Ya se sabe que esto de la política está muy mal visto, y que si los amigos se enteran de que te han hecho director general en un Ministerio son capaces de sacarte una pancarta del 15-M en plena barbacoa. Como el dinero no constituye tampoco un aliciente extraordinario, hay que suponer que la conversión […]
Ya se sabe que esto de la política está muy mal visto, y que si los amigos se enteran de que te han hecho director general en un Ministerio son capaces de sacarte una pancarta del 15-M en plena barbacoa. Como el dinero no constituye tampoco un aliciente extraordinario, hay que suponer que la conversión de bien pagados ejecutivos privados en servidores públicos sólo puede deberse a una desbordante pasión por el bien común o algún interés difícilmente confesable. En este último caso, sería muy razonable que las empresas en las que causan baja definieran la nueva situación administrativa de sus cesantes como una rentabilísima comisión de servicios.
Pues bien, tras la designación de los miembros del Gobierno fue apreciable la influencia que algunos lobbies tendrían en el Consejo por el mero hecho de haber sentado allí a varios de sus peones. Sorprendía que el rector de la política económica, un hombre que se había hecho un adosado en esa puerta giratoria que comunica el sector público y el privado, fuera un habitual de los bancos de inversión que precipitaron la crisis financiera, de las auditoras que nunca se enteraron del pastel y hasta consejero de una empresa eléctrica sobre la que tendrá que establecer un marco regulatorio; o que el de Agricultura fuera por gananciales un terrateniente; y que el de Defensa, vecino de la urbanización de la puerta giratoria, tuviese mil tiros dados en la industria armamentística.
Todos ellos son señores muy distinguidos que si han aceptado el cargo es por el honor que representa ser un ministro del Reino de España y porque su entrega a los asuntos del común es tan incondicional que prefieren recibir un discreto salario a cuenta del Estado que el abultado estipendio de una multinacional. Los ministros cuentan con dos ventajas añadidas: habrá un pintor que les inmortalice para la posteridad y serán siempre exministros cuando abandonen el cargo.
Si, en su caso, es digno de mención el súbito enamoramiento que les ha arrastrado a la cosa pública, el que deben de sentir algunos altos cargos que también han renunciado a su abultadas nóminas por las modestas remuneraciones de una secretaría de Estado o de una dirección general es de Romeo y Julieta. Y ello sin poder lucir esas vistosas carteras de cuero negro ni tener derecho al retrato de despedida. He aquí cinco ejemplos de abnegada vocación por lo público:
Pedro Argüelles: Nombrado este jueves secretario de Estado de Defensa, ministerio del que fue director de gabinete en tiempos de Eduardo Serra y en el que coincidió con el actual ministro, Pedro Morenés, deja la presidencia de Boeing España y la vicepresidencia de Boeing Internacional, que no paga mal. Es de prever que en EADS, el fabricante aeronáutico europeo y competidor de Boeing, estarán encantados y valoran lo bien que conoce el sector.
Jaime Pérez Renovales: El nuevo subsecretario de la Presidencia deja la dirección general de la asesoría jurídica del Banco de Santander y la vicesecretaría del consejo del banco, donde la posibilidad de que fuera mileurista es remota. No hay por qué pensar que un exempleaado tan cualificado de Emilio Botín pueda influir a su favor en la inmediata reestructuración y saneamiento del sector financiero que prepara el Ejecutivo.
Miguel Ferré Navarrete: Socio de fiscalidad internacional de PricewaterhouseCoopers, debe de llegar a la secretaría de Estado de Hacienda por amistad con Luis de Guindos, que en esa auditora fue director financiero. Por esa amistad cambia un sueldo que no bajaba de 300.000 euros por otro que es la cuarta parte.
Iñigo Fernández de Mesa: El nuevo secretario general del Tesoro, fue subdirector general del mismo en el pasado, pero tras meterse en la puerta giratoria también cayó como De Guindos en Lehman Brothers, donde era responsable de financiación del sector público, y tras su quiebra por fin de existencias recaló en Barclays Capital como managing director. Ahora regresa porque es obvio que de tesoros entiende un rato.
María Flavia Rodríguez-Ponga Salamanca: Su amor por lo público viene de familia. Su hermano Estanislao fue director general de Tributos y secretario de Estado de Hacienda. Su imputación por haber elaborado un manual de productos financieros tóxicos con el que trabajaba el BBV fue desestimada. Ella deja la dirección de Estudios y Reaseguro de la Mutua Madrileña, soy, soy, soy, para convertirse en directora general de Seguros y Fondos de Pensiones. Su ecuanimidad en este campo es a prueba de bombas.
En vez de aplaudir su gesto, habrá quien vea en su tránsito al sector público una maniobra mas de esos lobbies tan perversos. En este país hay mucho desagradecido.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/preferirianohacerlo/los-senores-de-la-puerta-giratoria/1289