Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El próximo domingo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, establecido en 1908 por el Partido Socialista de Estados Unidos para promover la lucha por la igualdad de la mujer. Un dato que muchas personas desconocen es que durante gran parte de la historia de la humanidad, que tuvo lugar en África, las mujeres han sido iguales a los hombres, si no superiores.
Las primeras civilizaciones del mundo surgieron del trabajo espiritual, económico y social de las mujeres africanas y estas, a su vez, pasaron a liderar las sociedades matriarcales.
El matriarcado en la antigua África no era un reflejo del patriarcado actual ya que no se basaba en la apropiación y la violencia. Los rituales y la cultura del matriarcado no celebraban la violencia, sino que tenían relación con la fecundidad, el intercambio y la redistribución.
El hombre primitivo ignoraba la relación entre las relaciones sexuales y el parto, por lo tanto se creía que la mujer sola creaba la nueva vida. Esta creencia generó el primer concepto de Dios como una Madre cariñosa, compasiva, generosa, llena de amor y todopoderosa, que es la base de la ideología matriarcal africana.
El historiador Cheikh Anta Diop demuestra que ya en el año 10.000 A. C. las mujeres en África fueron pioneras del cultivo organizado, con lo que crearon las condiciones previas para el excedente, la riqueza y el comercio. Las mujeres africanas son autoras de la mayor invención para el bienestar de la humanidad, la seguridad alimentaria. La práctica de la agricultura organizada es lo que hizo posible la expansión de la población, el excedente de comida y la aparición de la civilización.
Entre las civilizaciones matriarcales precapitalistas de África estaban la nigeriana Zazzau, la sudanesa Kandake, la angoleña Nzinga y la Ashanti de Ghana, por nombrar unas pocas. El sistema matriarcal africano por antonomasia fue más evidente y duradero en el antiguo Egipto negro.
En el año 3000 A. C. las mujeres en el antiguo Egipto eran propietarias y tenía un control completo de bienes tanto muebles como inmuebles. Todavía en la década de 1960 las mujeres en algunas partes de los Estados Unidos no podían reclamar este derecho .
Si se examinan atentamente los antiguos papiros egipcios se observa que la sociedad era estrictamente matrilineal y que la herencia y la ascendencia se establecía por la línea femenina. L a mujer egipcia disfrutó de los mismos derechos legales y económicos que el hombre egipcio, y la prueba de ello se refleja en el arte y las inscripciones históricas egipcias. La sociedad egipcia era una sociedad desigual, pero la desigualdad se basaba mucho más en las diferencias entre clases sociales que en las diferencias de género .
Gracias a antiguos documentos legales sabemos que las mujeres podían administrar y disponer de propiedad privada, incluida la tierra, de bienes transportables, sirvientes, esclavos, animales de granja e instrumentos financieros, como donaciones y anualidades. Una mujer podría administrar todas sus propiedades de manera independiente y según su libre voluntad, y en varios cementerios descubiertos las tumbas más ricas eran las de las mujeres .
La independencia y los papeles de liderazgo de las mujeres del Egipto Antiguo forman parte de un modelo cultural africano que comenzó hace un milenio y continuó hasta la época reciente, hasta que los europeos trajeron a África el capitalismo y el cristianismo.
En la década de 1860 el explorador colonial Dr. David Livingstone escribió que se había reunido con jefes femeninos en Congo y en la mayoría de los sistemas monárquicos del África tradicional había una o dos mujeres del más alto rango que ocupaba una posición a la par de la del rey o complementarias a ella .
La profesora de Historia Antigua de África Barbara Lesko demuestra que los antropólogos que estudiaron la historia de África y los relatos de los primeros viajeros y misioneros nos cuentan que «en cualquier parte de África donde uno raspe la superficie encuentra datos etnohistóricos acerca de la autoridad que una vez compartieron las mujeres».
Bajo el desgobierno colonial las mujeres negras sufrieron una doble discriminación y un doble desempoderamiento, como mujeres y como personas negras.
A muchas personas les resulta difícil aceptar que la discriminación y el antagonismo raciales, que en el mundo actual son fenómenos dominantes, no hayan sido una característica histórica permanente de la humanidad. De hecho, tanto la propia noción de «raza» como la ideología y práctica del racismo son conceptos relativamente modernos.
Los historiadores cuentan, por ejemplo, que los romanos y los griegos no atribuían ningún estigma particular al color de la piel de una persona y tampoco hubo teorías acerca de la inferioridad de la piel más oscura. En las sociedades antiguas la esclavitud no estaba definida por el color de la piel sino por la fortuna militar: se esclavizó a los pueblos conquistados, con independencia del color su piel.
