Para los que no tengan edad, el apellido Boyer casi no les dirá nada, más allá de que se trata de una personalidad pública que maridó con Isabel Preysler, ex de la estrella de la canción bluf Julio Iglesias y reina de Porcelanosa. Pero Miguel Boyer tiene un pasado del que, como de su sombra, […]
Para los que no tengan edad, el apellido Boyer casi no les dirá nada, más allá de que se trata de una personalidad pública que maridó con Isabel Preysler, ex de la estrella de la canción bluf Julio Iglesias y reina de Porcelanosa.
Pero Miguel Boyer tiene un pasado del que, como de su sombra, no puede zafarse por más que los años no pasen en balde. El ahora plusmarquista de los consejos de administración fue uno de los miembros históricos el PSOE felipista, asistió al Congreso de Suresnes, en donde se formalizó la escisión con el PSOE republicano, y durante años representó la fidelidad a la opción socialdemócrata dentro del partido, del que llegó a ser vicepresidente económico en el primer Gobierno de Felipe González. Desde ese sillón protagonizó la intervención de la Rumasa de Ruíz Mateos, el primer holding de la España de la época, en una medida tan «jacobina» que hoy casi no la igualaría el mismísimo Hugo Chávez. Luego se distanció de sus colegas socialistas y más tarde apareció respaldando las tesis del PP de José María Aznar, con tan inquebrantable adhesión que llegaría a encaramarse durante un tiempo a la vicepresidencia de la Fundación FAES, el think tank del sector neocons español.
Hombre de trato difícil y discreta vida pública, ampliamente amortizado su paso por Carabanchel durante el franquismo, Boyer aparece ahora en los papeles como un ardiente defensor del ajuste del presidente Zapatero. Y, caso típico en algunos conversos ideológicos de alta alcurnia, se permite ser más papista que el papa, haciendo gala de un despotismo ilustrado que ni el mismísimo Felipe Gonzalez perpetró cuando en su recital ante «todo el PSOE», con motivo del centenario del grupo socialista, divulgó el manual de uso del partido para momentos de crisis, sin citar en una sola ocasión a los sindicatos ni a los 4,5 millones de parados creados por el partido (nuestro particular Ogro Filantrópico, que diría Octavio Paz). En este brumoso contexto, el divino Boyer ha reaparecido y lo ha hecho ante uno de esos cónclaves de cinco tenedores, el foro Nueva Economía, que se montan de vez en cuando para lanzar las consignas que precisa el capital para tener al personal en primer tiempo de saludo.
Cito al diario de referencia (El País, 22 de junio de 2010): «El ex ministro socialista apoyó la reforma laboral, de la que dijo debe mejorarse en el Parlamento con la colaboración del PP, y el retraso de edad de jubilación; criticó el bajo salario de los miembros del Gobierno («si se siguen bajando, pronto llegarán los analfabetos» a la dirección del Ejecutivo); respaldó la aplicación del Plan E y explicó que un impuesto sobre la banca no tendría sentido en España porque tendría mucha repercusión en el cliente…» Literalmente. Ni el mismísimo Botín se habría expresado con más despejadas intenciones. Un recital de soberbia sin la más mínima concesión a la cruda realidad. Veamos. La «reforma» laboral, que es en realidad una agresiva contrarreforma si no nos dejamos colonizar semánticamente, debe «mejorarse» en el Parlamento con la colaboración del PP. O sea, que ahora han de ser los representantes de la nación quienes agraven aún más las condiciones que han de soportar sus sufridos representados. Ése es el sentido oculto del término «mejorarse», que además ha de hacerse con la «colaboración del PP», descubriendo la mano invisible que mece la cuna de la Moncloa («Esto sólo lo arreglamos entre todos»). Además se insta a retrasar la edad de jubilación, para que a ZP no le tiemble la mano y vuelva a las andadas de lo que comprometió ante el sanedrín de Davos allá en los comienzos de la presidencia española de la UE. Añade que los ministros ganan poco, el que cobra como ex ministro y vice, porque de lo contrario «llegarán analfabetos», como si el Ejecutivo no fuera ya por definición la mayor incubadora de analfabetos sociales. Y rubrica su patriótica deposición amenazando, por bancarios interpuestos, con trasladar al bolsillo de los ciudadanos cualquier impuesto sobre el sistema financiero para sufragar la crisis por él fomentada y por los trabajadores sufrida. Comme il faut.
Esto entre la aristocracia post-socialista. En el remoto frente obrero, las cosas no son muy diferentes aunque aún se vistan con la pana de aquellos abogados laboralistas que tanto nos quisieron. Va esto último por el artículo que ese mismo día y en ese mismo medio, seguramente por aquello del contraste de pareceres, nos ofrece el socialista y actual presidente de la Comisión de Economía del Congreso, Antonio Gutiérrez, ex secretario general de Comisiones Obreras. Sostiene el que fuera líder de CCOO cosas que defendería cualquier persona sensata y mucho más si encima tiene una mínima conciencia cívica. Habla Gutiérrez de la «reforma parcial -y brutal- del 85», hecha por el PSOE de Felipe; cita las oportunistas involuciones laborales aprobadas «al menor bache de la economía»; se refiere a que la reforma actual busca como siempre abaratar el factor trabajo como vía principal para recomponer la tasa del beneficio» y, como apoteosis asegura que «inexplicablemente, el proyecto de reforma sufrió una metamorfosis asombrosa entre el primer borrador, más equilibrado, del viernes 11, y el decreto aprobado tres días después». ¿La llamada de Botín, la palmadita de Obama, o la simple lógica de la razón de Estado? Bien, pues con toda esa batería de reproches y enmiendas a la totalidad, ¿votó en coherencia Antonio Gutiérrez contra la «asombrosa» reforma que propone su partido? No padre; se abstuvo con mérito. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Todo muy predecible. La consigna es «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», en un tramposo totum revolutum para encubrir que siempre ha habido clases. ¿Quién ha vivido por encima? ¿Quién ha tenido posibilidades? Si desde la transición el índice de paro en España fue siempre el doble que la media europea. Si, como insiste en recordarnos Vicenc Navarro (Los sindicatos llevan razón. El Plural 22 de junio) «según datos del ministerio de Trabajo en el periodo de octubre de 2008 a octubre de 2009, el 50% de contratos extinguidos han tenido una indemnización de sólo 8 días por año (y) los beneficios empresariales crecieron en España un 73% en el periodo 1995-2005 -más del doble de la media de la UE-15, un 33%-, mientras que los costes laborales aumentaron en el mismo periodo un 3,7% -cinco veces menos que en la UE, un 18,2%». Pero eso no cuenta ante la avalancha fundamentalista que nos embarga. Es la propaganda que no cesa. Hasta que nos convenzan que debemos inmolarnos por su buena causa. ¡Ninguna televisión pública transmitió la sesión de convalidación de la reforma laboral en el Congreso!
«Es un tumulto análogo al silencio». (Cementerio marino. Paul Valery)
Fuente: http://www.radioklara.org/spip/spip.php?article3974
rCR