Traducido para Rebelión por LB.
Son los verdaderos héroes del catastrófico terremoto de Haití, el desastre humano ocurrido a las puertas de los Estados Unidos y para aliviar el cual Barack Obama prometió el envío de una descomunal misión humanitaria estadounidense. Sin embargo, los héroes de los que hablamos son ciudadanos del archienemigo de Estados Unidos, Cuba, cuyos médicos y enfermeras han hecho que los esfuerzos de EEUU sean motivo de sonrojo.
Una brigada médica compuesta por 1.200 cubanos está trabajando en todo el territorio haitiano, asolado por el terremoto e infectado por el cólera, como parte de la misión sanitaria internacional de Fidel Castro que ha granjeado al Estado socialista cubano muchos amigos pero escaso reconocimiento internacional.
Se podría excusar a los observadores del terremoto de Haití que pensaran que los organismos internacionales de ayuda estaban solos en la lucha contra la devastación que mató a 250.000 personas y dejó a cerca de millón y medio de personas sin hogar. En realidad, los trabajadores de la salud cubanos están en Haití desde 1998, de modo que cuando ocurrió el terremoto el equipo de 350 efectivos cubanos entró en acción inmediatamente. Y en medio de la fanfarria y publicidad que rodeó la llegada de la ayuda de EEUU y Reino Unido, centenares de nuevos doctores, enfermeras y terapeutas llegaron a Haití sin que nadie los mencionara apenas. La mayoría de los países se marcharon de Haití al cabo de dos meses, volviendo a dejar a los sanitarios cubanos y al contingente de Médicos Sin Fronteras como los principales proveedores de salud en la misérrima isla caribeña.
Las cifras publicadas la semana pasada muestran que desde octubre el personal médico cubano, trabajando en 40 centros diseminados por todo Haití, ha atendido a más de 30.000 enfermos de cólera. Los cubanos constituyen el mayor contingente extranjero y atienden a cerca del 40% de todos los pacientes de cólera. Otra remesa de médicos cubanos de la Brigada Henry Reeve, un equipo de especialistas en desastres y emergencias, llegó recientemente cuando se hizo evidente que Haití tendría dificultades para hacer frente a la epidemia que ya ha acabado con la vida de cientos de personas.
Desde 1998 Cuba ha formado gratuitamente a 550 médicos haitianos en la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba (ELAM), una de las iniciativas médicas más radicales del país caribeño. Otras 400 personas están siendo entrenadas actualmente en la escuela, que ofrece educación gratuita -incluyendo libros gratis y un poco de dinero de bolsillo- a cualquier persona lo suficientemente cualificada que no pueda permitirse estudiar medicina en su propio país.
John Kirk es un profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad de Dalhousie, Canadá, que investiga las brigadas médicas internacionales de Cuba. Según sus palabras, «La contribución de Cuba en Haití es como el secreto más grande del mundo. Apenas se los menciona, a pesar de que son ellos los que están haciendo la mayor parte del trabajo pesado…«.
Esta tradición [de asistencia sanitaria internacionalista] se remonta a 1960, cuando Cuba envió un puñado de médicos a Chile, afectada entonces por un fuerte terremoto, y más tarde, en 1963, un equipo de 50 personas a Argelia. Eso sucedió cuatro años después de la revolución, tras la cual casi la mitad de los 7.000 médicos del país votaron con los pies y abandonaron la isla para marcharse a EEUU.
Los médicos viajeros han sido un arma extremadamente útil de la política exterior y económica del gobierno cubano que le ha servido para ganarse amigos y favores en todo el mundo. El programa más conocido es la llamada Operación Milagro, que comenzó con el envío de oftalmólogos cubanos a aldeas pobres de Venezuela para el tratamiento de enfermos de cataratas a cambio de petróleo. Esta iniciativa ha devuelto la vista a 1,8 millones de personas en 35 países, entre ellas a Mario Terán, el sargento boliviano que mató al Che Guevara en 1967.
