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Manuel Sacristán en el contexto de la filosofía española

Fuentes: Rebelión

El contexto es el de la dictadura franquista. Sacristán nace en 1925, dentro de una dictadura, la de Primo de Rivera. A sus seis años llega la República, el gran acontecimiento de renovación cultural y política de España. Pero la renovación da un vuelco en 1936, con el estallido de la Guerra Civil, cuando Sacristán […]

El contexto es el de la dictadura franquista. Sacristán nace en 1925, dentro de una dictadura, la de Primo de Rivera. A sus seis años llega la República, el gran acontecimiento de renovación cultural y política de España. Pero la renovación da un vuelco en 1936, con el estallido de la Guerra Civil, cuando Sacristán tiene 11 años. La victoria de los militares golpistas, cuando Sacristán ha cumplido 14 años, significa que vuelve la dictadura, esta vez sobre una España en escombros, los producidos por tres años de terrible guerra civil. En este contexto de país en ruinas, dominado por militares, eclesiásticos y falangistas, termina su bachillerato, y, como a tantos españoles de su generación, le tocará vivir la dictadura de Franco durante 40 años. Sólo podrá vivir nueve años de posfranquismo, que tampoco le trató muy bien, ya que la conferencia de rectores de universidad se negó a concederle una cátedra en 1980. Sacristán llegó a catedrático en 1984, un año antes de su muerte.

Al igual que muchos jóvenes como él, entra en la organización juvenil de Falange ya en los años de bachillerato. [2] Durante los estudios universitarios ingresa en el SEU (Sindicato Español Universitario), con el que rompe muy pronto, en 1946, a sus 21 años. En el SEU encontró medios para expresar sus inquietudes intelectuales, pero, naturalmente, dentro de cauces muy estrechos. Estudió inicialmente Derecho, pero en 1947 se pasó a Filosofía y Letras para estudiar Filosofía. Una vez licenciado en Filosofía se licenció también en Derecho. Entre 1954-1956 estudia lógica matemática en la universidad alemana de Münster, convirtiéndose en el primer español con gran formación en lógica moderna. Habían existido ya o existían hombres de buena formación matemática interesados en la lógica, como Ventura Reyes Prósper, Juan David García Bacca, Vicente Muñoz Delgado, Miguel Sánchez Mazas o José Ferrater Mora, pero sin una preparación y dedicación específica a la materia comparable a la de Sacristán.

Por lo que sabemos, es en Alemania donde se hace comunista. Al volver a España se convierte en profesor no numerario (PNN), esa figura que conocemos muy bien los que hemos enseñado en la universidad durante la dictadura y que significaba tener un contrato de trabajo sin ninguna cobertura jurídica. Naturalmente, Sacristán, como hombre comprometido políticamente, como comunista, tendrá problemas con la policía desde el primer día. Su expediente policial debe dar materia para una tesis. [3] Se casa con Giulia Adinolfi, una hispanista y comunista italiana, en 1957. Y en 1959 lee su tesis doctoral sobre Heidegger: Las ideas gnoseológicas de Heidegger. Conviene tomar nota de esto: viene de Alemania convertido en un gran especialista en lógica moderna, pero su tesis, que trata de un autor sobre el que ya había escrito en Laye, en 1952, no es un estudio de lógica, sino de un filósofo metafísico. Sin embargo, el metafísico Heidegger sale bastante malparado de esta tesis. Aunque lo considera un filósofo muy importante y muy influyente, ahora, en 1959, Sacristán sigue siendo un hombre muy preocupado por las cuestiones de fundamento y, por ello, nunca alineado con positivistas y neopositivistas [4] , aunque sí con el interés de éstos por la ciencia. Su orientación teórica va cada vez más unida a la ciencia y ahí Heidegger resulta decepcionante. La racionalidad es indisoluble del conocer científico, y al ser el autor de Ser y tiempo un filósofo tan poco amigo de este conocimiento, Sacristán atribuye su irracionalismo a su falta de apoyo en la ciencia. La lógica es un instrumento básico para criticar tal irracionalismo, pero no sólo la lógica, sino la epistemología científica o la filosofía de la ciencia son herramientas que Sacristán cultiva con progresiva intensidad desde mediados de los años 50 del siglo XX. Por otro lado, cuando Sacristán escribe la tesis sobre Heidegger, en 1959, era comunista. No podía congeniar con un autor que despreciaba la práctica, sobre todo la práctica en el sentido de trabajo con el que el hombre se hace a sí mismo y transforma la naturaleza. Miguel Manzanera, en su tesis sobre Sacristán, señala muy oportunamente que donde Heidegger habla de la iluminación del Ser, es éste el que ilumina, de manera que el genitivo es subjetivo. Pero Sacristán invierte este orden, de manera que es el hombre, al señalar fines, el que ilumina, esto es, convierte el genitivo en objetivo, convierte la pasividad en actividad, en práctica. [5] Y esto es lo que emparenta tan de cerca a Sacristán con Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo de la praxis, y lo que lo emparenta de forma especial con Gramsci, que es el gran referente del comunismo sacristaniano.

