Los Països Catalans se viven momentos de especial trascendencia puesto que se están produciendo las mayores agresiones sociales y nacionales de las últimas décadas. En el plano social, la crisis sistémica ha supuesto un golpe muy duro para las clases populares, con una elevada tasa de paro (más de 1.200.000 parados en septiembre de 2011 […]
Los Països Catalans se viven momentos de especial trascendencia puesto que se están produciendo las mayores agresiones sociales y nacionales de las últimas décadas. En el plano social, la crisis sistémica ha supuesto un golpe muy duro para las clases populares, con una elevada tasa de paro (más de 1.200.000 parados en septiembre de 2011 [1]) fruto de la desarticulación del modelo industrial y productivo para dar paso a una progresiva sustitución por el turismo y la construcción como pilares económicos. En el plano nacional, la agresión a la lengua y cultura catalanas se ha agudizado exponencialmente. Buena muestra de ello son la sentencia del Tribunal Constitucional contra la inmersión lingüística en el Principat, el «cambio de rumbo» en materia lingüística del gobierno del PP balear o el cierre de las emisiones de TV3 en muchas comarcas del País Valencià, por poner solo algunos ejemplos. Frente a todos estos ataques se han ido tejiendo nuevas y diversas resistencias, experimentando grados de movilización social sin precedentes directos en los últimos años.
En todo ese contexto la izquierda independentista ha ido asentándose y desplegando su alternativa política. Después de los años 90 de travesía por el desierto con la desaparición de Terra Lliure y la cooptación del espacio independentista y de izquierdas por ERC, fruto del aprovechamiento de la represión del estado y de la crisis interna del movimiento de liberación nacional, se impulsaron como principales líneas tácticas el despliegue de una red de espacios populares (casals y ateneus) a lo largo del país, así como la creación de candidaturas municipales (CUP) en los pueblos con una cierta implantación de la izquierda independentista, mientras se mantenía la movilización popular como principal instrumento de intervención política.
Diez años después del impulso de esas líneas, podemos vislumbrar algunos resultados: un espacio político amplio conformado por organizaciones políticas, juveniles, estudiantil, sindical, antirepresiva, etc. propias, con una gran influencia en el seno de los movimientos sociales y con posiblemente el capital humano mayor de toda su historia. Otro dato indicativo del dulce momento que se vive son los más de 100 concejales y 4 alcaldías de la CUP, que representan (junto a una enorme red de espacios populares) un auténtico hito para la izquierda independentista.
Cabe resaltar que todo ese proceso se ha dado en paralelo a la crisis de credibilidad de ERC, fruto de su línea de sumisión al PSOE en el Principat durante los gobiernos del tripartit. Otro fenómeno de los últimos tiempos con la agudización de las contradicciones nacionalesla articulación política del independentismo de corte liberal, representado por opciones como Reagrupament o SI, que han aprovechado la crisis en ERC para intentar consolidar su proyecto. A pesar del auge inicial apoyado especialmente por la cobertura mediática, parece que esos proyectos no acaban de consolidarse y las elecciones municipales fueron una buena muestra. En el caso de SI, por ejemplo, presentando más candidaturas que la CUP (con listas fantasma en poblaciones como Berga, con la mayoría de miembros de la lista de fuera del municipio) no llegaron a la mitad de representación municipal que la izquierda independentista. (especialmente en el Principat, donde el proceso de reforma estatutaria ha confirmado la muerte de la vía autonomista para amplios sectores).
Así pues, en el escenario abierto actual hay diferentes retos y debates que la izquierda independentista tendrá que dar respuesta. Por un lado, tendrá que ser capaz de agrupar y dar mayor contenido a las resistencias sectoriales que se están conformando a lo largo de los Països Catalans. Otro reto que tiene por delante será debatir que hacer y como plantar cara de la manera más eficiente en un momento donde las agresiones del capitalismo y de los estados español y francés presentan su cara más brutal y salvaje. Y finalmente, tendrá también que decidir que modelo de movimiento de liberación nacional articula, que papel otorga a la lucha institucional y a las organizaciones políticas, sociales y sindicales en éste, como se despliega a lo largo y ancho de todo el territorio; así como debatir también si ya se dan las condiciones para plantearse retos políticos que vayan más allá de la representación en los ayuntamientos.