A partir del testimonio de dos hijas de Karl Marx -Eleanor, que se suicidó a los 43 años y Laura, que finiquitó su vida a los 66- el filósofo Juan Carlos Ruiz Franco trenza una novela documental de 138 páginas titulada «El bastardo de Marx», publicada por Ediciones Dyskolo en noviembre de 2016. El título […]
A partir del testimonio de dos hijas de Karl Marx -Eleanor, que se suicidó a los 43 años y Laura, que finiquitó su vida a los 66- el filósofo Juan Carlos Ruiz Franco trenza una novela documental de 138 páginas titulada «El bastardo de Marx», publicada por Ediciones Dyskolo en noviembre de 2016. El título del libro invoca al vástago «ilegítimo» que el historiador, economista y filósofo germano tuvo con la criada de la familia, Helene Demuth. La narración, que intercala cartas y artículos de la época, permite una aproximación biográfica a Karl Marx, Friedrich Engels y otras personas del círculo íntimo. Cuenta Eleanor Marx que su padre nació el cinco de mayo de 1818 en la ciudad renana de Tréveris, inserta en el reino de Prusia. Hombre de fuerte carácter, se doctoró en la Universidad de Jena e intentó dedicarse a la docencia, pero del mismo modo que Bruno Bauer, un significado hegeliano de izquierda, fue expulsado de su cátedra en 1842, Karl Marx no pudo impartir clases. La mordaza del estado militarista prusiano se lo impidió. Entonces buscó una salida en el periodismo. Fue redactor jefe de «La Gaceta Renana», un periódico liberal, pero a los seis meses (octubre de 1843) se topó de nuevo con la censura, que cerró el periódico por la publicación de un artículo considerado «antirruso».
Eran sólo los comienzos y Karl Marx «gozaba de un gran prestigio entre la burguesía progresista de la época», relata Eleanor. De ahí que, con la oferta de un buen estipendio, el editor Arnold Ruge le planteara la publicación en París de los «Anales Franco-Alemanes». A la capital francesa se trasladaron, en 1843, Marx y su esposa Jenny Von Westphalen. La ciudad se destacaba por el fulgor intelectual: allí se hallaban entre otros el último poeta romántico, Heinrich Heine. Karl Marx entabló relación con ellos. Además en París «comenzó la fraternal relación entre mi padre y Engels», subraya la hija del filósofo. Por aquellos años Marx ya se ubicaba en los aledaños del comunismo, lo que marcaba una distancia insalvable con Arnold Ruge, en posiciones demócrata-liberales. Debido al antagonismo, al editor no le agradó el primer número de los «Anales», por sus excesos revolucionarios y por lo que consideró un abuso de las aportaciones alemanas. El Gobierno prusiano se sumó a los reparos: señaló nuevamente a la figura de Marx, la amenaza que implicaba la publicación de la obra y advirtió que se producirían detenciones si los autores entraban en el territorio de Prusia. «Pero mi padre tuvo suerte porque consiguió encontrar a un mecenas que le compró parte de la edición y organizó una colecta para mantenerle en parís», relata Eleanor.
En esas circunstancias, Marx se vio obligado a prolongar las colaboraciones periodísticas. Por ejemplo en el rotativo «Adelante», donde continuó apuntando contra el Gobierno de Prusia. La reacción del ejecutivo fue pedir que se le expulsara de Francia; y así ocurrió. El itinerario político y vital del filósofo y activista continuó en Bruselas, donde se tuvo que comprometer a no escribir artículos políticos. Sin empleo, Karl Marx se dedicó a publicar libros y textos con Engels, figura que resultó siempre capital para el sustento de la familia: «Mis padres lograron mantenerse económicamente gracias al dinero de algunos amigos, a varias colectas y a lo que ya entonces les daba Engels», comenta Eleanor Marx en el libro de Juan Carlos Ruiz Franco.
Pese a la represión y la censura, nunca abandonó la militancia política; así, en Bruselas militó en la «Liga de los Justos», que después se llamó «Liga de los Comunistas». Advertido el Gobierno de Bélgica de sus actividades subversivas, Karl Marx volvió a tener problemas… En este punto Ruiz Franco introduce las palabras de Jenny Von Westphalen en primera persona, que complementan las impresiones de su hija: «La policía, los militares y la guardia civil fueron puestos en estado de alerta; entonces los trabajadores alemanes decidieron que ya era hora de armarse a su vez; se procuraron dagas, revólveres… Karl aportó dinero gustosamente, pues acababa de recibir una herencia; el Gobierno vio pruebas de conspiración e intriga; Marx obtiene dinero y compra armas, por lo tanto ha de ser expulsado» («Breve bosquejo de una vida memorable»). Dos sargentos de la policía irrumpieron en la vivienda donde residía el revolucionario alemán. Afirmaban poseer una orden de arresto para conducirlo a un interrogatorio. Tras la estancia belga y revocada una antigua orden de expulsión, el siguiente destino revolucionario de Marx se hallaba en parís. Corría el mes de febrero de 1848 y la Monarquía de Luis Felipe I estaba a punto de sucumbir. Marx se enrola en las «barricadas» parisinas y ese año redacta con Engels el «Manifiesto del Partido Comunista».