Vayamos a esto del comunismo de Sacristán. ¿Cómo andaban las cosas en cuanto a marxismo y comunismo en los años 50? Imagínense ustedes cómo podían andar con una dictadura militar, con una llamada Organización Sindical, que no era un sindicato, sino una organización de la dictadura para meter en el mismo saco a empresarios y obreros. La Organización Sindical era el invento fascista destinado a evitar que hubiese sindicatos, igual que el llamado Movimiento Nacional, el partido único del franquismo, era el partido destinado a evitar que hubiese partidos. Sacristán se ha formado en ese mundo de la dictadura como marxista clandestino, y eso le distingue de marxistas como Sánchez Vázquez o Wenceslao Roces. Éstos se han formado como marxistas en la España republicana, que les ha enseñado lo que es una revolución popular, lo que es un pueblo en armas y lo que es una guerra en la que los intereses de clase están muy claros. Sánchez Vázquez, uno de los comunistas exiliados en México, fue militante de la Juventudes Comunistas, una organización que contaba con doscientos mil afiliados y que tenía su propia prensa. Esa organización actuaba como escuela de formación, ayudada por gran actividad de artistas, cine, literatura, conferencias etc. Naturalmente, la España de Franco intentó y consiguió borrar toda huella de actividad no controlada por la dictadura. Los libros sobre marxismo fueron confiscados, quemados o retirados de las bibliotecas. Sin entrar en detalles, sólo pretendo indicar que Sacristán no tuvo las cosas fáciles para ser comunista, sino que serlo en los años 50, dentro de la España franquista, era moverse en la clandestinidad, en las catacumbas, expuesto siempre a ser detenido, torturado y hasta ejecutado, como lo fueron tantos en la época. Aunque los jóvenes no habéis vivido directamente la dictadura, que, afortunadamente queda ya muy lejos, habéis visto el cine de nuestros grandes artistas y habéis leído las novelas de los escritores que han escrito sobre ello. Lo que yo quisiera destacar es que Sacristán es un marxista surgido desde dentro del franquismo, desde dentro esa España en escombros, dentro de la clandestinidad. Con ello no quiero decir que él sea una rara excepción. Sacristán es parte de un grupo de intelectuales, la mayoría salidos también de la Falange, que simpatizarán con el marxismo o que serán liberales críticos de la dictadura. Carlos París, sin ir más lejos, marxista también, que fue catedrático de esta universidad y fundador y organizador de su departamento de Filosofía, salió igualmente de la Falange y pertenece a la misma generación que Sacristán, aunque es cierto que el marxismo y el comunismo de París son más tardíos, lo cual es fundamental para que París llegara a catedrático a sus 25 años. Los que ocuparon las cátedras que dejaron los exiliados republicanos fueron generalmente falangistas, opusdeístas o de Acción Católica.

La clandestinidad es palabra clave tratándose de comunismo durante la dictadura. Los comunistas que no han podido salir del país han sido asesinados o están en la cárcel. El comunismo era algo obsesivo para el régimen de Franco. Todo lo que se movía, incluidos grupos liberales, republicanos o simplemente cristianos comprometidos, eran comunistas. Por esta razón el comunismo tenía un peso mucho mayor del que en realidad le correspondía. Conviene recordar que Franco nunca presumió de haber derrotado a la República, sino de haber derrotado al comunismo. El comunismo no era para el nacionalcatolicismo imperante en la España de Franco una corriente intelectual o una orientación filosófica y política. Comunistas eran los rojos, la anti-España, los enemigos de la patria; comunista era una designación absolutamente negativa en el lenguaje oficial; ser comunista no designaba a una una persona con una forma de pensar y de actuar; designaba a un traidor y a un delincuente.

Para situar a Sacristán en el contexto que le tocó vivir y para situar el marxismo al que él adhirió hay que recordar que el marxismo había logrado una presencia considerable en la República. Me refiero a asociaciones obreras, libros, prensa, asociaciones culturales, cine, teatro. No me voy a detener ahora en las ediciones de bibliografía marxista que salen en la España de los años 30, los de la República. Solamente indicaré, como botón de muestra, que el Manifiesto Comunista, que es la obra de Marx más universalmente editada, tenía una edición aproximadamente cada 5 años desde su primera traducción al español, en 1872, mientras que en el período de la República hay 4 y 5 ediciones cada año, es decir, se han multiplicado por 10. Probablemente, el salto es todavía mayor de lo que estoy diciendo, pues me baso casi en exclusiva en los datos que conozco de la prensa y editoriales de Barcelona y Madrid. Es muy probable que haya ediciones que desconozco, sobre todo en la prensa obrera de provincias y pueblos a lo largo y ancho de la geografía española. El ejemplo del Manifiesto no es ningún caso excepcional, sino que, por los datos que conozco, sus ediciones corresponden aproximadamente al ritmo de ediciones de bibliografía marxista en general.