La Brigada Henry Reeve, rechazada por los estadounidenses tras el huracán Katrina, fue el primer equipo en llegar a Pakistán tras el terremoto de 2005 y el último en salir seis meses después.
La Constitución de Cuba establece la obligación de ayudar a los países más necesitados cuando sea posible, pero la solidaridad internacional no es la única razón, según el profesor Kirk. «Con ello se permite que los médicos cubanos, que están terriblemente mal pagados, ganen un dinero extra en el extranjero y adquieran conocimientos sobre enfermedades y patologías sobre las que solo saben lo que han leído. También es una obsesión de Fidel y le gana votos en la ONU«.
Un tercio de los 75.000 médicos de Cuba, junto con 10.000 trabajadores de la salud, trabajan actualmente en 77 países pobres, entre ellos El Salvador, Malí y Timor Oriental. Esto aún deja en Cuba un médico por cada 220 personas, uno de los porcentajes más altos del mundo, comparado con un médico por cada 370 personas en Inglaterra.
Dondequiera que son invitados, los cubanos ponen en práctica su modelo integral enfocado a la prevención, visitando a las familias en sus hogares y monitorizando activamente la salud materno-infantil. De acuerdo con las investigaciones del profesor Kirk, esto ha producido «resultados espectaculares» en algunas zonas de El Salvador, Honduras y Guatemala, reduciendo las tasas de mortalidad infantil y materna, las enfermedades infecciosas, y dejando detrás [en cada país] trabajadores sanitarios locales mejor formados.
La formación médica en Cuba dura seis años -un año más que en el Reino Unido-, finalizados los cuales todos los graduados trabajan como médicos de familia durante un período mínimo de tres años. Trabajando junto a una enfermera, los médicos de familia atienden a entre 150 y 200 familias de la comunidad en que viven.
Este modelo ha ayudado a Cuba a alcanzar algunas de las mejoras de salud más envidiables del mundo, a pesar de que Cuba gasta sólo 400 dólares (304€) por persona el año pasado, en comparación con los 3.000 dólares (2.281€) gastados por el Reino Unido y los 7.500 dólares (5.704€) gastados por EEUU según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.
La tasa de mortalidad infantil, una de los índices más fiables de la salud de un país, es de 4,8 por cada 1.000 nacidos vivos, una cifra comparable a la de Gran Bretaña e inferior a la de EEUU. Sólo el 5% de los bebés cubanos nacen con bajo peso, un factor crucial para la salud a largo plazo, y la mortalidad materna es la más baja de toda América Latina, según indican las cifras de la Organización Mundial de la Salud. Los policlínicos de Cuba, abiertos las 24 horas del día para emergencias y atención especializada, son un paso más con respecto a los médicos de familia. Cada uno atiende a entre 15.000 y 35.000 pacientes a través de un grupo de consultores a tiempo completo, así como mediante médicos visitantes que garantizan que la mayor parte de la atención médica se proporciona en la misma comunidad.
Imti Choonara, pediatra de Derby, encabeza una delegación internacional de profesionales de la salud en los talleres anuales que se desarrollan en Camagüey, la tercera ciudad de Cuba. «La atención sanitaria en Cuba es fenomenal, y la clave es el médico de familia, que es mucho más proactivo y cuya atención se centra en la prevención (…) Lo irónico es que tras la revolución los cubanos fueron al Reino Unido para ver cómo trabajaba el NHS (National Health System, la Seguridad Social británica). Se llevaron a Cuba lo que vieron, lo refinaron y lo desarrollaron aún más, y mientras tanto nosotros nos estamos moviendo hacia el modelo de EEUU«, dijo el profesor Choonara.
