No queríamos entrevistar ni ser entrevistadas, así que hicimos este juego escrito que acabó conmoviéndonos.
LAURA. Hagamos memoria. Que broten metáforas de los mecanismos represivos que utilizan los Estados en las mal llamadas democracias representativas. Que broten performances que nos presentan a nosotras mismas, sin intermediarios. Que florezcan acciones físicas y poéticas donde nuestros cuerpos sean en sí mismos la transmisión del mensaje. Nuestra mirada evoca el recorrido angustiante de la explotación humana, de los cuerpos mercancía en el trabajo, en la escuela, en el hospital, en la publicidad, en la tele. ¿Quieres hacer una performance conmigo?
REGINA. Hagamos memoria. Desnudémosla, quitémosle capa por capa como si se tratara de una cebolla. Lloremos mientras los vapores penetran nuestros agujeros. Cataratas cayendo al vacío. Alguien más chilló los cuerpos ahora vueltos ceniza. ¿Dónde los restos? ¿Dónde los huesos de sus manos? ¿Hagamos un recuento. Reconstruyamos su imagen a través de sueños mojados por tantas lágrimas. Nos seguimos doliendo en su vacío. ¿Dónde nuestros muertos? Pasaron los días, los meses, los años y su recuerdo no se enfría. ¿Dónde nuestra vida?
LAURA. Enterramos a las viejas. Enterramos a las niñas. Nos enterramos a nosotras mismas en vida. Tierra sobre cuerpos. Leña sobre cuerpos. Hagamos memoria. Su abuela era una obrera republicana, y nunca le contó qué pensaba de Franco. Murió con alzheimer. Su otra abuela murió a los 42 años de un cáncer. Nunca la conoció. Vive en un pueblo rodeada de abuelas y ninguna habla de la guerra. Memoria maldita. Guerra maldita. Y ella tiene lagunas. Lagunas históricas. Lagunas mentales. Lagunas de identidad. ¿Dónde está su identidad?
REGINA. Sus manos cortadas. Perdidos sus dedos. Sacados los dientes, los ojos comidos. Cómo reconocerlo si ni yo misma me reconozco. Años atrás se me quedó la esperanza muerta en el camino. Todo muerto. Mi pelo sin color, mi corazón sin sangre. Estos huesos podridos no son mi hijo. Dónde sus manos suaves tomando mi sopa. A mí ya nada me sostiene. ¿Dónde sus brazos fuertes a mi alrededor?
LAURA. Madrid-Ciudad de Guatemala. El territorio salió de nuestros cuerpos hace rato para dejar espacio a la memoria. A la memoria compartida que nos une sin conocernos. Que palpita dentro, entre la vida y la muerte. Todo tan parecido y tan diferente a la vez. En un segundo cambia el paisaje. En un segundo millones de personas se van. En un segundo millones de personas pierden sus trabajos, sus casas, sus tierras. En un segundo nos rebelaremos ¿Y a quién leeremos estos párrafos? ¿Alguien me escuchará?
REGINA. Me escuchan los grillos, el río que no se detiene, la estrella que siempre me titila. Después de la guerra sólo hubo silencio. Nadie me preguntó cuánto dolía. Nadie me regaló un poco de aliento. Nadie más me amó. Me quedé sola, secándome como palo viejo sobreviviente del incendio. Tierra arrasada, hijo arrasado, vida arrasada. Yo sólo quiero cerrar los ojos para encontrarlo de nuevo. Allá me espera, sin cicatrices, sin rencores. ¿Para qué la sangre en mi lengua? ¿Para qué este corazón que no se atora? Yo ya sólo quiero escurrirme, enfriarme, soltar el pellejo. ¿Por qué no me dejás ir? //
1. El cielo…
«En El Cielo llora tanto que debería ser Mujer, me sumerjo en una tina llena de agua y aguanto la respiración hasta que no puedo más. Salgo a tomar oxígeno y vuelvo a sumergirme».
2. Caparazón
«El miedo en su forma sonora, en cada estallido, en cada golpe. Mi cuerpo permanece en posición fetal dentro de un domo blindado. Individuos, armados con palos, golpean frenéticamente el domo».
3. Alud
«El agua corre. El cuerpo está allí, sucio. La posición pasiva del público como observador es reemplazada por la acción de participar y limpiar el cuerpo, motivados, quizás, por cierta empatía».
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Madrid-Ciudad-de-Guatemala.html