Pues bien, a partir de abril de 1939, con la victoria de los militares golpistas y la instauración de la dictadura, el marxismo desaparece del mapa español. Lo que puede encontrarse sobre el marxismo es la pura denigración: Marx era «judío», pangermanista», «materialista», etc. Conviene leer lo que escribían autores como el profesor de la academia de policía Eduardo Comín Colomer, quien puede servir de modelo de lo que se publicaba sobre Marx entonces con su Marx y el marxismo, libro de 1949, pero podría citar al agustino Teodoro Rodríguez por varias de sus publicaciones, entre ellas, El marxismo (Lo que es y sus causas) ¿Se implantará en España?, de 1943. De este tipo de libros no se puede decir que traten de Marx y del marxismo, sino que son bibliografía contra Marx y el marxismo. Son escritos anticomunistas de partida y, además, desde posiciones dogmáticas, con ignorancia de la obra de Marx y presentados en un estilo que recuerda la escasísima finura con la que los llamados tradicionalistas defendían la tradición católica española frente a la irrupción de ideas ilustradas en la España de comienzos del siglo XIX, intentando parar la modernización que traía la Constitución de Cádiz.

Lo cierto es que Sacristán sí era comunista. Y se trata de mostrar cuál es su aportación, como intelectual al marxismo español. Esta aportación es muy importante. Por lo que llevamos dicho, ya queda claro que él no puede enlazar con el marxismo de la República, porque ese mundo había quedado cortado. Con ello no quiero decir que él ha tenido que inventar de nuevo el marxismo, pero el que se haya hecho comunista en Alemania es bastante significativo. Aquí no tuvo ningún maestro que le llevara al comunismo. A lo más tuvo compañeros de generación que fueron, como él, militantes del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Digamos que fue un filósofo inquieto que vio la fuerza y la solidaridad de los obreros y que fue descubriendo en el marxismo la teoría que podía encauzar esa fuerza hacia una sociedad emancipada, hacia una sociedad sin explotación. Como hombre intelectual significa una novedad en el movimiento obrero español, dentro del cual apenas había habido cultivo de la teoría. En este sentido, su figura es paralela, aunque muy diferente, a la de Sánchez Vázquez, pero éste desde fuera de España, mientras que Sacristán surge como teórico marxista desde el interior de la España de Franco. Y es dentro de esa España donde él se convierte en un comunista activo, educador de sindicalistas y, sobre todo, educador de estudiantes. Por ello se puede considerar a Sacristán el primer gran maestro que ha tenido el marxismo español, junto a Adolfo Sánchez Vázquez, en el terreno teórico. Como en estas jornadas hay intervenciones específicas sobre su comprensión del comunismo y sobre su trabajo en lógica y filosofía de la ciencia, intentaré mostrar su aportación en terrenos como la traducción y como comentarista de Marx.

Traductor.- En España la traducción es un trabajo mal pagado. Sacristán, que no podía publicar sus propios trabajos de carácter comunista, tuvo que dedicarse a la traducción para sobrevivir. Había comenzado a enseñar como PNN en 1955 y, de haber seguido siendo falangista, seguro que habría obtenido una cátedra enseguida, como la obtuvieron otros con menos méritos que él. Ya se sabe que se presentó a la cátedra de lógica de la universidad de Valencia en 1962, pero con ninguna perspectiva de obtenerla, dada la persecución política a la que estaba sometido. El caso es especialmente escandaloso por el hecho de que Sacristán era no sólo un candidato cualificado para el puesto, sino el único cualificado. Siguió siendo PNN, pero sufriendo varias expulsiones. Su subsistencia vino de las traducciones, y en este terreno hay que decir que su producción fue asombrosa. No podía tampoco traducir lo que quisiera, sino lo que la censura y los editores le permitieran. La censura fue implacable con él. Incluso su traducción de El Banquete, de Platón, está censurada. [6] Pero lo peor eran las presiones del ministerio de Cultura a las editoriales para que no dieran trabajo a un comunista. Aun así, el resultado es impresionante. Salvador López Arnal, en la nota que ha publicado en el último número de la Revista de Hispanismo Filosófico, habla de unas 30.000 páginas traducidas por Sacristán. [7] En el número doble, 30-31, de la revista mientras tanto, de 1987, ofrece Ramón Capella una lista de la producción intelectual de Sacristán en la que figuran más de 80 traducciones, no de una sola lengua, sino del griego clásico, del alemán, del inglés, del francés, del italiano y del catalán.

Por lo que se refiere a las traducciones de Marx, conviene recordar que habían empezado a circular en España desde 1869, pero en forma de goteo muy lento y muy limitado. El Manifiesto, El capital, libro primero (normalmente en resúmenes, no el libro completo), La guerra civil en Francia y algunos folletos más habían sido traducidos y comentados en la prensa socialista. Por fin, en los años 30 del siglo XX, durante la República, se produce una gran floración de bibliografía marxista, como ya he indicado con el ejemplo del Manifiesto Comunista. Wenceslao Roces es el gran traductor de Marx en el siglo pasado por su número de traducciones. Sacristán es emulador de Roces, con la diferencia de ser él mismo un comunista con una obra filosófica de notable envergadura y de pertenecer a una generación en la que algunos marxistas, como es su caso, se anticipan a las críticas del estalinismo que se harán normales en los años setenta y siguientes. Su sólida formación filosófica lo convierte en un fino crítico del dogmatismo en todas sus formas. Sacristán tradujo el Anti-Dühring, de Engels, a cuya edición antepuso un prólogo que constituye un modelo de lo que María Rosa Borrás ha llamado su conceptismo [8] , una escritura sin concesiones a la oratoria o al estilo declamatorio, a la ornamentación hueca. La de Sacristán es una escritura en la que cada adjetivo está colocado con precisión, de forma que nada es redundante en la frase, sino que los conceptos fluyen con un orden estricto y elegante, a la vez. No es fácil esa escritura. Sacristán suele descolocar a los que buscan exuberancia, hipérbole o desmedido entusiasmo. Lo suyo es la sobriedad que exige rigor en la argumentación, lo que no constituye ningún obstáculo para que él sea, al mismo tiempo, un admirador de la lírica de San Juan de la Cruz y de la obra de Goethe, de Heine o de Simone Weil, y de entre los filósofos españoles, de Ortega, lector crítico, ciertamente, como se puede ver en su artículo «La universidad y la división del trabajo» [9] , que constituye una crítica frontal al proyecto de universidad propuesto por Ortega, por clasista, pero reconociendo que éste ha escrito cosas interesantes sobre el tema [10] .

