Se han ventilado ya las elecciones catalanas. CiU no posee fuerza suficiente para gobernar. El PSC pierde 5 diputados, y se echa en manos del tripartito, con menos fuerza y menos caché. ERC se mantiene como la llave de todos los gobiernos posibles, así que los oportunistas y recién llegados al poder en esa formación […]
Se han ventilado ya las elecciones catalanas. CiU no posee fuerza suficiente para gobernar. El PSC pierde 5 diputados, y se echa en manos del tripartito, con menos fuerza y menos caché. ERC se mantiene como la llave de todos los gobiernos posibles, así que los oportunistas y recién llegados al poder en esa formación política pueden jugar con fuego y hacer de aprendices de brujo. IC se mantiene también, pues su incremento en escaños se debe más a la abstención que a otra cosa. Por lo que toca a la derecha franquista sigue pintando muy poco en Cataluña, ni siquiera sumando a la nueva derecha -con ribetes cavernícolas, bastó escuchar a su portavoz la noche electoral- pueden ni tan siquiera presentarse en sociedad, que política significa que no tocarán poder, que se dedicarán a picar hielo en las escalinatas de palacio.
Pero lo más asombroso es ese grupito de «gurús» («intelectuales» orgánicos de la derecha como diría Vázquez Montalbán remedando a Gramsci) que salen a la palestra política echando pestes de la política. No hay cosa más repugnante que la actitud de aquellos que desprecian aquello que desean en secreto. Pero en política se descubre pronto cuáles son los intereses y sueños de los que despotrican de la política y de los políticos, en tal magnitud que desencanta a todos cuantos les escuchan, y animan con sus discursos la abstención. Y no está nada mal ser un abstencionista -activo o pasivo da igual- pues eso lleva a un grado de protesta contra el sistema electoral y político. Por ejemplo, es absolutamente impresentable que por más tiempo se voten listas cerradas y bloqueadas, porque se delega el voto en dos ocasiones y además se refrenda como votante la decisión de una camarilla dentro del partido que, a base de enjuagues, trampas, zancadillas, clientelas, favores impagados…., decide quiénes son los que han de figurar en esa lista. El votante, si estuviera al cabo de la calle de cómo se configuran esas listas, podría decir que los vote quien los conozca. Pero el colmo es cuando sumando a estos defectos graves, muy graves, añadimos la pretensión de aquellos que llaman «cerdos» (entiéndase la metáfora) a todos los demás y sin embargo ello no es óbice para presentar sus listas cerradas y bloqueadas, decididas entre cuatro en un taxi mientras recorren la Diagonal, y se alegran y saltan de entusiasmo cuando entran en la «pocilga» que ellos mismos han detestado.
Tienen tres diputados estos «ciudadanos», que por el mero hecho de ser diputados han dejado de serlo por mor de su pertenencia a la «pocilga» parlamentaria tan defenestrada por ellos mismos. Lo más grande en su discurso es que son catalanes y españoles, que hablan en castellano y catalán, que abogan porque no haya listas negras -por motivos ideológicos- en los periódicos de Cataluña (demonios, eso digo yo, ni en Extremadura, ni en Galicia, ni en Castilla, ni en Madrid…), y se manifiestan profundamente «antinacionalistas».
Yendo a los resultados veremos que estos ciudadanos han fracasado en su intento de reducir la marea «nacionalista», pues si hay algún partido netamente «nacionalista» tal como lo entiende la burguesía catalana es Convegencia i Unió, y resulta que han incrementado su representación en el Parlament. Luego ¿de qué se vanaglorian?, de haberle restado un diputado a la derecha franquista (PP) y dos al PSC. Esto es así hablando de escaños, porque la lectura de los datos absolutos nos indica que sus 87.000 votos en Barcelona (de ahí salen sus escaños, pues en el resto de Cataluña no les hicieron ni maldito caso) no hubieran sido más que votos muertos si la abstención no hubiera sido la que ha sido, dado que no hubieran superado la barrera del 3%. (Aún así esas barreras me parecen indeseables, dicho sea de paso), así que sean bienvenidos a la «pocilga» parlamentaria: Ciudadants.
Que Albert Boadella entre en este juego no me extraña nada, pues es evidente que no es aquel que fue procesado por La Torna en un tribunal militar, ni aquel que supuso un punto de referencia en la cultura de la resistencia durante la tra(ns)ición (que diría Kalvellido). La edad hace estragos en el cuerpo, y a veces en el alma.
De todos modos estos «ciudadanos» tienen ya su plataforma para gritar junto a Alcaraz (el de la AVT) que España es «Una, Grande, y Libre», y tomar en el bar del Parlament un café con el franquista Piqué y Piqué. ¡Qué grande es la democracia!