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Sales y soles

Los dulces de la solidaridad

Fuentes: Gara

El tierno militar. Hace unos días, pocas horas antes de su regreso a casa, y «sin que nadie lo supiese», seis militares españoles de la misión de la Unión Europea en Somalia «sacrificaron parte de su tiempo libre y de su dinero para visitar uno de los colegios más pobres de Yibuti». En su paseo […]

El tierno militar. Hace unos días, pocas horas antes de su regreso a casa, y «sin que nadie lo supiese», seis militares españoles de la misión de la Unión Europea en Somalia «sacrificaron parte de su tiempo libre y de su dinero para visitar uno de los colegios más pobres de Yibuti». En su paseo por las aulas repartieron «chucherías, gominolas, galletas y juegos que habían comprado en las tiendas de la ciudad». Al irse, los escolares colocaron la bandera española en la pizarra y despidieron a los edulcorados soldados con gritos de «¡España! ¡España!».

La turista acaramelada. Hace tres años, un matrimonio de mi pueblo pasó sus vacaciones, todo incluido, en Kenia. A su vuelta, la mujer contó que todos los turistas cargaban en sus maletas caramelos para los pequeños keniatas. «Yo no llevé ni uno», se justificó. «Si te fijas bien, a muchos niños africanos les faltan dientes y eso es porque comen demasiados dulces».

El bombón político. Hace ocho años, durante la visita de una delegación institucional vasca a los campamentos de refugiados saharauis, escuché atónito una conversación que resume nuestro apoyo al Tercer Mundo. Por esas fechas acababa de nacer el euro y Josu Bergara, Diputado General de Bizkaia, comentó en pleno desierto y bajo un sol de injusticia que «me han dado unas monedas de chocolate en la Oficina del Euro para que las reparta entre los saharauis». A su lado, Iñaki Anasagasti, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, replicó jocoso: «Euros de chocolate… como cuando llevábamos espejitos a los indios». En esas estábamos, seguimos, aprovechándonos de la solidaridad, la dulzura de los pueblos.