1. El currículo islámico En la controversia sobre la pertinencia de las asignaturas de religión en la escuela, a menudo se sobrentienden sus contenidos, métodos… en definitiva, lo que constituye los currículos, sin examinarlos. Creo que es conveniente este examen para poder ofrecer una opinión bien informada. Comentaré por ello los currículos aprobados para Primaria, […]
1. El currículo islámico
En la controversia sobre la pertinencia de las asignaturas de religión en la escuela, a menudo se sobrentienden sus contenidos, métodos… en definitiva, lo que constituye los currículos, sin examinarlos. Creo que es conveniente este examen para poder ofrecer una opinión bien informada. Comentaré por ello los currículos aprobados para Primaria, centrando la atención en si hay aspectos que pueden perjudicar el desarrollo infantil. Primero examinaré el de religión islámica, después los de religión católica y evangélica, y finalizaré con unas conclusiones globales.
El BOE del 1 de marzo de 2014 recoge el Real Decreto 126/2014, de 28 de febrero (http://goo.gl/SwciBf), por el que se establece el currículo básico de la Educación Primaria (niños y niñas de 6 a 12 años). La Disposición adicional segunda se refiere a las «Enseñanzas de religión», y dice en el apartado 3: «La determinación del currículo de la enseñanza de religión católica y de las diferentes confesiones religiosas con las que el Estado español ha suscrito Acuerdos de Cooperación en materia educativa será competencia, respectivamente, de la jerarquía eclesiástica y de las correspondientes autoridades religiosas.» Ese currículo ya ha sido presentado por las confesiones evangélica, católica e islámica para la Educación Primaria, pero no se olvide que las «enseñanzas de religión» comienzan en Infantil y continúan en Secundaria. Empezaré analizando el currículo islámico, menos conocido por haberse presentado hace muy poco tiempo.
Currículo de religión islámica
Conflictos con la racionalidad y la ciencia
Como puede comprobarse (http://goo.gl/jsz7tu), el currículo de Religión islámica para Primaria, establecido por la Comisión Islámica de España y publicado en el BOE el 11-12-2014, habla del desarrollo de todo tipo de competencias en apariencia irreprochables, pero es conveniente analizar con cierto detenimiento sus contenidos.
Al hacerlo, nos encontramos con posibles conflictos con la racionalidad y la ciencia. Recordemos que en ésta ocupa un lugar preeminente el evolucionismo para dar cuenta de la diversidad de los seres vivos, incluyendo, por supuesto, a los humanos. Ya en 2006, las academias de ciencias de 67 países, incluyendo algunos como Egipto, Pakistán, Marruecos, Palestina, Irán, Indonesia y Turquía, emitieron un comunicado en defensa de la enseñanza del evolucionismo frente a las pretensiones creacionistas. En el islam parece haber controversia sobre este asunto, de manera que, aunque sean minoría, hay musulmanes que aceptan el evolucionismo científico.
En el currículo islámico de Primaria aparece, sin embargo, un creacionismo estricto: «Al-lah, Creador del Universo, de todos los seres vivos y Único Dios adorado». (De paso, como vemos, niega que nadie adore a otros dioses, lo cual es una falsedad palmaria.) Además se concreta: «Al-lah creó a los animales» y «A-lah creador del hombre y la mujer». Un creacionismo que, al querer mostrarse bienintencionado, remacha su incompatibilidad con el conocimiento científico sobre la evolución humana: «Razona que todas las personas somos hermanos porque provenimos de los mismos padres Adán (P) y Eva, evitando el lenguaje sexista tanto oral como escrito». Siendo así, tal vez se evite relatar la creación de Eva como secundaria a la de Adán, según lo cuenta el Génesis. En todo caso, en ningún momento se habla en el currículo del mito de Adán y Eva como tal mito, leyenda o alegoría.
Por otra parte, todo el currículo está impregnado de una fe incondicional en los dogmas islámicos (sobre todo, el Corán como palabra de Al-lah), lo que se opone, en mi opinión, al desarrollo del pensamiento crítico y a la consideración del método científico como la mejor herramienta de que disponemos para acceder a la descripción y comprensión objetivas del mundo natural. En este método es esencial la duda, el aporte de pruebas contrastables, la racionalidad, la apertura a la rectificación, y todo tipo de mecanismos para evitar errores y fraudes. Es un método, en definitiva, esencialmente antidogmático. Cualquier enseñanza basada en dogmas -como la aquí analizada- es, por consiguiente, anticientífica.
