En 1932 la escritora Luisa Carnés atravesaba un mal momento vital. Sin trabajo, sin dinero para tirar hacia adelante, cambiando de residencia con cierta frecuencia, se vio obligada a dejar aparcada su carrera literaria, a la que aspiraba a dedicarse de manera profesional, y trabajar como dependienta en lo que entonces se conocía en Madrid […]
En 1932 la escritora Luisa Carnés atravesaba un mal momento vital. Sin trabajo, sin dinero para tirar hacia adelante, cambiando de residencia con cierta frecuencia, se vio obligada a dejar aparcada su carrera literaria, a la que aspiraba a dedicarse de manera profesional, y trabajar como dependienta en lo que entonces se conocía en Madrid como una «tea room», o sea, una cafetería donde se servían pasteles, café o té, entre otras cosas. De su experiencia como trabajadora en este salón de té surgió Tea rooms, mujeres obreras, la mejor novela de la autora madrileña y, con absoluta seguridad, una de las mejores novelas escrita en castellano de lo que podríamos llamar «literatura obrera» o «narrativa social de preguerra», como la denominan algunos estudiosos.
Luisa Genoveva Carnés Caballero había nacido en la ciudad de Madrid el 3 de enero de 1905. Su padre era barbero y practicante y su madre costurera. Además de Luisa, que fue la primogénita, la pareja tuvo otros cinco hijos, por lo que, como ya se puede imaginar, en su casa no se ataban los perros con longaniza. La niña tuvo una infancia dura, con muy pocos años de escuela y muchos de penurias y escasez de todo tipo. A los once años ya estaba trabajando de aprendiza en un taller de sombreros que regentaba su tía. Así era la España de la época.
Pero Luisa era una niña con una sed de conocimientos desbordante. Por eso, no haber ido de manera regular al colegio no supuso un impedimento para poder dedicarse de forma destacada a la literatura y el periodismo. Su universidad fueron las lecturas semanales de las obras de Dostoievski, de Tolstoi, de Gorki, de Dickens, de Eliot, de Gaskell, de Balzac o de Cervantes en la prensa de la época, en la que estaba muy de moda publicar grandes novelas por entregas semanales. De esta manera, en sus años de adolescencia y juventud, Luisa leyó todo cuanto cayó en sus manos, sacando tiempo de donde no lo había, pues no podemos olvidar que era una mujer que trabajaba para ganarse la vida. Durante todos estos años desempeñó numerosos trabajos: costurera, telefonista, camarera, correctora en una editorial, periodista, etc.
El día 22 de octubre de 1926, a los 21 años de edad, consigue hacer realidad uno de sus grandes sueños: publicar su primer relato. Tan magno acontecimiento en la vida de la escritora tuvo lugar en el diario La voz. El cuento se titulaba «Mar adentro«. Imaginamos la alegría inmensa que sintió la joven al ver su cuento impreso en papel, la satisfacción de sentir que lo que tantas veces había anhelado podía ser una realidad, el orgullo de poder trasladar a la página impresa sus ideas y sus pensamientos. Después de «Mar adentro» vinieron muchos más cuentos. El relato corto era un género en el que Luisa Carnés se sentía muy cómoda y que le proporcionó grandes momentos. Terminó por convertirse en una gran cuentista. En la actualidad todos sus cuentos han sido recopilados por la editorial Renacimiento en dos volúmenes: Rojo y gris y Donde brotó el laurel. En ambas obras se recogen los cerca de setenta relatos que publicó durante su carrera como escritora. Además existe una recopilación de sus mejores cuentos titulada Trece relatos que recapitula los que podrían ser considerados los trece mejores cuentos de la autora. Sin duda, un libro muy recomendable para entrar en el universo Carnés.
Pero no solo de cuentos se nutrió la bibliografía de Luisa Carnés. La narradora madrileña escribió y publicó en vida varias novelas, libros de memorias, teatro, etc. Su primer libro fue Peregrinos de calvario (1928), una colección de tres relatos más o menos extensos, unidos entre sí, donde se evidencian sus gustos de juventud. Natacha, su primera novela, ya supone un salto cualitativo en su obra. Fue publicada en 1930, y narra la historia de una joven que trabaja en un taller de costura y que se siente deslumbrada por la Revolución Soviética. Luisa Carnés echa mano de sus recuerdos para escribir su primera novela, todo un hallazgo en una España que estaba a punto de entrar en una nueva era política, la que traería la República.