Justo antes de la colonización, las mujeres africanas tenían un alto grado de igualdad con los hombres. El importante valor del trabajo productivo de las mujeres africanas en la producción y procesamiento de alimentos creó y mantuvo sus derechos en los ámbitos nacional, político, cultural, económico, religioso y social, entre otros. Dado que las mujeres eran fundamentales para la producción en estas sociedades anteriores a las clases, no existía la desigualdad sistemática entre los sexos y las mujeres mayores en particular gozaron de un estatus relativamente alto.
Con la creación de la economía capitalista colonial llegó la marginación de las mujeres de diferentes maneras: e n primer lugar, la llegada de los títulos de propiedad convirtió a los hombres en los únicos dueños de la tierra. A consecuencia de ello, como las mujeres perdieron el acceso y control de la tierra, se volvieron cada vez más dependientes económicamente de los hombres. A su vez, esto llevó a una intensificación del patriarcado doméstico, reforzado por las instituciones sociales coloniales .
En segundo lugar, a medida que el colonialismo continuaba consolidándose en el territorio africano se redujo en gran medida la percepción de importancia de la contribución agrícola de las mujeres al hogar, ya que su papel vital en la producción de alimentos se vio ensombrecida por el más lucrativo cultivo comercial dominado por los hombres y destinado al mercado internacional. Antes del colonialismo las mujeres dominaban el comercio. Los mercados no se regían por el valor de la ganancia pura sino por la necesidad básica del intercambio, la redistribución y socialización. Los sistemas económicos tradicionales africanos no eran capitalistas en la naturaleza .
En tercer lugar, el colonialismo trajo consigo el cristianismo y un fundamentalismo masculino, extendidos hoy por toda África. La religión patriarcal importada no permite que las mujeres desempeñen los papeles principales que tienen en la religión africana indígena .
En las religiones africanas antiguas no solo Dios es mujer, sino también los principales espíritus guardianes y los principios sagrados. La historiadora Rosalind Jeffries documenta el concepto de Madre Suprema. En una ponencia titulada «La imagen de la mujer en el arte rupestre africano» demuestra que los relatos de la creación africanos se centraban en la Madre Primordial que creó primero a la mujer y después al hombre.
El cristianismo trajo la unidad familiar monógama a África. Su único propósito era pasar la propiedad privada, en forma de herencia, de una generación de hombres a la siguiente. La unidad familiar moderna bajo el capitalismo se basa en la esclavitud doméstica oculta de la esposa y la moderna sociedad sociedad capitalista es un compuesto formado por muchas familias individuales como sus moléculas.
Un vistazo al diccionario revela que la palabra familia tiene un origen latino muy significativo. Famulus significa literalmente esclavo doméstica y familia, que también es la palabra italiana para familia, significó el número total de esclavos que pertenecían a un hombre. Karl Marx lo dice claramente: «La familia moderna contiene en germen no sólo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre, ya que desde el principio está relacionado con los servicios agrícolas. Contiene en miniatura todas las contradicciones que más tarde se extendieron por toda la sociedad y de su Estado «.
Por último, la introducción del trabajo asalariado afectó a las mujeres al desarraigar a los hombres de las aldeas para trabajar en las zonas urbanas, lo que provocó un profundo impacto económico negativo en las mujeres. Las autoridades coloniales utilizaron habitualmente a los hombres africanos nativos para imponer impuestos a las mujeres con lo que afianzaron el dominio masculino en la mentalidad de las personas originarias. A fin de cuentas, los colonialistas trajeron a África el concepto de mujer victoriana: una mujer que debe permanecer en el ámbito privado y dejar «el verdadero trabajo» a los hombres. Debido al concepto victoriano de la mujer que tenían todos los colonialistas, las mujeres africanas fueron excluidas del nuevo sistema político y administrativo, cuyo único propósito era extraer materias primas y mano de obra de la colonia.
El colonialismo sustituyó el papel y el estatus de la mujer africana precolonial por un trabajo doméstico esclavo sin tierra y privado de derechos .
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señala que hoy en día las mujeres africanas realizan el 66% de trabajo del mundo y producen un 50% de la comida, pero ganan sólo el 10% de los ingresos y sólo poseen el 1% de la propiedad.
La mayor amenaza para el glorioso futuro de la mujer africana es su desconocimiento de su glorioso pasado. Armados de conocimiento, los africanos deben ahora luchar para devolver a las mujeres una posición de respeto y de libertad económica superior a la disfrutaron antes del colonialismo.
Garikai Chengu es un especialista de la Universidad de Harvard. Su correo electrónico es [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/03/06/the-capitalist-origins-of-the-oppression-of-african-women/