Sexismo y homofobia
La antes comentada referencia a los primeros «padres Adán (P) y Eva» es llamativa en otro aspecto, que haré más evidente señalando que en el currículo se menciona a «los cinco profetas más importantes: Adam (P), Noé (P), Abraham (P.B.), Jesús (P) y Muhammad (P.B)», y por otro lado a las «Musulmanas que son un modelo a seguir: Jadíya, Aisha, Asia, Hayar y Um Salama». Salta a la vista que a los grandes hombres se les distingue con «(P)», «con él sea la paz» o «(P.B)», «paz y bendiciones», pero a las mujeres no, por modélicas que sean. Paradójicamente, mientras se habla de evitar «el lenguaje sexista» y de «conocer las aportaciones de hombres y mujeres, valorándolas por igual».
Como, por otra parte, se hace mucho hincapié en «el Corán como el libro que contiene las palabras de Al-lah y que nos guía por el buen camino», lo de evitar el sexismo no queda tan claro. El Corán, como es notorio, no es precisamente un modelo a seguir respecto a la «educación para la igualdad de género» que se proclama en el currículo. Muy conocidas son las dificultades que ofrece a quienes luchan por la igualdad de sexos sin apartarse de la ortodoxia islámica. No olvidemos que el Corán dedica la sura 4 a «Las mujeres», pero el texto se dirige a los hombres, y, ni en las traducciones que comienzan la célebre aleya 4.34 (o 38, según la versión) con «Los hombres son responsables del cuidado de las mujeres» o «Los hombres son protectores y proveedores de las mujeres» en vez de «Los hombres son superiores a las mujeres», quedan estas en situación de igualdad en el conjunto del texto, sino que resulta claros sus menores derechos. En algunas traducciones reputadas, esta misma aleya termina diciendo que, a las mujeres de quienes se tema animadversión, «las azotaréis» o «pegadles», pero que termine la recriminación cuando obedezcan. Incluso en las interpretaciones más benévolas de la aleya, la posición dominante del hombre (y sumisa de la mujer) es evidente. La «igualdad de género» no consiste en que los hombres sean patriarcalmente benevolentes con las dóciles mujeres: «Sus mujeres son para ustedes como un campo de labranza, por tanto, siembren en su campo cuando quieran.» (Corán 2:223). La discriminación aflora también en las herencias: «al varón le corresponde el equivalente a la porción de dos hembras» (Corán 4:11).
Añadamos al sexismo la homofobia presente en algunas suras (Corán 7:80-84, y 26:160-175), y la muy violenta represión de las relaciones sexuales fuera del matrimonio (Corán 24:2).
Algo similar a lo comentado sobre el Corán cabe decir al considerar «El profeta Muhammad, el elegido: un ejemplo a seguir», con el objetivo de «aprender normas adecuadas de conducta tomando como ejemplo la vida del Profeta y sus compañeros». No estoy capacitado para entrar en las controversias sobre la biografía de Muhammad, pero si hacemos caso del propio currículo, «La Sunna son las enseñanzas del Profeta», «es la segunda fuente de conocimiento» y «está compuesta por hadices». Pues bien, al acceder a las colecciones de hadices propuestas en el currículo, o a otras fuentes islámicas muy acreditadas (véase, por ej., en webislam, Muhammad: Su vida basada en las fuentes más antiguas, de Martin Lings), nos encontramos con que Muhammad desposó a Aisha cuando esta tenía 6-7 años (alguno más en ciertas fuentes), que consumó ese matrimonio dos o tres años después, y que el número de sus esposas fue de 12 o 13. Unos datos biográficos que difícilmente hablan a favor de unas relaciones igualitarias. Algunos hadices también dan cuenta de la mayor presencia de mujeres en el infierno, y de su menor inteligencia, según Muhammad.
El desprecio de Muhammad a los homosexuales es claro, y así, por ejemplo, leemos en Al-Bujari: «El Profeta (B y P) maldijo a los hombres afeminados y a las mujeres que quieren ser como hombres; y dijo: «Sacadlos de vuestras casas».»
