Regresamos de vacaciones y el Ayuntamiento de Pamplona vuelve a traer la penúltima asignatura pendiente del cambio: el destino definitivo de Los Caídos. Y de nuevo nos presenta la enésima versión del concurso de ideas, cuya iniciativa no sería mala si no fuera lo que parece: un concurso-trampa para atrapar las ilusiones del cambio de […]
Regresamos de vacaciones y el Ayuntamiento de Pamplona vuelve a traer la penúltima asignatura pendiente del cambio: el destino definitivo de Los Caídos. Y de nuevo nos presenta la enésima versión del concurso de ideas, cuya iniciativa no sería mala si no fuera lo que parece: un concurso-trampa para atrapar las ilusiones del cambio de política memorialista. Un concurso sin cronograma ni tiempo para materializarse en esta legislatura. Con un jurado ‘cooptado’ por una mayoría de vocales de la institución. Sin presupuesto para la ejecución del proyecto. Sin verdadero proceso participativo. Y, como punto de partida, sin una situación legal clara y despejada, ya que no cuenta con una descatalogación previa, imprescindible tanto para su eventual derribo como para intervenciones significativas. ¿Un concurso o un brindis al sol? Sin duda, habría que analizar a fondo el porqué y el cómo de esta indefinición, para poder entender la magnitud del fiasco.
¿Y cómo hemos llegado a esta situación? Algo tendrán que ver las actitudes de los dos socios del actual gobierno municipal. Veamos.
Después de casi tres años y medio de legislatura EH Bildu sigue sin hacer los deberes. Se durmió en los laureles de la exhumación de Mola y Sanjurjo de 2016. Así es; las jornadas que organizó allá por marzo de este año, si bien trajeron a un puñado de ponentes interesantes, no contaron con verdadera participación ciudadana y, en el colmo de la insensibilidad, se realizaron sobre la cripta siniestra en la cual todavía se celebran misas golpistas. Tampoco ha sido capaz de mantener una interlocución en condiciones con el movimiento memorialista, ni de escuchar sus propuestas. Ni siquiera ha apagado las luces y la fuente que enaltecen el edificio como monumento fascista, o de colocar un sencillo panel explicativo -como se hizo frente al óculo con laureada franquista de Diputación- en el exterior… En las manos expertas del concejal de urbanismo, Los Caídos se ha convertido en un nuevo juego de trile, para despistar a la ciudadanía, mientras se pierde el tiempo para no asumir un posible conflicto que les desborda y les asusta.
Por otra parte, a Geroa Bai le ha faltado tiempo para sorprendernos utilizando la memoria histórica como ariete para gestionar el ‘affaire Maravillas’, a golpe de porra o de comunicado contra el Gaztetxe de Alde Zaharra, proponiendo la ubicación del Instituto Navarro de la Memoria en el Palacio del Marqués de Rozalejo, vacío desde hace veinte años. Si queremos que este Instituto no sea una cortina de humo ni una mera iniciativa burocrática o académica, suponemos que habrá de contar también con ese sector de la juventud que ha decidido adoptar a Maravillas Lamberto como inspiración…
Pero todo sea por el (re)cambio tranquilo… Si eso ya veremos en la próxima legislatura que, si volvemos a ganar, si somos capaces de ponernos de acuerdo, si dejamos de tutelar y marear el proceso, si nos tomamos la memoria de la ciudad en serio, etcétera, entonces, entraremos en la segunda fase y convocaremos el ‘concurso del concurso’… o si no, tranquilos, que en 2019 ya volverá UPN, que tiene un bonito proyecto de Museo de la Ciudad en la cartera, para que la dictadura del olvido vuelva a instaurarse en Pamplona. ¡Cuanta irresponsabilidad!
En Aranzadi conviven personas partidarias del derribo de Los Caídos y partidarias de su reutilización memorialista, las dos únicas opciones que consideramos legítimas. Y lo que nos une es la apuesta por convertir ese lugar en un centro diferente de memoria histórica. Un centro innovador de memoria viva, basado en la cultura de la paz, intergeneracional y participativo, crítico y alternativo, diverso y feminista, como nodo central de una red en Navarra -y de gestión autónoma, a resguardo de veleidades partidarias-, que transforme Pamplona, convirtiéndola en nuestra capital de la memoria histórica. Por ello, entendemos que el debate sobre su derribo o reutilización, pese a su ruido y virulencia, es secundario y engañoso y solo tiene sentido como materialización del mejor proyecto de centro memorialista para la ciudad: aquel que consiga pasar el testigo del la memoria del terror de los asesinos y de la dignidad de las víctimas a las nuevas generaciones. Por ello no queremos museos ni jardines sin memoria, ni nos valen posiciones simplistas o concursos manipulados, sino un genuino proceso de participación ciudadana que, finalmente, tenga su piedra de toque en una consulta popular. La ciudad debe hablar para que ningún político interesado imponga sus decisiones.
Reconocimiento, verdad, justicia y reparación para la memoria de las víctimas del 36 -y para todas las memorias alternativas invisibilizadas- desde un centro de activismo memorialista que, como el Ángelus Novus de Klee, interpretado como el ángel de la historia por Benjamin, mirando al pasado avanza hacia el futuro.
Laura Berro, concejala de Iruña
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