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Machado, poeta del tiempo

Fuentes: La Jornada

»El filósofo puede dudar de la realidad del mundo exterior, pero el poeta no, ya que nadie duda de lo que ve, sino de lo que piensa, y para el poeta sólo hay ver. El ser poético se revela o se vela, pero ahí donde aparece, es. Dicho ser poético no le plantea al poeta […]

»El filósofo puede dudar de la realidad del mundo exterior, pero el poeta no, ya que nadie duda de lo que ve, sino de lo que piensa, y para el poeta sólo hay ver. El ser poético se revela o se vela, pero ahí donde aparece, es. Dicho ser poético no le plantea al poeta ‘problema alguno’, es decir, no plantea el problema de su realidad, pero en cambio la nada sí. Es la nada lo que convierte cuanto es, o cuanto aparece en problemática, y por eso canta el poeta: por el asombro de la nada al ver proyectado al ser sobre la nada». Así hablaba Antonio Machado por voz de Juan de Mairena.

En Machado, como en Heidegger, es junto a la nada como se revela la trascendencia del ser, ese dramático impulso hacia lo otro, hacia lo de más allá, que no encuentra nunca su meta. Así, »los que buscamos en la metafísica una cura de eternidad, de actividad lógica al margen del tiempo, nos vamos a encontrar definitivamente y metafísicamente cercados por el tiempo» (Sánchez Barbudo, Estudios sobre Galdós y Machado , Editorial Lumen).

»Se ha hablado del ‘temporalismo’ de Antonio Machado y se ha insinuado que es en esto en lo que consiste verdaderamente el parecido entre él y Heidegger» (Sánchez Barbudo). Ello es cierto, mas necesita ser precisado, puesto que el poeta no hace ningún análisis metódico del »Dasein» y, por tanto, la temporalidad como reconcentrada esencia de ese análisis. Heidegger descubre como sentido del ser, del ente que llamamos »Dasein», que no es lo mismo que esa mucho más simple temporalidad a la que Machado se refiere al hablar de la poesía (Sánchez Barbudo). A pesar de que ambos tengan que ver con la angustia por el paso del tiempo. No se parecen por lo que escriben de la temporalidad o la angustia, sino por lo que escriben de la nada, del ser y la nada.

Por eso canta el poeta, por el asombro de la nada, al ver proyectado el ser sobre la nada. Lo que el poeta contempla aparecer, gracias a la nada, erguido sobre el vacío milagrosamente sostenido. Y el poeta mismo se siente temporalmente, sólo temporalmente, flotando sobre el vacío, yendo a su destrucción. Y así el poeta canta: »Todo pasa y todo queda/ pero lo nuestro es pasar/ pasar haciendo caminos/ caminos sobre la mar».

Tiempo y movimiento hacia la muerte, tiempo fugitivo en el que todo fluye.

»Al corazón del hombre con red sutil envuelve el tiempo, como niebla de río una arboleda ¡No mires: todo pasa; olvida nada vuelve! Y el corazón del hombre se angustia… ¡Nada queda!»