Pero volvamos a sus traducciones de Marx, entre la que hay que destacar El capital, libros I, II y parte del III, aunque esa parte del III ya no se publicó porque se truncó el proyecto OME, lo que es una verdadera desgracia, ya que el proyecto era editar toda la obra de Marx y Engels tomando el texto de la edición de Berlin, la de la editorial Dietz, en 43 volúmenes. De haber continuado esta traducción española, se habría ido beneficiando de la MEGA, que había empezado en 1975 y que todavía no ha terminado, pero que avanza en las tres secciones que faltan por completar. La única completada es la II, la de la economía; en las otras tres secciones (obras, cartas y extractos de lectura) faltan todavía muchos tomos. La traducción de los Grundrisse, realizada por Javier Pérez Royo, (tomos 21 y 22 de OME) incluye alguna variante extraída de la nueva MEGA, como sin duda habría ocurrido con los sucesivos volúmenes de OME si el proyecto hubiese continuado.

En varios sitios he visto alusión al que, probablemente, sería el primer texto de cierta entidad escrito por Sacristán sobre Marx. Juan Ramón Capella lo menciona en la lista de sus escritos en mientras tanto 30-31 y también en su biografía de Sacristán [11] . Se trata de un texto mecanografiado, destinado a introducir la lectura de Marx: «Para leer el Manifiesto del partido comunista», que al parecer circuló con profusión. No he podido ver este texto. [12]

En 1960 apareció la primera traducción de un escrito de Marx editado en España después de la Guerra Civil, Revolución en España. Lo tradujo Sacristán, aunque firmaba como Manuel Entenza, un seudónimo que había usado ya en la revistas Quadrante y Laye. Y, además de traducirlo, escribe una introducción, como hará después con el Anti-Dühring, con la antología de Gramsci o con El capital. No voy a entrar en muchos detalles sobre este libro, Revolución en España, pero sí me quiero detener un poco más en él, no tanto por tratarse del primer texto de Marx que se publica en España desde la guerra civil, lo cual es ya un acontecimiento, sino por ser un libro que reúne lo más importante que Marx escribió sobre nuestro país. Todo el mundo sabe que Marx era un cronista político que escribía sobre los diversos países de Europa, especialmente sobre Alemania, Inglaterra y Francia, pero también sobre Rusia, la India, China, y en realidad sobre el mundo entero. No olvidemos que Inglaterra, donde se exilió Marx desde 1849, era el gran imperio entonces, era el centro del desarrollo industrial y, por ello mismo, del capitalismo mundial. Marx había ido a parar a Londres huyendo de la persecución policial y de la censura en su propio país, en Alemania, y después, huyendo también de Francia y de Bélgica. En Londres no tenía trabajo con que vivir sino de los artículos que escribía. Y la prensa que mejor le pagaba era la americana. Y ahí, en la prensa americana, en el New York Daily Tribune, es donde salieron esos escritos sobre España. Y ¿por qué le interesó España? Porque en 1854 se produjo lo que se conoce como la Vicalvarada, un pronunciamiento militar que terminó convirtiéndose en revolución popular, con barricadas en las calles e intervención de los obreros, especialmente en Barcelona. Así sobrevino lo que los historiadores llaman el bienio progresista. (En España las épocas históricas de gobierno realmente democrático son pequeños paréntesis dentro del gobierno absolutista de los Borbones o el pretorianismo: el trienio liberal, de 1820 a 1823, el bienio progresista de 1854 a 1856, el sexenio revolucionario, de 1868 a 1874). Pues bien, Marx se volcó enseguida en esa revolución en España, en la que él creyó ver una continuación o más bien un resurgir del movimiento europeo de 1848. Escribió más de 400 artículos en el periódico liberal americano [13] , entre ellos los dedicados a España, país al que se consagró de lleno entre junio y septiembre de 1854, hasta el punto de decir a su amigo Engels que, en aquellos momentos, su ocupación principal era España. Estos interesantísimos artículos son los traducidos por Sacristán en Revolución en España. No pudo traducir alguno de ellos porque no había sido todavía recogido en las obras de Marx. [14]

