Roger Molina es arqueólogo y licenciado en historia. Milita en ICV y en movimientos antirracistas y antifascistas. Es federalista, ha escrito un libro sobre patrimonio cultural («Patrimonici») y es conocido en las redes sociales, a través de su blog Reflexions d’un arqueòleg glamurós (https://glamboy69.wordpress.com/) ¿Ahora que parecen estar muy de actualidad, que se puede decir […]
Roger Molina es arqueólogo y licenciado en historia. Milita en ICV y en movimientos antirracistas y antifascistas. Es federalista, ha escrito un libro sobre patrimonio cultural («Patrimonici») y es conocido en las redes sociales, a través de su blog Reflexions d’un arqueòleg glamurós (https://glamboy69.wordpress.com/)
¿Ahora que parecen estar muy de actualidad, que se puede decir sobre los mitos históricos?
Hay mitos, propios del nacionalismo español, que plantean una continuidad desde los Reyes godos hasta la actualidad, mediante el catolicismo y la monarquía, incluida la Reconquista con Don Pelayo, el Mío Cid… Mitos que acaban cristalizando en los Reyes Católicos, como origen de España, que carecen de todo fundamento histórico, porque Don Pelayo no tiene nada que ver con los Reyes godos. Sabino Arana creó el mito de la raza vasca, una construcción sin ninguna base empírica. Más adelante, algunas personas, como José Miguel Barandiarán, hacen excavaciones y encuentran cráneos, que él cree que son paleolíticos, y dice que había una raza vasca, porque estos cráneos tenían una morfología distinta a los del resto de la Península. Más tarde se descubrió que en realidad los cráneos eran del Bronce. Esto se publica en los años 30, cuando en Europa el tema de la raza estaba de moda, mezclado con el nacionalismo. Hay que decir, sin embargo, que el nacionalismo vasco, a diferencia del catalán y el español, ha hecho un acto de contrición. En el Museo Arqueológico de Bilbao hay un letrero que explica que el mito de la raza vasca es falso.
¿Y en Cataluña?
Cataluña es ahora la mina de oro de la Arqueología. Los nacionalismos se originan después de la Revolución francesa y de la independencia de América y los nacionalistas se inventan las naciones. No al revés. No puede haber una nación anterior a sus inventores. Sin embargo, los nacionalistas creen estar descubriendo algo que estaba ahí, y nadie había visto. Antes de 1789 había Estados con soberanía feudales, que eran propiedad de algún señor, y comunidades, sobre todo de base religiosa. Durante la Edad Media y parte de la Moderna, la gente se identificaba sobre todo con su religión y poco con la lengua. En la segunda mitad del siglo XIX, la Renaixença propugna el renacimiento de una nación que ellos creían muerta. En realidad, lo que hacen es inventársela.
¿Qué ilustra este invento?
Tantas cosas que sería el cuento de nunca acabar. Por ejemplo, Jordi Pujol quería celebrar en los años 80 algún hecho histórico nacional y así se inventó el «Milenario», que es el supuesto mil cumpleaños del nacimiento de la nación catalana, que él sitúa en el siglo X, cuando un conde de Barcelona, Borrell II, envía una carta al Rey de Francia, diciéndole que no estaba dispuestos a seguir contribuyendo porque no le ayudaban a luchar contra los musulmanes. Para Jordi Pujol ese hecho es el nacimiento de la nación catalana, sin parar en mientes de que en aquél momento lo que hoy se conoce como Cataluña eran unos territorios, que pertenecían a distintos señores feudales. Otro mito es el de la Generalitat (se dice que Torra es el 131 presidente de la Generalitat), que se basa en la pretendida continuidad de la institución, desde la Edad Media. En realidad, el nombre le fue propuesto por el Ministro Fernando de los Ríos, en tiempos de la II República, a Francesc Maciá. No hay ni un solo documento anterior al 4 de abril de 1931 que haga referencia a la denominación de Generalitat al autogobierno de Cataluña. En realidad, eran diputados eclesiásticos (obispos), sin ningún poder ejecutivo, los que antiguamente oestentaban un poder simbólico. Es una continuidad ficticia, como si Susana Díaz se proclamara califa de Córdoba, o el presidente de Egipto faraón, descendiente de Tutankamon. Todo ello, con el único objetivo de hacer ver que Cataluña es anterior al Estado español. El nacionalismo catalán tiene una visión teleológica del destino, recogida de Hegel (Helter Geist)
¿Por qué esta pretensión de los nacionalismos de legitimarse en el tiempo?
Se utiliza el pasado como legitimación de la construcción de la nación. Cuanto más viejo eres más derecho tienes a construir un Estado. Cosa que, por ejemplo, en Estados Unidos no fue así. Cuando Georges Washington declaró la independencia, no dijo, obviamente, «es que yo vengo de los sioux». Sin embargo, en Europa hay una competición por ver quién es más antiguo. España tiene 3.000 años se dice. Cosa que no tiene ningún sentido. Un mito muy extendido en el siglo XIX es que la raza vasca se origina a partir de un hijo de Noé.
