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Los procesos sociales y políticos y el Gobierno de Petro

Fuentes:

El arribo de Gustavo Petro y el Pacto Histórico a instancias de gobierno de Colombia es fruto de la confluencia de un conjunto de procesos históricos (económicos, sociales, políticos y culturales) que se suman y combinan en el tiempo y espacio, creando lo que “somos” como sociedad y pueblo. Lo importante es que los “actores” políticos actuales sean conscientes de “ello” y traten al máximo de sintonizarse con los movimientos y tendencias que alimentaron ese proceso, y con los procesos “contrarios” que también tienen su historia y razón de ser.

Los procesos históricos

En Colombia contamos con una multiplicidad de procesos sociales que son protagonizados por los pueblos “nativos” u originarios o indígenas; los “traídos” que son los negros afro-descendientes, los “yanaconas” en el suroccidente colombiano y los criollos “blancos” europeos; y los “surgidos” que son resultado de la enorme combinación de familias mestizas de todos los colores y texturas. Cada uno de esos pueblos tienen una mirada diferente de su historia: la “larga” de los indígenas, la “rota” de los traídos, y la “corta” de los surgidos.    

Están, entonces, los procesos de largo aliento de algunos pueblos indígenas que no fueron dominados totalmente por el poder colonial de España, Portugal y otras potencias europeas que invadieron y despojaron a este continente. Son pueblos que por las formas de vida que tenían, lograron resistir a la colonización y esclavitud apoyándose en sus costumbres y espíritu comunitario. Algunos conservan esa “larga mirada” o visión de largo plazo que caracteriza a los “mamos” de la Sierra Nevada, a los “taitas” y “maimas” del Cauca y otras regiones del suroccidente colombiano, y a los “mayores” entre los pueblos amazónicos y otros pueblos indígenas.

Los pueblos de “memoria rota o partida” han logrado −en algunos casos− reconstruir importantes aspectos de sus sociedades originarias. En el caso de los “afros” han recuperado algunas tradiciones africanas relacionadas con la “familia extensa” y su conexión con la naturaleza; los “yanaconas” han reconstruido algunos aspectos de la vida de los pueblos indígenas dominados por los incas del norte de Perú y Ecuador, y en algunas regiones del país como Santander, es “El Común” de origen ibérico el que brota espontáneamente entre los herederos criollos rebeldes.

Y el resto de población mestiza de “memoria corta” también logra medianamente construir sus relatos e historias que les han permitido tener “algo” de identidad, aunque con muchas dificultades. Los “cachiporros liberales” surgidos en la segunda mitad del siglo XIX, antes de la “Guerra de los mil días” (1899-1902), son −por ejemplo− los que alimentaron la memoria rebelde de los obreros y campesinos que protagonizaron las luchas sociales y políticas de gran parte del siglo XX.

Los procesos sociales y sus influencias

Esos procesos sociales eran influidos de una u otra manera por los movimientos políticos y culturales que surgían en otras partes del mundo, especialmente, en Europa y Estados Unidos. “Lo propio” y “lo ajeno” se fueron entrelazando cuando el capitalismo aparece con toda su fuerza, creando en ese proceso nuevas clases sociales y formas nuevas de relacionamiento entre los seres humanos. Incluso, esas “corrientes de pensamiento” (liberal, socialista, comunista, anarquista) incentivaron a los “pueblos nativos” a recrear sus mundos y recuperar sus pasados ancestrales.

Es importante, entonces, que reflexionemos a fondo sobre esos procesos históricos para no caer en falsas narrativas que nos confunden y hacen caer en graves errores de personalismos insulsos y sectarismos descalificantes. Por ejemplo, muchas personas destacan en las Farc, su influencia comunista y hacen a un lado, o desconocen, la tradición liberal “radical” (revolucionaria) que caracterizaba a la rebelión campesina de amplias regiones de Colombia.

De igual manera, ahora que un militante del M19 fue elegido primer mandatario de la república, como lo es Gustavo Petro, se tiende a idealizar esa agrupación, ya sea por lo positivo o por lo negativo. No se hace el esfuerzo de entender que ese movimiento se alimentó tanto de los procesos sociales anteriores (obreros, campesinos, indígenas, etc.) como del surgimiento de una juventud que exigía superar la rigidez y el dogmatismo que caracterizaba a las agrupaciones socialistas y comunistas de la época, que se alineaban esquemática y mecánicamente con las ideas y las políticas imperantes de la URSS, China, Albania o Cuba, y desconocían nuestra propia historia.