Sacristán observa, en el prólogo que escribió para esta traducción, que quien lea hoy esos textos de Marx sobre España «estará seguramente más movido por un interés referente al pensamiento de su autor que por estudiar la historia de España. Y probablemente el valor capital de estos escritos radica en la luz que arrojan sobre la metodología de Marx.» [15] Siendo Marx historicista, tenía que estudiar la historia de España para hablar de su realidad. Ese estudio le mostró el papel del ejército y de la monarquía, así como algo que Marx destaca en esos artículos, el escaso peso del Estado, frente al gran peso del municipio, de lo local. Sacristán advierte enseguida que Marx concede mucha importancia a aspectos políticos y culturales en su análisis de España. Refiriéndose a la serie de artículos La España revolucionaria, en la que Marx presta mucha atención a la Constitución de Cádiz, Sacristán señala muy certeramente que Marx no ve esa constitución ni como copia de la francesa ni como vuelta a los antiguos fueros (las dos cosas habían sido sostenidas por ingleses y franceses), sino como una modernización de España que abarca contenidos semejantes a los de la constitución francesa, pero con elementos extraídos de la propia tradición.

Lo más interesante, a mi modo de ver, que ha observado Sacristán en esos escritos de Marx sobre España es que éste no acude al deus ex machina de la economía para hablar de nuestro país. Esos escritos son análisis en los que se destacan aspectos «sobrestructurales», para emplear la palabra que usa Sacristán, es decir, se destacan peculiaridades del pueblo, intentando descubrir usos arraigados en tierras españolas, tradiciones, formas de organización social, etc. Me parece muy importante esto, porque al hablar de Marx se piensa inmediatamente en la economía y se olvida que sus grandes estudios de circunstancias políticas como Las luchas de clases en Francia o El 18 Brumario de Luis Napoleón son análisis políticos y eso son también estos escritos sobre España, análisis políticos hechos por un reportero de excepción. Sacristán no podía saber, en el momento en que escribió la introducción de esta traducción, que Marx había llenado 5 cuadernos de extractos de lectura de libros sobre España entre junio y septiembre de 1854, extractos de más de 37 títulos, la mayoría en inglés, pero varios en español y en francés. Y por cierto estos cinco cuadernos se conservan intactos, señal de lo poco que han sido trabajados, a diferencia de otros cuadernos de Marx.

Siguiendo, pues, con la introducción que escribe Sacristán de estos artículos sobre España, él sospecha que alguno pudo ser obra de Engels. Sacristán tenía motivos para sospecharlo, pues, en primer lugar, cuando Marx llega a Inglaterra, en 1849, no sabía inglés y, efectivamente, fue Engels quien redactó los primeros artículos que se publicaron en el New York Daily Tribune bajo el nombre de Marx, una prueba de la compenetración entre ambos amigos. Pero hoy sabemos bien, por la correspondencia, que estos escritos sobre España, los de 1854, los escribió Marx directamente en inglés. Y lo que me parece más acertado en las consideraciones de Sacristán sobre ellos (aludo a los de 1854, no a los de Engels en años posteriores) es el haber resaltado ese carácter sobrestructural de los aspectos que Marx destaca en la historia de España y el juego dialéctico entre esos aspectos, «tradición, cultura, instituciones, política, religión» y «su reversión sobre los elementos estructurales básicos de la vida social.» [16] Aunque Sacristán no haya podido consultar esos 5 cuadernos de extractos que llenó Marx en su estudio sobre España, ha visto muy acertadamente, en mi opinión, cómo trabaja Marx en su análisis sobre España, no apelando a esquemas predeterminados, sino buscando los caracteres que emergen de ese análisis. No se trata, pues, de que Marx aterrice de repente sobre la historia de España y vea lo que ocurre a la luz de presupuestos que llevaba preparados, sino de que estudia la situación analizando lo que se ha escrito sobre ello, no para aceptar una de las versiones contrapuestas, sino construyendo la suya a partir de los datos reunidos. Es el procedimiento que empleará Marx siempre, documentarse primero para proponer una teoría que, como sabemos, suele ser muy crítica con las interpretaciones hechas a la ligera. Los extractos de lectura y los manuscritos muestran muy claramente ese trabajo inmenso de Marx reuniendo documentación y dándole vueltas para formular su visión del asunto. Digo esto refiriéndome a la forma en que trabaja Marx en general, no sólo en estos artículos sobre España. Un ejemplo es el artículo «Espartero» que fue publicado por el New York Daily Tribune como editorial, pero que, dadas las ironías que Marx se permite [17] con el general español y con la joven reina Isabel, el periódico termina con un añadido edulcorador que disgustó mucho a Marx, como siempre que la censura intervenía en sus textos. Pero lo que yo destacaría de estos artículos de Marx sobre España, aparte de su ya mencionado carácter de análisis político, es su uso de la ironía para desmitificar personajes históricos, como el propio Espartero, y la inconsecuente conducta de las masas en las revoluciones. No es que Marx no ponga todo el potencial revolucionario en ellas, en los levantamientos populares, como queda claro cuando señala que el pronunciamiento militar de 1854 se hubiese quedado en eso, en un levantamiento entre militares frente a la camarilla de palacio de no haber intervenido el pueblo y haber obligado así a militares y monarquía a reordenar toda la administración del Estado. Me refiero, sobre todo, a como Marx descubre y resalta los elementos revolucionarios que existieron en el levantamiento popular contra la invasión napoleónica de 1808. Y llama la atención que varias veces observe que el pueblo convirtió su levantamiento en revolución. En el caso de la guerra de la independencia ve Marx una excelente oportunidad para la revolución, ya que el Borbón Fernando VII, estaba fuera de España y el pueblo tuvo que organizarse por sí mismo, y se organizó. Pero a la hora de encontrar quien presidiera la defensa nacional, fue a buscar viejas glorias que no tenían nada de revolucionario, como era el caso de Floridablanca y de Jovellanos. De manera que el impulso revolucionario inicial fue frenado por la Junta Central que se constituyó. Aproximadamente lo mismo dice de la revolución de 1854 cuando la dirección de esa revolución se pone en manos de Espartero, un héroe que no nacía de esa revolución misma, sino que era un fantasma del pasado.