¿Qué papel juega 1714 en esta construcción de la identidad catalana?
El lema de la celebración del Bicentenario fue «Viure lliures», como si en la Edad Media la gente fuera libre. En 1714 existía un Estado compuesto, con diferentes grados de soberanía entre sus señores feudales, que entró en liza con el modelo de Francia, donde el Rey Luis XIV estaba cargándose a los nobles y centralizando todo el poder en su persona. En cualquier caso, había un cierto interés económico de las élites catalanas en beneficiar a los Austrias, porque disponían de privilegios recaudatorios. Cuando llegó Felipe V, quizá más significativa que la implantación de los Decretos de Nueva Planta, fue la ley del Real Catastro, que fue la primera fiscalidad progresiva que hubo en España. A partir de ese momento, los ricos pagan impuestos. Eso es lo que no querían. Luego, cuando Carlos III liberaliza el comercio con América, la burguesía catalana, básicamente esclavista, se enriquece con el comercio de Indias y con eso crea la industria.
¿Algo bastante alejado de lo que parece simbolizar, por ejemplo, el Fossar de les Moreres?
El Fossar de les Moreres es el ejemplo paradigmático de la invención nacionalista. El lugar es una fosa, junto a la iglesia barcelonesa de Santa María de las Arenas, en la que se entierra gente desde el siglo IV hasta el XIX. En los Juegos Florales de 1886, Serafín Pitarra escribe una poesía inventándose el mito de que allí estaban enterrados los mártires de 1714. Todo el mundo entiende que es una ficción. No pasa nada, Pero al cabo de veinte años, un grupo nacionalista cuelga la poesía en el Fossar y cada 11 de septiembre va a poner flores. A partir de ahí, se crea la confusión entre mito y realidad y se cree, que, realmente, allí hay «mártires» enterrados. Y así, llegamos al fanatismo del «Procés», que lo convierte en un lugar sagrado, por ejemplo, una exposición artística. Es un sacrilegio, una profanación, aunque allí, como se ha demostrado en excavaciones arqueológicas no hay enterrados «mártires» de 1714. Es una anatema, como sería para los musulmanes enterrar un cerdo en una mezquita.
¿Cuál es el papel de Rafael de Casanova en el mito de 1714?
En su momento no tuvo ninguna importancia, pero como con motivo de la Exposición Universal de 1888 se le hizo una estatua muy bonita, a la que se le acabó rindiendo culto y creando un mito. De hecho, hasta la sepultura de Sant Boi, donde dicen que está enterrado Casanova, no es más que una falsa lápida modernista, colocada en 1921. Casanova fue enterrado, sin ninguna importancia, en una fosa de un amigo suyo. Ahora ponen allí flores a un personaje que, de hecho, intento rendirse dos veces al ejército borbónico.
Entre los mitos nacionalistas contemporáneos, tan abundantes, encabeza el ranking el que presenta a Cataluña como adalid de la democracia frente a una España franquista…
Llama la atención la sorpresa con que se han acogido unos datos, que he difundido hace poco y ponen de manifiesto el trasvase de alcaldes franquistas a Convergencia. Mi familia es de Montblanc, un pueblo donde ejerció el mismo alcalde desde 1969 hasta los años 80 y que, por añadidura, llegó a Consejero con Jordi Pujol. Así, empecé a tirar del hilo y encontré un estudio que hizo hace casi cuarenta años un diputado del PSC en el que se demostraba claramente que hubo una absorción de parte de la estructura rural del franquismo por Convergencia. Eso no significa que Convergencia sea franquista, pero si pone de manifiesto la existencia de un caciquismo que, reconvertido, sigue seguramente vigente. De los 219 de aquéllos alcaldes franquistas que se presentaron a las primeras elecciones municipales, 94 los hicieron por Convergencia. Hubo después otra repesca, con alcaldes de UCD (más de 60 de 119) que optaron por pasarse a Convergencia cuando colapso su partido.
¿En cualquier caso, no parece que edificio mitológico, a pesar de las apariencias, se está derrumbando?
El «Procés» tiene un relato milenarista, con una fecha mágica en la que vendría un Estado desde la nada, que nos llevaría a la felicidad absoluta. El 27 de octubre, día mágico, no solo no pasa absolutamente nada, sino que sus líderes mesiánicos con encarcelados. Es lo mismo que en las sectas que, a fecha fija, sostienen que llegará un OVNI y los rescatará. Llega el día, no ocurre nada de lo prometido y lo que hacen esa reconvertir el tema. Así se ha hecho con la apropiación del espacio público, mediante lo amarillo. Igual que los cristianos utilizaban las imágenes de los santos para hacerse con espacios paganos. El «Procés» tiene que aterrizar en la realidad, porque viene de una galaxia muy lejana.
Fuente: http://www.eltriangle.eu/es/notices/2018/06/entrevista-a-roger-molina-11227.php