Es por ello que el M19 logra dar “un salto de calidad” en nuestro país, en donde confluyen aprendizajes de la revolución cubana y de los nuevos movimientos guerrilleros urbanos y rurales de otros países latinoamericanos de Uruguay (Tupamaros), Argentina (Montoneros) y Nicaragua (Sandinistas). Pero también, se nutre de corrientes de pensamiento colombiano como el que construyeron e impulsaron en su tiempo Antonio García Nossa, Camilo Torres Restrepo, Orlando Fals Borda y Estanislao Zuleta, que estudiaban nuestras realidades nacionales y se apartaban de las miradas esquemáticas que encarnaban por entonces las organizaciones “marxistas”.  

Y ese “movimiento de movimientos” o “proceso de procesos” se va fortaleciendo al calor de los “movimientos cívicos” de los años 80s, que eran liderados por la población de pequeños pueblos y sectores campesinos que aspiraban a la construcción de acueductos, electrificación, escuelas, puestos de salud y carreteras. Todo ello confluyó en la llamada “descentralización” y en la aprobación de la Constitución de 1991. No obstante, los integrantes del M19 pareciera no haberse percatado de que en esa “carta de derechos” se oficializó el mandato neoliberal aprobado 10 años antes en el “Consenso de Washington” (1980).

Luego y en gran medida por esa razón, el “proceso del M19” se diluye en los años 90s del siglo XX, dado que predominó la visión de “corto plazo”, demasiado pragmática y coyunturalista, en donde muchos de sus militantes de “clase media” vuelven a sus actividades cotidianas y se pliegan al neoliberalismo. Mientras tanto surgen las nuevas luchas cocaleras, se produce la derrota del movimiento obrero, se avanza en la cooptación del movimiento indígena, y surgen los nuevos movimientos sociales que se expresaron en los estallidos sociales que explosionaron desde el final del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez (Minga Social y Comunitaria y paro de los corteros de caña de azúcar en el Valle del Cauca).

Enseguida, en los años 2011 y 2018, los estudiantes universitarios, que luego se convierten en los actuales “profesionales precariados”, protagonizan importantes jornadas de lucha por la educación pública. En 2013 y años posteriores se manifiestan los pequeños y medianos productores agrarios (cafeteros, lecheros, cebolleros, paneleros, arroceros, etc.) y los campesinos cocaleros. Y en octubre de 2019, los jóvenes de las grandes ciudades se expresan en defensa de la paz. Esos movimientos son precursores del “estallido social” de 2021, en donde todas las inconformidades y rebeldías se juntan y se convierten en el antecedente social y político de los relativos avances electorales de las izquierdas y progresismos colombianos.

Los procesos político-electorales y el Gobierno progresista

Es interesante revisar cómo en la coyuntura que vivía Colombia a finales de los años 20s del siglo XX, los movimientos sociales de la época (obreros, campesinos e indígenas) se ven involucrados en la lucha por derrotar la hegemonía conservadora. Aunque algunos dirigentes trataron de actuar en forma autónoma e independiente del partido liberal, entre ellos los dirigentes del partido socialista revolucionario PSR (Tomás Uribe Márquez y demás dirigentes), las dinámicas de los acontecimientos llevaron al grueso de los movimientos sociales de la época a aliarse electoralmente con los liberales para derrotar a los conservadores. 

Después de la elección del liberal Enrique Olaya Herrera (1930-1934), la mayoría de los revolucionarios de la época se vinculan al partido comunista que seguía “mecánicamente” la orientación del partido comunista de la URSS de construir “frentes populares” contra el fascismo, y en la práctica, se entregan a la dirección del partido liberal colombiano, controlada por la incipiente burguesía colombiana. En los siguientes años se desarrolla la lucha de Jorge Eliécer Gaitán por construir una dirección revolucionaria autónoma e independiente, primero con la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria UNIR, y luego, al interior del partido liberal.

