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Luego del exilio… el regreso a Ocaña

Fuentes: Rebelión

Por un instante imaginé que al rededor del cuarto donde dormía, llegaba el rumor de alguna quebrada, precipitada por el seco rumbón en verano y rauda en esta época del año, henchida de no sé qué búsquedas ante lo incierto de los afluentes, por si la matriz de sus ríos aún existe y la silenciosa […]

Por un instante imaginé que al rededor del cuarto donde dormía, llegaba el rumor de alguna quebrada, precipitada por el seco rumbón en verano y rauda en esta época del año, henchida de no sé qué búsquedas ante lo incierto de los afluentes, por si la matriz de sus ríos aún existe y la silenciosa y amplia cobertura donde confluyen, les espera y recibe. «Fue un palo que se cayó» y al entreabrir los ojos el verde húmedo, gotear de la vegetación escampando, y la hilera de carros esperando demostraba la existencia de un derrumbe u obstáculo. «Ve. Ya me sacaron mil pesos», expresó el conductor y acucioso esperé la presencia de sujetos armados. Pero no. Ayudantes de camiones y espontáneos, machete en mano, en par minutos, cortaron las ramas del grueso tronco caído a la carretera, despejando la vía. Nos encontrábamos en Montecitos, arriba de Platanal, comenzando el ascenso de 37 kilómetros, hasta llegar al Alto de Saninvilla, desde donde se observa el Norte de la extendida cuidad de Ocaña, que con un acumulado de viviendas y trazado paisaje, se confunde e integra el municipio cesarense de Río de Oro, con el ducto vial de lo barrios de la segunda ciudad del Departamento de Norte de Santander y Capital de El Catatumbo por confluir en ella, cual satélites, once municipios del inmenso entorno fronterizo de tupidas selvas, ríos navegables, sinfonía de relámpagos y de truenos esparcidos en la lejanía de las distancias, ya no escuchados, pues la velocidad de la luz supera a la del sonido. Todo un eco de recuerdos inquieta mi ser, al palpar, que luego de veintisiete años de ostracismo, regreso a la Cara Ocaña de mis pinitos de «literario», de la formación en la oratoria con los padres eudistas, del incansable ratón de biblioteca en el Colegio Caro y las incomodas sillas de la Biblioteca Paéz Courvel; de propulsor de la organización estudiantil y campesina, enfrentado desde los trece años a las lides del movimiento popular, materializado con la participación en el glorioso Paro Campesino del Nororiente, que me valieron el desprecio de la decadente oligarquía local provinciana aduciendo que había llevado a diez mil campesinos a orinarse al Parque 29 de Mayo, desconociendo la forma organizada de su comportamiento y el alcance de sus propuestas y exigencias y aún continúan sin perdonarme, en cumplimento de los de la «generación de la violencia» subvertir el «orden» político impuesto por el fatídico Frente Nacional, al erigir como partido en el Norte de Santander a la alternativa política del Frente Popular. Desde entonces, el panorama político en la Provincia de Ocaña y El Catatumbo despejó al salto cualitativo de la lucha popular prolongada clandestina a la amplia política de masas, con corrientes paralelas como ¡A Luchar! Y la Unión Patriótica (UP).

A las siete de la noche me esperaba la comitiva de familiares y amigos en la esquina del parque de Rio de Oro. «Hoy no suenan las guitarras», adujeron. Arribamos al barrio Cristo Rey, donde avanzaban los preparativos para una gallina alcaparrada, aduciendo también el motivo del cumpleaños de Julio. ¡Que asma, ni que carajo! Inhalé el frescor de la noche. Se me ocurrió combinar el olor al barbatusco y a la guayaba. La hilera de casas, en ondulante calle peatonal, que linda con el abismo, permite que su espacio se convierta en sala, para observar la panorámica de la ciudad y el manto de luceros tintineantes. Al alcance de las manos estaban las guayabitas arrayanas de gratas recordaciones, paralelas a sin fin de anécdotas relatadas. Estas son las cocotas que se dan en Cristo Rey, distintas a las huertas coloniales del centro, aducían. De un sonoro mordisco rumie, bajo las cascadas de los tragos, la pulpa del delicado manjar. Aunque vos escribís sobre la cocota y le dedicas poemas, «no está escrita la última palabra«, me vocearon.

Al día siguiente la bohemia se desarrolló en la amplia casa de los Baca, en el tradicional barrio de Villanueva, de corredores, espaciosos aposentos y sala de tejido techo de caña brava, delicada y armoniosamente entrabada y esmaltada. Fue construida en el año de 1910 y aunque no habitada, se conserva amueblada y celosamente mantenida por tan apreciada familia. La huerta de dos mil metros cuadrados linda con el río Tejo. Lo conservan limpio y por la oscuridad, denota el embrujo del silencio y el suave murmullo de un silbido, paseante en arboles y plantas. En ese ambiente «verde, que te quiero verde» de García Lorca, rasga la guitarra de Jairo Manzano, inédito artista ocañero, que «vivo de la música, so bobo» … «¿qué más hago?». Lo acompaña el también canta autor Fernando Manzano. Sublime escucharlos. Junto con el viejo Rodrigo (Rigo) Manzano al tiple y el inigualable Nando Restrepo «El Mazo», contrapunteando cual rival consagrado, en lo creativo del momento, la improvisación acompasada que nos transporta a los lares de lo jamás olvidado. Desde El Barcino y las canciones protestas interpretadas y compuestas a tono de la movilización popular de los años setenta y ya triunfante sobre el Imperio el valeroso y ejemplar pueblo vietnamita. Al lado, el chasquido del fogón de leña, hirviendo la olla de la sopa de arroz con gallina casera de huerta, combinando con el aroma de la arepa ocañera, de tostada cara dorada, que se levanta, para rellenarla de queso rallado, y de la que me abstengo de perorar sobre cuanto he investigado sobre su origen, por aquello que «no está escrita la última palabra».

