Los resultados de las elecciones del 22-M en la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) nos han traído un mapa claro de cuatro siglas: PNV, Bildu, PSE-EE y PP. Han pagado los platos rotos de la polarización una meritoria Aralar, Ezker Batua- Izquierda Unida y Hamaika Bat (una escisión de EA). Mapa En la CAE el […]
Los resultados de las elecciones del 22-M en la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) nos han traído un mapa claro de cuatro siglas: PNV, Bildu, PSE-EE y PP. Han pagado los platos rotos de la polarización una meritoria Aralar, Ezker Batua- Izquierda Unida y Hamaika Bat (una escisión de EA).
Mapa
En la CAE el cruce entre nacionalismo vasco/ patriotismo español, derecha/ izquierda, ha dado lugar a que el electorado se haya concentrado en cuatro grandes formaciones, con ventaja notable para los nacionalismos que suman el 65% del electorado. No es una sorpresa. Es simplemente que algunos tribunales, al reconocer a Bildu (EA, Alternatiba e independientes de Izquierda Abertzale), han dejado de estorbar a la democracia. Privilegiando el Derecho sobre el Estado, éste se parece un poco más a un Estado de Derecho, y el mapa electoral a la sociedad tal y como es. Algo más complicado es el mapa navarro, con Convergencia de Demócratas de Navarra (la CDN de Juan Cruz Alli) de pagana y un mapa a 5. La navarridad hay que incorporarla al dueto de contradicciones. Aviso a navegantes.
Es el fin del ciclo del espejismo que llevó a Patxi López a Ajuria Enea. La realidad se impone frente a la contabilidad trucada. El descalabro del PSE tiene varias causas que no se ciñen a la crisis y a Zapatero sino, sobre todo, a la desilusión que el Gobierno López ha generado en su electorado. Ser mal gestor y además rehén del PP, el enemigo de clase, es infumable para mucho votante socialista. Para más desconcierto, el Partido Socialista de Navarra (PSN) se mete en el mismo agujero ayudando a Unión del Pueblo Navarro (UPN, derecha regional). Les puede su antinacionalismo mientras no se cansan de acusar de frentistas a los demás.
En ocasión de la institucionalización de alcaldías y diputaciones, el PSE persiste en el error reeditando el pacto con el PP. Empeñado en implosionar el servicio público continúa con una EITB sectaria (dando una permanente visión negativa de Bildu en los 7 primeros días antes de los 100, reportajes adoctrinantes sobre historia vasca, democráticas mesas televisivas en beneficio de quienes son un tercio del electorado…). Como aquel inefable Tony Leblanc golpeando el aire, diciendo «soy un mulo», continúa en una estrategia suicida, mientras Rajoy afila la guadaña. Tampoco le ha ido bien a Basagoiti quien solo puede rascar algo de la quiebra del PSE.
Duele el espectáculo cotidiano de algunas organizaciones de víctimas acusando a jueces, Zapatero, nacionalismo y sociedad vasca de connivencia con ETA. Tiene todos los rasgos del chantaje emocional. Desde su justificado y legítimo dolor se han metido a una función ilegitima e instrumentalizada de prescriptores políticos que no les corresponde. Se sitúan como movimiento político y obstáculo para canalizar problemas. Para mi que a menos intromisión política más reconocimiento, y viceversa.
El PNV no tiene motivos para estar contento. Ha perdido muchas alcaldías -a esta fecha aun no se sabe si también la Diputación de Gipuzkoa- y mejora en el Gran Bilbao y Araba. Egibar ve tocada su estrategia pero la de Urkullu tampoco entusiasma.
Bildu, que ha recogido voto bien distinto, debe hacer la prueba de satisfacer expectativas diferentes, cuajar una alianza sin incomodidades para nadie y gestionar para todos. Y, para esa parte mayoritaria que podría identificarse con Sortu, habrá de hacer el recorrido de un cambio de mentalidad, tras 40 años de cultura política tan ignaciana como maquiaveliana de «el fin justifica los medios».
Los problemas son claros
Euskal Herria comparte con España y Europa la crisis económica y la crisis social subsiguiente. Comparte la crisis de legitimación del modelo de democracia al uso y que indica que se acabó aquello de decidir cualquier cosa, a golpe de mayoría y gestión mediática de opinión pública. El resultado ha sido desolador y trae desapego ciudadano. El movimiento del 15-M que se extiende como una mancha así lo muestra. Comparte la decepción por una UE de derechas que, además de bailarle el agua al capital financiero que es quien manda, aplica la peor de las políticas para la gente. Las políticas neoliberales, el «paquete de gobernanza» y el «pacto del euro» son lo más canalla que se puede imaginar para la Europa social y los lazos europeos.
Frente a ello casi nadie dice nada propositivo. Con razón la ciudadanía está enfadada.
Pero, además, la sociedad vasca tiene problemas propios. La pacificación no está resuelta aunque todos se comporten como si políticamente ya estuviera amortizada. Canalizar las temáticas de juicios y presos y del fin de la violencia, antes de que el PP lo ponga todo patas arriba dentro de un año, es una prioridad política que, sin embargo, no figura en la agenda de casi nadie. El derecho a decidir y la decisión sobre adónde vamos está como en sordina, sin que nadie nos cuente cómo se articula (¿estatuto nuevo o consulta; parlamento o partidos; qué alianzas; qué proceso?).
O sea, más allá de la ideología, los partidos se han quedado sin proyecto, y la ciudadanía sumida en el desconcierto, sin dirección ni liderazgo. Eso no pasaba con Ibarretxe. Podía no haber Plan B por exceso de adversarios de frente y de perfil pero, al menos en alguno de los temas, había Plan A.
¿Qué programa?
Con esta problemática multilateral ya no cabe un programa solo «nacional». Un programa de verdad requiere una respuesta en las tres dimensiones: la estrategia económica a medio plazo; la organización y las reivindicaciones sociales que anuden la solidaridad; y la estrategia política nacional, democrática y de respuesta global.
La ola de política industrial de clusterización de la economía vasca (modelo Porter) ya ha dado todo lo que tenia que dar de sí. Se requiere otra estrategia. En la actualidad no hay una estrategia alternativa para un triple pie: tecnología/ industria, sociedad y gobernanza participada. La propia estrategia de innovación social que propone Innobasque sobre tres «e» (educación, empleo y envejecimiento), siendo de interés, es más retórica que real; se propone sin gobernanza social y sindical y se olvida, en un país con identidad y con importantes déficits culturales, nada menos que de la innovación cultural.
¿Cuál es la estrategia de los partidos para mejorar empleo, renta, equidad y solidaridad? ¿Y la estrategia de país como entidad?. Quizás un think tank (un laboratorio de ideas) abierto, en éste país nuestro, más dado a hacer que a pensar, nos vendría bien para ayudar a decidir por dónde ir o, al menos, para acertar más o equivocarnos menos.
Ramón Zallo. Catedrático de la UPV-EHU.
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