que sí!, veamos, la socialdemocracia chilena ilustra su manifiesto, con una caricatura alegórica, literal, de Il cammino dei lavoratori, sólo que en lugar de obreros caminando a la huelga, se mira una multitud de burócratas de saco y corbata, en mangas de camisa (seguramente como se ven a ellos mismos) y, obvio, una sóla mujer aparece, igual, con traje sastre y tacones, empuñando a un niño en un remedo de reclamo por las pensión alimenticia no recibida, o algo así. No podrían haber elegido una referencia más ortodoxa, fantasmagórica e inapropiada para dibujarse a sí mismos.
Ante los barruntos de tormenta que anuncian los burócratas, y en reconocimiento y homenaje a ese Chile que ha puesto sus vidas en riesgo, que han perdido casi todo, que han arriesgado todo―hasta perder los ojos, literalmente―, por defender una idea de país democrático e incluyente, y como respuesta a la diatriba retardataria de los conservadores de izquierda, hay un nuevo manifiesto, que cuenta con el apoyo de más de 600 organizaciones de la sociedad civil que respaldan a las, les y los valientes constituyentes de la revuelta popular. Veamos como crece el apoyo a esta causa.