De mamporreros calificó hace años Txema Montero, cuando aún era magro, a los de EE cuando aún eran algo. Yo de niño había visto faenar a los Bergera de Eritze de Itza con el barraco o a los de la venta de Aitzkorbe con el toro, pero no supe hasta tarde que eran mamporreros de […]
De mamporreros calificó hace años Txema Montero, cuando aún era magro, a los de EE cuando aún eran algo. Yo de niño había visto faenar a los Bergera de Eritze de Itza con el barraco o a los de la venta de Aitzkorbe con el toro, pero no supe hasta tarde que eran mamporreros de oficio, que manejaban la porra con la mano para joder.
El 22 de mayo murió Luis Beroiz.
A la muerte de Benedetti escribió Koldo Campos en Rebelión palabras muy bellas.
«Hay vidas, decía, que, de muertas, sólo son biografías, ambiguos prontuarios de cuentos y de cuentas, acaso un mal habido patrimonio y algunos herederos peor hallados, un perro que les ladre dolientes titulares, un alcalde de encargo, un cardenal de oficio y un par de funerales.
Pero apenas la tierra se sume al homenaje y los gusanos rindan honores al difunto, de aquel ilustre muerto va a quedar, si me apuran, la misa aniversario con que la Iglesia reconforta el luto mientras la viuda quiera pagar los honorarios, y una lápida triste que recuerde un olvidado nombre y un extraviado año.
Son vidas que se pierden en el tiempo sin un beso en la espalda ni una mano en el pecho, infelizmente muertas.
Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas horas, nos lustran la sonrisa, nos atan los zapatos con los que andar el día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos.
Son muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo y así no tengan visa para el cielo o el aval de la ley para la gloria van a seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte, dichosamente vivas».
La muerte de Luis Beroiz es de las vivas.
Su amor de padre y sus descubrimientos los dejó escritos con garra, calvario y escupitajo en artículos de Gara, visitas a la cárcel y extensamente en su novela «Entre ceja y ceja«, que a uno le recuerda otro libro de paisano suyo. El «Pega pero escucha» de Patxi Larrainzar. Su hijo Andoni y sus amistades le descubrieron un mundo inimaginable, pero real y cercano. A juicio de Ramón Zallo tarde, despertado por la desgracia, no a finales de los 60 (como él) sino mucho tiempo después, permitiéndose a pesar de todo el lujo de dar lecciones en público a los opositores permanentes a la injusticia (como él). Lo cierto es que Beroiz despertó con fuerza y dictó lecciones claras y valientes de humanidad y de derechos humanos frente a la ignominia institucional. Denunció con nitidez una vieja lacra supurante en nuestro pueblo: la tortura. Descubrió de sopetón la tortura de la ertzaintza en la carne de su hijo, y acogida como método interrogatorio por el gobierno de Ibarretxe en reiteradas ocasiones. Escuchó el relato de Gorka Lupiañez Mintegi en la academia de Arkaute de camino a la cárcel:
«Tras esas primeras 36 horas, en las que también me colocaban una manta doblada sobre el cuerpo y me daban puñetazos a través de ella, comenzaron a aplicarme la bañera, además de las cosas que ya me venían haciendo. Me ataron en un colchón de espuma, y me metieron la cabeza en agua helada. Luego empezaron a hacerme lo que ellos llamaban `aguapark’. Decían que se lo habían enseñado los israelitas. Consistía en que me tumbaban en un colchón, me sujetaban los pies, los brazos y la cabeza, y me echaban agua con una manguera, en la boca y en la nariz. Cuando ya no podía aguantar, me tiraban un balde de agua a la cara, y me ahogaba (…) Estando desnudo me obligaban a ponerme con los brazos abiertos». Sus maestros pudieron ser guardiasciviles, grises, israelitas o de las checas americanas, pero ahora eran ellos los mamporreros, los violadores de los derechos humanos, los Melitón Manzanas en centros institucionales vascos al mando del Partido Nacionalista Vasco. No, no hablamos de comisarías de la Guardia Civil, que también.
Como dirá el historiador y periodista Ingo Niebel en su libro Das Baskenland, Luis Beroiz se dio cuenta «por qué los ertzainas no cuelgan sus trajes de faena en los balcones de la vecindad y viven en un pueblo pero trabajan en otro a distancia». Beroiz descubrió la mentira reiterada y contumaz en los partes oficiales de la ertzaintza acusando a su hijo a sabiendas de actos no cometidos en lugares imposibles con el visto bueno del Consejero vasco de Interior Javier Balza y el silencio cómplice de su gobierno y su Lehendakari Ibarretxe. Y descubrió en juicios una colaboración mendaz en red: ertzaintza, gobierno vasco, Audiencia Nacional
Luis Beroiz se dio cuenta de una verdad, que creía imposible. Descubrió que la ertzaintza jugaba en nuestro pueblo el mismo papel mamporrero que la Guardia Civil o la Policía Nacional española.
«Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena» (Romancero gitano de García Lorca)
Luis, tu muerte es memoria que respira y pan que se comparte.