Aunque el bloqueo a Cuba se inicio oficialmente el 7 de febrero de 1962, en la práctica comenzó en 1959, apenas triunfó la revolución popular contra la dictadura pro estadounidense de Fulgencio Batista. La reciente tragedia que -para Cuba y varios otros países del Mar Caribe- ha significado el huracán Irma, me ha hecho recordar […]
Aunque el bloqueo a Cuba se inicio oficialmente el 7 de febrero de 1962, en la práctica comenzó en 1959, apenas triunfó la revolución popular contra la dictadura pro estadounidense de Fulgencio Batista.
La reciente tragedia que -para Cuba y varios otros países del Mar Caribe- ha significado el huracán Irma, me ha hecho recordar una discusión que tuve hace exactamente diez años con un amigo estadounidense de visita en Cuba quien sostenía que Fidel Castro debía estar agradecido al gobierno estadounidense por el bloqueo que le había impuesto durante medio siglo a la revolución cubana.
Según el criterio de ese amigo norteamericano, a los cubanos les habría resultado sumamente difícil, casi imposible, mantener la unidad de acción que han mostrado para el logro de sus grandes avances sociales, culturales, educativos, científicos y económicos, «si no hubiera existido la feroz y estúpida hostilidad contra la isla» de su poderoso vecino del norte.
Por ello, especulaba él, el gobierno de Cuba ha actuado de manera muy astuta al no hacer todo lo que ha estado a su alcance por lograr que Estados Unidos suspenda el bloqueo económico y normalice sus relaciones con la isla.
Argumenté contra tal especulación recordándole la vertical posición del gobierno cubano contra el bloqueo, la promoción que ha venido haciendo desde hace muchos años en pro de acuerdos internacionales de condena a éste y su permanente disposición de negociar equitativamente todas las disputas con Washington.
Es incuestionable -reconocí- que la posición de una docena de sucesivos gobiernos de Estados Unidos en aras de la persistencia del bloqueo contra Cuba ha contribuido, al igual que su política de amenazas y agresiones abiertas y encubiertas, a la promoción de una política de unidad popular de los cubanos que ha servido para estimular el apoyo entusiasta de la población al proyecto político.
Similarmente, hay que considerar que los ciclones aportan beneficios importantes mediante lluvias torrenciales que enriquecen el manto freático, llenan de agua los embalses y hasta renuevan los bosques derribando viejos árboles, pero sus secuelas perjudican en grado superlativo a la población mediante los daños que ocasionan sus vientos, las lluvias, las mareas y las olas del mar en aras de tales efectos presuntamente provechosos.
Cuba es azotada frecuentemente por los poderosísimos huracanes que caracterizan a la región geográfica donde está ubicada. A veces lo hacen con muy poco tiempo entre uno y otro para permitir una recuperación efectiva, pero, cada vez que esto ocurre, recuerdo este intercambio con mi amigo estadounidense.
Los cubanos se sienten orgullosos de pertenecer a un pueblo que ofrece demostraciones tan extraordinarias de unidad, disciplina, solidaridad y creatividad al enfrentar estos fenómenos naturales con evitación de víctimas fatales y con efectos materiales intangibles en comparación con otros países que no cuentan con una similar organización social basada en la solidaridad.
No puedo evitar la comparación de esta actuación de los cubanos con la que manifiesta este pueblo en el enfrentamiento a los efectos del bloqueo y frente a la hostilidad que hace casi 60 años practican los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba.
Los ciclones traen aguas para las siembras y las represas; el bloqueo contribuye a la firmeza de la concertación de los cubanos para la defensa de la nación. Pero cuando se considera la magnitud de los perjuicios materiales, los sufrimientos y los flagelos que derivan de los ciclones y del bloqueo, cualquiera comprende por qué son tan indeseables.
Ojalá la ciencia meteorológica alcance algún día la capacidad de disolver o desviar los huracanes a lugares no habitados. Y que los científicos encuentren los medios y maneras de obtener por otros medios el agua que ellos aportan.
Hasta tanto ello no ocurra sería deseable que la sensatez mueva al gobierno de Estados Unidos a renunciar al bloqueo que ha venido ejerciendo contra Cuba.
Los cubanos sabrán encontrar y perfeccionar cada vez más las fuerzas centrípetas capaces de hacer irreversible, a partir de bases cada vez más democráticas y permanentes, la práctica y defensa del proyecto revolucionario nuestroamericano de Bolívar y Martí.
Lamentablemente, para los cubanos, volver a la normalización tras el devastador fenómeno atmosférico Irma, significa también volver a vivir en las condiciones del no menos demoledor fenómeno criminal que es el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba en inútil esfuerzo por hacer a la isla regresar al redil imperialista.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.
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