Para los que opinamos que la pavorosa crisis económica y social de nuestro país tiene como origen la implantación de la moneda única, para los que pensamos que para remontar esta catastrófica situación es necesario replantearse las relaciones con la Unión Europea, recuperar la soberanía económica y monetaria y hacer frente al problema de la […]
Para los que opinamos que la pavorosa crisis económica y social de nuestro país tiene como origen la implantación de la moneda única, para los que pensamos que para remontar esta catastrófica situación es necesario replantearse las relaciones con la Unión Europea, recuperar la soberanía económica y monetaria y hacer frente al problema de la deuda exterior y pública, impagables ambas, la lectura de los programas de las principales organizaciones de la izquierda sobre la cuestión de Europa ante las próximas elecciones produce pánico y desolación.
Asombra realmente que los partidos que han de aportar soluciones a un desesperado país cometan tantos fallos analíticos, se entreguen a una orgía de propuestas irrealizables, quieran salvar los muebles de su carácter progresista rechazando la austeridad y los ajustes con meras declaraciones y hasta pretendan lo imposible, como es cambiar la naturaleza de la Europa construida como si fuese una cuestión de deseos políticos y no de realidades del poder de ideologías enfrentadas. Todo menos coger al toro por los cuernos y admitir que en el marco del euro nuestro país no tiene futuro, que no caben mínimas políticas progresistas dentro del mismo y que la ruina de la que somos testigos, con el paro, el desgarro social y el retroceso de los derechos sociolaborales como rasgos, se agravará con toda certeza. Si no fuera suficiente el poder de la lógica, ahí están además la senda de otros países, como Grecia y Portugal, en su caída al abismo.
PSOE
Como decía, gran desolación. Al PSOE no hay que mencionarlo como partido de izquierdas, a pesar de sus pretensiones de regeneración. Zapatero gobernaba cuando en mayo de 2010 descubrió que era necesario e ineludible aplicar las decisiones de la Troika, nunca en el fondo se ha apartado de ellas y sigue siendo acérrimo defensor de la moneda común. Ahora nos proponen votar «socialdemocracia», dicen que para que Europa emprenda otra política, pero no son capaces de justificar la que por ellos mismos aplicaron por rigurosa obediencia a los dictados de la Troika, sin olvidar la alevosa reforma de la Constitución. Su llamada es un intento baldío de olvidar el pasado y mera propaganda vacía de contenidos. Se plegaron y se someterán a la Troika tantas veces como está lo exija.
IU
Más grave para el porvenir de la sociedad es la posición de IU, una fuerza que puede registrar un sensible crecimiento electoral pero que no tiene solución alguna para la crisis, porque carece de la audacia necesaria para entender que el cúmulo de destrozos causados por la pertenencia al euro no puede tener otra alternativa que la de desengancharse del mismo y recuperar los resorte e instrumentos indispensables para hacer otra política.
En su programa, IU afirma: «Hay que romper con la Troika y con la arquitectura europea del proyecto neoliberal. Eso implica reconocer la imposibilidad de articular un proyecto alternativo en el marco institucional de la actual Unión Europea»; o: «El objetivo principal de las instituciones europeas ha de ser la creación de puestos de trabajo, y eso es absolutamente incompatible con la camisa de fuerzas que imponen los tratados y normativa jurídica desarrollados en los últimos años«.
Cabe preguntarse, ¿cómo después de llegar a estas conclusiones, analíticamente tan correctas y con un mensaje tan claro se obvia la respuesta natural, la respuesta inmediata, que es romper con el euro y los compromisos contraídos? Lejos de eso, el texto del programa pasa a proponer un conjunto de medidas a cual más interesante, pero en clave autista, sin conexión alguna con las extremas restricciones a las que está sometido el sistema. Resistencia contra los planes de ajuste; combatir el paro; salario mínimo coordinado a nivel europeo; fortalecimiento de la negociación colectiva y así hasta llenar algunas páginas de un texto que pasará a engrosar el anaquel de los programas de IU tras el 25 mayo. La buena voluntad programática no es suficiente, no es hora de los brindis al sol, ni es momento de confundir a la opinión pública y a todos los sectores sociales a los que se pide el voto para salir de una situación dramática.
Podemos
A los amigos de Podemos, que supuestamente quieren desbordar a IU por la izquierda, el tema de Europa se les ha atragantado. Asunto demasiado peliagudo y arduo. Al punto de que, criticando por supuesto el desastre europeo y rechazando las políticas de austeridad, llegan a proponer con gran atrevimiento que la solución fundamental a la crisis europea y española pasaría por otorgarle al BCE la posibilidad de financiar directamente a los Estados.
Podemos formula un gran galimatías sobre su posición o elige una gran avenida para escapar del asunto. Sostiene que «es evidente que Podemos no está en contra de la Unión Europea, sino que quiere algunos cambios, pero ¿son éstos suficientes para hacer aceptable la Europa del capital? Rotundamente NO«.
