La periodista alicantina Evelyn Mesquida, corresponsal treinta años en París de la revista Tiempo, supo de la historia de La Nueve en 1998, cuando preparaba un reportaje sobre el exilio republicano en Francia y un veterano combatiente anarquista le mostró una foto en sepia realizada en Inglaterra en el verano de 1944 en la que […]
La periodista alicantina Evelyn Mesquida, corresponsal treinta años en París de la revista Tiempo, supo de la historia de La Nueve en 1998, cuando preparaba un reportaje sobre el exilio republicano en Francia y un veterano combatiente anarquista le mostró una foto en sepia realizada en Inglaterra en el verano de 1944 en la que aparecían unos soldados españoles con uniformes americanos, pero encuadrados en una unidad del ejército francés. Estos hombres desembarcaron poco después en Normandía, y ellos fueron, le aseguró el anciano, los primeros en entrar en Paris el 24 de agosto del mismo año. Evelyn decidió entonces conocer y entrevistar a los supervivientes de aquello y así nació el proyecto de La Nueve, un libro que vio la luz en 2008 (Ediciones B), prologado por Jorge Semprún, y se convirtió pronto en un bestseller.
La obra comienza recordando las postrimerías de la Guerra Civil Española y la avalancha humana que llegó a Francia. Allí fue hacinada en campos de concentración improvisados, donde al final quedaron casi exclusivamente los excombatientes. El de Le Vernet fue destino especial para los considerados «peligrosos», como más de nueve mil procedentes de la Columna Durruti. Entre ellos estaban algunos futuros miembros de la Nueve. Otros fueron de los que consiguieron embarcar en el puerto de Alicante y acabaron en campos del norte de África, a los que pronto, con la guerra inminente, se envió también a parte de los excombatientes retenidos en Francia. Se calcula que había, en unos cincuenta campos de Túnez a Marruecos, más de treinta mil españoles, que en septiembre de 1939, con el estallido del conflicto, fueron convertidos en trabajadores forzados, y vejados y maltratados. Liberados tras el desembarco aliado en África a finales de 1942, muchos de ellos aceptaron enrolarse en el ejército francés.
Hay que decir, sin embargo, que la participación de republicanos españoles en unidades francesas empieza ya en 1939 en los combates que se libran en Finlandia y Noruega. Con la invasión de Francia en mayo de 1940, y la debacle del ejército francés, miles de españoles caen prisioneros de los alemanes, mientras varios centenares son rescatados en Dunkerque y muchos otros se integran en la Legión extranjera o van a parar de nuevo a los campos de concentración del sur. El mariscal Pétain, buen amigo de Franco, asume el mando de la Francia colaboracionista que fija su capital en Vichy, pero esos mismos días de junio se produce el llamamiento del general De Gaulle desde Londres para organizar la resistencia. Su brazo ejecutor será un joven capitán que logra huir herido de Francia y llega a Inglaterra en julio de 1940. Su nombre era Philippe de Hauteclocque, pero para la misión que se le encomienda adopta el de François Leclerc.
La actividad de Leclerc comienza en las colonias francesas del África ecuatorial, que gana para la causa de la Francia Libre. En los combates que siguen en Gabón, Eritrea, Egipto, Libia y Túnez, muestra su coraje y talento militar, en una época marcada también por las tensiones entre gaullistas y partidarios de Vichy dentro del campo francés, que sólo remiten con la fusión de los dos ejércitos en agosto de 1943. Ese mismo mes, Leclerc organiza en Marruecos su Segunda División Blindada en la que los españoles, encuadrados hasta entonces en diversas unidades francesas, fueron reagrupados en un batallón con cuatro compañías, todas con un tercio al menos de españoles, pero una, la Nueve, compuesta exclusivamente de ellos. Al frente del batallón coloca a Joseph Putz, un veterano de la Gran Guerra y las Brigadas Internacionales que conocía y apreciaba a nuestra gente.
En la Nueve predominaban los anarquistas, y eran combatientes experimentados, pero que requerían que las órdenes les fueran explicadas. Estos hombres fueron llevados en 1944 a Inglaterra, donde se adiestraron en el manejo de las nuevas armas americanas y el 1 de agosto desembarcaron en Normandía. Sus blindados estuvieron pronto en movimiento hacia el sur, desbordando a los alemanes, y ellos fueron los primeros en entrar en París el 24 de ese mes, desobedeciendo las órdenes americanas. A ellos cupo el honor de liberar la ciudad. Después de aquello, combatieron duro en Alsacia y tomaron el búnker de Hitler en Berchtesgaden, donde les llegó la noticia de que la guerra había terminado. La Nueve era la fuerza de choque por excelencia de la división y de los 144 hombres que la formaban antes de Normandía, sólo quedaban dieciséis vivos al final de la guerra. En la tumba de cada caído siempre se colocó una pequeña bandera republicana.
La segunda parte del libro la componen breves biografías de algunos de los integrantes de la Nueve entrevistados por Evelyn Mesquida. Sus testimonios sirven de homenaje a los que se fueron sin poder contar sus historias. Estos hombres aportan recuerdos sobre todo de la lucha y la derrota en España, y la miseria de los campos de concentración franceses. Incorporados a la Segunda División Blindada, remarcan el entusiasmo con que iban en Europa contra los nazis, confiados en su terrible armamento, aun sabiendo que muchos habrían de dejar allí la vida. En París, no olvidan tampoco la gran bandera republicana que desplegaron en los Campos Elíseos y que en seguida les conminaron a retirar. Tras la victoria, casi todos rehusaron ir con Leclerc a Indochina, donde «no se les había perdido nada».
El aristócrata, religioso y derechista Leclerc llegó a simpatizar con aquellos rudos españoles antiautoritarios e improvisadores, pero implacables en el combate, que componían la Nueve. Estos también apreciaban la inteligencia y el coraje de un jefe que velaba por sus hombres paternalmente, pero estaban movidos sobre todo por una lucha contra el fascismo que se les hizo creer que tendría su continuación con la liberación de España. En este sentido, sólo cabe decir que fueron miserablemente engañados. La presencia de excombatientes republicanos españoles en el ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial fue un hecho esencial, ninguneado mucho tiempo y que aún no se ha reconocido en toda su amplitud. Libros como La Nueve de Evelyn Mesquida ayudan grandemente en esta tarea.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
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