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Los Hijos del Socialismo

Fuentes: Rebelión

Año 2005. Cientos de miles de Polacos emigran hacia el Reino Unido y se establecen aprovechando con ventaja las nuevas regulaciones Europeas que les permiten trabajar allí­. Huyen de un país en el que un maestro gana una cuarta parte de lo que puede ganar un albañil sin experiencia en el Reino Unido. Pero realmente […]

Año 2005. Cientos de miles de Polacos emigran hacia el Reino Unido y se establecen aprovechando con ventaja las nuevas regulaciones Europeas que les permiten trabajar allí­. Huyen de un país en el que un maestro gana una cuarta parte de lo que puede ganar un albañil sin experiencia en el Reino Unido. Pero realmente no huyen. Sólo van a buscar dinero en una competencia contra los británicos en la que los polacos llevan ventaja.

La ventaja polaca es una gran ironía. La economía de su país, según dicen, es del tercer mundo. Pero la educación polaca, diseñada por gobiernos comunistas, parece ser bastante más efectiva que la británica. El maestro polaco no tiene problemas en tomar el trabajo de albañil porque, además de su conocimiento para enseñar, también sabe algo de construir casas. Los británicos, herederos de lo mejor de la cultura capitalista del primer mundo, se ven desplazados por personas con mejor formación teórica, gran habilidad práctica y una enorme motivación.

Los hijos del socialismo derrotan a los hijos del capitalismo en su mismo terreno: la competencia por el dinero. Tan preocupados están los británicos por esta «invasión» que apoyan masivamente el aumento de regulaciones para la inmigración. Algo que un gobierno laborista, que arrastra los despojos del socialismo británico, difícilmente podrá conceder.

Quizás los conservadores británicos se aprovechen de esto para volver al poder. Eso aderezaría la ironía.

Lo que la masa, cada vez más abiertamente xenófoba, quizás no llegué a notar es que esa invasión le conviene al Reino Unido. Al menos a esa parte del Reino Unido que tiene empresas o servicios que no puede mantener funcionando sin personal hábil, dispuesto y calificado. Y, ciertamente, es más barato para la economía británica, montar negocios con personal cuya formación fue costeada por otra economía.

Así que los conservadores británicos, tradicionalmente más cercanos a los dueños del capital, tampoco podrán, de llegar al poder, conceder a los británicos la salomónica solución del capitalismo global: disfrutar de todos los otros mercados libres, pero cerrar el mercado laboral.

La ironía está allí para quedarse.

Año 2021. Culmina la llamada Revolución Bolivariana Socialista. Hace casi 20 años, ese movimiento político inició una sutil migración controlada de mano de obra calificada por toda latinoamérica. Partiendo de Cuba, miles de médicos cubanos, hijos de lo que muchos en esa época consideraban el mejor sistema de salud público del mundo, se instalaron primero en Venezuela, luego en Bolivia y luego en otros países del área, para intentar hacer realidad el principio de salud para todos en la Región. Un principio que estuvo escrito por décadas antes en las más avanzadas constituciones nacionales de ese continente, pero que sólo comenzó a cumplirse efectivamente con el surgimiento de la República Bolivariana de Venezuela.

La Revolución Bolivariana Socialista cometió un sólo error, más bien clásico en la tradición socialista. La generosidad, motivación fundamental de la perfecta moral socialista, no se decreta. Se le puede cultivar, pero en un entorno en el que persiste la exigencia emplazante a producir más y en donde esta se combina con el perfil genético latino de pasión por la familia (y por los compadres), es sumamente difícil.

Así que la Revolución Bolivariana terminó sucumbiendo al mal de Socialismos anteriores: el surgimiento de esa red de relaciones para la generosidad que no alcanzó a cubrir a todos (básicamente se conformó con cubrir a los aliados o a quienes dijeron serlo) y que le abrió la puerta de nuevo al privilegio injusto. La democracia terminó retirándoles del poder, una vez más.

Es la misma ironía.

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