Intolerancia
¿Qué encontramos sobre la tolerancia con quienes no profesan las creencias islámicas, sobre todo si no creen en Dios alguno? No hay más que empezar a leer el libro-guía del propio currículo, el Corán, para percatarse de su dureza contra los «infieles», quienes no creen en el islam, pues «tendrán un castigo severo» [o, según las traducciones, «tremendo», «cruel», o un «tormento inmenso»…] (Corán II, 4 o 6), que en algún pasaje se concreta en «el infierno». Este tipo de advertencias y amenazas abundan en el Corán -si bien con ocasionales atisbos de tolerancia religiosa aquí y allá-, por lo que (im)poner este libro, y sin abundantes avisos precautorios, como guía para la vida es, en mi opinión, poco compatible con el desarrollo de los encomiables objetivos de «el respeto y la tolerancia con el resto de culturas» que se enuncian en el currículo. Los niños estarán en clase con compañeros «infieles»; ¿les parece conveniente que se les (im)ponga como guía un libro que incita al menosprecio, al rechazo e incluso al odio a esos infieles desde la primera sura?
Al acceder de nuevo a las colecciones de hadices que el currículo recomienda para conocer la vida de Muhammad, y a las otras fuentes islámicas acreditadas, leemos que Muhammad fue un jefe guerrero que, entre otras cosas, dio el visto bueno a la decapitación, por orden de Saad ibn Muadh, de cientos de hombres judíos Bani Qurayza, mientras que las mujeres y los niños fueron hechos esclavos. (No entro aquí ni en la realidad de los hechos ni en las justificaciones que se proponen). ¿Es posible que pueda ofrecerse el acceso a episodios de este cariz a los niños, y sin posibilidad real de objeción por tratarse de textos y personas «sagradas», como «ejemplo a seguir» para «la tolerancia», «la paz y la convivencia», el rechazo «de cualquier tipo de violencia» y la «igualdad de género»?
En definitiva, entiendo que lo que el currículo islámico para Primaria ofrece es un plan de adoctrinamiento infantil revestido de buenas palabras (desarrollo de numerosas competencias) y no niego que de buenas intenciones, pero que, en mi opinión, son difícilmente compatibles con el dogmatismo, sexismo e intolerancia que aflora en los contenidos y, sobre todo, en las fuentes. Conviene ahora contemplarlo en perspectiva con los currículos ya aprobados de otras religiones (la católica y la evangélica) y con las normas que rigen el conjunto de la educación primaria.
2. Los currículos cristianos
Después de analizar el currículo islámico para Primaria, es pertinente hacer otro tanto con el currículo de Religión católica (http://goo.gl/v4GU9J), y el de Religión evangélica (http://goo.gl/Xt92JC), estableciendo las similitudes y diferencias con el islámico cuando convenga. Como, al tratarse de dos religiones cristianas, sus currículos presentan en común aspectos sustanciales, hablaré de ellos en conjunto, señalando algunos contrastes cuando sea necesario.
Currículo de las religiones cristianas
Conflictos con la racionalidad y la ciencia
Tanto en el currículo católico como en el evangélico nos encontramos con un creacionismo sin mayores sutilezas. En el evangélico leemos «Respetar y valorar el entorno natural como creación y manifestación del poder y el amor de Dios», «Dios creó a todo ser viviente», «Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza», etc. En el currículo católico, «La creación, obra de Dios y regalo a sus hijos», «El cuerpo humano obra de Dios Creador con la colaboración de los padres», etc.
En definitiva, en ninguno de los dos currículos cristianos (y como también veíamos en el islámico) hallamos la más mínima matización de estas afirmaciones que las alejen del creacionismo, y nunca se habla de la evolución biológica. En el caso de la religión católica, que se dice últimamente en concordia con la teoría evolutiva, no tenemos más que examinar el Catecismo oficial de su Iglesia, el texto de referencia para la catequesis de su fe («exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral») para desmentirlo. En ese Catecismo sigue en pie, de manera literal, no sólo la creación de todo, sino la de Adán y Eva como primeros padres de la humanidad («Adán» aparece citado 44 veces). De hecho, de su existencia procede el «pecado original» que justifica «el sacrificio de Jesús» («segundo Adán»). Por tanto, si un profesor de religión católica habla a favor del evolucionismo, no lo hace siguiendo ni el currículo que aquí se comenta, ni la doctrina católica recogida en su Catecismo.
