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Cronopiando. Sobre la actriz mexicana de telenovelas

Lucía Méndez

Fuentes: Rebelión

Parafraseando a Bertold Brech: hay momias que duran un tiempo y son brutas, hay momias que duran mucho tiempo y son muy brutas, pero hay la que dura toda la vida, esa es Lucía Méndez. Ayer, la popular actriz mexicana, que nos ha castigado desde el pasado siglo con lacrimógenas y alienantes telebazofias, se descolgaba […]

Parafraseando a Bertold Brech: hay momias que duran un tiempo y son brutas, hay momias que duran mucho tiempo y son muy brutas, pero hay la que dura toda la vida, esa es Lucía Méndez.

Ayer, la popular actriz mexicana, que nos ha castigado desde el pasado siglo con lacrimógenas y alienantes telebazofias, se descolgaba en un programa de televisión dominicano con unas declaraciones que la definen, a ella, a su supuesta moral y a su posible cerebro.

Y si la separo a ella de sus atributos éticos y neuronales, que conste que sólo es en aras de la objetividad dado que no me consta qué tanto pueda corresponder a su persona y qué tanto a la cirugía.

«Nada quiero saber de Fidel, de Chávez ni del comunismo, son unos dictadores, y lo digo yo que vengo de México, un país democrático».

Lucía Méndez, la que jamás ha dicho nada ante los cientos de mujeres asesinadas en Juarez y alrededores, asesinatos cometidos con la complicidad de las autoridades del gobierno de su democrático país; la que nunca ha abierto la boca para denunciar los asesinatos y abusos cometidos contra la población indígena en Chiapas, con la complicidad de las autoridades del gobierno de su democrático país; la que nunca ha expresado la menor duda sobre las versiones oficiales ofrecidas por el democrático gobierno de su país tras el asesinato del candidato opositor Colosio; la que nunca censuró la matanza de estudiantes en la plaza Thatelolco de México, por soldados del democrático gobierno de su país, cuando era presidente Echevarría; la que siempre honró con su amistad a todos los Portillos que se sucedieron en gobernaciones y presidencias de su democrático y saquedado país; a sus quién sabe cuántos años y lustros, por fin recupera la palabra, ella que nunca quiso saber de la política, para arremeter contra Fidel y Chávez.

Lucía Méndez, al igual que otros esperpénticos famosos que orbitan alrededor de esa fabriquita de «glamour» y oropel llamada Miami, como Ricardo Montaner, o su propio hijo Cristhian, nunca han tenido escrúpulos ni inconvenientes en trabajar en prostíbulos y cementerios, en presentarse en la Chile de Pinochet o en la Argentina de Videla y Galtieri, en acudir a la Guatemala de Ríos Mont o a El Salvador de Duarte, Flores o D´Abuison, y felices corren a su encuentro cada vez que genocidas como Bush les reclama su concurso en la Casa Blanca, pero «Fidel y Chávez son dos dictadores» y la Méndez y el Montaner y otros especímenes semejantes, cautivos de la mafia del negocio en Miami, no quieren, moralistas que son, saber nada de Cuba y Venezuela. Ellos, que hasta en el Infierno mostrarían sus senos y gorgoritos si Satanás pagara en dólares, súbitamente se revelan como la quintaesencia de la pulcritud y la decencia, siempre utilizando como excusa las dos únicas patrias latinoamericanas que aún no tienen precio.

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