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Los «encaladores» de año nuevo

Fuentes: Rebelión

Si algo bueno ha salido de las pasadas elecciones andaluzas es la desaparición por arte de magia de los conceptos «pacto de perdedores» o «gobierno de la lista más votada» en los escritos y comentarios de los plumíferos del Sistema. Líbrennos los hados de desear un gobierno de Susana Díaz pero para mirar desde la […]

Si algo bueno ha salido de las pasadas elecciones andaluzas es la desaparición por arte de magia de los conceptos «pacto de perdedores» o «gobierno de la lista más votada» en los escritos y comentarios de los plumíferos del Sistema.

Líbrennos los hados de desear un gobierno de Susana Díaz pero para mirar desde la izquierda con simpatía al «trifachito» surgido de las urnas debe inyectarse primero en vena una dosis letal de masoquismo. Hay que ser muy estúpido para desear la fusta de unos líderes andaluces a los que parece ponerles a tope las películas protagonizadas por rubicundo con traje de cuero negro, gorra de Oberführer y brazalete. Pero como decía el torero «Hay gente pa to».

También es llamativa la extraordinaria lección de «lavado exprés» que los medios de difusión han vuelto a dar. En esta ocasión, a diferencia de cuando analizan a Unidos Podemos, Adelante Andalucía o cualquier alternativa que cuestione sus privilegios, donde solo encuentran chavistas bolivarianos, perroflautas, filoseparatistas o proetarras… al escrutar al trío que protagonizará el idem, en el más a la derecha de los que están ya muy a la derecha, pese a loas a Franco, agresividad con mujeres, homosexuales o inmigrantes, no vieron nostálgicos de la dictadura, racistas, machistas, homófobos… sino «constitucionalistas muy españoles y mucho españoles».

Eso sí, como los pactos solo parecen lícitos cuando van en una dirección, no pierden ocasión para poner en duda la legitimidad de los acuerdos que permitieron sacar adelante la moción de censura contra el corrupto PP de la Gürtel, ése de los mil y un encausados.

En Andalucía los «constitucionalistas prêt-à-porter» de Moreno y Marín tardaron dos segundos en llegar a un acuerdo de gobierno con un partido que reúne muchas de las características del protofascismo y al que se le puede catalogar al 100 % como brazo político de Kikos, Opus Dei y Hazte Oír. Y lo han hecho sin taparse las narices, sino mirando el tendido al grito de » Santi, Pablo, Albert, dientes, dientes, dientes». No en balde son entusiastas de Pantoja y los toros.

Los voceros de la oligarquía nos dejan claro a todas horas que lo esencial es el chalet de Pablo Iglesias. Aunque el dinero salga de sus bolsillos y de los de Irene, la pareja cometió un pecado tan imperdonable (otra cosa -como dejamos escrito en su momento- es la torpeza y error político de su adquisición por darle gratis munición infinita a los carroñeros) que no tiene redención posible en mil vidas. Nada que ver con los pecados veniales atestiguados en papeles de Bárcenas, sobres en B, venta de viviendas sociales a fondos buitre, puestos de trabajo en empresas privatizadas, másteres regalados… minucias.

¡Qué importa que el nuevo Favila o Fáfila a punto de iniciar la reconquista que responde al nombre de «Santiago y cierra España» tenga un currículum laboral que haría las delicias de un «ni-ni»! Lo suyo se vende como estímulo social por proporcionar a tantas almas desorientadas la coartada perfecta: «¿Ves mamá como sin trabajar nunca puedo terminar haciendo carrera?. Mira a Pablito Casado y al niño Abascal».

Aunque nos parezcan ilógicos, los pasos del «tripartito» tienen una coherencia ideológica brutal. Por lo pronto, los «regeneradores del amanecer» parecen haberse puesto de acuerdo en lo esencial: subirse los sueldos. Si se acusaba al PSOE de sostenerse en una red clientelar, nada mejor que combatirlo construyendo una nueva malla. La patria empieza en el bolsillo y entre un «Todo por la patria» y un «Todo por la pasta» hay indudable homonimia.