Asimismo, es totalmente aplicable a las religiones cristianas lo dicho en el artículo anterior sobre el currículo islámico, en cuanto al dogmatismo religioso frente al pensamiento crítico propio de la ciencia y la racionalidad. Sólo que ahora el libro sagrado por excelencia es la Biblia, y el personaje modelo, Jesús, tanto en el currículo católico («Estructura y sentido de la Biblia, palabra de Dios», «Jesucristo camino, verdad y Vida») como en el evangélico («La Biblia, la Palabra de Dios», «La Biblia, el mejor libro para mí», «Jesucristo, único mediador y ejemplo a seguir»).
Quizás por esto, un aspecto anticientífico que se hace más notable en los currículos cristianos (aunque el católico dice presentarse con «carácter científico») es el de los milagros. En particular, en los dos currículos, los «milagros de Jesús» y, sobre todo su «resurrección»; en el currículo católico, también el de la virginidad de María. Encontramos una insistencia en la afirmación de hechos no sólo no demostrados, sino de los que las iglesias afirman que la ciencia no puede dar cuenta.
Sexismo y homofobia
De manera similar a lo que dije respecto al currículo islámico, en el evangélico y en el católico intenta evitarse en el texto (también con éxito incompleto) el sexismo, aunque, en este caso, no aparece la «igualdad de género» (o de sexos) entre los objetivos. Pero ambos, como hemos visto, (im)ponen como libro-guía para los niños la Biblia.
Podríamos rellenar páginas con referencias sexistas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Desde el mismo momento de la (supuesta) creación, la mujer (Eva) aparece con un papel subsidiario al hombre: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gén. 2:18). Y hasta los celebérrimos 10 mandamientos van dirigidos a los hombres: «No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo.» (Deut. 5:21). Podríamos seguir con una lista interminable de citas, pero baste para terminar la que inspiró el título del libro «Cásate y se sumisa»: «Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo» (Efesios 5:24. San Pablo repite la idea en esta y otras cartas).
Este sexismo no aparece en los currículos, como decía, de manera directa, pero en el caso del católico lo tenemos, en mi opinión, en la figura de «María», al presentarla como «Virgen» a la vez que como modelo a imitar. Atribuir, contra toda racionalidad y todo conocimiento científico, carácter virginal a la madre de Jesús, a la vez que se la propone como ejemplo digno de imitación especialmente, claro está, para las niñas, considero que supone presentarles a estas una idea sucia de la sexualidad, y, en todo caso, discriminatoria respecto a la que se ofrece a los varones.
Tampoco hay dudas respecto a la execrable consideración (léase condena) bíblica de la homosexualidad. No obstante, las posturas homófobas no aparecen explícitamente en los currículos analizados.
Lo que sí aparece es la idea de no propiedad de nuestros propios cuerpos: «la vida que Dios da», «el cuerpo humano obra de Dios Creador con la colaboración de los padres» (currículo católico), «conocer y valorar su cuerpo, creado por Dios» (evangélico). Esta idea sirve de base a la represión sexual que imponen estas religiones, y a la negación de la autonomía sobre la propia vida… y la propia muerte.
Intolerancia
Aunque en los dos currículos cristianos se habla de promover la tolerancia, encontramos en el libro sagrado que ambos presentan a los niños, la Biblia, un sinfín de episodios nada ejemplares, auspiciados por el Dios judeocristiano ―al que los alumnos de religión deben máxima devoción― que se muestra vengativo, celoso, furioso, asesino, e incluso genocida con quienes no estén de su lado (aunque a menudo no hay mucha discriminación en este sentido). Valga un ejemplo como muestra que, dicho sea de paso, también resulta válida para el islam y el judaísmo (que no ha presentado currículo para Primaria), pues se trata del Números, admitido en todas estas religiones abrahámicas como penúltimo libro del Pentateuco o la Torá:
[Los israelitas] Atacaron a Madián [región donde habitaban los madianitas, descendientes de Madián, hijo de Abraham] como había mandado Yahveh a Moisés y mataron a todos los varones. (7).
Dieron fuego a todas las ciudades en que habitaban y a todos sus campamentos. (10).
Matad, pues, a todos los niños varones. Y a toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón, matadla también. (17).
Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón. (18).
(Núm. 31:7,10,17,18).
