Madrid está que arde. Por segunda vez en quince días, los Profesores de la Enseñanza pública no universitaria han ido a la huelga. Los motivos están claros, al igual que en Sanidad y Transporte: la ofensiva que dirige el gobierno de Esperanza Aguirre contra los Servicios Públicos madrileños. Los datos que han dado los sindicatos […]
Madrid está que arde. Por segunda vez en quince días, los Profesores de la Enseñanza pública no universitaria han ido a la huelga. Los motivos están claros, al igual que en Sanidad y Transporte: la ofensiva que dirige el gobierno de Esperanza Aguirre contra los Servicios Públicos madrileños. Los datos que han dado los sindicatos es de un 85% de seguimiento en la huelga de ayer, y en el caso de las escuelas infantiles, el porcentaje de huelga se ha elevado a un 95%. Y todo ello a pesar de los servicios mínimos indiscriminados que la Comunidad de Madrid ha impuesto por primera vez para las huelgas del 7 y 21 de mayo, llegando al 35% de la plantilla en algunos centros de educación primaria.
Por su parte, la Comunidad de Madrid ha valorado un seguimiento del 29% de la plantilla, un dato ridículo que choca con el ambiente desértico que había ayer por la mañana en la mayor parte de los centros de la Comunidad.
Por la tarde, convocados por los sindicatos CCOO, UGT, STEM, INDOMA y CSIT, la Federación de padres y madres Giner de los Ríos y el Sindicato de Estudiantes, se han manifestado alrededor de 70.000 personas según los organizadores y los presentes, unos 150 según el Gobierno de Esperanza Aguirre, y 0 según el No-Do, perdón, el plural Telediario TVE primera cadena, del gobierno de Zapatero (eso sí, fue información urgente que dos trenes de Barcelona estuvieron a punto de colisionar a diez kilómetros por hora, que un camión perdió los frenos sin causar ninguna víctima, y que ChiquiliQuatre se sigue haciendo rico. Que 70.000 personas protesten por lo que consideran una trágica situación en la enseñanza pública no es un tema relevante para los medios. ¿A quién le importa en este país la educación pública?).
Bajo centenares de pancartas con diferente lemas y coreando «Espe, Espe, Espe-culación» la manifestación recorrió desde la plaza de Colón a la Consejería de Educación en la calle Alcalá. Profesores, madres, padres, niños en carritos, charangas que han organizado distintos Institutos, Asociaciones diversas, exigieron al gobierno del PP que pare con el proceso de degradación y de privatizaciones que se está llevando a cabo. Los datos hablan por sí solos: de los cerca de 40.000 nuevos estudiantes de la enseñanza privada en todo el Estado, el 88,6 por ciento se concentran en Madrid.
Es muy destacado el hecho de que esta huelga haya contado con el apoyo de la Asociación de Inspectores ADIDE de Madrid, quienes también ven la amenaza de la Comunidad de privatizar parte de las funciones, entre ellas las evaluaciones externas de los centros.
También coincidiendo con la jornada de huelga de la Enseñanza Pública en Madrid, la Plataforma por la Escuela Pública de Alcalá de Henares convocó una concentración en la Plaza de Cervantes de Alcalá en protesta contra la política del municipio de ceder parcelas de suelo público a los centros concertados en los nuevos desarrollos urbanos del municipio, teniendo en cuenta además que en los centros públicos de Alcalá se quedan sin escolarizar, por falta de plazas, muchos alumnos.
La cosa está que arde: parece claro que ha llegado el momento de llamar a una HUELGA GENERAL en la comunidad de Madrid, en la que todos los trabajadores de la Enseñanza no Universitaria y Universitaria, el Transporte público, la Sanidad, los Servicios de limpieza, etc., digamos que ya está bien de thatcherismo y de neoliberalismo.
Los sindicatos deben aprovechar este clima de movilización y no limitarse a quemar a las bases con manifestaciones y concentraciones en la puerta de Alcalá. Hay que ir más allá. Hay que hacer protestas novedosas: no hacer las evaluaciones, no firmar actas, parar la selectividad, hacer asambleas en los recreos para explicar a los alumnos por qué son pura mercancía laboral, montar caceroladas debajo de la casa de Esperanza Aguirre, lo que se nos ocurra. Pero hay que parar este proceso de destrucción de lo público. Todavía estamos a tiempo, dentro de unos años será demasiado tarde.