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Mamdani y la izquierda española

Fuentes: Rebelión

La victoria electoral de Zhoran Mamdani a la alcaldía de Nueva York ha tenido un impacto mundial. Nacido en Uganda, de origen indio y migrante, candidato del Partido Demócrata, cuyas primarias ganó, pertenece a su corriente ‘socialista democrática’ y se ha identificado con las demandas de la población inmigrante. Entronca con la tradición antirracista afroamericana, expresada en lo woke y, al mismo tiempo, ha sabido canalizar las exigencias de cambios materiales en beneficio del conjunto de la mayoría popular.

Ha vencido al viejo poder establecido representado por el candidato del partido republicano, Curtis Sliwa, y el exgobernador demócrata, Andrew Cuomo. Este estaba apoyado por el presidente Trump que ha irrumpido amenazante y descalificador al grito de parar el socialismo y evitar la destrucción de Nueva York. Ha sido una derrota sin paliativos para el poder establecido trumpista pero, también, para el núcleo dirigente del Partido Demócrata y su política de ‘neoliberalismo progresista’.

En un marco estadounidense e internacional de ascenso de las ultraderechas, debilitamiento de la democracia y declive y desorientación de las izquierdas es un hecho -junto con otras derrotas trumpistas en EEUU- que anima a la esperanza en el cambio progresista. Falta por ver su consolidación en esa capital del imperio, con poderosas fuerzas en contra, su influjo en la recomposición del espacio democrático y de izquierdas en ese país y su relevancia para sus próximas elecciones parlamentarias de mitad de mandato.

No obstante, ya se pueden sacar algunas enseñanzas sobre su significado, en particular para tener en cuenta en la articulación de las izquierdas españolas en su actual y difícil encrucijada.

De entrada, se pueden destacar dos aspectos valorados por la mayoría de analistas y medios, incluido los de la ultraderecha -como el propio Banon, referente ideológico del trumpismo-. Uno, la activación participativa de una amplia base social, mediante una gran red de activistas a pie de calle en conexión con la gente y sus demandas; es una lección democrática y democratizadora de las estructuras partidistas y de confianza en los nuevos liderazgos, más jóvenes.

Otro, el prolongado esfuerzo organizativo y político como agrupación diferenciada de izquierdas pero que, dada la particularidad del sistema electoral mayoritario, tendente al bipartidismo, ha sido capaz de ganar las primarias en el Partido Demócrata, mantenerse en él y, desde dentro, impulsar un giro hacia la izquierda y neutralizar a su grupo de poder. Es difícil su traslado para el conjunto del país, en particular con vistas a las próximas elecciones presidenciales, con el tándem de Bernie Sanders y Alexandria Nicasio-Cortez, también ligados a la izquierda demócrata. Pero veremos hasta dónde llegan. Ese es su reto.

Lo que me parece más relevante de este fenómeno es su particular característica y la combinación de los dos ejes fundamentales de su propuesta política: la reforma social y lo woke -o políticas de identidad-.

En su programa de reforma social han destacado tres grandes apuestas: Vivienda asequible, con control de alquileres, así como transporte público y escuelas infantiles gratuitas. Más allá de los limitados recursos fiscales municipales, abordan aspectos fundamentales en las condiciones de vida ciudadana.

Por otra parte, ha avanzado políticas de identidad dirigidas a sectores discriminados (por sexo-género, raza u origen étnico e inmigrante) y, especialmente, musulmanes -con un millón en esa ciudad, en un ambiente oficial antislámico-. Además, ha mantenido una posición pro palestina, en un clima mediático pro sionista, y se ha atrevido a confrontar con la política neocolonial e imperialista estadounidense dominante.

No obstante, como se decía, no se ha limitado al reconocimiento cultural o de estatus social de esos sectores discriminados, sino que ha complementado esas exigencias con una posición de clase social beneficiosa para las capas populares en sus condiciones vitales que, precisamente, en grandes ciudades como Nueva York tienen una gran composición migrante (incluido de varias generaciones, distintas razas y de experiencia esclavista) y con pluralidad étnica, cultural y religiosa.