Esto no es más que una muestra entre tantas posibles. Son numerosos los ejemplos de intolerancia, e incluso extrema crueldad, hacia quienes no comparten las creencias impuestas por Yahveh. El menoscabo de los no creyentes en los libros sagrados, aunque extremadamente atenuado, se deja ver en ocasiones en los currículos; así, en el evangélico podemos leer: «Valoración de Jesucristo como el único camino de salvación». Tanto en el evangélico (7 veces) como en el católico (22) abundan las alusiones a la «salvación» de los creyentes (la «acción salvífica» de Jesús y de la Iglesia, etc.). ¿Qué salvación es esa, de qué hay que salvarse mediante la fe? Aunque hay diferencias entre católicos y protestantes sobre cómo conseguirla, el concepto de salvación es similar. Así, podemos ver en el Catecismo -donde se habla de términos relacionados con «salvación» nada menos que 359 veces, demostrando que es un concepto clave- lo que los currículos no explicitan: la salvación nos libra de la «condenación eterna». De hecho, los dos currículos cristianos aseguran la existencia de una «vida eterna».
Una vez más nos quedamos perplejos: ¿vida eterna? También tenemos que recurrir de nuevo a las fuentes sagradas y al Catecismo católico para comprender: se trata de la vida eterna del alma, una entidad capaz de sobrevivir sin el cuerpo, de la que la ciencia y la razón ha mostrado su carácter fantasmagórico, irreal. En resumen, se hace creer a los niños en una entidad ficticia (el alma), y se les amenaza con no conseguir su «salvación» si no se sigue el camino dictado por la iglesia que corresponda (en este caso, alguna de las evangélicas o la católica). La última es muy explícita en esto: «Fuera de la Iglesia no hay salvación» (véase en Catecismo 846-848, donde intenta matizarse, en mi opinión con escaso éxito, esta frase). Los niños a quienes se transmita esta doctrina percibirán a sus compañeros no correligionarios como abocados a la condenación eterna. Algo no sólo estúpido, sino deplorable.
3. Conclusiones
Una vez examinados los currículos oficiales para la Educación Primaria de las áreas de Religión islámica, Religión católica y Religión evangélica, podemos alcanzar algunas conclusiones generales atendiendo a lo mucho que hay en común entre ellos.
Conflictos con la racionalidad y la ciencia
En relación a la formación racional y científica, el adoctrinamiento creacionista visible en los currículos de las tres religiones resulta especialmente grave si se examina el currículo general de Primaria del Ministerio de Educación: en ninguna área -incluyendo por tanto la de Ciencias de la Naturaleza- se hace mención de la evolución biológica. Por consiguiente, si se siguen los currículos oficiales del Estado, los niños que reciban una asignatura de religión (la que sea) habrán sido adoctrinados en el creacionismo entre los 6 y los 12 años, pero no habrán sido instruidos en la comprensión científica, evolucionista, del origen de los seres vivos, incluyendo los humanos. Estaríamos ante una aberración mucho peor que la tan criticada en los Estados Unidos cuando se ha tratado de impartir evolucionismo y creacionismo (o su derivación conocida como «diseño inteligente») en condiciones de igualdad; en nuestro caso, ni siquiera eso. Considérese además que en las asignaturas de religión suele ofrecerse la creación como el mayor de los milagros, pero no se desdeñan otros que, como es sabido, se supone que son hechos que violan las leyes naturales, inexplicables para la ciencia (¡incluida la comunicación con supuestos seres del «más allá»!): ¿cómo compaginar esta información con la que se ofrece en otras asignaturas basadas en la racionalidad y el escepticismo científico? ¿Y cómo compaginar el «pensamiento» dogmático con el pensamiento crítico basado en la racionalidad?
Incluso más allá de las lecturas y modelos ofrecidos en los currículos de religión, hay que decir que cualquier adoctrinamiento, cualquier enseñanza basada en dogmas, sean religiosos o no, entorpece el progreso de la capacidad crítica y del pensamiento racional; y, como insistiré a continuación, dificulta el desarrollo de la conciencia libre de los niños.