Inevitablemente, la política incide en muchos aspectos de la salud pública cubana. Cada año los hospitales elaboran una lista de medicamentos y equipos a los que no han podido acceder a causa del embargo estadounidense, que prohíbe a muchas empresas de EEUU comerciar con Cuba y que induce a otros países a seguir su ejemplo. El informe 2009/10 incluye medicamentos para el cáncer infantil, el VIH y la artritis, algunos anestésicos, así como productos químicos necesarios para diagnosticar infecciones y almacenar órganos. Las farmacias en Cuba se caracterizan por sus largas colas y sus estanterías semivacías, aunque eso se debe en parte a que sólo mantienen en stock marcas genéricas.
Antonio Fernández, del Ministerio de Salud Pública, dijo: «Fabricamos el 80% de los medicamentos que utilizamos. El resto lo importamos de China, de los países de la antigua Unión Soviética, de Europa, de todo el que quiera vendérnoslos, pero eso hace que los precios sean muy caros debido a las distancias«.
En general los cubanos se sienten muy orgullosos y favorables a su contribución en Haití y en otros países pobres, encantados de alzarse por encima de su peso en la escena internacional. Sin embargo, algunas personas se quejan de listas de espera más largas en la consulta de su médico debido a que muchos trabajan en el extranjero. Y, como todos los productos en Cuba, los medicamentos están disponibles en el mercado negro para aquellos dispuestos a arriesgar grandes multas si son sorprendidos comprando o vendiendo.
Viajar al extranjero está fuera del alcance de la mayoría de los cubanos, pero las enfermeras y médicos calificados se encuentran entre las personas a las que está prohibido salir del país durante cinco años después de la graduación, salvo como miembros de un equipo médico oficial.
Como todo el mundo, los profesionales de la salud ganan salarios miserables de alrededor de 20 dólares (£13) al mes. Por ello, contrariamente a lo que sostiene el discurso oficial, los sobornos existen en el sistema hospitalario, lo que significa que algunos médicos, e incluso hospitales, son inaccesibles si los pacientes no pueden ofrecer un poco de algo, tal vez comida o tal vez unos pocos pesos, a cambio de tratamiento preferencial.
Las iniciativas internacionales de Cuba en el campo de la atención sanitaria están adquiriendo cada vez más valor estratégico. El mes pasado funcionarios cubanos mantuvieron conversaciones con Brasil sobre el desarrollo de sistema de salud pública de Haití, en cuya financiación Brasil y Venezuela han acordado colaborar.
La formación médica es otro ejemplo. En este momento hay 8.281 estudiantes de más de 30 países inscritos en la ELAM, que el mes pasado celebró su 11 aniversario. El gobierno confía en inculcar en los estudiantes un sentido de responsabilidad social, con la esperanza de que trabajen en sus propias comunidades pobres durante al menos cinco años.
Damián Joel Suárez, de 27 años, estudiante de segundo año procedente de Nueva Jersey, es uno de los 171 estudiantes estadounidenses, 47 de los cuales ya se han graduado. Damián rechaza las acusaciones de que la ELAM forma parte de la maquinaria de propaganda cubana. «Por supuesto que aquí el Che es un héroe, pero no nos lo hacen tragar a la fuerza«.
Otros 49.000 estudiantes están inscritos en «El Nuevo Programa de Formación de Médicos Latinoamericanos», la idea de Fidel Castro y Hugo Chávez, quien se comprometió en 2005 a capacitar a 100.000 médicos para todo el continente. El curso es mucho más práctico y sus críticos cuestionan la calidad de la formación que se imparte en él.
El profesor Kirk no está de acuerdo: «El enfoque sanitario de alta tecnología que se precisa en Londres y en Toronto no es pertinente para millones de personas del Tercer Mundo que viven sumidos en la pobreza. Es fácil mirar las cosas desde la barrera y criticar la calidad, pero si viviera usted en un lugar sin médicos estaría feliz de recibir a cualquiera«.
Nueve millones de haitianos probablemente estarían de acuerdo.