Luego del asesinato del líder popular en 1948, cuando se desencadena una insurrección popular en casi todo el país que carecía de una verdadera y efectiva dirección revolucionaria, dado que Gaitán no creía que la oligarquía era capaz de hacerlo matar, toda esa lucha es manipulada y controlada por las clases dominantes con la connivencia de los dirigentes liberales que representaban a la débil clase capitalista industrial entregada al imperio estadounidense.

Así, después de los años más violentos entre 1948 y 1957, y del interregno de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, los liberales y conservadores acuerdan el “frente nacional” para “pacificar al país” durante cuatro (4) períodos presidenciales, desde 1958 hasta 1974. Es en ese período que surgen las guerrillas insurgentes (Farc, Eln, Epl, ADO, M19) que trataban de canalizar el espíritu de rebeldía popular, dado que el partido comunista había sido proscrito y la acción electoral legal no sólo era difícil sino peligrosa. El abstencionismo fue lo que se impuso durante todo ese tiempo, aunque algunos dirigentes comunistas y populares actuaron electoralmente dentro del Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen, quien posaba de “progresista” en esa época. 

Una vez terminan los gobiernos el “frente nacional”, los partidos legales de la izquierda no armada, principalmente el Partido Comunista Colombiano PCC, el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR, el Movimiento Amplio Colombiano MAC y un grupo de la Alianza Nacional Popular ANAPO, constituyen la coalición denominada Unión Nacional de Oposición para participar en las elecciones de 1974. Posteriormente se dividen y no logran mayor impacto político.     

Es a partir de 1991 que se empieza a avizorar la vía electoral para acceder a espacios de poder estatal. Los “sueños insurreccionales” que habían nutrido las luchas de los trabajadores y sectores oprimidos, habían mostrado sus limitaciones en otros países y regiones del mundo, y aunque se tenían los antecedentes de Indonesia (Sukarno, 1967) y Chile (Allende, 1973), las condiciones del momento apuntaban a que era posible enfrentar a los capitalistas con su “institucionalidad democrática”. Ese fue el gran aporte y legado que dejó Jaime Bateman Cayón, el fundador del M19.

El Gobierno de Gustavo Petro y el momento actual

En los primeros dos (2) años de gobierno del presidente Petro vemos como él y algunos de sus colaboradores tratan de interpretar y representar a los movimientos sociales y políticos que están detrás de esta nueva experiencia. No todos los integrantes del Pacto Histórico están sintonizados con sus ideas y aspiraciones, pero ‒por lo menos‒ se pliegan y aceptan su liderazgo. Esa es una de las grandes debilidades de las organizaciones y dirigentes de este “proceso de cambio”.

Las miradas “largas” de los pueblos ancestrales están relacionadas con su propuesta “ambiental” que es esencialmente “anticapitalista”, pero requiere de un “sujeto social” que todavía está lejos de constituirse que es la “humanidad consciente”, que Antonio Negri llamaba “multitud”. Ni siquiera los indígenas colombianos tienen conciencia de esa gran causa, y por ello, Petro se ve obligado a ceder ante el poder de los depredadores de la tierra que son las grandes y poderosas corporaciones capitalistas. Pero, ¡lo intenta!

Las miradas “rotas” de los pueblos “traídos” están presentes en lo que se ha dado en llamar “población vulnerable”, que es donde el gobierno progresista, siguiendo inconscientemente las líneas del Banco Mundial, continúa priorizando sus programas e inversiones –al igual que los gobiernos anteriores y los gobiernos “socialistas” de Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia– para tratar de mantener sus apoyos electorales. Son las llamadas “transferencias monetarias condicionadas” o subsidios para los pobres. Así, se traiciona la “mirada larga” o estratégica.

Las miradas “cortas” son las que se han impuesto en el gobierno de Petro. Y es entendible. Un gran amigo me dice: “Gobernar este país no es fácil”. Sin embargo, tenemos importantes logros y avances que es importante destacar y profundizar. Lo realizado en compras de tierras y los esfuerzos por apoyar la “economía popular”, incluyendo el reciente acuerdo con los bancos, son acciones a destacar.

No es fácil hacer coincidir las diferentes miradas de nuestros pueblos y comunidades diversas. El presidente Petro parece intentarlo. ¡Hay que apoyarlo! Claro, con actitud crítica y propositiva.

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