Inculcación de una moral sexista, homófoba e intolerante
En efecto, en lo relativo a la formación moral, el panorama que ofrecen los currículos es desolador a pesar de las buenas intenciones que manifiestan. Según lo que hemos ido viendo, hay que concluir que entre la sagrada Biblia o el sagrado Corán y la sencilla (e imperfecta) Declaración Universal de los Derechos Humanos no hay color. La inferioridad de la mujer en los libros sagrados de las religiones abrahámicas tiene, desgraciadamente, su impronta en el lamentable estatus de la mujer en todas ellas. Además de sexismo, también encontramos homofobia e intolerancia en los tres currículos religiosos, sobre todo por su apoyo en los libros sagrados. Ofrecer hoy esos libros, y especialmente a niños, como guía de conducta, me parece un desatino que, al ejercerse como adoctrinamiento, llega, en mi opinión, a la categoría de abuso. El enfoque dogmático acostumbrado en las diversas religiones, atenta, además de contra el desarrollo de la autonomía moral de los niños, contra el progreso de su espíritu crítico y su racionalidad. En definitiva, contra el florecimiento de su libertad de conciencia. Si se quiere destacar algo como sagrado, que sea esta libertad de conciencia, no las biblias, coranes, catecismos, hadices o torás, ni dogma alguno (religioso o no).
Carta blanca para el adoctrinamiento segregador
Este triste balance surge de que se conceda a las autoridades de las confesiones religiosas con las que el Estado ha firmado acuerdos, carta blanca para los currículos, sin que se haga una revisión por parte de las autoridades educativas estatales, por si hubiera elementos que pudieran comprometer claramente el buen desarrollo infantil -como, en mi opinión, es el caso-.
Otro aspecto lamentable de las asignaturas de religión es que los alumnos se ven segregados en función de la diversidad de adoctrinamientos ofrecidos, según el desigual parecer de algunos de los padres que los desean. Véase que digo sólo de algunos padres, pues creencias y convicciones hay muchísimas más que las ofertadas, sólo que unas son consideradas de primera categoría, y, el resto, sin categoría alguna. Evidentemente, no se trata de que se adoctrine en todas, sino en ninguna. Quienes no quieren adoctrinamiento alguno para sus hijos tienen que soportar que éstos sufran, en el tiempo destinado a ello en la escuela, lo que se les haya ocurrido a las autoridades ministeriales de turno, previa vergonzosa negociación con las entidades religiosas, sobre todo con la Iglesia católica.
Contra el adoctrinamiento escolar y los Acuerdos que lo imponen
A veces se oye, como último argumento en pro de las asignaturas confesionales, que mantener el adoctrinamiento religioso en la escuela sirve para que sea un adoctrinamiento controlado, que no quede en manos de extremistas peligrosos. Algo de eso puede haber, y en tal caso la intención puede ser, en ese sentido, laudable. Aunque, en realidad, no se efectúa ningún control estatal sobre lo que de hecho se dice y hace en las clases de religión (lo que propicia, también hay que decirlo, que en ocasiones lo que se imparte no sea tan negativo como los currículos propician según he mostrado aquí). Pero, en todo caso, ¿no será más bien que el adoctrinamiento escolar allana la tarea de los eventuales extremistas? Me parece que cualquier adoctrinamiento mina la capacidad crítica y hace a las personas más manipulables; el dogmatismo propicia el fanatismo. Distintos dogmatismos (a menudo, pero no siempre, religiosos) favorecen fanatismos enfrentados (a menudo, pero no siempre, antirreligiosos). ¿No es una defensa mucho mejor contra todo esto una educación que persiga la formación de librepensadores? Una educación para la libertad debe liberarse de los errores y la intolerancia de los libros sagrados, de las supercherías y dogmas que se resisten a dar paso a la razón y los derechos humanos.
En definitiva, pienso que lo más razonable y justo, se tengan creencias religiosas o no, es apoyar la exigencia laicista de eliminar cualquier asignatura confesional de la escuela, que debe ser laica en bien de los propios niños y de la sociedad. Para esto se necesita, en el caso de la religión católica, denunciar (anular) los Acuerdos con la Santa Sede -que obligan a mantener el adoctrinamiento católico, entre otras iniquidades- con los que se prorrogó el Concordato franquista; y, en los otros casos, revocar los Acuerdos con las diferentes confesiones. Me parece que cualquier partido democrático en el gobierno está obligado a realizar estas derogaciones con urgencia, y los que no están en el poder deben comprometerse en sus programas de manera inequívoca. Hay muchas más cosas importantes en juego, pero eliminar el obstáculo que suponen las asignaturas de religión para el buen desarrollo mental infantil debe ser una prioridad absoluta. Por supuesto, a la vez que se alienta en la escuela la capacidad crítica y un humanismo secular que, sobra decirlo, respeta el derecho a que cada cual tenga y exprese las convicciones que quiera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.