Sacristán no habría escrito lo mismo hoy en la introducción a estos artículos de Marx sobre España. Al conocer, como conocemos ahora, que Marx había extractado más de 30 libros, aparte de leer la prensa de varios países para documentarse sobre nuestro país, habría tenido a mano más elementos para enjuiciar tales escritos, que además han aumentado gracias a que en la nueva MEGA se incluyen nuevos textos. Tuve la suerte de conocer en Leipzig al responsable de editar los escritos de Marx en inglés, el historiador Manfred Neuhaus, quien me contó que tenían ya preparado en imprenta el tomo 1/13 de la MEGA y tuvieron que rehacerlo para incluir un nuevo artículo de Marx, recién descubierto, correspondiente a la serie España revolucionaria. Neuhaus me permitió trabajar con los extractos de lectura de Marx sobre España mucho antes de que saliera el tomo IV/12 de la MEGA (2007), que es donde se han publicado tales extractos.

Como ya he dicho, Sacristán tradujo El capital, libros I, II y parte del tres. Los libros I y II llevan, además, prólogo suyo. Si se reúnen estos prólogos, incluyendo el ya mencionado de Revolución en España, más el del Anti-Dühring, más el artículo que dedicó a Marx en la enciclopedia Universitas, en 1974 (no se puede abordar mejor la biografía y la obra de Marx en pocas páginas de como lo hace aquí Sacristán), más el artículo «Marx y su noción de ciencia», del número 2 de mientras tanto, más el prólogo a la edición catalana de El capital, más las notas y comentarios a El Capital recogidos por López Arnal en Escritos sobre El capital [18] , tenemos un conjunto de páginas que se acercan a las 400 si es que no sobrepasan esta cifra, y seguro que habrá más teniendo en cuenta que faltan manuscritos todavía por publicar. Aun así y teniendo en cuenta el estilo conciso de Sacristán, son un conjunto de escritos dedicados a Marx (también a Engels, como el prólogo del Anti-Dühring) que constituyen lo más sólido que se ha hecho en castellano sobre Marx. Al decir lo más sólido no me refiero a que haya sistematizado su pensamiento. Sacristán se ha ocupado precisamente de romper cualquier imagen de sistema en la obra de Marx. Lo que se ve en su tratamiento del revolucionario alemán es que, como suele hacer Sacristán incluso con los hombres a los que él más admira, como es el caso de Marx o de Gramsci, se acerca a ellos, no con reverencia sacralizadora, sino con sentido crítico. No hay duda de que una de las cosas que más le interesan es la cuestión del método, la cuestión científica. Y ahí no perdona a Marx algunos pasos, como se ve en su comentario a la presentación de la mercancía y del fetichismo de la mercancía. Y sus reproches a Marx suelen tener que ver con el ingrediente hegeliano en la exposición de sus análisis socioeconómicos e históricos.

Sacristán acentúa que es en los Grundrisse donde se nota especialmente la presencia de Hegel. No hay más que leer, por ejemplo, «Curso sobre sociología de la ciencia», en el recién citado libro Escritos sobre El capital (y textos afines), donde Sacristán observa la discontinuidad que hay en Marx: «pasar por Hegel, abandonar a Hegel, entrar en la izquierda hegeliana, salir de ella,… Todo eso le ha costado recuperar un viejo principio de filosofía clásica.» El viejo principio de la filosofía clásica es que el conocimiento empieza por los sentidos. Y Sacristán anota que este Marx de 1857-58 va consolidando lo que se había propuesto desde 1850, «volver a empezar desde el principio, como él dijo, quiere decirse en cuestiones de ciencia.» [19] Y en este volver a empezar cobra especial relevancia Hegel, pero no el Hegel de los neohegelianos, sino un Hegel tamizado por un Marx que ha madurado, que ha visto lo que es de importancia en Hegel, que es la organicidad, la conexión que articula los elementos de la economía, de la sociedad, del todo social. La distinción hegeliana entre entendimiento y razón le sirve a Sacristán para observar que Marx la usa para establecer la diferencia entre la ciencia, la ciencia globalizadora de la razón, y la ciencia trivializadora, la que no rebasa las categorías del entendimiento (causa, efecto, coherencia formal) y no es capaz, por ello, de abarcar la interdependencia, lo orgánico, la globalidad. Es la razón la que, con sus conceptos, es capaz de llegar a esa globalidad. Creo que en bastantes aspectos la lectura que Sacristán ofrece del hegelismo del Marx maduro, del Marx de los Grundrisse y de El capital, no está lejos de la lectura que ofrece Haug en su libro Das «Kapital» lesen. Aber wie? [20]  (Leer el «Capital», pero ¿cómo?), con la diferencia de que Haug no sólo atiende a lo orgánico, a la globalidad, sino también a lo genético-histórico. Lo cierto es que Sacristán ha visto en el hegelismo de Marx una limitación en el terreno científico, pero, a la vez, ha señalado, que ese hegelismo le ha permitido operar con esa globalidad que un análisis simplemente positivo le habría escatimado. De manera que pueden aplicarse aquí los versos de Hölderlin que alguna vez cita Sacristán: «De donde nace el peligro, nace la salvación también.»

