El llamado centro político, en tiempos de bonanza, en los que el “pan y circo” tiene como finalidad narcotizar a una franja de la sociedad, encuentra su recompensa en el electoralismo centrista. Por el contrario, en tiempos en donde la injusticia social y las lacerantes desigualdades se acrecientan, el centro deja de existir como caladero de votos y se transforma en un espacio vacío.
Esa ha sido la franja electoral erróneamente elegida por el PSOE al inicio de su campaña, en estas elecciones sobrevenidas en la Comunidad de Madrid, distanciándose de la izquierda social para, acto seguido, ante la alarmante fuga de votos que pronosticaban las encuestas, cambiar de tercio demasiado tarde. Esa cabriola mortal agravó el problema, perjudicando al bloque de izquierdas en sus aspiraciones electorales. El cambio de bando de rancios jerarcas del PSOE, apoyando descaradamente a Ayuso, fue la puntilla. Se trata de una nueva forma de colaboracionismo franquista, similar al tamayazo.
VOX es un peligro evidente para la democracia. Sin embargo la Sra. Ayuso, en vez de condenar el fascismo, abunda en que ese es el lado bueno de la historia; no solo por afinidad ideológica, sino porque además necesita al franquismo para gobernar.
Blanco y en botella.
Madrid se ha polarizado, abriéndose un despeñadero entre el bloque monárquico y el bloque democrático; un abismo entre el Madrid cortesano y la periferia progresista; entre el Madrid conservador, extremadamente centralista, y la periferia soberanista, que reclama autonomía y amnistía.
Los que han optado por esa tierra de nadie se han precipitado por el despeñadero: Ciudadanos, desaparece; el PSOE, ve mermada considerablemente su representación en la Asamblea de Madrid. Sin embargo, no es el caso del PP, que regresa a sus orígenes franquistas, escorándose hacia la extrema derecha; ni tampoco el caso de Vox, que capta directamente el voto monárquico más reaccionario y fascista.
Por lo que respecta a la izquierda, tampoco es el caso de Más Madrid, ni de Unidas Podemos, que ven aumentada su presencia en la Asamblea de Madrid, especialmente Más Madrid, que ha conseguido el ansiado sorpasso, pasando a liderar la oposición en la Asamblea, lo que pone en evidencia la pujanza del movimiento 15M, transformado en partido político. No debemos subvalorar, pues, un hecho: que los nuevos partidos políticos surgieron y crecieron como resultado de los inevitables antagonismos de clase, no considerados suficientemente por otras opciones políticas de izquierdas.
En este escenario, en donde la clase pudiente, es decir la clase que representa a los propietarios de los grandes medios de producción, se ve contestada, el burgués asustado deviene en fascista. Es el período en el que sus aliados en los aparatos coercitivos del estado (fuerzas armadas, policía, judicatura) radicalizan sus posiciones de clase. Las donaciones millonarias y el poderoso apoyo mediático de las grandes cadenas privadas, incluidas las de los obispos, acrecientan su protagonismo más abyecto, intentando afianzar la hegemonía de la clase social a la que están subordinados.
La poderosa influencia de los púlpitos y su tradicional alianza con la Corona y sus cortesanos, transformados en correa de transmisión de los poderes financieros, incrementan el ruido mediático y la inevitable polarización. Las caretas de la reacción caen y los pronunciamientos militares y judiciales, o los sobres con balas amenazantes, amedrentan no solo a sus destinatarios sino, sobre todo, a una franja considerable de potenciales electores que, atemorizados, prefieren “lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
En febrero de 2015 publicaba en estas mismas páginas mis reflexiones sobre el 15M y los ataques que el establishment estaba desplegando contra Podemos y sus fundadores:
“Esta operación de acoso y derribo tiene dos objetivos. El primero debilitar una de las componentes esenciales del movimiento popular con el fin de conseguir el desistimiento del impulso republicano que encarna. El segundo presionar al líder indiscutible del partido, Pablo Iglesias, para que se vea obligado a buscar amparo en los aledaños de Zarzuela.”
“La monarquía es uno de los recursos más temibles del sistema por su experiencia histórica en la instrumentalización de la corrupción como arma de dominio político. La Corona siempre actúa selectivamente. Pronto asistiremos indignados a nuevas intrigas palaciegas cuyo fin no sería otro que pactar la continuidad en la Jefatura del Estado de Felipe VI, desnaturalizando el carácter democrático del movimiento. Llueve sobre mojado.”
Es evidente que Pablo Iglesias, fiel a sus orígenes, no solo no contemporizó con la monarquía y sus poderes fácticos, ni buscó su complacencia, sino que contribuyó, junto al Presidente Pedro Sánchez -tan denostado por los Felipe González y Cía.- a articular un bloque histórico que está devolviendo la esperanza y la iniciativa de lucha social al pueblo.
En su etapa de Vicepresidente del Gobierno, junto a miembros de su grupo político, en particular la admirable Ministra de Trabajo Yolanda Díaz, actual Vicepresidenta del Gobierno, han conseguido, contra viento y marea, la mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos, articulando un escudo social en plena pandemia. Sin embargo, la inercia de la Administración, lastrada por las escasas reformas modernizadoras, está retrasando su aplicación efectiva.
Pablo Iglesias también ha tenido la gallardía de criticar la huida al extranjero del Rey emérito, padre del Rey. Ambos, padre e hijo, son artífices de transiciones tramposas, cuyo fin no es otro que asegurar la continuidad del franquismo bajo otras formas, protegiendo sus privilegios. En particular uno de los más indignantes, su inviolabilidad absoluta, que implica -además de la impunidad de la corrupción galopante de la familia real, cuyos orígenes se remontan a la dictadura- la impunidad de los crímenes del franquismo, contraviniendo con ello la legislación internacional.
Muchos hemos admirado a Pablo Iglesias, y lo seguimos admirando por su brillantez y tenacidad políticas, pues ha contribuido decisivamente a transformar el viejo régimen de la Transición, liquidando el bipartidismo. Es un primer paso, indispensable para avanzar hacia un proceso constituyente que devuelva al pueblo la forma de Estado democrática que le arrebató el golpe militar monárquico, la guerra, la dictadura y su genocidio, a los que siguió una transición trucada, hoy en completo descrédito.
Pablo Iglesias ha caído seis años después, victima de los continuos ataques del régimen monárquico y de sus cloacas fascistas. Ataques de una intensidad y ferocidad desconocidos desde hace mucho tiempo. Sin embargo ya nada será igual, gracias al bloque histórico que él ha contribuido decisivamente a construir. La lucha continúa, y la ruptura con la monarquía franquista llegará cuando esta se vea desbordada por el empuje de los pueblos del Estado, tanto en las urnas como en las calles.
El lado bueno de la Historia ha estado siempre del lado de los que han luchado por la Libertad de los pueblos, por ello recomiendo a mis queridas lectoras y lectores que lean, si no lo han hecho ya, un libro imprescindible: Derecho como Memoria y Justicia, de Ana Messuti; y vean un documental magistral: El silencio de otros, que refleja la lucha de las victimas de la dictadura franquista por la Verdad, Justicia, Reparación.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, antiguo miembro de la disuelta Unión Militar Democrática (UMD), miembro de Anemoi, socio del FMD, presidente Federal de Unidad Cívica por la República.
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