Entonces, cabe indagar qué nos propone: «No estamos por ahora por la salida de la Unión Europea, ni de la eurozona, sino por aprovechar esta situación para potenciar al máximo la unidad de la clase trabajadora y los pueblos a la vez que echamos abajo el Nuevo Régimen que quieren construir. Y para ello es fundamental la lucha contra las reformas laborales regresivas… estrechando lazos con los trabajadores/as franceses, portugueses… Porque esta es la mejor vía para empoderarnos todos, debilitar al conjunto del capital, y caso de acabar saliendo de la UE, hacerlo más fuertes, en lugar de querer volver atrás la rueda de la historia y protegernos tras las fronteras que nos aislarán del resto de nuestra clase, haciéndonos más vulnerables para, una vez totalmente derrotados, volver a la construcción europea del capital«.
Si se entiende bien, Podemos nos propone seguir como estamos, continuar hundiéndonos, pero sin perder la perspectiva de que una lucha de clases a escala internacional y a largo plazo sea capaz de cambiar los fundamentos actuales de la UE. Si no fuera porque el tiempo es un dato apremiante para los trabajadores españoles, la propuesta tendría el glamour del internacionalismo que siempre emociona y ayuda a proyectar una buena imagen electoral. En fin, una cortina de humo para eludir el fondo de la cuestión.
Podemos incluso avanza que si se logra la presión social necesaria, un objetivo prioritario para modificar la UE en sentido favorable sería posibilitar que el BCE facilitase financiación directa a los estados a través de la compra de deuda pública, como hace, por ejemplo, la Reserva Federal con los bonos emitidos por el gobierno estadounidense. Es un sinsentido, pero a falta de soluciones auténticas hay que poner sobre la mesa algunas medidas que parezcan solventes. Abierto el grifo del BCE, ¿qué gobierno europeo se preocuparía del déficit público y correría con el coste de recaudar impuestos tan contraproducentes electoralmente? El BCE es el banco central de 17 Estados independientes pero con fiscalidad propia y compartimentada.
Equo
Equo es todavía una anécdota en la izquierda. Busca un espacio, paradójicamente no definiéndose por nada comprometido. Topándose con el complejo e inevitable problema de Europa, trata de emitir un mensaje que disguste lo menos posible y que no obligue a nada. Así, nos cuentan que «el sueño europeo está hoy herido, debilitado por la incompetencia, el cortoplacismo y la falta de empatía y compasión de quienes lo lideran. Por estas razones (¿?), la ciudadanía está perdiendo la confianza en el proyecto europeo y la UE aparece como una entidad ajena que le obliga a adoptar medidas socialmente dolorosas e injustas y que se alejan de los valores esenciales de la Unión. Pero en un mundo cada vez más globalizado, necesitamos de estructuras supranacionales para hacer frente a amenazas y retos. Rechazamos sin embargo el antieuropeísmo de quienes recetan una vuelta a un pasado fracasado para combatir la crisis sistémica que afronta Europa. Y nos diferenciamos de los que se denominan europeístas pero han sido cómplices de las políticas de austeridad que nos han condenado a esta situación. Necesitamos por tanto más Europa, pero mejor, más respetuosa con esos valores y límites que no debemos traspasar«.
Literatura política, el virtuoso punto medio, ni-ni, el «buenismo» insustancial, que deja a los ciudadanos inermes ante los problemas que los abruman y los angustiosos dilemas que están abiertos.
Pánico ante el futuro
Seguramente los comentarios anteriores son muy parciales y en todo caso bastante incompletos. Para empezar, no se incluyen las posiciones de las direcciones de los sindicatos mayoritarios, que ya no parecen de este mundo. Mientras la sociedad pelea y entre las tinieblas busca una salida, los secretarios generales negocian con el gobierno que nos despedaza y creen en la vía de la negociación y el pacto. No obstante, las impresiones y el resumen expuestos recogen con bastante fidelidad el tenebroso desconcierto que existe en la izquierda y el vacío espeluznante que ofrecen las supuestas alternativas políticas de esa izquierda. Con toda justificación se puede hablar de pánico ante el futuro, si la sociedad no toma conciencia de la raíz de la catástrofe actual y del imprescindible rumbo que ha de tomar el país, obligando a los huidizos dirigentes de las organizaciones progresistas a afrontar la cruda realidad. Más de lo mismo durante mucho más tiempo no es posible, salvo con la destrucción de los valores de la democracia y la libertad, y ese suicidio colectivo no está en la agenda de una sociedad algo perdida pero dispuesta al combate político.
El Frente Cívico, con su modestia aún, va a intentar dar una respuesta coherente a la situación, ofreciéndose para colaborar en la lucha pero también ofreciendo la salida natural de romper el dogal del euro y recuperar la soberanía económica y monetaria. Hace unas semanas, la señora Le Pen, fascista ella para evitar toda confusión y con excelentes perspectivas electorales, señalaba que no podía creer que dada la desoladora situación económica y social de nuestro país, sin comparación con Francia, no existiera una fuerza política significativa que tuviera como propuesta fundamental la desvinculación con el euro. Estoy seguro que eso será por poco tiempo.
Pedro Montes es economista y miembro de la Mesa Estatal del Frente Cívico.