No hay camino para la paz, la paz es el camino, dice aquella famosa frase tantas veces repetida desde que Ghandi la utilizase por primera vez. Un camino, dicho sea de paso, difícil de recorrer cuando alguno de los agentes intervinientes en un conflicto se empeña en poner trabas y más trabas en el sendero […]
No hay camino para la paz, la paz es el camino, dice aquella famosa frase tantas veces repetida desde que Ghandi la utilizase por primera vez. Un camino, dicho sea de paso, difícil de recorrer cuando alguno de los agentes intervinientes en un conflicto se empeña en poner trabas y más trabas en el sendero por donde se camina.
Los votos o las bombas, decía también otro «ilustre» personaje hace no tanto en referencia a la Izquierda Abertzale. Como si las intenciones de ésta alguna vez hubiesen pasado por otro dilema que no sea la resolución democrática del conflicto político en Euskal Herria.
Lo que no aclaró este señor, por supuesto, fue a qué votos y a qué bombas se refería. Porque votos hay muchos, y bombas, más todavía.
Quizás se refería a los votos que sustentan un gobierno represor que sigue negándose a establecer los protocolos contra la tortura que le exigen desde hace mucho diversas organizaciones de Derechos Humanos en todo el mundo, incluidas las vinculadas con la Organización de las Naciones Unidas. Unos votos por los cuales él y su partido harían cualquier cosa, incluso apostar por el camino de las bombas.
O Quizás, en velada amenaza, quiso referirse a la bomba, auténtica bomba, que supuso el meter en prisión a varios de los principales interlocutores políticos de la Izquierda Abertzale, cerrando así toda opción a que se pueda llevar a cabo una verdadera negociación democrática, que acabe de una vez y para siempre con los muchos años de sufrimiento que ha traído consigo, para todas las partes, el actual conflicto vasco.
¿Los votos o las bombas, señor Rubalcaba? Excelente momento el que ahora vivimos para recordarle a su señoría aquellas palabras. ¿Seguiremos apostando por las bombas? ¿Seguirá usted y su gobierno anteponiendo sus intereses partidistas a la paz que con tanto ímpetu anhelan millones de persona en Euskal Herria?, ¿Seguirá usted y su gobierno con sus bombas judiciales y su represión? ¿O apostará de una vez porque sean los votos quienes decidan cuál deber ser el futuro que espera a Euskal Herria y demás naciones oprimidas del Estado español?
Ya está bien de bombas, señor Rubalcaba. Ya está bien de querer dinamitar, una y otra vez, cualquier intento por construir y recorrer ese camino de la paz que cualquier persona con un mínimo de decencia moral abriría con sus propias manos. Ya está bien de jugar con los elementos parajudiciales y parapoliciales del Estado para someter el ansia de libertad, de paz y de democracia de un pueblo entero. Ya está bien de detenciones arbitrarias, de ilegalizaciones, de represión política, de torturas, ya está bien.
Ha llegado el momento de los votos, señor Rubalcaba. Ha llegado el momento de dejar atrás ese espíritu imperialista que ha poseído a todo gobernante español durante los últimos cinco siglos, y dejar que sean los pueblos, con sus votos, quienes libremente decidan el futuro que desean recorrer, en paz y con democracia, para sus respectivas naciones.
Desactive sus bombas, señor Rubalcaba. Libere a Otegi y a los demás encausados por el caso Anoeta ya. Libere a los jóvenes vascos de Segi, a los internacionalistas de Askapena, a los actores políticos del caso Udalbiltza, y a todos los demás presos políticos encarcelados por delitos de opinión o de consciencia. Hágalo ya.
No espere ni un minuto más. Deje paso a la palabra y a los votos. Abra el camino a la democracia, que, no lo dude, es el único camino que nos llevará a una paz irreversible. Sin democracia no habrá paz. Sin votos no habrá paz. Por eso, señor Rubalcaba, usted debe elegir de una vez hacia donde quiere encaminarse, hacia los votos, o hacia las bombas. Hacia la paz o hacia el conflicto permanente.
Usted decide, señor Rubalcaba: seguir con sus bombas o dar paso de una vez a los votos.
¿Los votos o las bombas, Señor Rubalcaba?
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