Y no hace falta decir, después de estas referencias a Hegel en el Marx maduro, que Sacristán discrepa de lecturas de Marx como las de Althusser o Colletti. A Althusser lo critica igual que Sánchez Vázquez, pero no tanto por teoricismo, como hace éste, sino por alardear de rigor científico, cuando la suya es una posición falta de rigor científico. Simplemente con los comentarios de Sacristán sobre los Grundrisse queda malparado Althusser, quien no había leído esos manuscritos de Marx, o al menos eso es lo que se desprende del corte epistemológico que él propone en la trayectoria de Marx. Sacristán llama escolástica esa lectura de Althusser.

Sacristán tradujo no sólo a Marx sino a marxistas como Lukacs, que es uno de sus preferidos, junto a Gramsci, a algunos frankfurtianos como Marcuse o Adorno y a anglosajones del entorno analítico como Russell, con el que simpatizaba, naturalmente, por excelente escritor, por la seriedad de sus investigaciones y por su rara combatividad, cosa infrecuente entre académicos. También tradujo a Quine, otro analítico al que apreciaba. En el caso de Adorno recuerdo la traducción de Justificación de la filosofía, hecha por el duque de Alba y publicada en, 1964, en Cuadernos Taurus, cuando todavía era sólo Jesús Aguirre, y la que había publicado Sacristán de Prismas. La de Jesús Aguirre me pareció un galimatías imposible de entender en castellano, mientras que Prismas era una obra escrita en un castellano muy legible, y no lo digo como mérito de Adorno, sino como mérito de Sacristán.

Aparte de las obras propias y de las traducciones, Sacristán fue creador de revistas culturales. Las más importantes fueron Materiales (1977) y mientras tanto (1979), que continúa hoy día, pero ya había dado muestras de su capacidad creativa en revistas anteriores, como Quadrante, Laye, Realidad o la catalana Nous Horitzons. En revistas como mientras tanto aparecen numerosos colaboradores que fueron discípulos suyos, como Ramón Capella, Francisco Fernández Buey, Antoni Doménech, Pere de la Fuente, Rosa María Borrás y otros, lo que constituye un plantel de intelectuales que han sido y son de gran trascendencia para el marxismo español del presente.

En fin, Sacristán es un autor del que se puede aprender mucho. Se puede aprender su buen castellano, su buen gusto, su sencillez y su sentido crítico que va unido a su sentido moral. Es una de las cosas que a mí más me cautivan de él, el haber unido la crítica, el rigor científico con la moral. Esto le distingue de posiciones positivistas que ensalzan la ciencia, pero no quieren saber nada de los fines, de a dónde conducen algunos desarrollos científicos aplicados a la industria y la tecnología. Especialmente el último Sacristán, el de Gerónimo, el del acento en la ecología, ha subrayado que la transformación por la que hay que luchar hoy no puede aceptar la vieja tesis de que el desarrollo de las fuerzas productivas lleva al bienestar social. El desarrollo de las fuerzas productivas lleva a la destrucción de la naturaleza y, por tanto, de la vida humana, que es parte de la naturaleza. De ahí el ingrediente moral que Sacristán inserta en el conocimiento. Hay que conocer, hay que saber, pero hay que conocer a dónde nos lleva el conocer. No hace falta ser sabio para distinguir hoy que no se puede seguir el ritmo de destrucción de las fuentes de la vida humana. Basta tener sentido común. El sentido común, unido al sentido comunista, lo encuentra Sacristán de forma especial en Gramsci, un autor que no escribía para académicos, que es legible y que es tan riguroso en su aparente sencillez. Yo creo que Sacristán vio un modelo de comunista en el sardo Gramsci y que en algún momento se reconoció en paralelo con él, ya que también fue de salud precaria, perseguido políticamente y con un ideal que dio sentido a su vida, unir inteligencia y voluntad en la construcción de una humanidad mejor, lo que quiere decir, una humanidad emancipada y libre, una humanidad comunista.



[1] Conferencia pronunciada en la Universidad Autónoma de Madrid el 30 de noviembre de 2015.

[2] Juan-Ramón Capella escribe lo siguiente: «La vinculación falangista de Manuel Sacristán se entiende bien en el contexto del estado totalitario y de la raíz familiar paterna. En un estado totalitario como el español de los años cuarenta, al igual que había ocurrido en Italia bajo el prolongado dominio mussoliniano, quienes pretendía actuar cívicamente, para el interés general, sólo tenían dos posibilidades: militar en las organizaciones católicas (entonces la Acción Católica, fundamentalmente) o hacerlo políticamente en las organizaciones paraestatales de encuadramiento (si se excluye, claro está, a las organizaciones clandestinas, difícilmente localizables hasta finales de los cincuenta).» La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política. Madrid, Trotta, 2005, p. 30.

