Es sabido que en el Estado español los ciudadanos no eligen al Jefe del Estado, ya Franco se encargó de que fuera la divinidad quien se apropiara de ese derecho democrático; además, y a pesar de las apariencias, tampoco elegimos al inquilino del Palacio de la Moncloa, como mucho delegamos en unos casi desconocidos candidatos […]
Es sabido que en el Estado español los ciudadanos no eligen al Jefe del Estado, ya Franco se encargó de que fuera la divinidad quien se apropiara de ese derecho democrático; además, y a pesar de las apariencias, tampoco elegimos al inquilino del Palacio de la Moncloa, como mucho delegamos en unos casi desconocidos candidatos para que voten por nosotros en Las Cortes. ¿Alguno de ustedes sabe quién es el aspirante a diputado que va de número tres por el Psoe, el PP o Coalición Canaria en su circunscripción electoral?…Pues no les preguntaré entonces por el que va de número veinte por Madrid o el que cierra las listas electorales de los partidos en Tenerife. Como un tic de centralismo irredento, el que encabeza la lista de la capital del reino del partido que más diputados haya conseguido será quien ineluctablemente presida el gobierno; bien podría ser rotatorio en este cacareado Estado de las Autonomías, pero sería mucho pedir que el presidente del gobierno fuera el que liderase la candidatura por Barcelona, Bilbao u Orense.
Desde que en la última aurora democrática se consagraron por ley las listas cerradas y bloqueadas lo que prima es la imagen de quienes las encabezan en detrimento del resto de políticos que concurren en la misma propuesta, porque el programa -como saben- es lo de menos. Por ello, esa cohorte de artistas, rectores, modelos, científicos, y hasta astronautas, han firmado un manifiesto por Zapatero, no por su programa electoral ni por su partido, al que han titulado «Defender la alegría», utilizando taimada y frívolamente el poema de Mario Benedetti. Hasta Mariano Rajoy se ha dado cuenta de que en algo habrán influido los alegres dividendos que les proporcionará el reaccionario canon digital socialista.
Junto a la imagen del candidato, la mercadotecnia política aconseja destacar determinados contenidos a los que invariablemente parecen responder los votantes. De ahí que asistamos, no a la lógica confrontación de ideas y programas, sino a lo que Tierno Galván definiera como «un tiempo de subasta de promesas que nadie tiene intención de cumplir». Así, Zapatero promete pagar -si gana, no ahora que ya gobierna- 400 € al personal que pague el IRPF y el otro, Rajoy, nos asegura una rebaja del 16%; si uno ofrece 800 € de sueldo base, el otro 900; el candidato socialista promete ayudas por cada hijo y Mariano contraataca ofreciendo dentistas gratis; si Narbona propone la reforestación contra la desertización, Rajoy, a pesar de que su primo lo mal informara sobre el cambio climático, propone plantar 500 millones de árboles, y todavía siguen pujando a ver quién miente mejor sobre la mejora de las infraestructuras, reducción del desempleo, mejoras en las condiciones de trabajo para las mujeres con hijos o cómo erradicar la violencia de género…
Pero si existe algún tema insoslayable, ese ha sido y es el terrorismo. La política antiterrorista del PP es harto conocida, como también lo es que su beligerancia ultramontana arrastra siempre a un pusilánime e inconsecuente Psoe. Tras la tregua, todo vuelve a ser ETA, y con la Ley de Partidos en la mano se encarcela a todo activista molesto aunque su único «delito» haya sido firmar un panfleto sobre una salida no violenta del proceso pero, ahí está la culpa, descubierto en manos del supuesto miembro de un comando, incluso sacan a rastras de un pleno a concejales abertzales por extender una pancarta contra las aberraciones democráticas que se están practicando en Euskal Herria. Es tanto el hedor que provoca la contaminación política de la justicia que hasta el Tribunal Supremo ha tenido que atemperar la voracidad inquisidora del juez Garzón.
Zapatero, justificando el vergonzoso despropósito democrático de ilegalizar a ANV y al PCTV, en un reciente mitin en Donostia manifestó que «los que se humillan ante quien tiene una pistola, por cobardía o sumisión, no pueden estar en el juego democrático». Sin embargo, habría que preguntarle al candidato del Psoe qué habría que hacer con los que como él y su partido se humillan, no ante las pistolas -que deberían asustar más-, sino ante las sotanas de la Conferencia Episcopal. Incapaces de ponerla en su sitio, han alimentado a la fiera con la peregrina intención de que esta no mordiera la mano que le da de comer, pero les ha mordido donde y cuando más les duele, en los aledaños de unas elecciones. De nada ha servido que se les inundara de millones vía Concordato, educación concertada, IRPF… Con las alharacas de la curia española les ha entrado un miedo cerval paralizante, primero fue su proyecto estrella de adoctrinamiento, Educación para la ciudadanía, el que se desvaneció como un azucarillo; luego fue la moderna y «europea» ley de plazos para el derecho al aborto, propuesta por IU, la que fue torpedeada groseramente por los «progres» del Psoe. Han logrado que todo lo que signifique derechos y ciudadanía quede en una pose, en un envoltorio vano; mientras, la represión se intensifica contra los abortistas, republicanos, bebedores, ocupas, fumadores y, sobre todo, contra los que combaten la sinrazón capitalista.
Cómo calificar a los que, clausurado el tiempo del capitalismo de rostro humano, hinca la rodilla ante el poder financiero y empresarial, abaratando el despido, propiciando una descomunal precarización laboral, fomentando la sobreexplotación de la fuerza de trabajo autóctona e inmigrante, haciendo la vista gorda con el terrorismo empresarial causante de más muertes en el trabajo en una año que el terrorismo de ETA en toda su historia, permitiendo jornadas laborales de semiesclavitud… Legislando para favorecer la libertad de movimientos del capital, las exenciones fiscales, las privatización y mercantilización de los servicios públicos consagrados en la Constitución; permitiendo que se incumpla la normativa medioambiental, sólo en Canarias 5.000 empresas se saltan a la torera las reglas sin sanción alguna porque su cumplimiento, dicen, «afecta al desarrollo empresarial», es decir, a la cuenta de resultados. A los hacedores de burbujas inmobiliarias, tecnológicas y las que están por venir.
¿Esta humillación ante los «dinerientos» no los invalida para el juego democrático? La respuesta nos la da el mismo Zapatero: «Sólo aquellos que respetan las reglas y que tienen capacidad de defender sus ideas con las palabras pueden participar en ese juego». Que se lo diga a los encarcelados en el Sumario 18/98, a los votantes de ANV y PCTV, a los trabajadores en paro, a los de El Jueves, a los torturados en las comisarías, a los despedidos de Seat, Delphi o la Naval, a Cándido y Morala, a los activistas de Casas Viejas, a los vecinos de Cho Vito (Tenerife) expulsados de sus casas…