Mamdani y su equipo, con ese doble perfil de socialismo democrático y antirracismo, han superado el equilibrio o alianza alicorta de la mayoría de la dirección demócrata estadounidense entre economía -neoliberal- y cultura -progresista-, se trata del llamado neoliberalismo progresista, por un lado, con su componente globalizador, desigual e imperial; por otro lado, con cierta inclusión de capas medias afroamericanas o de mujeres en las estructuras de poder hegemónico, con una versión liberal de lo social y moderada de lo woke.

Han sabido proponer una nueva combinación entre unas medidas sociales básicas, con una orientación universalista y de clase social, y unas políticas de identidad transformadoras de discriminaciones específicas. Con ello se abordan dos limitaciones claras en el cambio sociopolítico, derivadas del bipartidismo tradicional en EEUU.

Uno, el continuismo socioeconómico de la oligarquía estadounidense que deja abundantes brechas sociales y masiva desprotección pública, cuando no los actuales amenazantes recortes sociolaborales y de desmantelamiento del Estado de bienestar, lo que afecta a la profunda segmentación y precariedad social de mayorías poblacionales, particularmente, racializadas, mujeres y migrantes.

Dos, el formalismo de las políticas liberales establecidas, con su falta de concreción de las libertades civiles, así como en el avance en la igualdad real y la convivencia intercultural, incapaz de frenar la involución derechista del trumpismo, con su racismo, su negacionismo de la crisis medioambiental y la persistente subordinación por sexo-género, pertenencia cultural u opción sexual y de género.

Por otra parte, esta interacción de perspectiva social y woke, también permite frenar ciertos aspectos unilaterales o sectarios que tenían algunas actuaciones y discursos identitarios, en una realidad fragmentaria con una cultura corporativa, más o menos postmoderna.

Aspectos que, aunque han sido sobredimensionados por las derechas o el liberalismo, dificultaban darle a estas luchas por los legítimos derechos y reivindicaciones feministas o antirracistas, un contenido de cambio sustantivo, redistributivo y de igualdad de estatus y poder, respecto de las situaciones mayoritarias de desventaja relativa, sin quedarse solo en el reconocimiento cultural o en el ascenso de algunas élites representativas.

En consecuencia, con este doble e interseccional plano, los derechos sociales y las políticas igualitarias por raza, origen étnico-nacional o sexo-género, se responde a la larga y profunda frustración de las capas populares derivada de los límites de las transformaciones sociales, culturales y políticas del liberalismo progresista, bajo el imperio del mercado, y afronta la ola reaccionaria que amenaza con su involución autoritaria en los dos ámbitos.

En definitiva, Mamdani y su proyecto apuestan por superar el tradicional neoliberalismo progresista, dominante en el Partido Demócrata -y la tercera vía o nuevo centro europeo-, con sus dos componentes. Por un lado, las políticas económicas e imperiales defensoras del poder establecido (financiero, político-militar, neocolonial), con ligeras diferencias con la derecha reaccionaria del Partido Republicano. Por otro lado, un progresismo liberal, un wokismo moderado o solo moralizante, inclusivo de algunas élites -de mujeres o personas de color u origen migrante-, para completar la supuesta alianza con las capas medias y trabajadoras blancas.

Es lo que está deshaciendo la nueva ofensiva ultra, arrastrando a la derecha tradicional europea -incluso, a algunas izquierdas- con su involución autoritaria, racista y antifeminista y generando una recomposición de las élites dirigentes occidentales.

El problema es que ese proyecto liberal o centrista está bastante agotado para la izquierda y las mayorías sociales, al no abordar los procesos de transformación necesarios en los dos campos: la perspectiva social para las mayorías populares, y la dinámica específica para reequilibrar las desventajas y sus causas que padecen amplias franjas (mal llamadas minorías) de la población estadounidense y que, en ciudades como Nueva York, son mayoritarias respecto de las clases medias blancas.

En resumen, esta experiencia constituye una fuente de enseñanzas para las izquierdas europeas y, particularmente, españolas, en esta situación difícil y con unas perspectivas problemáticas, si no se acierta con los tres elementos exitosos en Nueva York, con su adecuación respectiva: estrategia de reforma social; políticas de igualdad y reconocimiento, y activación democratizadora y unitaria de las izquierdas sociales y políticas.

Antonio Antón. Sociólogo y politólogo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.