Comienza la campaña electoral. Cuatro mujeres mueren a manos de sus maridos, novios, ex o similares. Record estatal. El Guinness está a un paso. Concentraciones unánimes de políticos de cartón piedra claman indignados frente a sus parlamentos e instituciones. Brindis al sol. Mañana más. Los medios pasan página. La vida sigue. La campaña electoral también. […]
Comienza la campaña electoral. Cuatro mujeres mueren a manos de sus maridos, novios, ex o similares. Record estatal. El Guinness está a un paso. Concentraciones unánimes de políticos de cartón piedra claman indignados frente a sus parlamentos e instituciones. Brindis al sol. Mañana más. Los medios pasan página. La vida sigue. La campaña electoral también.
8 de marzo. Día de la mujer trabajadora. En Iruñea, la manifestación tradicional es prohibida pues coincide con el día de reflexión y puede turbar -Ripa dixit- las conciencias del electorado. Mientras la policía disuelve y golpea a las manifestantes, Gesto por la Paz se concentra a escasa distancia con todas las bendiciones administrativas y policiales. Ellos no perturban reflexión alguna. Igualdad ante la ley. La vida sigue. La campaña también.
En cualquier caso, de lo que yo quiero hablar es del atentado de ETA que costó la vida al ex concejal del PSE y de la situación que se abre tras las elecciones, no de las muertes de aquellas cuatro mujeres. Aquella y éstas son muertes distintas que no se pueden mezclar. Ya lo se. Son cosas diferentes. Pero quiero que conste. Y también lo de Ripa. Es algo más que un desahogo.
En su comunicado de fin de la tregua ETA anunció que todos los frentes quedaban abiertos. En el post Lizarra-Garazi se atentó contra policía, guardia civil y hertzaina; políticos y concejales; socialistas y populares; empresarios y medios de comunicación. Ahora, tras seis años de inactividad contra cargos electos, se amplía este frente: también los ex del PSE -se supone que también los populares- pueden ser un objetivo militar. Varios cientos de personas más se incorporan a la posible lista de posibles Carrascos. Algo a rechazar firmemente, no en nombre de morales abstractas universales, ni de hipócritas tablas de la ley constitucional y su estado de desecho. Hablo de verdades y convicciones personales que a mí y a mucha gente nos han acompañado durante toda la vida: hacer de sectores de la población civil un objetivo militar debe estar siempre excluido de cualquier práctica que se afirme liberadora.
Durante los últimos años de la dictadura franquista, la ecuación «acción-represión-acción» desarrollada por ETA sirvió para impulsar niveles de movilización popular crecientes en respuesta a la represión indiscriminada del Estado. Hoy, sin embargo, la ecuación se ha invertido. Nos hallamos ante un nuevo escenario, «represión-acción-represión», en el que acciones cada vez más indiscriminadas (todos los frentes y en toda su dimensión), lejos de generar una mayor oposición, caminan en dirección contraria. Sin dudar del daño objetivo que las acciones de ETA tienen sobre los propios sectores golpeados mostrándoles la dureza de un conflicto no resuelto, las consecuencias negativas que se han derivado de tales acciones para la izquierda abertzale y distintos sectores populares han ido en aumento. Y esto, no solo por el nivel de represión personal, política y organizativa que de ahí se ha derivado, sino también por el estrechamiento de las posibilidades de desarrollar iniciativas políticas y sociales y de tejer alianzas firmes en torno a la defensa de las libertades, la autodeterminación y la territorialidad.
Sin modificar la actual correlación de fuerzas existente, es más que improbable que cualquier proceso de negociación que pueda tomar cuerpo en el futuro llegue a buen puerto. El Estado no cederá en algo que para él es esencial -reconocimiento de la unidad territorial de Euskal Herria y de su soberanía-, mientras no haya sobre la mesa un nivel de exigencia y movilización bastante superior al hoy existente. Si no lo hizo en la Transición, momento en el cual su propia crisis y el nivel de contestación fue muy superior al actual, difícilmente lo va a hacer ahora. Por ello, sin modificar esta situación, cualquier proceso de negociación que pueda surgir en el futuro tiene serios problemas de convertirse en un nuevo «proceso-farsa» en manos de trileros como Rubalcaba. Con las cartas que se cuentan en esta mano no es posible ganar esta partida. Hay que descartarse de algunas y tomar otras nuevas.
La experiencia tan positiva llevada a cabo en Ipar Euskal Herria en torno a la plataforma «Euskal Herria Bai», la conformación en su día de marcos unitarios de trabajo como «Eztabaidagunea», la pasada alianza ELA-LAB sobre la cual se estructuró la mayoría sindical vasca, muestran que, a pesar de todas las dificultades, ha sido y es posible generar una dinámica de acumulación de fuerzas en torno a parámetros soberanistas y de izquierdas. Hoy, existen más razones que en el pasado para trabajar firme en esta dirección. Intereses electoralistas a corto plazo o de enroque defensivo en afirmación de espacios propios, no pueden ser los nortes de actuación en estos momentos.
No quiero hablar de las mudanzas que hay que hacer en casas ajenas, que son muchas. Me refiero a la propia. El impulso de todo lo anterior vendría en gran parte obstaculizado por la apertura de todos los frentes de lucha que parece anunciarse tras el atentado contra el ex concejal del PSE, pues algunas puertas no se abrirían; habría puentes que no podrían tenderse por falta de orillas firmes donde asentarse, voluntades que sería necesario aunar no se conjuntarían; ilusiones en letargo no aflorarían,… Por el contrario, una tregua de ETA unilateral, incondicionada y sin contraprestación alguna durante un período importante podría servir para trabajar a fondo todos estos espacios e iniciativas, a fin de modificar a nuestro favor la correlación de fuerzas existente en este momento. Hace falta liberar energías, no encorsetarlas.
Curiosamente, las opciones electorales más favorecidos en las pasadas elecciones han sido el PSE (primera fuerza en la CAV y segunda en Nafarroa, a bastante distancia) y la abstención de la izquierda abertzale. Ante ello, la pregunta a plantearse es: ¿servirá ésto para crear un mejor marco político que permita retomar procesos boicoteados y rotos o, por el contrario, estamos ante un futuro en el que se acentuará lo peor que hemos conocido en estos últimos años: ilegalizaciones, represión, atentados, etc..? La pregunta, por supuesto, no tiene respuesta alguna por el momento. Uno, en cualquier caso, optimista por naturaleza, piensa que es posible avanzar en la primera dirección. No son estos tiempos para la lírica, es verdad, pero hay otras formas musicales y poéticas que pueden y deben ensayarse en los próximos meses.
* Sabino Cuadra Lasarte (internacionalista).