El sábado día de la virgen, desistí de caminar al santuario de la Virgen de Las Gracias de La Torcoroma. Sin fin de romeros y hasta por carretera ascienden por el viejo camino a Buena Vista o llegan a lugar apropiado por carretera. Me confirman de la tenaz lucha por la recuperación del pájaro hormiguero (el pájaro pico de hacha) y conservación del hábitat. Así se moleste la Monsanto los originarios conservan avanzado banco de semillas autóctonas.

Al visitar a mi hermana mayor atinó a decirme que fulana cómo se pondrá de contenta al saber que estas aquí, – es de las mismas ideas tuyas- y no ha dejado de preguntarme por vos durante todos estos años. Al indagar sobre quien era me contestó: – «! pues no te digo, porque está casada!».

Reviví lo redactado sobre Ocaña, recién llegado a Colombia, teniendo como fuente testimonios, videos, fotografías, etc., que me hacían llegar los paisanos. Es insoportable e inhumano transitar por el centro vía al Mercado Público. La enrredera de cables y líneas denotan el atraso, en planificación, de no estar bajo el suelo y la desidia de la cuestionada Alcaldía , con representante Uribeña a bordo- que se da el lujo de permanecer bajo rejas, sindicada de corrupción, varios meses del año; decreta el sistema operativo de la consulta que busca revocar su mandato; atina a la práctica clientelista de la abstención para no llegar al umbral de revocatoria, no sin antes aplicar un cambio de cierre de vías, levantamientos de aceras, para impedir el acceso de vehículos al lugar central de votación. Único caso de fuente ovejuna en el mundo en que sin reato de ética o de conciencia persiste en permanecer en el cargo.

Las viejas casonas de la Calle del Dulce Nombre y el Seminario, alteradamente remodeladas y reformadas en múltiples locales comerciales, semejando laberintos por el fondo de sus terrenos. Volcadas las mercaderías a la calle sin respeto al espacio público. Ensordecedor ruido, aunado al rugir de las motos, con el paso lento pero estrepitoso de variedad de automotores. Allí se refunde lo divino y lo humano. Lo legal y lo ilegal. Sin justificación alguna el tronar de un equipo de sonido de un automóvil con las puertas abiertas y la multitud pasando o deteniéndose, con la sola explicación-para mis adentros- que anuncia su presencia de micro traficante de sustancias, a ciencia y paciencia del sin fin de sabuesos policiales sin uniforme, que transitan cual plaga por esas apocalípticas calles… en búsqueda de localizar «al enemigo» que baja de civil desde el monte.

Transcurre el tercer y último día de mi permanencia. Por el bajo cariz de mi presencia, trato de pasar desapercibido, como un ciudadano más; pero no falta el personaje coetáneo que me identifica. Me ilustran sobre la crisis económica que afecta a la Provincia y al Departamento. Resaltan el que los bancos están solos, sin movimiento. Destacan la cantidad de locales desocupados y/o en venta. Explican que no esta llegando la plata del Catatumbo. Relatan con lujo de detalles y expresiones autóctonas que desde las veredas se ven los campos rebosantes de cultivos de coca. La maldita, pero a su vez, benefactora hoja, se cultiva todo el año y no importa el clima imperante. En este momento es como si existiera una orden tacita de no comercializarla. Todo bramaje e intercambio en dinero, en especie o trueque de la hoja de coca está congelado. Están esperando que el gobierno nacional cumpla con el compromiso de los Acuerdos de sustitución de cultivos y que paguen con regalías el monto del valor de la hoja, acorde con el humero de hectáreas cultivadas por cada cabeza de familia. El indiscutible aumento de hectáreas cultivadas de coca tiene que ver con el desacierto político demostrado por el antiguo Secretariado de las Farc-ep, de desarmarse o entregar las armas sin haber materializado la implementación de tan fundamental Acuerdo. «Ya sin armas, el campesino no obedeció». Ahora se impone el mayor número de hectáreas cultivadas con el redito de percibir un mayor ingreso familiar al darse la sustitución voluntaria, el pago de lo debido, y el reto de un verdadero cambio de modelo económico- productivo como subsiguiente etapa, al que el actual gobierno pareciere no estar en capacidad de asumir a tono con el mandato impuesto y finalidad de la DEA que persiste en ser la rectora de la comercialización de la coca en la región. La tensa sintomatología reinante en la región alude a la campaña de las organizaciones campesinas y del movimiento popular en no permitir la fumigación aérea para destruir los cultivos de coca. La nueva dirigencia campesina actuante y consecuente expresa que no van a permitir tal devastación, aprestándose a la movilización, a la resistencia y a la protesta organizada.

Fui el primero que recogió la buseta en la céntrica Calle de Los Teléfonos y por ende recorrí el periplo de recogida de los demás pasajeros faltando veinte minutos para las cinco de la mañana. Percibí el contraste del amanecer para el fatigoso trajinar de una ciudad congestionada, desorganizada, abandonada a la suerte de lo diario de las instituciones y el vaivén del mercado. Siete pasajeros, siete paradas; el penúltimo en la Ciudadela Norte y el último en Rio de Oro, citadino con un libro bajo el brazo. Despuntando el amanecer subiendo a Saninvilla, pletórico de encantos y de información sobre la situación de la tierra de los Caro y el valle de las Ibáñez, sin volver la vista atrás, preguntándome sobre el falsi-realismo de enunciados de tantos contrastes confrontados y el qué vendrá, en este presente intenso, en la añorada región de mi niñez en que solo retumban los aconteceres de un conflicto armado no superado.

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