[3] Quizá esa tesis no lo tenga fácil. Capella escribe que el expediente de Sacristán se halla en Archivo Nacional de Madrid, pero que «nada tiene que ver con el real y voluminoso expediente de Sacristán generado por la policía política barcelonesa, que probablemente, como el de tantas otras personas, sigue ilegalmente en poder del Ministerio del Interior.» Ibid., p. 50. Puedo confirmar que hoy, a finales de 2015, las cosas siguen así en el Archivo Histórico Nacional.

[4] Gerardo Bolado, en su artículo «Analíticos versus dialécticos o los orígenes de la filosofía científica de la transición en España», afirma que Sacristán sostiene una concepción neopositivista de la lógica, aunque también matiza que ésta es para él una ciencia cuyas leyes tienen implicaciones epistemológicas y ontológicas para las ciencias positivas. Véase La filosofía y la lenguas de la Penísula Ibérica: Actas de las VIII (Barcelona, 2007) y IX (Santander, 2009) Jornadas Internacionales de Hispanismo Filosófico, Madrid, 2010, págs. 89-124; véase también Christian Martín Rubio, «Mientras la esperanza espera. Materiales en torno a la oposición a la cátedra de lógica de la Universidad de Valencia en 1962». En S. López Arnal, Albert Domingo et al (eds.), Donde no habita el olvido. Montesinos, Barcelona, 2005, pp. 257-286.

[5] Véase Miguel Manzanera: Teoría y práctica. La trayectoria intelectual de Manuel Sacristán. Tesis leída en la UNED, 1993, bajo la dirección de José Mª Ripalda, p. 248. La tesis está disponible en internet.

[6] La censura afecta a las referencias a la pedofilia en la obra de Platón.

[7] Salvador López Arnal, «Manuel Sacristán Luzón (1925-1985). La sabiduría y el coraje político de un lógico y filósofo comprometido que amó las culturas amerindias», en Revista de Hispanismo Filosófico, núm. 20, 2015, p. 156.

[8] María Rosa Borrás, en su artículo «El coratge d’un pensament sense ambicions metafísiques» (revista mientras tanto, núm. 30-31, 1987, p. 164) califica así el estilo de Sacristán: «estil que jo gosaria qualificar d’hermétic, un estil barroc en la mida que és conceptista, que respon sempre a una densa conceptuació i a un complex marc referencial, tot i expresar-se, en canvi, en una eixuta forma lingüística sense concessions verbalistes.»

[9] Reproducido en Manuel Sacristán, Intervenciones políticas. Panfletos y materiales III, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 98-152.

[10] «La Misión de la universidad de Ortega no sólo es un ensayo insuperado en la literatura de lengua castellana sobre el tema, sino probablemente uno de los escritos ideológicos más claros, sólidos y coherentes de la abundante bibliografía mundial sobre la crisis universitaria.» M. Sacristán, ibid., p.109.

[11] La práctica de Manuel Sacristán, ob. citada, p. 51.

[12] Salvador López Arnal dice lo siguiente al respecto en: Manuel Sacristán Luzón, Escritos sobre El capital (y textos afines). Barcelona, El Viejo Topo, 2004, p. 22: «Fue editado posteriormente (obviamente, sin firma) por el comité ejecutivo del PS en febrero de 1972. Por las referencias bibliográficas, es muy probable que MSL (o algún miembro de la dirección del PSUC) revisaran el texto en los setenta. Para una aproximación a esta lectura de Sacristán puede verse: J. R. Capella, «Leer el Manifiesto Comunista hoy», Los ciudadanos siervos, Madrid, Trotta, 1993, pp. 157-205.»

[13] Van a constituir seis tomos de la nueva MEGA.

[14] El artículo 9 de la serie «Revolutionary Spain» ha sido descubierto en el curso de la edición de la MEGA. Véase Pedro Ribas (ed.), Los escritos de Marx sobre España. Extractos de 1854.Madrid, Trotta, 1998. El tomo de la MEGA en que aparecen los artículos de Marx sobre España es el IV/12, publicado en 2007.

[15] «Prólogo» a Revolución en España. Barcelona, Ariel, 1960. Recogido también en: Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I. Barcelona, Icaria, 1983, p. 12.

[16] Ibid., p. 19.

[17] Por cierto, usando, como hizo tantas veces, al Quijote de Cervantes: Espartero es el quijote de la reina, es el caballero andante que viene a defender a su Dulcinea, a la reina Isabel II, a la que llama » esta reina, muy digna de fe ella, cuyos rasgos se dice que asumen de año en año un parecido más sorprendente con los de Fernando VII, de infeliz memoria». Véase «Espartero», en: Karl Marx/Friedrich Engels, Escritos sobre España. Extractos de 1854, ob. cit., p. 91.

[18] Manuel Sacristán Luzón, Escritos sobre El capital (y textos afines). Barcelona, FIM/El Viejo Topo, 2004, pp. 95 y ss. Edición de Salvador López Arnal.

[19] Ibid., p. 95.

[20] Wolfgang Fritz Haug: Das «Kapital» lesen – aber wie?. Hamburg, Argument Verlag, 2013.

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