Con el colapso de la Monarquía borbónica y el auge republicano, Luisa Carnés va tomando conciencia de su lugar en el mundo, como mujer y como trabajadora. De ahí a afiliarse al Partido Comunista hay un paso muy pequeño, que ella terminará por dar. En sus escritos de esta época ya podemos encontrar a una gran narradora comprometida con la causa de la clase obrera, en general, y con la situación de las mujeres, en particular. Luisa es consciente de que ser mujer en la España de la época es desolador: desigualdad, violencia extrema contra las mujeres en todos los ámbitos (doméstico, laboral, eclesiástico), pobreza, incultura, etc. Y decide no solo denunciarlo en sus textos sino que además, decide ofrecer soluciones. Es necesaria una mujer nueva, combativa y valiente, una mujer que no piense que solo se puede elegir entre la esclavitud laboral y/o doméstica y la prostitución. Hay otras salidas, pero no se conseguirán sin luchar. Ese es el mensaje más interesante de cuantos se pueden extraer de su obra Tea rooms, mujeres obreras. Sin duda, su mejor novela, y una de las mejores de la Segunda República.
Tea rooms, mujeres obreras es un documento interesantísimo para entender el momento histórico que se vivía en este país cuando empieza el régimen republicano. En la obra se narran las vicisitudes de un grupo de mujeres que trabajan en la confitería de un rico empresario. Un ecosistema particular pero que, al mismo tiempo, nos sirve para hacernos una idea certera de cómo era el país en ese momento. Podríamos decir que Tea rooms, mujeres obreras es una novela de denuncia y no mentiríamos. Pero tampoco estaríamos diciendo toda la verdad. Porque esta novela es mucho más que eso. Para empezar está muy bien escrita. Luisa Carnés tenía una gran habilidad técnica para llevar al papel el habla popular. Ese es un gran acierto de la obra. Los diálogos son ágiles, verosímiles, reales y te atrapan desde la primera línea. Una novela que mantiene intacta toda su vigencia y que urge recuperar como lectura obligada.
Después de Tea rooms, mujeres obreras vino la Guerra Civil, y Luisa Carnés tomó partido hasta mancharse, y participó activamente en la defensa de la legalidad republicana frente al fascismo y al involucionismo que suponían Franco y sus huestes asesinas. En el relato «En casa», publicado en 1950, lo contaba, en boca de la protagonista, de esta manera:
Me dolía el dolor de los heridos que llegaban en los camiones a los hospitales y el de las madres que perdían a sus hijos en los frentes, me sentí identificada con los soldados que desfilaban: con las mujeres que hacían colas al amanecer, ante las tiendas; con las que daban su sangre para las transfusiones en los hospitales; con las que cosían uniformes para el ejército en los viejos clubes, solo accesibles antes a los señoritos; con las que, de una manera u de otra, habíanse entregado en cuerpo y alma a aquel heroico despertar del pueblo. Me sentía unida a todo y a todos.
Después vino la derrota, y el exilio, primero en Francia y más tarde en México, donde establecería su residencia. Y vinieron otros libros, otras historias. Libros como De Barcelona a la Bretaña francesa, El eslabón perdido, Juan Caballero o Rosalía, obra dedicada a la figura de la gran poeta gallega Rosalía de Castro. Todo acabó con un accidente de tráfico que se llevó por delante la vida de esta mujer comprometida y luchadora. Era el día ocho de marzo de 1964. Venía de dar una conferencia con motivo del Día de la Mujer. Murió cuatro días más tarde.
Durante muchos años, su obra y su figura quedaron sepultadas por el olvido. Afortunadamente, gracias sobre todo al trabajo incansable del profesor Antonio Plaza Plaza, su nombre se ha vuelto a recuperar para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de ella, de sus ideas emancipadoras, de su actitud pionera, de su extraordinaria prosa, de su gran humanidad. Para que nosotros, lectores y lectoras del siglo XXI, podamos deleitarnos con todos esos libros que merecen la pena ser rescatados de la herrumbre del tiempo.
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