El «fantasma» revolucionario se propaga por Europa. Marx viaja a Colonia: publica un número de la «Nueva Gaceta Renana». Cuando retorna a París, observa cómo el proceso revolucionario ha derivado en una República presidida por Luis Napoleón Bonaparte, que decide liquidar los sueños de emancipación obrera. Un año después, en julio de 1849, Marx recibe la orden de abandonar París, de manera que tiene que fijar un nuevo destino: Londres. En la capital inglesa «viviría prácticamente en la miseria; la familia subsistió en todo momento gracias a las ayudas y las herencias, ya que no existía ningún ingreso fijo», explica Eleanor. Sólo entraba, de tanto en tanto, el dinero de algún préstamo a fondo perdido. La hija de Carlos Marx dedica asimismo unas palabras a Engels, su inseparable socio y mecenas. Nacido en el seno de una familia burguesa, religiosa y propietaria de fábricas textiles, Friedrich Engels se escoró ya en los años de universitario en Berlín (1841 y 1842) hacia el hegelianismo de izquierda. Se trasladó a Manchester para ayudar en la dirección de las factorías. Selló el inicio de su estrecha relación con Marx aquel día de noviembre de 1842 en que apareció por la redacción de «La Gaceta Renana». Poco después empezaron a colaborar en los «Anales Franco-Alemanes»…
Además de uno de los fundadores en 1869 del Partido Socialdemócrata de Alemania, Wilhelm Liebnecht fue padre de Karl, mentor éste con Rosa Luxemburgo de la Liga Espartaquista y el Partido Comunista de Alemania. Wilhelm Liebnecht define la constitución física de Marx como naturalmente adecuada para los grandes esfuerzos. En Londres, tan pronto se sentía mejor de los achaques, «volvía a caer paulatinamente en la costumbre de trabajar por las noches, hasta que de nuevo se producía una crisis que le obligaba a un tren de vida más razonable (…)». Pero sólo el tiempo justo: «Las crisis eran cada vez más intensas; contrajo una afección hepática y tumores malignos». Poco a poco su fortaleza natural fue mermando.
El yerno de Marx, Paul Lafargue, también resaltaba esta capacidad titánica de Marx para la producción intelectual. Fue en 1865, en Londres, cuando Lafargue se encontró al activista e ideólogo por primera vez. El periodista y médico revolucionario nacido en Cuba, defensor de «El derecho a la pereza», conoció a Marx enfermo y fajándose para levantar el primer volumen de El Capital. En el gabinete de Maitland Park Road, donde le visitaban camaradas de todo el mundo, «no se me apareció como el incansable agitador socialista, sino como un erudito (…), las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros, y cargadas hasta el techo de manuscritos y paquetes de periódicos». No sólo leía en todas las lenguas europeas -también en ruso- y escribía en alemán, inglés y francés, sino que la biblioteca de Marx -cuenta Lagargue- «contenía más de mil volúmenes reunidos durante su larga vida de investigaciones»; pero no era suficiente y, por ello durante años frecuentó el Museo Británico.
Entre la encarnizada persecución de los poderes y la loa de los seguidores, el libro de Dyskolo incluye a los críticos de la época. Uno de los más reputados, Mijail Bakunin, afirmó sobre Marx: «Cree de modo absoluto en sus propias teorías, y desde sus alturas desprecia a todo el mundo». Otra aproximación a los Marx puede basarse en la reconsideración del rol de las mujeres, a menudo relegadas frente a los prohombres. El dos de diciembre de 1881 falleció en Londres Jenny Von Westphalen. En el funeral Engels recordó que Jenny sufrió el exilio parisino, el hostigamiento del Gobierno de Prusia y la prisión en Bélgica. Tras la revolución, frustrada, de 1848 afrontaría todas las penalidades del exilio londinense.
También a la muerte de Jenny, hija mayor de Karl Marx, Engels rememoraba la «presencia de ánimo y energía que muchos hombres envidiarían». Se refería a la actuación de Jenny cuando los periódicos irlandeses revelaron los maltratos afligidos en las cárceles británicas a los presos nacionalistas, juzgados en 1866; y, dado que el político liberal William Gladstone no cumplió con las promesas previas de amnistía al acceder a la presidencia, Jenny Marx tomó partido. Escribió dos artículos en el periódico «Marsellesa», de Rochefort, en los que denunciaba las vejaciones. Después se hizo eco la prensa parisina. A las pocas semanas, celebraba Engels, O’Donovan Rossa y la mayoría de los patriotas irlandeses estaban ya libres y de camino a América. Pero el libro de Juan Carlos Ruiz Franco no es una biografía estrictamente política. Desentraña también el lado humano (demasiado humano) de los Marx: quién fue Helen Demuth, la tormentosa relación entre Eleanor Marx y Edward Aveling; el carácter de Freddy, el hijo bastardo; la vida sexual de Carlos Marx, su relación con el dinero…
El bastardo de Marx
J.C. Ruiz Franco
Ediciones Dyskolo 1.0. noviembre 2016
epub: 1,9 Mb.
mobi: 2 Mb.
pdf: 138 pág.
Página del libro [descarga]: http://www.dyskolo.cc/cat%C3%A1logo/lib024/
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