De las flamantes medidas anunciadas, todas acordes con el pensamiento conservador ultraliberal, la única que chirría es el intento de jibarizar Canal Sur. Por favor, si el concepto de nación española de la triada se fundamentaba en empachar a los televidentes con toros, procesiones, romerías, desfiles y folklore ñoño, ya tenían el instrumento ideal con la actual televisión pública andaluza. Y además corren el riesgo, si se les va la mano y suprimen a «Juan Imedio», de poner en marcha la revuelta de centenares de miles de jubilados andaluces a los que no movió del sillón el pensionazo.

A veces no calibramos cómo unas votaciones pueden trastocar nuestras vidas en un sistema político donde la participación y la opinión han quedado para muchas personas reducida a acudir cada cuatro años al colegio electoral.

Un ejemplo: si llevamos la aplicación de nuestras ideas al ámbito personal, ningún votante del «terceto» que no lo desee se casará por lo civil, divorciará, abortará, tendrá relaciones sexuales si no han sido bendecidas por un representante de su dios o creará un núcleo familiar fuera de la unión hombre/mujer. Es decir, su realidad cotidiana no se ve afectada en ningún momento. ¿Pero que ocurre si algún día cambiamos el enunciado del silogismo y dibujamos un escenario futuro en el cual los ultrarreligiosos tienen poder absoluto?. Todas sus ideas serían prohibiciones que nos marcarían como sociedad, castrando la libertad personal. Aunque algunos de los líderes promotores tengan muy claro el clásico » Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga».

Tampoco es baladí el empecinamiento por suprimir la ley de Memoria Histórica de Andalucía. Con una rápida consulta a golpe de clic (todoslosnombres.org/) nos topamos con 96.608 represaliados por el franquismo solo en Andalucía, Extremadura y Norte de África. Y como -candidato de Vox Málaga dixit- para ellos Franco no fue un dictador ya que vivían la extraordinaria placidez de los vencedores, nada mejor que borrar las huellas del crimen y aplicar a toda la sociedad andaluza una lobotomía que conlleve la destrucción de la personalidad. Eso sí, compatible con sacar a pasear con la más nimia excusa los fusilamientos de Paracuellos pues ahí si murieron personas y no en Badajoz, Paterna o Baena.

O la tentación de utilizar la bandera monárquica como bula papal. La última «hazaña» de los portadores del tarro de las esencias ocurrió hace unos días en un bar de Almería. Cualquier trifulca se traduce por los trolls de la derecha en un ataque a la patria a poco que algún contendiente lleve un polo con los colores rojigualda. A los adoradores de la mentira mil veces repetida no los deja sin sueño la falta de veracidad. Pese a las personas que testifiquen ebriedad y provocación (La pelea de bar convertida en» brutal agresión» por llevar una bandera).

Entramos en 2019 con una horda de políticos y periodistas de brocha gorda encalando a destajo. Ya se sabe que como buenos fariseos dominan la técnica del sepulcro blanqueado. El objetivo es dulcificar las amargas píldoras que el buscado retorno al nacionalcatolicismo (el franquismo solo fue la floración entre 1936 y 75, sus raíces son mucho más profundas) traerá a toda la sociedad.

Por ello es esencial centrar nuestro trabajo político en movilización y denuncia, sin dejar de oponernos a cualquier iniciativa, de las muchas que pondrán sobre la mesa, que signifique merma de derechos. Y la intervención de Antonio Maíllo el día de la constitución de la mesa del Parlamento un ejemplo a seguir.

Siendo conocedores de la actual realidad sociopolítica de nuestra tierra, refresquemos un texto de la mitología católica, episodio de la pasión de Cristo, cuando a la turba se le dio a elegir entre Jesús y el ¿ladrón?, ¿homicida? Barrabás («Bar Abbá / Hijo del Padre»). Quedó clara la elección mayoritaria aunque ésta supusiera condenar a un inocente.

Analizando las intervenciones del «trifachito» tratando de camuflar los acuerdos alcanzados y el deterioro de la convivencia que vendrá de la mano de tanta intolerancia acumulada, es difícil, al cerrar los ojos, no escuchar la música del No-do.

Cuando la pobreza, la crisis pronta a recrudecerse, la pérdida de derechos golpea, una parte de convecinos, convencidos de que navegan en la clase superior del Titanic y no en patera como los invasores bárbaros, se conforman con entonar «El novio de la muerte» mientras enlucen. Sin importarles que la pared elegida sea la tapia de un cementerio.

Juan Rivera. Colectivo Prometeo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.